En Colombia hay más de 100 especies de aves amenazadas, pero podemos salvarlas
Colombia es el país con mayor diversidad de aves en el mundo. Sin embargo, 140 especies se encuentran amenazadas, una situación que podría ser peor en los próximos años teniendo en cuenta las consecuencias del cambio climático y la huella humana.
Cerca de 2.000 especies de aves registradas le dan a Colombia el título del país con mayor diversidad de aves en el mundo, con aproximadamente el 20 % del total global. Nuestro país es la casa de 73 aves endémicas, es decir, que solo se encuentran en áreas específicas, y 193 casi endémicas.
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Cerca de 2.000 especies de aves registradas le dan a Colombia el título del país con mayor diversidad de aves en el mundo, con aproximadamente el 20 % del total global. Nuestro país es la casa de 73 aves endémicas, es decir, que solo se encuentran en áreas específicas, y 193 casi endémicas.
Pese a la gran riqueza que posee el país, 140 especies están catalogadas como amenazadas a nivel nacional. Esto se debe principalmente a la pérdida y el deterioro de sus hábitats, producto de factores que ponen en riesgo su supervivencia en el futuro como el cambio climático y la huella humana.
El Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt recientemente ha publicado dos estudios que dan muestra de los efectos negativos. Con relación al cambio climático, el estudio realizado por Elkin A. Noguera del Instituto Humboldt y Andrés F. Suárez, del Instituto Australiano de Ríos, de la Universidad Griffith, indica que “los cambios en la temperatura y precipitación producen a su vez cambios en las abundancias de las especies, los sitios donde habitan e incluso puede llevar a la extinción”. (Lea también: Un pez clave para la salud de los arrecifes de San Andrés está en riesgo)
Gracias a estos cambios se estima que el 78% de las aves de Colombia corren un alto riesgo de ser afectadas, especialmente en la Amazonia (168 especies), el Pacífico (152 especies) y las zonas altas de los Andes (59 especies).
Varios de estos lugares coinciden con los ecosistemas, donde habitan aves, más afectados en el país por la huella humana, un término que hace referencia básicamente al impacto de las actividades humanas sobre la naturaleza.
El estudio “Incremento de la exposición de las aves colombianas a la huella humana en rápida expansión”, del Instituto Humboldt, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad del Rosario, evaluó los cambios en el espacio y el tiempo en la huella humana dentro de las distribuciones de 1.469 especies de aves reproductoras terrestres, especialistas forestales, especies endémicas, casi endémicas, amenazadas y casi amenazadas, en Colombia, entre 1970 y 2018, y, a su vez, hizo unas proyecciones a 2030. (Lea: “Colombia puede ser líder mundial en la protección del ambiente”: Unión Europea)
En este caso, la investigación tuvo en cuanta siete variables para medir la huella humana, entre las que resaltan: el uso de la tierra, la densidad de poblaciones rurales, distancia de los ecosistemas con las carreteras, distancia con los asentamientos y la fragmentación de la vegetación natural.
“No solo miramos el tipo de hábitats, sino qué tan intervenidos están; por eso incluye variables como la distancia al asentamiento más cercano, porque asumimos, por ejemplo, que entre más cerca esté un hábitat a una carretera o un asentamiento humano, hay mayor probabilidad de que haya cacería o impactos negativos. Esta es una forma de resumir todas las actividades humanas que pueden pasar en un lugar, qué tan intensas son y qué tanto tiempo llevan siendo así, para poder predecir qué impacto tienen las presiones sobre la biodiversidad”, explica Lina Sánchez, investigadora del Instituto Humboldt y coautora del estudio. (Le puede interesar: La Unión Europea ratifica su compromiso ambiental con Colombia)
¿Qué aves están en riesgo?
Los análisis permitieron determinar que el aumento de la huella humana afectó desproporcionadamente a las aves endémicas y amenazadas entre 1970 y 2018 y, de acuerdo con las proyecciones, esta tendencia continuaría en los próximos años.
En total, son doce especies que se encuentran en alguna categoría de amenaza, para las cuales se espera que la huella humana aumente en más del 30 % entre 2018 y 2030. Cuatro de estas son el Loro Oscuro (Ortalis erythroptera), Perija Brushfinch (Arremon perijanus), Brown Tinamou (Crypturellus obsoletus), y Rufous-headed Chachalaca (Ortalis erythroptera). Estas aves ya habían experimentado aumentos de la huella humana en el 50% de sus distribuciones en años anteriores, es decir, más de la mitad de los lugares donde habitan se han visto afectados por alguna de las variables estudiadas.
“Cuando miramos qué pasaría entre el 2018 y en 2030, seguían afectadas las aves endémicas y amenazadas, pero también se empezaba a ver más el efecto sobre las aves que necesitan el bosque para vivir, o sea las especialistas de bosque. En ese caso, las zonas donde vemos que podría haber un mayor efecto sobre las aves de bosque son las que están ubicadas en el bajo Magdalena, el Pacífico y en la transición entre los Andes y la Amazonía. Es decir, en el costado occidental de la cordillera occidental y el costado oriental de la cordillera oriental”, agrega Sánchez. (Lea: Otro desafío ambiental de Colombia: detener la degradación de sus bosques)
Dentro de estas especies de aves que menciona la investigadora se encuentra Jacamar de cabeza pálida (Brachygalba goeringi), el Hormiguero de alas herrumbrosas (Herpsilochmus frater), Hormiguero de bandas aladas (Myrmornis torquata), Pava de cola de bandas (Penelope argyrotis), Ermitaño de cabeza negra (Phaethornis augusti), Cucarachero de pecho rufo (Pheugopedius rutilus), Hormiguero de Magdalena (Sipia palliata), Tinamú gris (Tinamus tao) y Alcaudón cejiamarillo (Vireolanius eximius).
A nivel general, hay 69 especies para las cuales la huella humana aumentó en más del 50% de sus hábitats. 51 de estas especies se distribuyen total o parcialmente por el noreste de Colombia (Caribe oriental, norte de los llanos y noreste de los Andes).
Lina Sánchez dice que esta alarma no pretende generar una visión fatalista; por el contrario, busca que se pueda generar insumos similares, para que tanto las entidades gubernamentales, como las comunidades, prioricen los sitios y las especies donde es más urgente tomar acciones. “Todavía estamos a tiempo de salvar muchas especies”, indica.
Entonces, ¿qué hacer ante este panorama? Dentro de las acciones que se deben implementar, el estudio indica dos tipos de estrategias: unas de conservación y otras mixtas. Por ejemplo, en zonas de bosque seco como los valles del Magdalena y el Cauca, se pueden considerar ejercicios de restauración, prácticas agrícolas amigables con la avifauna y turismo de observación de aves. (Lea: Putumayo es una de las cunas de mariposas de Colombia)
En otros lugares como la región del Orinoco se necesitan estrategias más estrictas para detener la expansión de la huella humana. Además, algunas áreas requieren atención especial como la Sierra Nevada de Santa Marta, uno de los lugares con más aves endémicas y amenazadas.
“Se requieren no solo esfuerzos de conservación y restauración, sino acciones articuladas con las comunidades humanas para que estos esfuerzos tengan un impacto en la calidad de vida, el desarrollo sostenible y la vida silvestre, teniendo en cuenta la particularidad de cada uno de los territorios”, puntualiza Bibiana Gómez, investigadora y coautora del trabajo.