Los esfuerzos para conservar la macrocuenca Magdalena-Cauca ya dan frutos
La Fundación Natura presentó los resultados del proyecto GEF Magdalena Cauca Vive, una apuesta para conservar y mejorar la salud de la macrocuenca más importante de Colombia, que ha perdido el 77 % de su cobertura terrestre natural en los últimos 30 años.
La Fundación Natura presentó los resultados del proyecto GEF Magdalena Cauca Vive, una apuesta para conservar y mejorar la salud de la macrocuenca más importante de Colombia, que ha perdido el 77% de su cobertura terrestre natural en los últimos 30 años.
La incorporación de 201.610 hectáreas nuevas al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), el apoyo a cuatro rutas declaratorias de Áreas Protegidas Regionales (Distritos Regionales de Manejo Integrado - DRMI), la restauración ecológica de 551 hectáreas y la alianza con 60 asociaciones comunitarias, son solo algunos de los resultados que dejó este proyecto.
Esta iniciativa nació en el 2017 como un reto de conservación y uso sostenible de la biodiversidad de los ecosistemas de agua dulce del principal eje socioambiental y arteria fluvial del país: la macrocuenca Magdalena-Cauca. Así, se definieron cinco núcleos que se extienden desde las zonas altas, con páramos y bosques altoandinos en el Eje Cafetero, zonas medias como río Claro, hasta llegar a las zonas del bajo Cauca en Ayapel con sus humedales, Magdalena Medio con las ciénagas de Barbacoas y Chiqueros, y llegando al bajo Magdalena con su bosque seco tropical y los complejos cenagosos como el de Zapatosa.
Según explicó Carlos Vieira, coordinador del proyecto, la pérdida del 77% de la cobertura terrestre natural de la macrocuenca ha llevado a la alteración de los ecosistemas y ha afectado la existencia de especies emblemáticas y amenazadas como el manatí, el bagre rayado, el mono araña, el jaguar, el mangle cienaguero, la palma estera, entre otras. Esto se suma a la contaminación, a los cambios en el uso del suelo y al desvío del curso natural de los cuerpos de agua.
Con miras a mitigar esta problemática, el proyecto GEF Magdalena Cauca Vive fue financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM) y contó con la participación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), el Fondo de Adaptación y la Corporación Autónoma Regional de Río Grande de la Magdalena (Cormagdalena).
La primera línea de trabajo del proyecto fue la declaratoria de cinco nuevas áreas protegidas, todas localizadas en la macrocuenca, y con valores de conservación muy importantes para el país, debido a la baja representación que tienen los ecosistemas de humedales en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP). Por otro lado, las acciones de restauración pasiva y activa derivaron en más de 116.000 árboles sembrados y 551.74 hectáreas asociadas a la protección de cuerpos de agua.
“Se declararon 201.610 nuevas hectáreas de conservación, lo que tiene un efecto significativo porque cubren ciénagas de gran importancia, que alimentan la población de peces y que juegan un papel de regulación hídrica y de sedimentos”, señaló Clara Solano, directora ejecutiva de la Fundación Natura. Además, la construcción de una ruta metodológica para formular la primera propuesta de modelamiento ecohidrológico en Colombia permitió identificar el comportamiento hídrico de las cuencas e incorporar nuevos elementos asociados a la biodiversidad, como la presencia de especies que influyen en los medios de vida de los pobladores. De la mano con el Ideam, el país ahora cuenta con modelos que permiten predecir y proyectar el comportamiento de las variables asociadas al clima y al agua, como caudales, corrientes, profundidades, tasas de sedimentación y funcionamiento de cadena tróficas, útiles para la gestión del riesgo.
Con este proyecto también se fortalecieron los modelos de gobernanza y de instancias de trabajo y planeación conjunta, involucrando a 30 municipios, siete CAR, cuatro oficinas regionales de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca- AUNAP y diferentes actores sociales y comunitarios, como ganaderos, agricultores, pescadores y artesanos, entre otros.
Por ejemplo, en términos de la actividad pesquera, se actualizó la caracterización, a través de un proceso de monitoreo participativo, con una aplicación diseñada por TNC y que permitió durante 18 meses, mediante más de 3000 registros de faenas, que las comunidades y pescadores hicieran seguimiento a las actividades de uso del recurso pesquero, además de la zonificación de pesca y la elaboración de propuestas de manejo desde los mismos pescadores, las cuales fueron presentadas a la Aunap.
Todo esto no habría sido posible sin la articulación de las asociaciones locales. Un total de 60 (cerca de 400 personas) se unieron al proyecto y 35 de ellas se vincularon a las pequeñas iniciativas comunitarias, del Programa de Pequeñas Donaciones del PNUD- PPD. De acuerdo con Carlos Vieira, las líneas de acción para lograrlo se centraron en la protección y restauración de ecosistemas como parte de los procesos de adaptación comunitaria al cambio climático, la conservación y uso sostenible de la biodiversidad acuática y la producción sostenible a través de emprendimientos y negocios verdes.
En esta línea, la generación de empleo y de recursos económicos para los pobladores se basó en el aprovechamiento responsable de materias primas como el pescado, la palma estera, la totuma, la madera, el buchón de agua, el mármol, la miel, el cacao y el material vegetal para los viveros. Igualmente, se llevaron a cabo pilotos en prácticas silvopastoriles, enfocados en acciones de restauración acuática y terrestre, destaponamientos de caños, implementación de sistemas de energía solar y recuperación de las formaciones boscosas.
Según explicó Clara Solano, directora ejecutiva de la Fundación Natura, para que los beneficios de este proyecto se mantengan a largo plazo, fue contemplado con una mirada y seguimiento de al menos cinco años. También indicó que lograron una cofinanciación con las empresas privadas para poder continuar trabajando en las áreas protegidas, ya que todavía falta mucho por hacer. “Nosotros plantamos una semilla”, acotó.
En el evento de cierre del proyecto, la viceministra de Ambiente, Sandra Vilardy mostró optimismo frente a los alcances que tendrán estos esfuerzos a futuro. “Ya la Fundación Natura es un referente de restauración de bosques, pero ahora nos empiezan a entregar insumos muy valiosos para la restauración de humedales, hoy que iniciamos el tercer año del fenómeno de la niña y que el gobierno nacional tuvo que declarar emergencia y calamidad por desastre natural. Lo que nos espera no va a ser fácil, pero necesitamos a las regiones con esperanza y capacidades para poder enfrentar las incertidumbres y construir la resiliencia que necesitamos”, concluyó.
La Fundación Natura presentó los resultados del proyecto GEF Magdalena Cauca Vive, una apuesta para conservar y mejorar la salud de la macrocuenca más importante de Colombia, que ha perdido el 77% de su cobertura terrestre natural en los últimos 30 años.
La incorporación de 201.610 hectáreas nuevas al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), el apoyo a cuatro rutas declaratorias de Áreas Protegidas Regionales (Distritos Regionales de Manejo Integrado - DRMI), la restauración ecológica de 551 hectáreas y la alianza con 60 asociaciones comunitarias, son solo algunos de los resultados que dejó este proyecto.
Esta iniciativa nació en el 2017 como un reto de conservación y uso sostenible de la biodiversidad de los ecosistemas de agua dulce del principal eje socioambiental y arteria fluvial del país: la macrocuenca Magdalena-Cauca. Así, se definieron cinco núcleos que se extienden desde las zonas altas, con páramos y bosques altoandinos en el Eje Cafetero, zonas medias como río Claro, hasta llegar a las zonas del bajo Cauca en Ayapel con sus humedales, Magdalena Medio con las ciénagas de Barbacoas y Chiqueros, y llegando al bajo Magdalena con su bosque seco tropical y los complejos cenagosos como el de Zapatosa.
Según explicó Carlos Vieira, coordinador del proyecto, la pérdida del 77% de la cobertura terrestre natural de la macrocuenca ha llevado a la alteración de los ecosistemas y ha afectado la existencia de especies emblemáticas y amenazadas como el manatí, el bagre rayado, el mono araña, el jaguar, el mangle cienaguero, la palma estera, entre otras. Esto se suma a la contaminación, a los cambios en el uso del suelo y al desvío del curso natural de los cuerpos de agua.
Con miras a mitigar esta problemática, el proyecto GEF Magdalena Cauca Vive fue financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM) y contó con la participación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), el Fondo de Adaptación y la Corporación Autónoma Regional de Río Grande de la Magdalena (Cormagdalena).
La primera línea de trabajo del proyecto fue la declaratoria de cinco nuevas áreas protegidas, todas localizadas en la macrocuenca, y con valores de conservación muy importantes para el país, debido a la baja representación que tienen los ecosistemas de humedales en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP). Por otro lado, las acciones de restauración pasiva y activa derivaron en más de 116.000 árboles sembrados y 551.74 hectáreas asociadas a la protección de cuerpos de agua.
“Se declararon 201.610 nuevas hectáreas de conservación, lo que tiene un efecto significativo porque cubren ciénagas de gran importancia, que alimentan la población de peces y que juegan un papel de regulación hídrica y de sedimentos”, señaló Clara Solano, directora ejecutiva de la Fundación Natura. Además, la construcción de una ruta metodológica para formular la primera propuesta de modelamiento ecohidrológico en Colombia permitió identificar el comportamiento hídrico de las cuencas e incorporar nuevos elementos asociados a la biodiversidad, como la presencia de especies que influyen en los medios de vida de los pobladores. De la mano con el Ideam, el país ahora cuenta con modelos que permiten predecir y proyectar el comportamiento de las variables asociadas al clima y al agua, como caudales, corrientes, profundidades, tasas de sedimentación y funcionamiento de cadena tróficas, útiles para la gestión del riesgo.
Con este proyecto también se fortalecieron los modelos de gobernanza y de instancias de trabajo y planeación conjunta, involucrando a 30 municipios, siete CAR, cuatro oficinas regionales de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca- AUNAP y diferentes actores sociales y comunitarios, como ganaderos, agricultores, pescadores y artesanos, entre otros.
Por ejemplo, en términos de la actividad pesquera, se actualizó la caracterización, a través de un proceso de monitoreo participativo, con una aplicación diseñada por TNC y que permitió durante 18 meses, mediante más de 3000 registros de faenas, que las comunidades y pescadores hicieran seguimiento a las actividades de uso del recurso pesquero, además de la zonificación de pesca y la elaboración de propuestas de manejo desde los mismos pescadores, las cuales fueron presentadas a la Aunap.
Todo esto no habría sido posible sin la articulación de las asociaciones locales. Un total de 60 (cerca de 400 personas) se unieron al proyecto y 35 de ellas se vincularon a las pequeñas iniciativas comunitarias, del Programa de Pequeñas Donaciones del PNUD- PPD. De acuerdo con Carlos Vieira, las líneas de acción para lograrlo se centraron en la protección y restauración de ecosistemas como parte de los procesos de adaptación comunitaria al cambio climático, la conservación y uso sostenible de la biodiversidad acuática y la producción sostenible a través de emprendimientos y negocios verdes.
En esta línea, la generación de empleo y de recursos económicos para los pobladores se basó en el aprovechamiento responsable de materias primas como el pescado, la palma estera, la totuma, la madera, el buchón de agua, el mármol, la miel, el cacao y el material vegetal para los viveros. Igualmente, se llevaron a cabo pilotos en prácticas silvopastoriles, enfocados en acciones de restauración acuática y terrestre, destaponamientos de caños, implementación de sistemas de energía solar y recuperación de las formaciones boscosas.
Según explicó Clara Solano, directora ejecutiva de la Fundación Natura, para que los beneficios de este proyecto se mantengan a largo plazo, fue contemplado con una mirada y seguimiento de al menos cinco años. También indicó que lograron una cofinanciación con las empresas privadas para poder continuar trabajando en las áreas protegidas, ya que todavía falta mucho por hacer. “Nosotros plantamos una semilla”, acotó.
En el evento de cierre del proyecto, la viceministra de Ambiente, Sandra Vilardy mostró optimismo frente a los alcances que tendrán estos esfuerzos a futuro. “Ya la Fundación Natura es un referente de restauración de bosques, pero ahora nos empiezan a entregar insumos muy valiosos para la restauración de humedales, hoy que iniciamos el tercer año del fenómeno de la niña y que el gobierno nacional tuvo que declarar emergencia y calamidad por desastre natural. Lo que nos espera no va a ser fácil, pero necesitamos a las regiones con esperanza y capacidades para poder enfrentar las incertidumbres y construir la resiliencia que necesitamos”, concluyó.