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En un viaje por el interior del país, desde Honda, Tolima, hacia Barrancabermeja, es difícil encontrar un municipio que no tenga tradición pesquera. En consecuencia, es muy poco probable encontrar una caseta o restaurante a orillas del río Magdalena en el que no ofrezcan bocachico fresco. La razón es sencilla: este es el pez más importante de las pesquerías continentales de Colombia. (Le puede interesar: Contaminación del suelo es similar en espacios verdes urbanos y en zonas naturales)
También se le conoce como ‘coporo’, aunque en la mayoría de los municipios en los que se encuentra, si pregunta por bocachico, entenderán a qué se refiere. Científicamente recibe el nombre de Prochilodus magdalenae, porque es un pez nativo de la cuenca del río Magdalena, y que es posible encontrar en los ríos Cauca, Sinú y Atrato. Estos son los únicos sitios en los que habita en el mundo.
El bocachico, además, es un pez importante para las economías locales y para la seguridad alimentaria de los habitantes de la cuenca del río. De su pesca dependen miles de familias a lo largo del Magdalena Medio, ya sea para el consumo propio o para la comercialización local o en otras partes del país.
Según la información de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca, en el país se pescaban unas 40.000 toneladas anuales de bocachico para 1975. Entre 2010 y 2010, la producción se situó entre las 9300 y las 10.300, con un mínimo histórico en 2011 de cerca de 1900 toneladas. Este es un descenso dramático que llama la atención por dos razones: por el riesgo que representa para quienes dependen del bocachico y por lo que dicha disminución en la producción indica acerca de la especie misma. (Le recomendamos: Tres cachalotes han aparecido sin vida en menos de una semana en Bali, Indonesia)
Actualmente, el bocachico es una especie catalogada como vulnerable debido al decrecimiento de su población y a las diferentes amenazas que enfrenta en su hábitat: la contaminación, la presión generada por los humanos, la pesca con artes o herramientas que dañan su ecosistema, entre muchas otras.
Más allá de conocer su origen y ser testigos de su indudable importancia económica, en Colombia se ha investigado poco sobre el bocachico. Por ejemplo, fue hace unos pocos años que se logró entender que los machos cantan durante los períodos de reproducción para que las hembras suelten los huevos y se complete el proceso de incubación en el río.
Como esta, se han iniciado otras investigaciones que pueden ser fundamentales para la supervivencia de la especie. En 2018, gracias a una alianza entre Isagen, el Grupo de Investigación en Peces Nativos (Gipen) de la Piscícola San Silvestre, y la Universidad de la República, en Uruguay, un grupo de investigadores de Colombia, Uruguay y China se dieron a la tarea de secuenciar el genoma del bocachico, y a principios de 2023 presentaron sus resultados. (Le recomendamos: El rol de las comunidades en acuerdos de conservación participativa en La Macarena)
Conocer la secuencia genética de un organismo, en este caso el bocachico, es un proceso que busca entender la estructura del ADN, con el fin de estudiar con mayor precisión sus comportamientos, evolución y posibles riesgos para su supervivencia. Esto permite tomar acciones que permitan la conservación de la especie, promoviendo espacios adecuados para su reproducción y estableciendo buenas prácticas de pesca en las comunidades.
Para lograrlo, los investigadores tomaron tejidos de una hembra adulta de bocachico que pesaba 860 gramos y medía 43 centímetros. Los tejidos fueron tomados principalmente del cerebro, de donde es posible obtener ADN con un alto contenido genético. También se tomaron muestras de las branquias, el corazón, el estómago, el hígado, el intestino, los músculos y los ovarios. Después de ser preservadas, estas fueron enviadas a diferentes laboratorios para realizar los análisis genéticos.
Este proyecto estableció un primer borrador del genoma del bocachico, el primero de su género y de su familia (Prochilodus y Prochilodontidae, respectivamente). Dentro de los resultados, se encuentran pistas sobre algunas de las especies cercanas genéticamente al bocachico, algo que podría dar una idea sobre su ascendencia. La piraña de vientre rojo (Pygocentrus nattereri) parte de la familia Serrasalmidae, y el pez cueva ciego (Astyanax mexicanus) de la familia Characidae, por ejemplo, tienen coincidencias cromosómicas con el bocachico, pero provienen de familias diferentes. (Lea también: Recuperar los bosques y ecosistemas marinos, la tarea del país en los próximos años)
Si bien esto da luces sobre su posible proceso evolutivo, el valor de este trabajo se encuentra en haber construido la base para que futuras investigaciones corrijan y perfeccionen el borrador del genoma, algo que puede tomar bastantes años. Ante la falta de información sobre el bocachico, dar el primer paso en su investigación resulta fundamental para la conservación de la especie, comprendiendo los elementos que serían necesarios para llevar a cabo nuevos procesos de repoblación.
La investigación fue liderada por los científicos Jonny Yepes Blandón, director del GIPEN y coordinador de la investigación, y Nélida Rodríguez Osorio, directora de la Unidad de Genómica y Bioinformática de la Universidad de la República, Uruguay. Del equipo también hicieron parte, de Colombia, Ana Estrada Posada, profesional ambiental de Isagen, Jorge Aristizábal Regino, coordinador de producción de la Piscícola San Silvestre, Víctor Atencio García, investigador de la Universidad de Córdoba, Gersson Vásquez Machado, investigador del laboratorio HISTOLAB. Por Uruguay, María José Benítez Galeano y Daiana Mir, investigadoras de la Unidad de Genómica y Bioinformática del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de la República; y por China, Chao Bian y Qiong Shi, investigadores del laboratorio de genómica marina de la Academia de Ciencias Marinas de BGI de Shenzhen, China. (Le puede interesar: El paso a seguir tras el acuerdo que busca salvar la biodiversidad mundial)
Actualmente, los bocachicos son la especie más usada en los procesos de repoblamiento en el río Magdalena. Estos procesos de investigación, en los que trabajan en conjunto empresas, como Isagen, y centros de investigación y formación académica, como la Piscícola San Silvestre (Barrancabermeja, Colombia) y la Universidad de la República (Uruguay), resultan fundamentales para la recuperación de la fauna nativa de los ríos, y la garantía de la seguridad alimentaria de las poblaciones que habitan en sus cuencas.
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