Gobernanza del agua para prevenir los conflictos asociados a su uso y acceso
Contenido en alianza con Fundación Natura.
Ana Cevelyn León
Anderson López
María Paula Velásquez
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada vez son más frecuentes los conflictos por el agua en el mundo, por lo que hace un llamado a analizar las causas de estos conflictos y generar estrategias efectivas de gobernanza para prevenirlas.
¿Cuál es la situación en Colombia? El Gobierno Nacional actual, propone hacer un ordenamiento territorial basado en nuestras fuentes hídricas, pero ¿cuál es la relación de las comunidades locales con el agua? Podemos intentar entender este panorama a través de tres ejemplos. (Lea: Los desafíos ambientales que asumen los próximos alcaldes y gobernadores)
La escasez en medio de la riqueza hídrica
Al aproximarnos a la Amazonía colombiana, encontramos una región ocupada desde hace milenios por comunidades indígenas que se establecieron empleando patrones de poblamiento guiados por los cursos de agua de los ríos. En sus relatos de origen se describe la manera cómo el agua trazó y traza sus caminos y sus relaciones. Condición esencial para comprender la trascendencia material y simbólica de la gobernanza del agua para las comunidades amazónicas.
Siendo un elemento fundamental para la vida, clave para el ecosistema y para el mantenimiento de servicios tan importantes para la humanidad como la regulación climática, en esta región hay un escenario contrastante de escasez en medio de la riqueza hídrica.
Las ciudades amazónicas se caracterizan por bajas coberturas del servicio de agua potable. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad de Vida de 2018, el 48% de los hogares no contaban con acceso al servicio de acueducto y en las zonas rurales las comunidades enfrentan limitaciones para acceder al agua, debido a los efectos de la contaminación y la disminución de la oferta por deforestación, erosión y sedimentación. (Lea: Más de mil especies en Colombia están amenazadas, ¿cómo protegerlas?)
Esos altos índices de contaminación están asociados a vertimientos domésticos, agrotóxicos y, en algunos casos, altas trazas de mercurio; generando afectaciones a la salud, disputas y tensiones en las comunidades; además de la pérdida de biodiversidad que trae consigo alteraciones del ecosistema y transformación en los modos de vida de las comunidades locales.
En este contexto, la gobernanza del agua en la región amazónica es fundamental para la transformación de los conflictos y trae consigo retos frente al reconocimiento de la multiculturalidad en el reposicionamiento del agua como elemento sagrado que ordena y mantiene el territorio.
El agua como principio del desarrollo productivo
Ahora vámonos para la región Caribe, más exactamente al bajo Magdalena en donde está ubicado el Complejo cenagoso de Zapatosa (CCZ). Allí la gobernanza del agua es un tema de vital importancia para la sostenibilidad de la región y el bienestar de sus habitantes. Este ecosistema, ubicado al sur de los departamentos del Cesar y Magdalena, es un lugar clave para la conservación de la
biodiversidad y el desarrollo de actividades productivas como: la pesca, ganadería, agricultura y las artesanías propias de la cultura anfibia, por tal razón ha sido declarado como Distrito de Manejo Regional, por Corpamag y Corpocesar (2019) y reconocido como humedal RAMSAR por su importancia internacional.
Sin embargo, el acceso al agua potable es un tema preocupante para sus habitantes ya que, a pesar de contar con una fuente importante de agua dulce, existe una gran brecha. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), la cobertura en la zona es del 67%, lo que significa que más de un tercio de la población no tiene acceso, ya sea para consumo humano o para las actividades agropecuarias. Y la cifra empeora cuando hablamos de comunidades rurales. Esto genera que las personas, de manera individual o colectiva, adopten figuras como los acueductos comunitarios y así garantizan, por algunas horas al día, el acceso al agua potable para sus comunidades.
Ahora, si nos centramos en el desarrollo de los sistemas productivos de la región, su éxito está estrechamente relacionado con la calidad y disponibilidad de este recurso. Por ejemplo, la pesca es una actividad principal en la región, donde se estima que más de 10.000 familias dependen de ella para vivir. Sin embargo, se ha visto afectada en los últimos años por la contaminación del agua, la sobreexplotación de los recursos naturales, la pesca insostenible y la falta de regulación, control y vigilancia son algunas de las causas de este problema.
Por otro lado, en las zonas rurales en donde se llevan a cabo actividades agropecuarias y donde resalta la producción de: maíz, yuca, arroz, ahuyama y patilla, que son fundamentales para la alimentación de las comunidades; están siendo afectadas por la por la calidad del agua, cuyos niveles de contaminación están caracterizados por el uso de agroquímicos y la transformación de las coberturas boscosas, lo que pone en riesgo la salud de los habitantes y el ecosistema.
Para el desarrollo adecuado del territorio, lo que incluye el crecimiento económico, es importante que en el Complejo cenagoso de Zapatosa se continúe fortaleciendo las instancias de gobernanza local y regional con diversos actores Institucionales, sociales - comunitarios, ONG´S, academia y los gremios, con el fin de promover acciones y prácticas productivas sostenibles que aporten al cuidado del agua.
Mujeres y agua: economía del cuidado
En los territorios, las mujeres tienen una estrecha relación con el agua, sin embargo, existen brechas que generan inequidades en el acceso, manejo, uso y control de este recurso y que inician con su baja participación en los modelos de gobernanza. (Lea: “No debemos dar por hecho que habrá agua siempre”)
No sólo basta con garantizar el acceso al agua potable, también hay que facilitar espacios de toma de decisiones sobre el estado del recurso y posicionar los vínculos sociales, políticos y culturales que las mujeres tienen sobre este.
El objetivo de desarrollo sostenible (ODS) 6, busca lograr un acceso equitativo y seguro sobre el agua, sin embargo, descontextualizar el recurso hídrico de las tensiones socioeconómicas y las dificultades geográficas de los contextos locales, permite obviar, desde la ingenuidad, los retos que las mujeres enfrentan en su día a día.
Además de ser responsables sobre la soberanía y seguridad alimentaria de sus hogares, las mujeres son las encargadas de proveer y administrar el agua, tanto para el consumo y la transformación de los alimentos, como para el cuidado del hogar y de los hijos. Esta gestión que se convierte en parte de las tareas diarias que realizan las mujeres rurales para definir cómo, cuándo, dónde y por qué se usan los recursos en casa, y ha sido nombrada como economía del cuidado, cuya definición vislumbra la capacidad de ellas para organizar, manejar, mantener y proteger los elementos físicos y su utilidad, con el fin de garantizar el sostenimiento y bienestar de todos.
En la actualidad, se está empezando a pensar cómo construir e implementar herramientas que reflejen la importancia y el significado de la economía del cuidado para comprender las relaciones comunitarias, productivas y reproductivas que las mujeres tienen con el agua. Sus conocimientos y la forma en que gestionan el recurso, pueden ser de mucha utilidad en temas como el ordenamiento del territorio y el acceso a los servicios ecosistémicos.
La economía del cuidado, liderada por quienes mejor la implementan, puede convertirse en una herramienta potencial para reducir las inequidades, generando participación de las mujeres sobre el uso del recurso hídrico, que a futuro podría resultar en la generación de lineamientos para legitimar este conocimiento y así contribuir a la construcción de las políticas públicas e instrumentos de ordenamiento. Pensar que las mujeres tienen un alto nivel de administración de los recursos naturales, sobre todo, del agua, permite entender que hay otras formas de hacer y pensar la sostenibilidad de los ecosistemas que albergan y generan las condiciones para la vida.
Hoy más que nunca reconocer los conocimientos locales, ancestrales y científicos e integrar las formas de gestionar de las mujeres y las comunidades, puede ser la oportunidad para crear una gobernanza del agua que permita la equidad, que reduzca las brechas y que logre conservar un recurso que no es finito, pero del cual depende la supervivencia de todas las especies y de los modelos productivos actuales.
La gobernanza del agua es una herramienta de prevención, que si se construye de manera adecuada permitirá erradicar los conflictos asociados al acceso y uso. En los territorios se han implementado acciones, las comunidades locales cuentan con experiencia y conocimiento valioso que los Gobiernos necesitan reconocer, con el fin de fortalecer los procesos, acompañarlos y crear un futuro sostenible en el que todos podamos disfrutar adecuadamente de los servicios que presta la naturaleza.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada vez son más frecuentes los conflictos por el agua en el mundo, por lo que hace un llamado a analizar las causas de estos conflictos y generar estrategias efectivas de gobernanza para prevenirlas.
¿Cuál es la situación en Colombia? El Gobierno Nacional actual, propone hacer un ordenamiento territorial basado en nuestras fuentes hídricas, pero ¿cuál es la relación de las comunidades locales con el agua? Podemos intentar entender este panorama a través de tres ejemplos. (Lea: Los desafíos ambientales que asumen los próximos alcaldes y gobernadores)
La escasez en medio de la riqueza hídrica
Al aproximarnos a la Amazonía colombiana, encontramos una región ocupada desde hace milenios por comunidades indígenas que se establecieron empleando patrones de poblamiento guiados por los cursos de agua de los ríos. En sus relatos de origen se describe la manera cómo el agua trazó y traza sus caminos y sus relaciones. Condición esencial para comprender la trascendencia material y simbólica de la gobernanza del agua para las comunidades amazónicas.
Siendo un elemento fundamental para la vida, clave para el ecosistema y para el mantenimiento de servicios tan importantes para la humanidad como la regulación climática, en esta región hay un escenario contrastante de escasez en medio de la riqueza hídrica.
Las ciudades amazónicas se caracterizan por bajas coberturas del servicio de agua potable. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad de Vida de 2018, el 48% de los hogares no contaban con acceso al servicio de acueducto y en las zonas rurales las comunidades enfrentan limitaciones para acceder al agua, debido a los efectos de la contaminación y la disminución de la oferta por deforestación, erosión y sedimentación. (Lea: Más de mil especies en Colombia están amenazadas, ¿cómo protegerlas?)
Esos altos índices de contaminación están asociados a vertimientos domésticos, agrotóxicos y, en algunos casos, altas trazas de mercurio; generando afectaciones a la salud, disputas y tensiones en las comunidades; además de la pérdida de biodiversidad que trae consigo alteraciones del ecosistema y transformación en los modos de vida de las comunidades locales.
En este contexto, la gobernanza del agua en la región amazónica es fundamental para la transformación de los conflictos y trae consigo retos frente al reconocimiento de la multiculturalidad en el reposicionamiento del agua como elemento sagrado que ordena y mantiene el territorio.
El agua como principio del desarrollo productivo
Ahora vámonos para la región Caribe, más exactamente al bajo Magdalena en donde está ubicado el Complejo cenagoso de Zapatosa (CCZ). Allí la gobernanza del agua es un tema de vital importancia para la sostenibilidad de la región y el bienestar de sus habitantes. Este ecosistema, ubicado al sur de los departamentos del Cesar y Magdalena, es un lugar clave para la conservación de la
biodiversidad y el desarrollo de actividades productivas como: la pesca, ganadería, agricultura y las artesanías propias de la cultura anfibia, por tal razón ha sido declarado como Distrito de Manejo Regional, por Corpamag y Corpocesar (2019) y reconocido como humedal RAMSAR por su importancia internacional.
Sin embargo, el acceso al agua potable es un tema preocupante para sus habitantes ya que, a pesar de contar con una fuente importante de agua dulce, existe una gran brecha. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), la cobertura en la zona es del 67%, lo que significa que más de un tercio de la población no tiene acceso, ya sea para consumo humano o para las actividades agropecuarias. Y la cifra empeora cuando hablamos de comunidades rurales. Esto genera que las personas, de manera individual o colectiva, adopten figuras como los acueductos comunitarios y así garantizan, por algunas horas al día, el acceso al agua potable para sus comunidades.
Ahora, si nos centramos en el desarrollo de los sistemas productivos de la región, su éxito está estrechamente relacionado con la calidad y disponibilidad de este recurso. Por ejemplo, la pesca es una actividad principal en la región, donde se estima que más de 10.000 familias dependen de ella para vivir. Sin embargo, se ha visto afectada en los últimos años por la contaminación del agua, la sobreexplotación de los recursos naturales, la pesca insostenible y la falta de regulación, control y vigilancia son algunas de las causas de este problema.
Por otro lado, en las zonas rurales en donde se llevan a cabo actividades agropecuarias y donde resalta la producción de: maíz, yuca, arroz, ahuyama y patilla, que son fundamentales para la alimentación de las comunidades; están siendo afectadas por la por la calidad del agua, cuyos niveles de contaminación están caracterizados por el uso de agroquímicos y la transformación de las coberturas boscosas, lo que pone en riesgo la salud de los habitantes y el ecosistema.
Para el desarrollo adecuado del territorio, lo que incluye el crecimiento económico, es importante que en el Complejo cenagoso de Zapatosa se continúe fortaleciendo las instancias de gobernanza local y regional con diversos actores Institucionales, sociales - comunitarios, ONG´S, academia y los gremios, con el fin de promover acciones y prácticas productivas sostenibles que aporten al cuidado del agua.
Mujeres y agua: economía del cuidado
En los territorios, las mujeres tienen una estrecha relación con el agua, sin embargo, existen brechas que generan inequidades en el acceso, manejo, uso y control de este recurso y que inician con su baja participación en los modelos de gobernanza. (Lea: “No debemos dar por hecho que habrá agua siempre”)
No sólo basta con garantizar el acceso al agua potable, también hay que facilitar espacios de toma de decisiones sobre el estado del recurso y posicionar los vínculos sociales, políticos y culturales que las mujeres tienen sobre este.
El objetivo de desarrollo sostenible (ODS) 6, busca lograr un acceso equitativo y seguro sobre el agua, sin embargo, descontextualizar el recurso hídrico de las tensiones socioeconómicas y las dificultades geográficas de los contextos locales, permite obviar, desde la ingenuidad, los retos que las mujeres enfrentan en su día a día.
Además de ser responsables sobre la soberanía y seguridad alimentaria de sus hogares, las mujeres son las encargadas de proveer y administrar el agua, tanto para el consumo y la transformación de los alimentos, como para el cuidado del hogar y de los hijos. Esta gestión que se convierte en parte de las tareas diarias que realizan las mujeres rurales para definir cómo, cuándo, dónde y por qué se usan los recursos en casa, y ha sido nombrada como economía del cuidado, cuya definición vislumbra la capacidad de ellas para organizar, manejar, mantener y proteger los elementos físicos y su utilidad, con el fin de garantizar el sostenimiento y bienestar de todos.
En la actualidad, se está empezando a pensar cómo construir e implementar herramientas que reflejen la importancia y el significado de la economía del cuidado para comprender las relaciones comunitarias, productivas y reproductivas que las mujeres tienen con el agua. Sus conocimientos y la forma en que gestionan el recurso, pueden ser de mucha utilidad en temas como el ordenamiento del territorio y el acceso a los servicios ecosistémicos.
La economía del cuidado, liderada por quienes mejor la implementan, puede convertirse en una herramienta potencial para reducir las inequidades, generando participación de las mujeres sobre el uso del recurso hídrico, que a futuro podría resultar en la generación de lineamientos para legitimar este conocimiento y así contribuir a la construcción de las políticas públicas e instrumentos de ordenamiento. Pensar que las mujeres tienen un alto nivel de administración de los recursos naturales, sobre todo, del agua, permite entender que hay otras formas de hacer y pensar la sostenibilidad de los ecosistemas que albergan y generan las condiciones para la vida.
Hoy más que nunca reconocer los conocimientos locales, ancestrales y científicos e integrar las formas de gestionar de las mujeres y las comunidades, puede ser la oportunidad para crear una gobernanza del agua que permita la equidad, que reduzca las brechas y que logre conservar un recurso que no es finito, pero del cual depende la supervivencia de todas las especies y de los modelos productivos actuales.
La gobernanza del agua es una herramienta de prevención, que si se construye de manera adecuada permitirá erradicar los conflictos asociados al acceso y uso. En los territorios se han implementado acciones, las comunidades locales cuentan con experiencia y conocimiento valioso que los Gobiernos necesitan reconocer, con el fin de fortalecer los procesos, acompañarlos y crear un futuro sostenible en el que todos podamos disfrutar adecuadamente de los servicios que presta la naturaleza.