El tesoro natural de Ricaurte, Nariño, que le apuesta al turismo científico
Este ecosistema de bosque nublado tropical alberga al menos 2.144 especies de flora y fauna. Después de superar una época de conflicto armado, la comunidad Awá, encargada de gestionar la reserva, le apuesta a convertirse en un destino turístico.
Al sur del país, en el municipio de Ricaurte (Nariño), en la vía que comunica a Pasto con Tumaco, se encuentra ubicado un tesoro natural que alberga el 21 % de las especies de flora y fauna que se han identificado en el departamento. Se trata de la Reserva Natural La Planada, un área protegida de 3.200 hectáreas gestionadas por el Resguardo Indígena Awá Pialapí Pueblo Viejo.
La historia de este lugar se empezó a escribir en 1981, cuando se hicieron los primeros muestreos para identificar las especies que habitan en este ecosistema de bosque nublado tropical. “Este lugar termina siendo una trampa de nubes que captura mucha agua y, en esa medida, es un bosque con una alta importancia hidrológica”, explica Camila Bernal, Investigadora del Centro de Economía y Finanzas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt. (Lea: Así descubrieron a una nueva especie de murciélago latinoamericano)
En la época de los 90, La Planada fue un destino de investigación a nivel nacional y latinoamericano muy destacado, donde se desarrollaron más de 112 investigaciones, tesis de maestría y doctorado. Sin embargo, el conflicto armado del país obligó a que los funcionarios de la Fundación FES Social y los encargados de gestionar el área en ese momento, salieran de la zona en 2007.
La alteración de orden público tuvo en vilo la gestión de la reserva durante tres años y fue, en 2010, cuando la Fundación le cedió a la comunidad Awá el manejo de este lugar con una condición: conservar su biodiversidad e impulsar el desarrollo sostenible de la región.
Desde entonces eso se ha ido cumpliendo. El pueblo Awá ha venido gestionando diferentes proyectos, y desde 2020 de la mano de organizaciones como el Instituto Alexander von Humboldt, la Universidad de Nariño y la Gobernación de Nariño, como el diseño de una estrategia de turismo científico y de naturaleza, a partir de un proceso de formación donde hubo un intercambio de conocimientos por parte de los investigadores y la comunidad. (Lea: Un reconocimiento a las cacaoteras de Rionegro, Santander)
Ese espacio contó con la participación de investigadores del Resguardo Indígena Awá Pialapí Pueblo, quienes de la mano del instituto y la universidad, abordaron diferentes temáticas de levantamiento de información y diagnóstico, entre ellas monitoreos que han permitido conocer con más detalle la biodiversidad de la reserva, conocimientos socioecológicos, turísticos y culturales, y la cocreación de la estrategia.
El imperio supremo de las epífitas
Camila Bernal describe esta área protegida como un “enclave de biodiversidad”, pues en esas 3.200 hectáreas se han identificado, hasta el momento, 2.144 especies de flora y fauna. Cerca de 1.090 corresponden a plantas, siendo las epífitas las más comunes (521 especies). Por esto, desde los años 90 La Planada es conocida como “el imperio supremo de las epífitas”.
Entre 2021 y 2022, en el marco de este proyecto se realizaron seis monitoreos para los grupos biológicos de: anfibios y reptiles, epífitas, mariposas diurnas, aves y plantas útiles, arrojando como resultado la identificación de 232 especies de orquídeas, 417 plantas útiles y 673 especies de fauna: 324 de mariposas diurnas, 57 de anfibios y 25 reptiles y 267 de aves. Adicionalmente, a través del monitoreo con cámaras trampa se observó el oso de andino (Tremarctos ornatus), el único oso de Sudamérica, y el puma. Según datos del Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (Sib) hay 24 especies de mamíferos registrados para la reserva.
A esto se suma que hay 112 especies endémicas. “La reserva no solo tiene una importancia ecológica destacada, sino también una importancia cultural. Este lugar es gestionado desde una visión y una cosmovisión de la comunidad Awá, esto hace que el relacionamiento con la biodiversidad también sea diferente”, sostiene Bernal.
Esa relación de la comunidad con la naturaleza se vio reflejada durante los monitoreos. Comúnmente, para poder estudiar un individuo y saber si es una especie anteriormente descrita o si es nueva, los científicos recolectan al menos un espécimen. En este caso no fue así, pues la comunidad no permite este método.
“Este proceso se hizo a través de captura, fotografía y liberación de especímenes. Fue un reto para el proyecto, especialmente para el equipo biológico, liderado por la Universidad de Nariño, pero se evidenció que se puede hacer investigación de otra forma, respetando esa interculturalidad, esa visión de la comunidad frente a la naturaleza”, explica la vocera del Instituto Humboldt.
Un destino de turismo científico y natural
El proyecto en el que participó el Instituto Humboldt, además cocreó una estrategia de turismo científico a partir del diálogo entre el conocimiento ancestral de la comunidad Awá y el conocimiento científico, que busca generar alternativas económicas para la comunidad a partir del uso sostenible de la biodiversidad. (Lea: Aprender a vivir con el jaguar, un reto para conservar esta especie en Colombia)
“A diferencia del turismo de naturaleza, que busca la contemplación, la recreación y puede ser educativo, en el científico hay una generación de conocimiento, que puede ser a través de la investigación o de actividades en las que se vincula al visitante, el cual no tiene que ser un especialista”, explica Bernal, quien participó del proceso que se realizó entre marzo de 2020 y noviembre de 2023.
En ese sentido, se desarrollaron dos actividades de investigación con visitantes que respondieron a las preguntas e intereses de la comunidad. Una estuvo vinculada a la identificación de mariposas nocturnas. “Se diseñó una actividad con los visitantes a través de aplicaciones de ciencia participativa. Esto permite que las personas aporten a hacer el registro de mariposas nocturnas, e ir construyendo un inventario para la reserva”, agrega Bernal.
La otra actividad se basa en la creación de un banco de sonidos para la reserva. Allí los visitantes pueden ayudar a recolectar los sonidos del bosque para ir consolidando ese banco.
Ahora la reserva cuenta con 12 productos turísticos basados en el concepto de generar experiencias. Se establecieron cinco recorridos especializados: dos recorridos bioculturales, que están más enfocados al turista de naturaleza; tres talleres culturales, en los que los visitantes tienen la oportunidad de realizar artesanías, conocer la gastronomía tradicional y compartir la cultura de la comunidad Awá, y dos productos de ciencia participativa, enfocadas en la identificación de mariposas nocturnas y el banco de sonidos.
Al sur del país, en el municipio de Ricaurte (Nariño), en la vía que comunica a Pasto con Tumaco, se encuentra ubicado un tesoro natural que alberga el 21 % de las especies de flora y fauna que se han identificado en el departamento. Se trata de la Reserva Natural La Planada, un área protegida de 3.200 hectáreas gestionadas por el Resguardo Indígena Awá Pialapí Pueblo Viejo.
La historia de este lugar se empezó a escribir en 1981, cuando se hicieron los primeros muestreos para identificar las especies que habitan en este ecosistema de bosque nublado tropical. “Este lugar termina siendo una trampa de nubes que captura mucha agua y, en esa medida, es un bosque con una alta importancia hidrológica”, explica Camila Bernal, Investigadora del Centro de Economía y Finanzas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt. (Lea: Así descubrieron a una nueva especie de murciélago latinoamericano)
En la época de los 90, La Planada fue un destino de investigación a nivel nacional y latinoamericano muy destacado, donde se desarrollaron más de 112 investigaciones, tesis de maestría y doctorado. Sin embargo, el conflicto armado del país obligó a que los funcionarios de la Fundación FES Social y los encargados de gestionar el área en ese momento, salieran de la zona en 2007.
La alteración de orden público tuvo en vilo la gestión de la reserva durante tres años y fue, en 2010, cuando la Fundación le cedió a la comunidad Awá el manejo de este lugar con una condición: conservar su biodiversidad e impulsar el desarrollo sostenible de la región.
Desde entonces eso se ha ido cumpliendo. El pueblo Awá ha venido gestionando diferentes proyectos, y desde 2020 de la mano de organizaciones como el Instituto Alexander von Humboldt, la Universidad de Nariño y la Gobernación de Nariño, como el diseño de una estrategia de turismo científico y de naturaleza, a partir de un proceso de formación donde hubo un intercambio de conocimientos por parte de los investigadores y la comunidad. (Lea: Un reconocimiento a las cacaoteras de Rionegro, Santander)
Ese espacio contó con la participación de investigadores del Resguardo Indígena Awá Pialapí Pueblo, quienes de la mano del instituto y la universidad, abordaron diferentes temáticas de levantamiento de información y diagnóstico, entre ellas monitoreos que han permitido conocer con más detalle la biodiversidad de la reserva, conocimientos socioecológicos, turísticos y culturales, y la cocreación de la estrategia.
El imperio supremo de las epífitas
Camila Bernal describe esta área protegida como un “enclave de biodiversidad”, pues en esas 3.200 hectáreas se han identificado, hasta el momento, 2.144 especies de flora y fauna. Cerca de 1.090 corresponden a plantas, siendo las epífitas las más comunes (521 especies). Por esto, desde los años 90 La Planada es conocida como “el imperio supremo de las epífitas”.
Entre 2021 y 2022, en el marco de este proyecto se realizaron seis monitoreos para los grupos biológicos de: anfibios y reptiles, epífitas, mariposas diurnas, aves y plantas útiles, arrojando como resultado la identificación de 232 especies de orquídeas, 417 plantas útiles y 673 especies de fauna: 324 de mariposas diurnas, 57 de anfibios y 25 reptiles y 267 de aves. Adicionalmente, a través del monitoreo con cámaras trampa se observó el oso de andino (Tremarctos ornatus), el único oso de Sudamérica, y el puma. Según datos del Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (Sib) hay 24 especies de mamíferos registrados para la reserva.
A esto se suma que hay 112 especies endémicas. “La reserva no solo tiene una importancia ecológica destacada, sino también una importancia cultural. Este lugar es gestionado desde una visión y una cosmovisión de la comunidad Awá, esto hace que el relacionamiento con la biodiversidad también sea diferente”, sostiene Bernal.
Esa relación de la comunidad con la naturaleza se vio reflejada durante los monitoreos. Comúnmente, para poder estudiar un individuo y saber si es una especie anteriormente descrita o si es nueva, los científicos recolectan al menos un espécimen. En este caso no fue así, pues la comunidad no permite este método.
“Este proceso se hizo a través de captura, fotografía y liberación de especímenes. Fue un reto para el proyecto, especialmente para el equipo biológico, liderado por la Universidad de Nariño, pero se evidenció que se puede hacer investigación de otra forma, respetando esa interculturalidad, esa visión de la comunidad frente a la naturaleza”, explica la vocera del Instituto Humboldt.
Un destino de turismo científico y natural
El proyecto en el que participó el Instituto Humboldt, además cocreó una estrategia de turismo científico a partir del diálogo entre el conocimiento ancestral de la comunidad Awá y el conocimiento científico, que busca generar alternativas económicas para la comunidad a partir del uso sostenible de la biodiversidad. (Lea: Aprender a vivir con el jaguar, un reto para conservar esta especie en Colombia)
“A diferencia del turismo de naturaleza, que busca la contemplación, la recreación y puede ser educativo, en el científico hay una generación de conocimiento, que puede ser a través de la investigación o de actividades en las que se vincula al visitante, el cual no tiene que ser un especialista”, explica Bernal, quien participó del proceso que se realizó entre marzo de 2020 y noviembre de 2023.
En ese sentido, se desarrollaron dos actividades de investigación con visitantes que respondieron a las preguntas e intereses de la comunidad. Una estuvo vinculada a la identificación de mariposas nocturnas. “Se diseñó una actividad con los visitantes a través de aplicaciones de ciencia participativa. Esto permite que las personas aporten a hacer el registro de mariposas nocturnas, e ir construyendo un inventario para la reserva”, agrega Bernal.
La otra actividad se basa en la creación de un banco de sonidos para la reserva. Allí los visitantes pueden ayudar a recolectar los sonidos del bosque para ir consolidando ese banco.
Ahora la reserva cuenta con 12 productos turísticos basados en el concepto de generar experiencias. Se establecieron cinco recorridos especializados: dos recorridos bioculturales, que están más enfocados al turista de naturaleza; tres talleres culturales, en los que los visitantes tienen la oportunidad de realizar artesanías, conocer la gastronomía tradicional y compartir la cultura de la comunidad Awá, y dos productos de ciencia participativa, enfocadas en la identificación de mariposas nocturnas y el banco de sonidos.