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Las biofábricas con las que se enfrentan los altos precios de los fertilizantes en Colombia

Con el desarrollo de biofábricas, herramientas financieras y programas de formación, el proyecto IncasBono+ propone cambiar las dinámicas de uso de fertilizantes en los cultivos de cacao, café y palma de aceite del país. La estrategia ha beneficiado a unos 1.280 productores en cinco departamentos.

15 de febrero de 2024 - 01:00 p. m.
La red de biofábricas se desarrolló en los departamentos de Nariño, Bolívar, Antioquia, Huila y Meta. / Solidaridad Network
La red de biofábricas se desarrolló en los departamentos de Nariño, Bolívar, Antioquia, Huila y Meta. / Solidaridad Network
Foto: MARIO ACEVEDO
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La escasez de fertilizantes agrícolas de síntesis química en el mundo como resultado de la guerra en Ucrania, que inició a principios de 2022, sigue afectando a los productores de alimentos que utilizan este insumo para mejorar el rendimiento de los cultivos.

Entre principios de 2020 y finales de 2022, los precios de los fertilizantes en el mundo aumentaron más de 190 %, de acuerdo con cifras del Foro Económico Mundial. Además, según cifras del Programa Mundial de Alimentos, una organización de la ONU dedicada a abordar la inseguridad alimentaria en el mundo, para finales de 2023, aunque los precios bajaron en el primer trimestre de ese año, esto se debió en parte a la disminución de la demanda de los agricultores de ciertos países, los cuales no compraron ningún producto o recurrieron a otras alternativas.

Para mitigar este riesgo, en el país se desarrolló una red de biofábricas en los departamentos de Nariño, Bolívar, Antioquia, Huila y Meta, destinadas a la producción de abonos orgánicos de manera sostenible y autónoma.

Estas instalaciones y centros de producción, hacen parte del proyecto INCASBONO+ implementado por Solidaridad Network en alianza con la Universidad de Los Andes, la Uniminuto y son apoyadas por el proyecto de Innovación en Cadenas Agrícolas Sostenibles (INCAS Global+), que es implementado por la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ) con financiamiento del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ).

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Además de este modelo, el proyecto aprovecho la experiencia educativa de las instituciones académicas aliadas e incluyó procesos educativos con el uso de plataformas tecnológicas, así como de innovaciones financieras con opciones de pago a mayores plazos o la opción de acceder a descuentos por las ventas del cultivo en otros departamentos. Todo esto se realizó en el marco del proyecto INCASBONO+, cuyo objetivo es potenciar en sus zonas de influencia el desarrollo de cultivos climáticamente resilientes y reducir la dependencia de insumos importados.

“Las oportunidades que genera la implementación de proyectos de agricultura sostenible van desde la independencia de insumos, reducción de costos de producción, conservación de los servicios ecosistémicos, alimentos sanos, adaptación al cambio climático, accesibilidad a mercados especializados, entre muchas otras posibilidades”, indica Sabine Triemer, coordinadora del proyecto de Innovación en cadenas agrícolas sostenibles INCAS Global+ de la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ).

Más soberanía, más resiliencia ante el clima

El sector agrícola en Colombia depende en un 42 % de los fertilizantes importados de países como Rusia, Bielorrusia y Ucrania, según datos del Consejo Nacional de Secretarios de Agricultura de Colombia.

Como lo explica Alexander Escobar, líder de Soluciones Financieras de Solidaridad Network,”si bien es cierto que no se puede pretender reemplazar por completo la fertilización química, este insumo permite reducir la dependencia de los productos extranjeros, así como responder a la necesidad de mejorar el acceso a fertilizantes; como es el caso de los productores de palma, cuya fertilización es bastante costosa”. Por ejemplo, según expertos del programa, en los cultivos de palma alrededor del 60 % de los costos de mantenimiento provienen de la fertilización.

Un eje central del programa fueron las herramientas educativas, que se hicieron en alianza con la Universidad de Los Andes y la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Según Mauricio García, líder de la unidad de soluciones educativas de Solidaridad, la estrategia incluyó escuelas de campo y cursos virtuales sobre la fabricación de biofertilizantes, biopreparados y compostaje. Las biofabricas facilitan el proceso, para los agricultores: “Usando residuos orgánicos de los cultivos e insumos externos, lo que buscamos es capturar microorganismos que hay en el entorno, multiplicarlos y obtener un bioinsumo que se pueda aplicar en el cultivo, en un proceso que toma entre 40 y 45 días”.

Por su parte, Jhon Jairo Monje, ingeniero de la Universidad Uniminuto, asegura que entre los retos de este proceso está desarrollar “un modelo de economía circular con los insumos disponibles, transferir a las comunidades las formas de agregar minerales fundamentales a los abonos orgánicos, con tal que se supla con la demanda nutricional de la planta y finalmente lograr una disminución sustancial, superior al 50 %, en los costos de producción, especialmente en el uso de abonos minerales”.

Para fortalecer el componente educativo del proyecto, los beneficiarios tuvieron acceso a la plataforma Agrolearning en donde encontraron módulos sobre agricultura regenerativa, producción de fertilizantes orgánicos, herramientas financieras, entre otros. Además de esto, se implementó el ecosistema educativo de la plataforma Campus +, una solución educativa desarrollada entre la Universidad de los Andes y Solidaridad, basada en el Modelo MAS de agricultura y agronegocios circulares desarrollado por la Universidad de los Andes.

Además de esto, para incorporar y potenciar los saberes tradicionales de las comunidades y sus experiencias en torno a estos procesos productivos, se realizaron intercambios de buenas prácticas, entre agricultores de palma, cacao y café mediante giras de experiencias en los departamentos de Nariño, Huila, Cundinamarca y Tolima.

Otro de los aspectos que se desarrolló, son los mecanismos financieros diseñados para ampliar el acceso a opciones de compra de fertilizantes. Los organizadores del programa lograron una alianza entre empresas dedicadas a la producción de abonos en el mercado y asociaciones o cooperativas de productores de aceite de palma. Con este acuerdo se entregó un cupo de deuda de cinco mil millones de pesos a asociaciones de Bolívar y Tumaco, quienes entregaron fertilizantes a sus asociados, con un plazo de seis meses para pagarlo.

“Dentro de esos seis meses, a medida que el productor recoge su cosecha, puede vender parte de la misma a las extractoras, quienes descuentan el valor de la cuota que debe al aliado financiero y entregan el resto de sus ingresos al productor”, explica Alexander Escobar, líder de soluciones financieras de Solidaridad Network.

De acuerdo con cifras del proyecto, en los dos últimos años se ha apoyado en la accesibilidad a productos financieros a más de 670 productores de más de 7.000 que hay en el país, por lo que aseguran que se ha apoyado entre el ocho y diez por ciento de los productores palmeros del país.

Lo que viene

Por el momento, los aliados del programa aseguran que persisten retos como la conectividad a internet en las zonas rurales y otros obstáculos que afectarían la implementación de estrategias similares en el país. Además, aseguran que aún hace falta avanzar en el desarrollo de la economía circular en los sectores agrícolas.

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Para discutir sobre estas oportunidades y retos que hay en el sector, el próximo 27 de febrero se realizará en la Universidad de Los Andes, en Bogotá, un foro sobre los “Desafíos y soluciones para reducir la huella de carbono en el país”. El evento contará con la participación de académicos y expertos del sector con charlas enfocadas a promover el debate en torno a la problemática vinculada con la dependencia de insumos agrícolas de síntesis química y el impacto en el medioambiente.

“El cambio climático nos está golpeando a todos, es una realidad; hay un récord en temperaturas altas en Colombia, con el registro histórico de 40.4 grados en un municipio en Cundinamarca, y en el mundo, disminución de los embalses y gran cantidad de incendios, todo esto afecta de manera directa la producción y crecimiento agropecuario del país. Se tienen que seguir tomando medidas desde la política nacional para lograr un desarrollo rural sostenible, libre de deforestación, que será el pilar para marcar este camino”, concluye Sabine Triemer, coordinadora del proyecto de Innovación en cadenas agrícolas sostenibles INCAS Global+ de la Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ).

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