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Las ballenas francas de América del Norte están en peligro. Se ha reportado que, desde 2017, han aumentado los cuerpos sin vida de este animal en las costas de Estados Unidos y Canadá, cuya causa de muerte es la colisión con embarcaciones.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOOA) declaró un evento inusual de mortalidad para esta especie que, por lo demás, está en peligro de extinción. Sin embargo, durante 2021, estas ballenas continuaron muriendo, con apenas un estimado de 340 restantes en toda Norteamérica.
Aunque cualquier ballena puede ser víctima de un choque con un barco, las francas del Atlántico Norte están expuestas a una mayor vulnerabilidad por el tiempo que pasan cerca de la costa y en la superficie del agua (Lea también: Servicio Geológico Colombiano aumenta a nivel naranja actividad en el Nevado del Ruiz).
Es por ello que la NOOA propuso un límite de velocidad obligatorio de 10 nudos en lugares donde se avistan ballenas. Incluso, y por primera vez, se busca imponer esta restricción en barcos de pesca recreativa y comercial.
Sin embargo, esta propuesta ha tenido trabas por parte de varios sectores. Así lo afirma Kathleen Collins, directora de campañas marinas del Fondo Internacional para el Bienestar Animal, pues, en sus palabras, la administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, rechazó la solicitud para promulgar nuevos límites de velocidad a mediados de enero de 2023.
Las peticiones no fracasaron por la “falta de comprensión científica de las ballenas francas”, dijo Collins, sino porque los grupos de la industria presionaron a los legisladores, principalmente preocupados por el sustento de sus miembros.
Un viejo problema
En 2001 se publicó el primer artículo que planteó la posibilidad de que la velocidad pudiera influir en las colisiones entre barcos y ballenas. Allí se registraron 58 de estos casos, y también se descubrió que los choques más letales sucedían cuando las embarcaciones se transportaban a 14 nudos o más rápido (Lea también: En 2030, el 42,5 % de la energía en Europa vendría de renovables).
En 2005, se analizaron más datos de colisiones y se descubrió que la probabilidad de que un golpe matara o mutilara gravemente a una ballena aumentaba drásticamente con la velocidad: un riesgo del 50 por ciento a 10,5 nudos aumentó a un riesgo del 90 por ciento a 17 nudos.
Los barcos que atravesaban el territorio de las ballenas francas del Atlántico norte tendían a navegar entre 10 y 20 nudos.
Si bien informes anteriores han sugerido que una decisión podría llegar en junio de 2023, Gregory Silber, ex coordinador nacional de actividades de recuperación de grandes ballenas en la NOAA, dice que, aunque se esperan decisiones frente a los límites de velocidad durante junio de 2023, Silber supone que habrá demoras y modificaciones en la regla final.