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La Colombia subterránea que debemos proteger


OPINIÓN.

Carlos Andrés Lasso Alcalá*
23 de mayo de 2024 - 07:51 p. m.
Carlos A. Lasso en las cuevas de El Peñón, Santander / Foto: Felipe Villegas, Instituto Humboldt
Carlos A. Lasso en las cuevas de El Peñón, Santander / Foto: Felipe Villegas, Instituto Humboldt
Foto: Felipe Villegas
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Colombia es conocida mundialmente por la gran diversidad de ecosistemas terrestres y acuáticos. Esto, gracias a que es uno de los países con la mayor riqueza en biodiversidad. Pero pocos conocen que debajo de donde vivimos hay una infinidad de ambientes subterráneos y una vida oculta desconocida: la Colombia subterránea. Me refiero a las cuevas, cavernas y simas, presentes desde las islas de San Andrés y Providencia, en el mar Caribe, hasta las profundidades amazónicas del Parque Nacional de Chiribiquete.

Apenas tenemos registradas unas 800 cavernas, pero un estimado potencial superaría con creces el millar. Al respecto, la historia geológica y climática de Colombia ha configurado regiones naturales o biogeográficas tan grandes como el Amazonas, la Orinoquia, los Andes, el Pacífico y el Caribe, razón por la cual confluyen ocho regiones y 18 provincias espeleológicas con una biodiversidad única.

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Estos ecosistemas espeleológicos (subterráneos) se forman básicamente por la disolución de las rocas calizas y otras areniscas, tras el paso del agua más ácida después de millones de años. Por ello, encontramos estalactitas, estalagmitas y muchos espeleotemas de gran valor geológico. A ello, se une una diversidad biológica sin precedentes, tras una evolución continua y aislada del resto del Planeta.

Animales troglobios (ciegos), exclusivos de las cuevas, como peces, cangrejos, arañas y un sinfín de invertebrados diminutos, terrestres y acuáticos, configuran el mundo cavernícola. Pero las cuevas y pequeñas cavernas o abrigos rocosos, también están ligadas al colombiano desde su aparición en Suramérica, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos, rupestres y paleontológicos.

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Hoy también las relacionamos con los servicios ecosistémicos de abastecimiento (agua), regulación (p. e. control biológico de plagas por los murciélagos), apoyo (hábitat para especies únicas como los guácharos, constructores de ecosistemas), conservación de la diversidad genética (endemismos o especies únicas de estos hábitats) y los servicios culturales, entre ellos el mal llamado “espeleoturismo”, motivo de muchas discusiones y conflictos.

La principal característica que diferencia a las cuevas de otros ecosistemas terrestres y acuáticos superficiales, es su gran fragilidad y la baja capacidad de recuperación tras cualquier afectación, por mínima que sea. La deforestación, contaminación de las fuentes de agua, el turismo incontrolado y el vandalismo, así como la explotación minera, son las principales amenazas.

No obstante, no todo es oscuro al interior de las cuevas, tenemos una luz y una gran oportunidad: la Ley 2237 de 2022 “por medio de la cual se protege el patrimonio espeleológico colombiano”, es decir, todos los elementos naturales y culturales de estos ecosistemas. El reto ahora es estructurar una política integral que nos permita poner en marcha la Ley y adoptar las medidas necesarias para el estudio y conservación de este Patrimonio. Afortunadamente desde el Instituto Humboldt y muchos otros socios, estamos dando los primeros pasos. Como bien se dice: “no podemos proteger lo que no conocemos”.

*Investigador del Instituto Humboldt.

Por Carlos Andrés Lasso Alcalá*

 

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