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El legado de Alfredo Prada: un defensor de la agricultura

Alfredo, de 70 años, es un enamorado de la naturaleza y se dedica a protegerla y conservarla, con el fin de encontrar un equilibrio con las actividades agrícolas. Con el apoyo de Programa de monitoreo climático participativo que implementa ISAGEN y Fundación Natura en departamento de Santander, en los últimos meses ha empezado a tomar datos del clima y sus variaciones para mejorar la toma de decisiones en su finca.

06 de noviembre de 2024 - 08:01 p. m.
Luis Alfredo, de 70 años, vive en una extensa finca heredada por su padre. Aunque inicialmente se llamaba La Palmita.
Luis Alfredo, de 70 años, vive en una extensa finca heredada por su padre. Aunque inicialmente se llamaba La Palmita.
Foto: Fundación Natura
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Luis Alfredo Prada Galvis nació en San Vicente de Chucurí, un municipio del departamento de Santander, conocido por su esencia productiva y agrícola, por lo que es común ver fincas con cultivos de cacao, café, cítricos, aguacate, entre otros alimentos.

Mi padre, mi abuelo y mis orígenes llegaron a colonizar la vereda. Primero los trajo don Hermógenes Plata, quien también fue un colono de San Vicente de Chucurí, dueño de La Diadema, el Cerro Serrano, parte de Santa Inés y otras tierras. Trajo a mi abuelo a trabajar a La Diadema como mayordomo, en una hacienda muy grande que hoy en día está dividida en varias parcelas”, relató Alfredo.

Él se describe como un andariego, apasionado por la lectura y curioso de las culturas que se pueden encontrar en Colombia. Eso lo ha llevado a recorrer el país, moviéndose de una región a otra para absorber todo el conocimiento posible, analizarlo y compararlo. Pero siempre vuelve a San Vicente, ya que cada experiencia lo lleva a valorar más su tierra natal.

“Saliendo es donde uno valora lo que tiene, por muchos motivos: por los suelos, la naturaleza que nos rodea, el agua y los alimentos. Pero tenemos que cuidar todo eso. Los chucureños tenemos que cuidad los nacimientos de agua, las vertientes hídricas, el río Chucurí y las quebradas; pues el agua vale más que el oro y el petróleo, porque donde no hay agua no hay vida”, afirmó.

Luis Alfredo, de 70 años, vive en una extensa finca heredada por su padre. Aunque inicialmente se llamaba La Palmita, decidió renombrarla Israel. “Admiro ese pueblo, porque viven en un desierto, viven de lo que ellos mismos producen, mientras que nosotros estamos aquí, en este paraíso que poco valoramos”.

La biodiversidad de su finca, los colores, las historias y la fauna y flora que alberga, lo han llevado a considerarla un paraíso o una miscelánea, como también suele describirla. En su predio hay de todo, pues, alejado a la idea de monocultivo, considera que esto solo atenta contra la soberanía alimentaria. “Solo con cacao no podemos vivir. Hay que tener de todo para que la finca sea autosuficiente. Me da tristeza ver gente trayendo yucas del pueblo para el campo, por ejemplo. Nuestro legado nos enseñó a tener una huerta y plantas medicinales en las casas”.

De hecho, la actividad agrícola es clave para esta región. Según el Censo Agropecuario de 2014 del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el departamento de Santander cuenta con 507 mil hectáreas dedicadas a la agricultura, lo que representa el 26,1 % de su territorio.

En San Vicente de Chucurí, la ubicación geográfica y las condiciones climáticas favorecen una gran variedad de cultivos. Destacan el cacao, por el cual el municipio es llamado «Capital Cacaotera de Colombia» debido a su calidad y sabor; el café, que contribuye a la caficultura nacional; y el aguacate, reconocido por su sabor y tamaño. También son importantes los cítricos como naranjas, mandarinas y limones, que son relevantes tanto para el consumo fresco como para la industria de jugos. Además, se cultivan plátano, yuca, maíz y hortalizas, que complementan la dieta de los habitantes y refuerzan la seguridad alimentaria de la región.

“Mi fuerte en la finca es el cacao, pero también tengo cítricos, aguacate, labranza, maíz, yuca, plátano y maderables. Además, soy amigo de la restauración y la protección de las especies nativas. Acá hay cacao de 80 o 100 años que sembraron nuestros antepasados y que todavía se produce”, aseguró.

Alfredo ha apostado por el cacao criollo, por eso lo ha investigado y trabajado. Visita otras fincas y veredas buscando cacaos, preguntando sobre su antigüedad y calculando sus años. Luego, pide un par de mazorcas para llevarlas a su finca. Más allá de impulsar estas semillas, espera contar con un parque en el que otras personas puedan venir a aprender, interactuar y conocer más sobre el cacao que se cultiva en la región.

Además de su compromiso con el campo, dedica gran parte de su tiempo a la lectura. Ya sea en su escritorio o en la sombra de un árbol, siempre está acompañado por libros de sociología, economía, filosofía o teología. Esta pasión viene de su padre, a quien recuerda con cariño como una persona que con esfuerzo logró estudiar y sacar adelante a su familia.

“Mi padre tuvo poco estudio, pero me contó que con mucho sacrificio logró una ayuda de don Hermógenes Plata para estudiar, un hombre de Zapatoca, dueño de haciendas y alcalde de San Vicente en 1920. Mi papá se levantaba a la 1 o 2 de la madrugada a ordeñar vacas, después iba a San Vicente a vender la leche y se iba en caballo de casa en casa para dejar leche a los vecinos. Regresaba a la hacienda y luego se iba a la escuela. Los sábados hacia mandados que era ir de San Vicente a Zapatoca a pie a llevar razones, pues no había teléfonos”, relató.

Luis Alfredo también es un enamorado de la naturaleza, enfoca sus acciones para protegerla y conservarla, con el fin de encontrar un equilibrio con las actividades agrícolas. Por eso, se vinculó al Programa de monitoreo climático participativo que implementa ISAGEN y Fundación Natura en Santander, en los municipios de San Vicente de Chucurí, Betulia, Zapatoca y Girón.

Su interés en las consecuencias que deja el cambio climático y las variaciones en el clima, lo llevaron a integrarse y aportar en la toma de datos. Aunque lleva un mes aprendiendo y conociendo el proceso avanzado con otros monitores, se espera que con su aporte pueda analizar y aplicar los resultados en la toma de decisiones alrededor de su finca.

“Es un comienzo, yo los felicito porque hace parte de cuidar el medio ambiente. Es un trabajo importante para las nuevas generaciones, para la juventud y para la niñez, para que no encuentren un planeta en candela, sin agua, sin comida. Espero aprender, que me sigan acompañando y mejorar los procesos, seguir invirtiendo en el medio ambiente”, aseguró.

Alfredo es hijo y nieto de campesinos. Lleva ese legado en la sangre y se esfuerza día a día para encontrar un equilibrio y sostenibilidad entre las actividades económicas que realiza en su finca y la conservación de los ecosistemas que lo rodean. Por eso, seguimos sumando esfuerzos y aliados como él, para transformar el vínculo entre la sociedad y la naturaleza desde todos los territorios del país.

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