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Escuchar a las comunidades, la base para conservar la biodiversidad

Una de las metas del Marco Global de Biodiversidad busca que para 2030 las personas, especialmente las comunidades locales y pueblos indígenas, tengan una representación y participación en el cuidado de la naturaleza.

10 de noviembre de 2023 - 11:23 p. m.
Según el instituto SINCHI, en la región amazónica existen 22 pueblos indígenas que representan, los cuales representan el 57,7% del total presente en la Amazonía Colombiana.
Según el instituto SINCHI, en la región amazónica existen 22 pueblos indígenas que representan, los cuales representan el 57,7% del total presente en la Amazonía Colombiana.
Foto: Luis Barreto WWF UL

Colombia, además de ser uno de los países más biodiversos del mundo, con más de 75.000 especies de flora y fauna registradas, es un país pluriétnico. Se estima que en el territorio nacional hay al menos 115 pueblos indígenas distribuidos en diferentes zonas del país. En la región amazónica, por ejemplo, más de la mitad de los bosques están habitados por comunidades indígenas.

“Si vemos un mapa de cobertura boscosa en la Amazonia y uno de donde están los pueblos indígenas, ambos coinciden; mientras que donde estamos los demás colombianos ya no hay tanta cobertura. Eso quiere decir que ellos deben estar haciendo algo bien y nosotros no”, dice Jaime Cabrera, especialista en Gobernanza Indígena y Monitoreo Comunitario de WWF.

Por esto, las comunidades locales, tanto indígenas, como campesinas, afrocolombianas y raizales, son fundamentales en los procesos de conservación de la biodiversidad, especialmente porque viven en ecosistemas claves como: bosques, páramos o manglares. Esto concuerda con una de las metas del Marco Global de Biodiversidad Kunming- Montreal que busca “lograr la participación y representación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género, de los pueblos indígenas y las comunidades locales”.

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A esto se comprometieron 196 países, incluido Colombia. Pero, ¿cómo lograrlo?: involucrar las comunidades, es una de las estrategias para conservar la biodiversidad. Al respecto, Camilo Rodríguez Murcia, investigador de la Agenda de Páramos y Alta Montaña del Instituto Humboldt, dice que “la vinculación de las comunidades es fundamental porque son ellos quienes, finalmente, toman las decisiones sobre el territorio”.

Desde lo institucional, el vocero de WWF explica que el país ha iniciado un desarrollo importante en el proceso de reconocimiento que menciona la meta a través del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022-2026. “La interlocución entre el Estado y los pueblos indígenas ha sido muy madura, se ha llegado a acuerdos importantes. Si el Gobierno cumple lo que quedó estipulado en el PND daremos un gran paso en el reconocimiento a esa voz, autonomía y saber de los pueblos indígenas”.

Los páramos: un territorio de todos

Además de la representación, la meta del Marco Kunming también menciona que hay que garantizar la participación de las comunidades. En este sentido, el Instituto Humboldt es una de las organizaciones que le ha apostado a visibilizar, fortalecer y generar procesos conjuntos en uno de los ecosistemas claves del país: los páramos.

En el territorio nacional hay casi tres millones de hectáreas (ha) de páramo. En estos ecosistemas nacen las fuentes de agua que abastecen a cerca de 17 millones de personas en Colombia. Además, se estima que allí habitan más de 4.000 especies de plantas, 90 especies de anfibios, 70 de mamíferos y 154 de aves, según datos del Instituto Humboldt.

A la importancia ecosistémica, se suma la importancia cultural. “Las comunidades que están asentadas allí llegaron, en algunos casos, hace 300 o 400 años. Son ellas quienes se relacionan de manera cotidiana con el ecosistema”, sostiene Rodríguez. Por esto, tanto los pueblos indígenas como los campesinos, tienen un conocimiento tradicional muy rico asociado al uso y protección del páramo.

Sin embargo, vivir en estos territorios y desarrollar actividades productivas se ha traducido en algunas interacciones negativas con la fauna y flora de la alta montaña. En Boyacá, por ejemplo, las comunidades campesinas han tenido dificultades con la presencia del venado cola blanca (Odocoileus virginianus) porque entra a sus zonas de cultivo y se come la semilla de la papa; situación que también sucede con el puma o el oso andino que ataca el ganado de las comunidades.

Por esta y otras razones encaminadas a mejorar la relación entre las comunidades y los páramos, el Instituto Humboldt creó la Agenda Institucional de Páramos y Alta Montaña, una estrategia que responde al reto de vincular a las comunidades a los ejercicios de conservación y de transformación de realidades sociales.

Dentro de la agenda hay un proyecto específico que busca construir y acordar acciones para habitar mejor los páramos, llamado GEF - Páramos para la Vida. Este proyecto “contempla acciones relacionadas con el fortalecimiento de las capacidades de las comunidades para la gobernanza territorial, el mejoramiento de sus prácticas agropecuarias y el cuidado de sus ecosistemas”, explica el investigador del Instituto Humboldt.

El proyecto, que está presente en 17 de los 37 páramos que hay en Colombia, incorpora dentro de sus acciones, estrategias que buscan el cuidado colectivo de la biodiversidad, como el análisis de los desencuentros que tienen las comunidades con la fauna. “Las prácticas de las comunidades deben posibilitar la conservación de las especies, entendiendo su ecología y adaptando los sistemas de vida para que respondan de mejor manera al tránsito de estas especies”, agrega Rodríguez.

Además, en este proyecto se ha identificado otro reto: las desigualdades en el acceso a la información, datos y conocimiento. “Para que haya una participación efectiva y podamos llegar a construir acuerdos para el cuidado, necesitamos que esas asimetrías se resuelvan”.

En ese sentido, el Proyecto GEF-Páramos para la Vida propone una serie de acciones que van desde la co-construcción de conocimientos a partir de monitoreo participativo de la biodiversidad, el fortalecimiento de capacidades, la generación de redes de intercambio de experiencias y una propuesta de comunicación comunitaria.

El trabajo para cuidar el jaguar

WWF Colombia también le ha apostado a apoyar las comunidades. Uno de sus proyectos se ha centrado en Putumayo, específicamente en Umancia, un cabildo en el que habitan más de 200 indígenas. Desde hace seis años, la organización apoya este cabildo y a su asociación local indígena ACILAPP en el proceso de investigación propia. 15 monitores, entre ellos los abuelos sabedores, han venido aprendiendo sobre cámaras trampa, uso de GPS, cartografía, pero sobre todo narrando sus conocimientos de como relacionarse con los animales y bosque.

Esto lo han hecho a través de sus prácticas tradicionales como chupando ambil (el zumo que se obtiene del tabaco), que les va arrojando el monitoreo. Así, el grupo logró escribir el libro “Eroinano”, para contar sus historias y saberes, en mɨnɨka y español, en torno a los mamíferos más importantes para ellos como la danta, la boruga o los puercos de monte.

“Tenemos que aprender a reconocer que lo que hacen estas comunidades también es ciencia, que hay otros sistemas de conocimiento que son igual de válidos y que tienen mucho para enseñarnos. Y a partir de ahí, comenzar a trabajar en conjunto”, indica Cabrera.

Además del primer libro, la comunidad trabajó en la creación en otro que hace parte del kit educativo del jaguar. El cabildo ha narrado cómo este felino y el hombre están cumpliendo lo pactado según sus saberes ancestrales, es decir, que cada uno está manejando su espacio sin hacer daño al otro. El propósito de la publicación es honrar ese acuerdo del hombre con la selva y así trabajar en la continuación de los conocimientos de la comunidad y continuar con su relación con el jaguar, el tercer felino más grande del planeta y pieza clave en la regulación de los bosques amazónicos.

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Otro proyecto que también busca la conservación del jaguar, se centra en el Guaviare. Allí WWF Colombia trabaja con los campesinos y excombatientes que firmaron el Acuerdo de Paz de 2016, para tratar de consolidar corredor que una los Andes con la Amazonia y la Orinoquia.

Estos y los demás proyectos que se hagan con el fin de cumplir con la meta, deben incluir diferentes aspectos como la participación de las mujeres, niñas, niños, población joven y las personas con discapacidad, solo de esta manera se logrará tener una representación y participación plena de las comunidades.

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