Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En la apertura de la COP16 que se realizó en Cali, del 21 de octubre al 1 de noviembre, Colombia presentó su ‘Plan de Acción de Biodiversidad′, (NBSAPs, por sus siglas en inglés), la tarea que los 196 países debían llevar hecha a la cumbre, pero que solo 44 cumplieron (22%). El documento detalla las acciones en las que trabajará el país de acá a 2030 para cumplir las 23 metas que se pactaron hace dos años en el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, con las que se espera detener y revertir la pérdida de naturaleza en el mundo.
En términos generales, el documento de 350 páginas presentado por Colombia contempla cuatro apuestas, seis metas y 191 acciones que el país deberá implementar durante los próximos seis años para ayudar a alcanzar las metas globales. La primera apuesta es la planificación territorial como proceso participativo, o dicho de una manera más técnica, la “integración y coherencia intersectorial para la gestión territorial de la biodiversidad y la acción climática, como determinantes de la planificación y el ordenamiento”.
(Lea también: El legado de Alfredo Prada: un defensor de la agricultura)
Básicamente, esta apuesta responde a la Meta 1 del marco que habla sobre la planificación participativa con la que los países se comprometieron a “garantizar que todas las zonas estén sujetas a planificación espacial participativa integrada que tenga en cuenta la biodiversidad”.
Pero, ¿a qué se refiere todo este tema de la planificación espacial? En palabras de Luis Fernando Urbina, investigador del Instituto Humboldt, y experto en indicadores e índices de la biodiversidad, esto se refiere al proceso de organizar y diseñar cómo utilizamos el espacio en los territorios. “Esto significa que, al desarrollar nuevas áreas o renovar las existentes, debemos considerar el impacto en los ecosistemas y las especies que habitan en ellos. Por ejemplo, preservando áreas naturales clave, creando corredores ecológicos y asegurando que el desarrollo urbano no amenace la biodiversidad”.
Lo que busca Colombia con la apuesta consignada en el NBSAPs, es a que a 2030, al menos 19 millones de hectáreas con integridad de paisaje sean incluidas como determinantes de ordenamiento territorial para la toma de decisiones sobre gestión territorial. En otras palabras, se espera que ejercicios como la delimitación de la frontera agrícola, la actualización de los planes de ordenamiento territorial, entre otros, consideren la integridad de los paisajes terrestres y marino costeros.
César Suárez, coordinador de Ciencias y Generación de Información de WWF Colombia, lo explica de la siguiente manera: “lo que se propone en el Plan de Acción es que las áreas con buena integridad ecológica a nivel de paisaje sean parte de los determinantes ambientales. En Colombia así le conocemos a las áreas que, desde el punto de vista de biodiversidad y servicios ecosistémicos, mantienen sus atributos ecológicos y tienen un rol fundamental”, explica.
(Lea también: Repartir las ganancias de los recursos genéticos, la discusión más peluda de la COP16)
Para lograrlo, el país cuenta con diferentes instrumentos de planificación espacial: los Planes de Ordenamiento Territorial (POTs), y Planes de Ordenación y Manejo de Cuencas Hidrográficas (POMCAs) son algunos de los más conocidos. “Ahora, a la luz de los compromisos adquiridos por el país en la COP de Kunming-Montreal, se espera que estos instrumentos sean cada vez más participativos, facilitando que todos los actores tengan voz y voto en las decisiones que se tomen sobre sus territorios”, asegura el vocero del Instituto Humboldt.
Una planificación participativa
Más allá de que la planificación tenga en cuenta la biodiversidad, la Meta de 1 del marco Kunming-Montreal es clara al resaltar que este proceso debe ser participativo, “respetando al mismo tiempo los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales”.
¿Por qué es importante tener en cuenta este aspecto? “Históricamente, los territorios, los medios de vida y las costumbres de los pueblos indígenas han sido vulnerados. Como en muchos otros acuerdos multilaterales, en los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente (AMUMA) es fundamental reconocer el papel que cumplen los pueblos indígenas y las comunidades locales como actores importantes en las iniciativas de conservación y restauración de la biodiversidad, respetando la cosmología y derecho de decisión de cada comunidad que ocupa el territorio”, agrega Urbina, del Humboldt.
En la apuesta de Colombia quedó establecido que se busca comprometer a todos los sectores y actores en la apropiación del enfoque de paisaje. Esto incluye a los sectores económicos involucrados en la gestión del territorio (agropecuario, minero energético, industria, turismo, vivienda), pero también a las comunidades étnicas.
Para esto, entre las diferentes acciones que proponen está: formular, implementar y consolidar pactos, acuerdos y alianzas nacionales, sectoriales o territoriales para la articulación de los determinantes de ordenamiento territorial.
También el país se comprometió a fortalecer y/o actualizar los instrumentos de gobernabilidad y planificación territorial-ambiental propios de Pueblos Indígenas, Negros, Afrodescendientes, Raizales, Palenqueros, Campesinos, desde su autonomía y autodeterminación para la conservación de la biodiversidad y la adaptación en territorios vulnerables al cambio climático.
Todos estos aspectos son claves, pero como resalta el vocero de WWF Colombia, también es muy importante que haya una articulación de los actores que tienen un rol en el ordenamiento territorial. “Por ejemplo, las alcaldías, las gobernaciones, tienen que tomar estos insumos e involucrarse en esos esquemas o en esos ejercicios de ordenamiento para así ser incluidos dentro de los determinantes ambientales”.
(Lea: Destinos encontrados en un Hogar de Paso para animales silvestres en Cali)
Las organizaciones que apoyan el proceso
La planificación del territorio requiere de diferentes componentes, entre ellos, la información. Entidades como el Instituto Humboldt, que hace parte del sistema nacional ambiental (SINA), se han encargado de compilar y sintetizar la información del estado y tendencia de la biodiversidad y las contribuciones que esta presta a las personas, facilitando la inclusión de la biodiversidad en los planes, programas y proyectos en el territorio.
Por otro lado, hay organizaciones como WWF Colombia, que han trabajado en proyectos a diferentes escalas para aportar a esa planificación del territorio. Los procesos que han apoyado van desde lo local hasta lo nacional. Según explica Suárez, “la planificación predial comienza con un reconocimiento del tamaño de la finca: lo que en ella habita, lo que se produce, lo que a la familia le gustaría producir, la vocación de la tierra donde está ubicada la finca, entre otros aspectos”
Por ejemplo, en los últimos tres años, a través del proyecto Áreas Protegidas y Paz, WWF ha ayudado a implementar 224 concertaciones en fincas ubicadas alrededor de seis áreas protegidas entre ellas Chiribiquete, Alto Fragua, Macarena, Tinigua, Picachos y Sumapaz, promoviendo la restauración de 2.232 hectáreas.
“Tenemos un trabajo más a nivel regional en la Orinoquia. Hace unos años generamos un ejercicio de estructura ecológica principal, que es la base para definir esos determinantes ambientales, que están incluidos en el lineamiento del Plan de Acción de Biodiversidad”, menciona Suárez, de WWF.
Todos estos procesos permiten que las comunidades, con el apoyo de aliados como los gobiernos locales y las diferentes organizaciones, aporten en la reducción de diferentes problemáticas que afectan a los ecosistemas, como los motores de deforestación, entre los que resalta la ganadería extensiva y sus malas prácticas.