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“Yo solito, con ese grupo con el que andaba, llegué a matar unos 40 osos. No sé cuántos matarían los demás”. Estas palabras crudas y desgarradoras podrían haber sido el epitafio de la biodiversidad en los bosques de Colombia. Sin embargo, estas mismas palabras, se convirtieron en el punto de partida de una historia de transformación y esperanza para Mayra Natalia Parra Salazar, quien promovió fundar Techo de Agua Corporación Ambiental, una iniciativa que ha revolucionado la relación de las comunidades con la naturaleza.
Hoy, los habitantes rurales del Complejo de Páramos Frontino-Urrao, anteriormente cazadores y destructores de su entorno, se han convertido en fervientes custodios de la naturaleza. Techo de Agua, la organización que fundaron, ha sido reconocida con el Premio Bibo 2024 al Cuidado Comunitario de la Biodiversidad. Estos son sus testimonios de redención y compromiso, palabras que confirman que el amor puede surgir del odio más profundo.
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Estas comunidades han pasado de ver a la naturaleza como un enemigo a considerarla su hogar. Hoy, son custodios del bosque, del páramo y de tres especies que por generaciones fueron objeto de desprecio, pero que ahora consideran el alma de las montañas: el oso andino, el águila real de montaña y el puma: el oso andino (Tremarctos ornatus), el águila real de montaña (Spizaetus isidori) y el puma (Puma concolor). Hoy, son eco-sintientes, es decir, son personas que han desarrollado una sensibilidad especial hacia la naturaleza a través de experiencias directas y significativas y que ahora tienen una conexión profunda y multisensorial con la vida que los rodea.
Aprender a ver lo invisible es quizás el cambio más significativo que manifiestan haber experimentado los participantes de Techo de Agua. Daniel Pérez, un joven campesino de Abriaquí, admitía no prestar mucha atención a la fauna silvestre antes de unirse a esta iniciativa. Gracias a Techo de Agua, descubrió un mundo lleno de vida y asombro. Ahora, como custodio de las aves rapaces, es un apasionado defensor de la conservación de la naturaleza.
Jesús Acevedo, campesino, guardabosques y ahora custodio, también ha experimentado una profunda transformación. Antes, su mirada se centraba en el día a día de sus labores. Hoy, su visión se ha expandido para abarcar todo un ecosistema. “Al ser parte de este proyecto, empecé a ver las cosas de manera diferente”, afirma Jesús. “Antes no me daba cuenta de la riqueza natural que teníamos en nuestras manos”.
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Jesús es más que un custodio; es un líder comunitario. Gracias a Techo de Agua, ha desarrollado las habilidades necesarias para transmitir sus conocimientos y pasión por la naturaleza a otros. Como capacitador del proyecto “Ecosintientes del Bosque de Niebla”, ha logrado que las comunidades vean las especies sombrilla con nuevos ojos. “Ver el interés de los niños por aprender sobre estos animales fue muy gratificante”, comenta Jesús.
Historias de crecimiento personal y comunitario
Al igual que Jesús, muchos participantes experimentan un crecimiento personal al tomar conciencia de la importancia de cuidar el planeta. Este conocimiento adquirido los impulsa a convertirse en líderes y replicadores en sus comunidades.
Techo de Agua ha abierto una ventana al mundo natural para muchos. Alexander David, un campesino del municipio de Giraldo, descubrió en la migración de las aves rapaces una fuente de asombro y conocimiento. Gracias al proyecto, pudo transformar su pasión en una misión: compartir su fascinación con su comunidad y contribuir a la preservación de estas especies. Al registrar y compartir sus hallazgos, Alexander no sólo satisface su curiosidad, sino que también contribuye a la construcción de un conocimiento científico local sobre la biodiversidad.
Las mujeres también han sido protagonistas de esta transformación. Gloria Gómez, una campesina de Abriaquí, nos cuenta cómo pasó de la indiferencia hacia la naturaleza a convertirse en una ferviente protectora: “Antes de estar en Techo de Agua, mi visión de la naturaleza era sin futuro. No me importaba destruirla. No sentía culpa. No tenía conciencia del daño que causaba. Ahora, gracias a Techo de Agua, siento una profunda conexión con la naturaleza. Me duele verla dañada y lucho por protegerla. Sueño con un futuro donde los bosques estén llenos de vida y los animales puedan vivir en libertad”.
Manuela Palacio, una joven de Cañasgordas, recuerda con especial cariño una experiencia durante su trabajo con Techo de Agua. Revisando una cámara trampa en un lugar conocido, su corazón palpitó con emoción al ver por primera vez un oso de anteojos. “Cuando dije: ‘¡En este video va a salir!’, ¡y salió!”, exclamó Manuela. “Me emocioné muchísimo porque era la primera vez que veía un oso de anteojos en una cámara trampa”.
Un cambio que fortalece la comunidad
El testimonio de Gloria es un ejemplo inspirador de cómo las mujeres rurales pueden ser agentes de cambio. Al trabajar con comunidades campesinas, Techo de Agua no solo protege la biodiversidad, sino que también fortalece los lazos entre las personas y la naturaleza. Es un privilegio ser testigo de cómo la esperanza se convierte en acción.
Techo de Agua es un faro de esperanza en un mundo que necesita sanar. La historia de Adrián Vargas, un joven de Abriaquí que pasó de la decepción a convertirse en custodio del bosque, es un testimonio del poder transformador de esta iniciativa. Al igual que Adrián, muchos han encontrado en Techo de Agua una razón para seguir adelante, una comunidad donde los sueños se hacen realidad.
El Premio Bibo 2024 es un reconocimiento a la labor de todos los custodios. Su dedicación y compromiso son una inspiración para quienes trabajamos por un futuro más sostenible.