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La base de los ecosistemas saludables radica en la salud de la tierra, un vínculo fundamental destacado en el enfoque de la ONU sobre biodiversidad, que se llevó a cabo en la COP16 en Colombia, y consolidará en la próxima COP16 de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) sobre desertificación, degradación de la tierra y sequía, que se celebrará en Riad, Arabia Saudita, en diciembre de este año.
A finales de este año, la comunidad internacional llegará a Riad en un momento crítico para nuestros esfuerzos colectivos en la lucha contra la degradación de la tierra, la desertificación y la sequía. En este contexto, es imprescindible intensificar nuestra atención en un tema que requiere una acción inmediata: la crónica falta de financiamiento para el Objetivo de Desarrollo Sostenible 15, Vida en la Tierra (ODS 15).
El ODS 15 no es simplemente un objetivo más, sino que es el cimiento sobre el cual se basa el éxito de muchos otros ODS. Paradójicamente, sin embargo, sigue siendo el menos financiado de todos los objetivos. Este descuido no solo pone en riesgo nuestra capacidad de proteger los ecosistemas terrestres, sino que también socava nuestros esfuerzos para abordar desafíos globales interrelacionados como la seguridad hídrica, la seguridad alimentaria, la migración forzada y los niveles de carbono en nuestra atmósfera.
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La magnitud del desafío es significativa. Según la UNCCD, la degradación de la tierra afecta actualmente los medios de subsistencia de 3.200 millones de personas en todo el mundo, con un 52% de las tierras agrícolas degradadas de forma moderada o grave. El costo económico de la degradación de la tierra se estima en al menos 10,6 billones de dólares, más del 10% del PIB global anual, según la Iniciativa de Economía de la Degradación de la Tierra.
Estas cifras resaltan la urgencia de la tarea.
La Neutralidad de la Degradación de la Tierra (LDN, por sus siglas en inglés) ofrece un marco práctico para la gestión sostenible de la tierra. Más de 130 países han adoptado ya metas de LDN, reconociendo que la tierra saludable es fundamental para la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y el desarrollo sostenible.
Con razón, estos países han comprendido que al restaurar la tierra degradada, abordamos simultáneamente múltiples ODS, incluidos la reducción de la pobreza y la igualdad de género a través de la mejora de los derechos de tenencia de la tierra.
De hecho, a menudo los impactos de la degradación de la tierra, la sequía y la desertificación empujan a poblaciones vulnerables, como los pueblos indígenas y las comunidades locales, a situaciones aún más precarias, obligando a más personas a migrar en busca de tierras más fértiles que puedan sostener la vida. Para 2030, la degradación de la tierra, la desertificación y la sequía probablemente causarán la migración de 135 millones de personas, según la UNCCD. En resumen, este es un problema que amenaza con desintegrar el tejido mismo de nuestras sociedades.
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Vale la pena señalar también que los beneficios de la restauración de la tierra superan con creces los costos. Según previsiones de la UNCCD, por cada dólar invertido en restauración, se pueden esperar retornos de hasta 30 dólares en beneficios económicos. A pesar de esto, el nivel actual de inversión es lamentablemente insuficiente para satisfacer las necesidades.
Nos encontramos ahora en plena Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas y, como tal, debemos aprovechar esta oportunidad para replantearnos nuestra relación con la naturaleza. La restauración de la tierra no es solo una necesidad ambiental, sino también social y económica. Ofrece una vía para crear medios de vida sostenibles, mejorar la seguridad alimentaria e hídrica, y fortalecer la resiliencia frente al cambio climático y futuras pandemias.
Con este fin, en la COP16 en Riad, la presidencia entrante de Arabia Saudita de la UNCCD COP16 hará un llamado a la comunidad global para tomar medidas decisivas. Ha llegado el momento de aumentar significativamente el financiamiento para el ODS 15. Los gobiernos, instituciones multilaterales de financiamiento, organizaciones filantrópicas y empresas deben priorizar las inversiones en la restauración de la tierra y la gestión sostenible de la tierra.
Debemos también esforzarnos por integrar la restauración de la tierra en la acción climática, comenzando por reconocer y aprovechar el potencial de las soluciones basadas en la tierra en las estrategias climáticas nacionales y las contribuciones determinadas a nivel nacional.
Asimismo, debemos hacer todo lo posible para promover una gobernanza responsable de la tierra y garantizar que los esfuerzos de restauración respeten los derechos y el conocimiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales.
Es fundamental que alineemos las políticas agrícolas con los objetivos de restauración, redirigiendo los subsidios perjudiciales hacia prácticas regenerativas que mejoren la salud del suelo y la biodiversidad. Por encima de todo, debemos ser incansables en nuestra búsqueda de innovación y en el intercambio de conocimientos, acelerando así el desarrollo y la implementación de tecnologías y prácticas de gestión sostenible de la tierra, para el beneficio de todos.
Aquí en Arabia Saudita, estamos comprometidos a liderar con el ejemplo. Nuestra ambiciosa Iniciativa Verde del Medio Oriente tiene como objetivo plantar 50 mil millones de árboles en la región y restaurar 200 millones de hectáreas de tierra degradada.
Al unirnos en la COP16 en Riad, recordemos que la salud de nuestra tierra está intrínsecamente ligada a la salud de nuestra gente y nuestro planeta. Al invertir adecuadamente en el ODS 15, estamos invirtiendo en nuestro futuro colectivo.
El momento de actuar es ahora. Unámonos en nuestro compromiso de restaurar nuestra tierra, revitalizar nuestros ecosistemas y crear un legado sostenible para las generaciones futuras.
*CEO del Centro Nacional de Arabia Saudita para la Cobertura Vegetal, Desarrollo y Lucha contra la Desertificación, y Asesor de la Presidencia de la COP16.