Hay más de 500 especies de hormigas por fuera de sus hábitats, ¿debería preocuparnos?
Al menos 520 especies de hormigas en el mundo han sido transportadas fuera de sus áreas de distribución originales y el 60 % de ellas logró naturalizarse, pese a los impactos del cambio climático. Aunque parezca un tema menor, estos insectos pueden generar importantes desequilibrios en los ecosistemas y llevar incluso a la extinción de otros animales.
Carlos Eduardo Díaz Rincón
Las hormigas son uno de los insectos más trabajadores y abundantes del mundo. Con al menos 14.000 especies registradas, desempeñan una labor fundamental en sus hábitats: proteger la salud de animales, plantas y microorganismos. Son abundantes y diversas en zonas tropicales como Colombia, donde hay al menos 1.200 variedades, y se caracterizan por ser ingenieras de los ecosistemas, gracias a su capacidad de transformar la estructura del suelo y mejorar la fertilidad de la tierra.
También son un potente indicador del estado de la biodiversidad, porque cuanto más se degrada el ecosistema, mayor es el impacto sobre sus poblaciones. “Cuando se ejerce presión sobre sus hábitats, estos insectos se hacen más pobres en términos de riqueza de especies y se marchan aquellas que tienen funciones más benéficas, como la regulación de otros organismos a través de la depredación”, explica a El Espectador Inge Armbrecht, Ph. D. en Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad de Míchigan (EE. UU.) e investigadora de la Universidad del Valle.
Dado su comportamiento social, las hormigas son importantes dispersoras de semillas. Las llevan hasta sus nidos sin consumirlas del todo y así generan beneficios para la germinación y el crecimiento de plantas. Además, tienen relaciones profundas con otras especies, a partir de adaptaciones con plantas y con prácticamente todos los demás reinos de los seres vivos.
“Debido a que han convivido durante tanto tiempo con estos insectos, hay plantas que han desarrollado una especie de cápsulas llamadas mirmecodomacios, en donde pueden vivir las hormigas. Al darles vivienda, ellas les devuelven el favor, defendiéndolas de cualquier otro agente que pueda dañarlas”, explica Daniel Castro, entomólogo e investigador del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi.
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A pesar de los beneficios que brindan a los ecosistemas, también pueden convertirse en una de sus principales amenazas si son trasladadas fuera de su región natural de distribución. Esto se debe a que se quedarían sin depredadores naturales y podrían generar desequilibrios en las poblaciones de otras especies de fauna y flora.
Hormigas exóticas e invasoras: un panorama actualizado
Un estudio reciente publicado este mes en la revista Current Biology encontró que al menos 520 especies de hormigas han sido transportadas por los humanos fuera de sus regiones de distribución nativas y que al menos el 60 % de ellas lograron naturalizarse. La masificación de los medios de transporte, especialmente fluviales, entre otros factores, ha llevado a su propagación indiscriminada a lo largo del mundo.
Para la investigación, un equipo de científicos de la Universidad de Hong Kong (China) y del Instituto Okinawa de Ciencia y Tecnología (Japón) recogió datos de más de 146.000 registros de presencia de hormigas para cartografiar la propagación de las especies en 525 regiones, duplicando la estimación de las exóticas (asentadas fuera de su hábitat natural) que había hasta el momento.
“No todas las exóticas se vuelven invasoras, para ello deben reproducirse sin la ayuda humana. Hay especies que llegan con poblaciones grandes, pero no son exitosas en un nuevo ámbito”, explica Armbrecht, quien no participó en el estudio. Según menciona, la principal amenaza de las hormigas invasoras es que normalmente se detectan cuando ya están generando efectos negativos en los ecosistemas nativos, además de daños económicos e incluso sociales.
Aunque el estudio solo pudo comprobar que 17 especies tenían impactos directos sobre la biodiversidad nativa, otras 292 lograron naturalizarse y sus efectos serían menos detectables. Además, como destaca Clara Peña, investigadora y coordinadora de la sede de Leticia del Instituto Sinchi, la ciencia todavía está muy lejos de conocer la diversidad de hormigas, así que las invasoras podrían ser muchas más.
La investigación también encontró que las especies exóticas establecidas en interiores, como zonas residenciales, alcanzaron su máximo en el Paleártico, pero las de mayor capacidad de asentarse en zonas naturales fueron las del Neártico y la Oceanía, con hormigas provenientes principalmente del Neotrópico, donde predomina el ecosistema de bosques.
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En Colombia se han registrado 147 especies exóticas, de las cuales 19 fueron incluidas en la base global de datos de hormigas invasoras. Sin embargo, como recalca Daniel Castro, “los inventarios en entornos naturales son mucho más difíciles de realizar, sumado a que no es posible saber cuántas fueron introducidas y cuántas se están extinguiendo”.
¿Cuáles son los riesgos de las hormigas invasoras?
Para que sean invasores, los individuos de cualquier especie deben superar las barreras de dispersión, supervivencia y reproducción, lo que les permite establecerse y extenderse por un nuevo hábitat. En el caso de las hormigas, necesitan la ayuda humana para pasar esas fronteras.
De acuerdo con Peña, es común que se desplacen en barcos que llevan cargas de cultivos, flores, productos agrícolas y material orgánico. Además, indica, muchas veces llegan de forma involuntaria en bolsas, prendas de ropa o zapatos y pueden viajar en avión, siempre y cuando tengan el oxígeno suficiente. Pese a esto, los expertos consultados destacan que las hormigas requieren condiciones de reproducción favorables para poder expandirse.
“Para procrear una generación es necesario que dentro de las colonias viaje una reina fecundada o una reina y un macho”, señala Castro. “Una persona se puede llevar colonias enteras, pero si todas son adultas infértiles y no hay reinas, no podrán reproducirse. Sin embargo, si se lleva algunas crías, podrían volverse princesas, ser copuladas y alcanzar el objetivo de expandirse”, complementa Inge Armbrecht.
También se conocen casos en los que especies de otras regiones son transportadas de forma intencional por personas que se dedican a la crianza de granjas de hormigas en sus casas y, en otras ocasiones, son utilizadas para combatir plagas.
Armbrecht explica que, por ejemplo, a la hormiga loca (Nylanderia fulva) la trajeron a Colombia desde Brasil para controlar culebras y hormigas arrieras. Sin embargo, “se volvieron espantosamente invasoras con poblaciones de millones de individuos. En la laguna de Sonso, de Buga (Valle del Cauca), causaron muertes de polluelos de aves silvestres, iguanas, e incluso atacaron bebés y terneros recién nacidos”.
De esta forma, uno de los problemas más grandes de las hormigas invasoras es el desequilibrio que causan en los ecosistemas. Aunque en su ambiente natural tienen controladores biológicos que evitan que sus poblaciones se desborden, cuando llegan a un nuevo hábitat y logran establecerse se quedan sin depredadores y tienden a crecer de forma exponencial. Esto puede llevar al desplazamiento o extinción de especies nativas, incluidas otras hormigas.
“Por lo general, se van a acoplar a ambientes donde no haya competencia. Se adaptan muy fácil a entornos urbanos porque la diversidad de controladores biológicos es muy baja, pero también en ecosistemas disturbados como potreros y bosques muy intervenidos”, explica Castro. A pesar de esto, aclara, es posible que también tengan la capacidad de dominar bosques naturales, como ocurrió con la hormiga fantasma (Tapinoma melanocephalum), de origen asiático, que ya se naturalizó y podría estar generando afectaciones en especies vulnerables y en el principal sistema biológico de Colombia.
Otro de sus impactos negativos son las pérdidas económicas que generan en los cultivos. Como lo explica Armbrecht, no solo atacan a todo tipo de especie, sino que causan daños irreparables sobre la flora nativa y los productos agrícolas. La afectación puede ser en dos vías: degradando el cultivo de forma natural o depredando organismos que tenían la función de protegerlos.
Pero los estragos no solo ocurren en ecosistemas naturales. “Se ha estudiado que la hormiga roja de fuego (Solenopsis invicta) proveniente de Suramérica y es muy parecida a una nativa nuestra, Solenopsis geminata, llegó a Estados Unidos y es capaz de arrancar los cables subterráneos de electricidad, generando cortocircuitos de grandes dimensiones”, apunta Armbrecht.
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La profesora de la Universidad del Valle resalta que es necesario poner este tema sobre la mesa para evitar impactos desmedidos como los que generó la hormiga argentina (Linepithema humile) en Europa. Aunque tuvo solo dos puntos de introducción en España, el continente se volvió una megacolonia de esa especie. “Cuando estudiaron su genética, parecía un solo individuo presente en diferentes países, una situación muy preocupante”, anota.
¿Qué hacer para mitigar sus impactos?
Los expertos consultados para este artículo coinciden en que es prácticamente imposible controlar la propagación de hormigas alrededor del mundo. A pesar de que hay políticas establecidas para su manejo en los puertos de entrada y salida de embarcaciones, el tamaño de los insectos y los errores humanos son factores que complican el proceso.
Asimismo, concuerdan en que el primer paso para mitigar los impactos de las hormigas invasoras y exóticas es que gobiernos y organizaciones apoyen las investigaciones de inventarios, enfocadas en ampliar el conocimiento que tiene la ciencia sobre sus comunidades, su capacidad de adaptación y sus funciones ecológicas.
De acuerdo con Castro, son realmente pocas las personas expertas en taxonomía que pueden identificar con certeza a estas hormigas; por eso, dice, “se necesitaría un especialista por cada muestreo y por cada grupo de especies”. Para el investigador del Instituto Sinchi, estudiar a las poblaciones asentadas en bosques naturales es una tarea titánica, a comparación de hacerlo con aquellas que encontraron refugio en entornos urbanos o en ecosistemas disturbados.
Ejemplos como el del artículo publicado en la revista Current Biology demuestran la importancia de consolidar bases de datos sobre la aparición de especies. Una de ellas fue la plataforma Ant Wiki, de donde salieron gran parte de las ocurrencias del estudio, además del portal Global Biodiversity Information Facility (GBIF), un sistema en el que científicos y expertos suben sus inventarios y quedan disponibles para el conocimiento general.
A los ojos de Armbrecht, es básica la prevención y la detección temprana de la llegada de alguna invasora. También sería fundamental invertir en ciencia ciudadana y educación, para que la sociedad sea partícipe del reconocimiento e identificación de hormigas exóticas e invasoras. “Todavía estamos muy lejos de esto, pero sería de gran utilidad hacer campañas para que la gente sepa manejar este tipo de especies. Que conozcan sobre su comportamiento, sus colonias y sus nidos, con el fin de evitar su expansión”, indica.
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Finalmente, Peña hace un llamado para que más científicos e investigadores se unan a la labor de estudiar a las hormigas, ya que los expertos que hay en Colombia no son suficientes para documentar la gran biodiversidad que tiene el país en todos los campos: fauna, flora y microorganismos. “Si no sabemos qué tenemos, no sabemos qué conservar y mucho menos podemos entender los efectos que están generando las especies invasoras en nuestros ecosistemas”, advierte.
Las hormigas son uno de los insectos más trabajadores y abundantes del mundo. Con al menos 14.000 especies registradas, desempeñan una labor fundamental en sus hábitats: proteger la salud de animales, plantas y microorganismos. Son abundantes y diversas en zonas tropicales como Colombia, donde hay al menos 1.200 variedades, y se caracterizan por ser ingenieras de los ecosistemas, gracias a su capacidad de transformar la estructura del suelo y mejorar la fertilidad de la tierra.
También son un potente indicador del estado de la biodiversidad, porque cuanto más se degrada el ecosistema, mayor es el impacto sobre sus poblaciones. “Cuando se ejerce presión sobre sus hábitats, estos insectos se hacen más pobres en términos de riqueza de especies y se marchan aquellas que tienen funciones más benéficas, como la regulación de otros organismos a través de la depredación”, explica a El Espectador Inge Armbrecht, Ph. D. en Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad de Míchigan (EE. UU.) e investigadora de la Universidad del Valle.
Dado su comportamiento social, las hormigas son importantes dispersoras de semillas. Las llevan hasta sus nidos sin consumirlas del todo y así generan beneficios para la germinación y el crecimiento de plantas. Además, tienen relaciones profundas con otras especies, a partir de adaptaciones con plantas y con prácticamente todos los demás reinos de los seres vivos.
“Debido a que han convivido durante tanto tiempo con estos insectos, hay plantas que han desarrollado una especie de cápsulas llamadas mirmecodomacios, en donde pueden vivir las hormigas. Al darles vivienda, ellas les devuelven el favor, defendiéndolas de cualquier otro agente que pueda dañarlas”, explica Daniel Castro, entomólogo e investigador del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi.
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A pesar de los beneficios que brindan a los ecosistemas, también pueden convertirse en una de sus principales amenazas si son trasladadas fuera de su región natural de distribución. Esto se debe a que se quedarían sin depredadores naturales y podrían generar desequilibrios en las poblaciones de otras especies de fauna y flora.
Hormigas exóticas e invasoras: un panorama actualizado
Un estudio reciente publicado este mes en la revista Current Biology encontró que al menos 520 especies de hormigas han sido transportadas por los humanos fuera de sus regiones de distribución nativas y que al menos el 60 % de ellas lograron naturalizarse. La masificación de los medios de transporte, especialmente fluviales, entre otros factores, ha llevado a su propagación indiscriminada a lo largo del mundo.
Para la investigación, un equipo de científicos de la Universidad de Hong Kong (China) y del Instituto Okinawa de Ciencia y Tecnología (Japón) recogió datos de más de 146.000 registros de presencia de hormigas para cartografiar la propagación de las especies en 525 regiones, duplicando la estimación de las exóticas (asentadas fuera de su hábitat natural) que había hasta el momento.
“No todas las exóticas se vuelven invasoras, para ello deben reproducirse sin la ayuda humana. Hay especies que llegan con poblaciones grandes, pero no son exitosas en un nuevo ámbito”, explica Armbrecht, quien no participó en el estudio. Según menciona, la principal amenaza de las hormigas invasoras es que normalmente se detectan cuando ya están generando efectos negativos en los ecosistemas nativos, además de daños económicos e incluso sociales.
Aunque el estudio solo pudo comprobar que 17 especies tenían impactos directos sobre la biodiversidad nativa, otras 292 lograron naturalizarse y sus efectos serían menos detectables. Además, como destaca Clara Peña, investigadora y coordinadora de la sede de Leticia del Instituto Sinchi, la ciencia todavía está muy lejos de conocer la diversidad de hormigas, así que las invasoras podrían ser muchas más.
La investigación también encontró que las especies exóticas establecidas en interiores, como zonas residenciales, alcanzaron su máximo en el Paleártico, pero las de mayor capacidad de asentarse en zonas naturales fueron las del Neártico y la Oceanía, con hormigas provenientes principalmente del Neotrópico, donde predomina el ecosistema de bosques.
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En Colombia se han registrado 147 especies exóticas, de las cuales 19 fueron incluidas en la base global de datos de hormigas invasoras. Sin embargo, como recalca Daniel Castro, “los inventarios en entornos naturales son mucho más difíciles de realizar, sumado a que no es posible saber cuántas fueron introducidas y cuántas se están extinguiendo”.
¿Cuáles son los riesgos de las hormigas invasoras?
Para que sean invasores, los individuos de cualquier especie deben superar las barreras de dispersión, supervivencia y reproducción, lo que les permite establecerse y extenderse por un nuevo hábitat. En el caso de las hormigas, necesitan la ayuda humana para pasar esas fronteras.
De acuerdo con Peña, es común que se desplacen en barcos que llevan cargas de cultivos, flores, productos agrícolas y material orgánico. Además, indica, muchas veces llegan de forma involuntaria en bolsas, prendas de ropa o zapatos y pueden viajar en avión, siempre y cuando tengan el oxígeno suficiente. Pese a esto, los expertos consultados destacan que las hormigas requieren condiciones de reproducción favorables para poder expandirse.
“Para procrear una generación es necesario que dentro de las colonias viaje una reina fecundada o una reina y un macho”, señala Castro. “Una persona se puede llevar colonias enteras, pero si todas son adultas infértiles y no hay reinas, no podrán reproducirse. Sin embargo, si se lleva algunas crías, podrían volverse princesas, ser copuladas y alcanzar el objetivo de expandirse”, complementa Inge Armbrecht.
También se conocen casos en los que especies de otras regiones son transportadas de forma intencional por personas que se dedican a la crianza de granjas de hormigas en sus casas y, en otras ocasiones, son utilizadas para combatir plagas.
Armbrecht explica que, por ejemplo, a la hormiga loca (Nylanderia fulva) la trajeron a Colombia desde Brasil para controlar culebras y hormigas arrieras. Sin embargo, “se volvieron espantosamente invasoras con poblaciones de millones de individuos. En la laguna de Sonso, de Buga (Valle del Cauca), causaron muertes de polluelos de aves silvestres, iguanas, e incluso atacaron bebés y terneros recién nacidos”.
De esta forma, uno de los problemas más grandes de las hormigas invasoras es el desequilibrio que causan en los ecosistemas. Aunque en su ambiente natural tienen controladores biológicos que evitan que sus poblaciones se desborden, cuando llegan a un nuevo hábitat y logran establecerse se quedan sin depredadores y tienden a crecer de forma exponencial. Esto puede llevar al desplazamiento o extinción de especies nativas, incluidas otras hormigas.
“Por lo general, se van a acoplar a ambientes donde no haya competencia. Se adaptan muy fácil a entornos urbanos porque la diversidad de controladores biológicos es muy baja, pero también en ecosistemas disturbados como potreros y bosques muy intervenidos”, explica Castro. A pesar de esto, aclara, es posible que también tengan la capacidad de dominar bosques naturales, como ocurrió con la hormiga fantasma (Tapinoma melanocephalum), de origen asiático, que ya se naturalizó y podría estar generando afectaciones en especies vulnerables y en el principal sistema biológico de Colombia.
Otro de sus impactos negativos son las pérdidas económicas que generan en los cultivos. Como lo explica Armbrecht, no solo atacan a todo tipo de especie, sino que causan daños irreparables sobre la flora nativa y los productos agrícolas. La afectación puede ser en dos vías: degradando el cultivo de forma natural o depredando organismos que tenían la función de protegerlos.
Pero los estragos no solo ocurren en ecosistemas naturales. “Se ha estudiado que la hormiga roja de fuego (Solenopsis invicta) proveniente de Suramérica y es muy parecida a una nativa nuestra, Solenopsis geminata, llegó a Estados Unidos y es capaz de arrancar los cables subterráneos de electricidad, generando cortocircuitos de grandes dimensiones”, apunta Armbrecht.
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La profesora de la Universidad del Valle resalta que es necesario poner este tema sobre la mesa para evitar impactos desmedidos como los que generó la hormiga argentina (Linepithema humile) en Europa. Aunque tuvo solo dos puntos de introducción en España, el continente se volvió una megacolonia de esa especie. “Cuando estudiaron su genética, parecía un solo individuo presente en diferentes países, una situación muy preocupante”, anota.
¿Qué hacer para mitigar sus impactos?
Los expertos consultados para este artículo coinciden en que es prácticamente imposible controlar la propagación de hormigas alrededor del mundo. A pesar de que hay políticas establecidas para su manejo en los puertos de entrada y salida de embarcaciones, el tamaño de los insectos y los errores humanos son factores que complican el proceso.
Asimismo, concuerdan en que el primer paso para mitigar los impactos de las hormigas invasoras y exóticas es que gobiernos y organizaciones apoyen las investigaciones de inventarios, enfocadas en ampliar el conocimiento que tiene la ciencia sobre sus comunidades, su capacidad de adaptación y sus funciones ecológicas.
De acuerdo con Castro, son realmente pocas las personas expertas en taxonomía que pueden identificar con certeza a estas hormigas; por eso, dice, “se necesitaría un especialista por cada muestreo y por cada grupo de especies”. Para el investigador del Instituto Sinchi, estudiar a las poblaciones asentadas en bosques naturales es una tarea titánica, a comparación de hacerlo con aquellas que encontraron refugio en entornos urbanos o en ecosistemas disturbados.
Ejemplos como el del artículo publicado en la revista Current Biology demuestran la importancia de consolidar bases de datos sobre la aparición de especies. Una de ellas fue la plataforma Ant Wiki, de donde salieron gran parte de las ocurrencias del estudio, además del portal Global Biodiversity Information Facility (GBIF), un sistema en el que científicos y expertos suben sus inventarios y quedan disponibles para el conocimiento general.
A los ojos de Armbrecht, es básica la prevención y la detección temprana de la llegada de alguna invasora. También sería fundamental invertir en ciencia ciudadana y educación, para que la sociedad sea partícipe del reconocimiento e identificación de hormigas exóticas e invasoras. “Todavía estamos muy lejos de esto, pero sería de gran utilidad hacer campañas para que la gente sepa manejar este tipo de especies. Que conozcan sobre su comportamiento, sus colonias y sus nidos, con el fin de evitar su expansión”, indica.
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Finalmente, Peña hace un llamado para que más científicos e investigadores se unan a la labor de estudiar a las hormigas, ya que los expertos que hay en Colombia no son suficientes para documentar la gran biodiversidad que tiene el país en todos los campos: fauna, flora y microorganismos. “Si no sabemos qué tenemos, no sabemos qué conservar y mucho menos podemos entender los efectos que están generando las especies invasoras en nuestros ecosistemas”, advierte.