Los océanos están inundados de plástico, pero aún es posible salvarlos
Cada año, 11 millones de toneladas de desechos plásticos terminan en el agua, lo cual solo representa una parte de esta problemática ambiental. A pesar de la preocupante magnitud de esta situación, existen otros elementos nocivos que actualmente ponen en peligro la salud del planeta y sus habitantes.
La semana pasada, 175 países se dieron cita en París para discutir un tratado sobre la contaminación por plásticos, especialmente en ecosistemas marinos. El Comité Internacional de Negociaciones, como se llamaba formalmente el grupo encargado del tratado, pidió a su presidente elaborar el primer borrador del documento global para que sea examinado en noviembre. En ese mes se realizará la tercera reunión de este comité, en Nairobi. La idea es que a finales de 2024 haya un texto definitivo.
“Cada año se producen en el mundo más de 400 millones de toneladas de plástico, un tercio de las cuales se utiliza una sola vez. Cada día, el equivalente a más de 2.000 camiones de basura llenos de plástico se vierte en nuestros océanos, ríos y lagos”, sostuvo el Secretario General de la ONU, António Guterres, durante su intervención en el Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de junio. (Lea: El Ártico podría quedarse sin hielo en el verano durante la próxima década)
El panorama podría ser peor en los próximos años si no se toman decisiones que ayuden a frenar el consumo de plásticos, especialmente los de un solo uso (pitillos, empaques, botellas), de acuerdo con la ONU. Un informe de Back to Blue, publicado a principios de este año, advierte que para 2050 se podría doblar el consumo de plástico a nivel mundial. Explican que, sin intervenciones en política pública a gran escala, la producción anual de países del G20 alcanzaría los 451 millones de toneladas. En 2019 la producción fue de 261 millones de toneladas.
Por esto, una de las metas del marco global de biodiversidad que se firmó en Canadá en diciembre del año pasado es “reducir los riesgos de contaminación de todo origen, y su efecto negativo para 2030, a niveles que no sean perjudiciales para la diversidad biológica”. (Lea también: Deuda por naturaleza, una propuesta beneficiosa para el ambiente y los países)
¿Por qué es urgente hacerlo? Solo por citar un dato, de acuerdo con un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), cada año 11 millones de toneladas de residuos plásticos entran a los océanos, lo que equivale arrojar al mar un camión lleno de plástico por minuto. “¿Cómo llegan allí? Por la mala gestión que hacemos de los desechos de este material, pues muchos se queman abiertamente, se vierten directamente o se filtran a la naturaleza. Esto amenaza la capacidad de los océanos para actuar como sumideros de carbono, contribuyendo aún más a la crisis climática”, explica el estudio.
Según la organización The Nature Conservancy, “la producción e incineración de plásticos contribuye en gran medida al cambio climático. Los residuos plásticos también ahogan nuestras vías fluviales, contaminan nuestros océanos, matan la vida silvestre y se infiltran en nuestra cadena alimentaria”. (Lea también: En Colombia hay más de 7.000 plantas útiles, ¿para qué sirven?)
Esto se traduce en lo que Naciones Unidas ha denominado como una triple crisis planetaria conformada por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, las tres principales amenazas que hoy enfrentamos.
“El plástico se descompone por algunas condiciones o presiones ambientales, como, por ejemplo, la radiación solar, en este proceso se libera CO2. Esto tiene un gran impacto en nuestras vidas diarias porque la liberación de ese elemento contribuye al cambio climático, entre otros contaminantes”, afirma Jonathan Sánchez, especialista sectorial y corporativo en cambio climático y biodiversidad de WWF Colombia.
Además de la problemática que generan los plásticos de un solo uso, también están las redes fantasmas, aquellas que utilizan los pesqueros y que son arrojadas de manera intencional (o no) al agua. Cada año en el mundo se pierde, abandona o tira al mar el 6% de todas las redes de pesca usadas, el 8,6% de las trampas y nasas (otros métodos para la pesca), y el 29% de todas las líneas de pesca, según el informe “No más redes fantasma: la forma más letal de basura plástica en el océano” de WWF. (Le puede interesar: Nueva estrategia para la protección de aves en Colombia)
El estudio calcula que las redes fantasmas representan el 10 % de los desechos marinos globales, lo que significa que entre 500.000 y 1 millón de toneladas llegan a los océanos cada año. Estas redes están entre los 20 residuos más comunes de macroplástico encontrado en las playas del Caribe y el Pacífico colombiano, como también en los suelos de zonas de manglar, por ejemplo, en la bahía de Buenaventura.
Pese a que las cifras son críticas, un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestra que la contaminación por plásticos puede reducirse en un 80 % para 2040, si la humanidad actúa ahora para reutilizar, reciclar y abandonar los plásticos.
“Hay una gran probabilidad de que haya un cambio positivo. El desafío está en alinear a todos los actores, teniendo en cuenta que todos somos cómplices de esa contaminación, y que, al igual que en otros sectores, hay intereses económicos a los que nos les conviene la eliminación del plástico. Hay que cumplir con las metas, tanto de cambio climático como de biodiversidad, eso ayudará a la eliminación de contaminación plástica”, agrega Sánchez. (Lea: Recuperar los bosques y ecosistemas marinos, la tarea del país en los próximos años)
Ríos, otro de los grandes afectados
Si bien los plásticos afectan principalmente a ecosistemas marinos, este no es el único factor que pone en riesgo las fuentes hídricas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) identificó diez sustancias químicas que constituyen un problema grave para la salud pública, cuatro de ellos son metales pesados: el cadmio, el mercurio, el plomo y el arsénico. Colombia es el país que más mercurio per cápita libera al ambiente en el mundo: entre 50 y 100 toneladas de liberaciones, lo que equivale a una tasa de 1,6 kg liberados por habitante, según WWF.
En Chocó, por ejemplo, el segundo departamento más productor de oro en el país, el 90 % de esta actividad se realiza de manera ilegal, según datos recopilados por el informe “El convenio de Minamata, Así actúa Colombia frente al Mercurio (2017)”, de WWF Colombia. En esta actividad se utilizan grandes cantidades de mercurio, lo que contamina los ríos, los suelos, el aire, e inclusive, los peces que después son consumidos por las personas.
Además de afectar la calidad del agua, el mercurio es consumido por las especies que dependen de estas fuentes hídricas, incluyendo los seres humanos, lo que acarrea graves problemas en la salud relacionados con el sistema nervioso central y el periférico, según la OMS.
“Por la gran cantidad de personas que viven al lado de los ríos del país, los jabones se están volviendo un gran problema de contaminación. Antes eran hechos con grasas, esto de alguna manera permitía que los ecosistemas fueran autosuficientes al momento de hacer la degradación de sus químicos. Pero últimamente le han ido agregando más cualidades, como blanqueadores, y esto contiene cloro, un químico que afecta seres vivos”, explica Saulo Usma, especialista de Agua Dulce de WWF Colombia.
A estos dos factores se suma: el vertimiento de aguas residuales, los fertilizantes que se usan en los cultivos; la industria de cuero que utiliza cromo en sus procesos; la industria licorera que vierte sus residuos de producción directamente al agua, entre otros. Todos estos tienen efectos adversos especialmente sobre la biodiversidad, según Usma.
“Esto genera varios efectos negativos. Uno es no disponer de este recurso vital. Al no poder acceder a estas fuentes hídricas, las ciudades incrementan su dependencia al consumo de agua embotellada y esto contribuye a la contaminación plástica, y además genera mayores costos económicos”, dice el especialista.
La semana pasada, 175 países se dieron cita en París para discutir un tratado sobre la contaminación por plásticos, especialmente en ecosistemas marinos. El Comité Internacional de Negociaciones, como se llamaba formalmente el grupo encargado del tratado, pidió a su presidente elaborar el primer borrador del documento global para que sea examinado en noviembre. En ese mes se realizará la tercera reunión de este comité, en Nairobi. La idea es que a finales de 2024 haya un texto definitivo.
“Cada año se producen en el mundo más de 400 millones de toneladas de plástico, un tercio de las cuales se utiliza una sola vez. Cada día, el equivalente a más de 2.000 camiones de basura llenos de plástico se vierte en nuestros océanos, ríos y lagos”, sostuvo el Secretario General de la ONU, António Guterres, durante su intervención en el Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de junio. (Lea: El Ártico podría quedarse sin hielo en el verano durante la próxima década)
El panorama podría ser peor en los próximos años si no se toman decisiones que ayuden a frenar el consumo de plásticos, especialmente los de un solo uso (pitillos, empaques, botellas), de acuerdo con la ONU. Un informe de Back to Blue, publicado a principios de este año, advierte que para 2050 se podría doblar el consumo de plástico a nivel mundial. Explican que, sin intervenciones en política pública a gran escala, la producción anual de países del G20 alcanzaría los 451 millones de toneladas. En 2019 la producción fue de 261 millones de toneladas.
Por esto, una de las metas del marco global de biodiversidad que se firmó en Canadá en diciembre del año pasado es “reducir los riesgos de contaminación de todo origen, y su efecto negativo para 2030, a niveles que no sean perjudiciales para la diversidad biológica”. (Lea también: Deuda por naturaleza, una propuesta beneficiosa para el ambiente y los países)
¿Por qué es urgente hacerlo? Solo por citar un dato, de acuerdo con un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), cada año 11 millones de toneladas de residuos plásticos entran a los océanos, lo que equivale arrojar al mar un camión lleno de plástico por minuto. “¿Cómo llegan allí? Por la mala gestión que hacemos de los desechos de este material, pues muchos se queman abiertamente, se vierten directamente o se filtran a la naturaleza. Esto amenaza la capacidad de los océanos para actuar como sumideros de carbono, contribuyendo aún más a la crisis climática”, explica el estudio.
Según la organización The Nature Conservancy, “la producción e incineración de plásticos contribuye en gran medida al cambio climático. Los residuos plásticos también ahogan nuestras vías fluviales, contaminan nuestros océanos, matan la vida silvestre y se infiltran en nuestra cadena alimentaria”. (Lea también: En Colombia hay más de 7.000 plantas útiles, ¿para qué sirven?)
Esto se traduce en lo que Naciones Unidas ha denominado como una triple crisis planetaria conformada por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, las tres principales amenazas que hoy enfrentamos.
“El plástico se descompone por algunas condiciones o presiones ambientales, como, por ejemplo, la radiación solar, en este proceso se libera CO2. Esto tiene un gran impacto en nuestras vidas diarias porque la liberación de ese elemento contribuye al cambio climático, entre otros contaminantes”, afirma Jonathan Sánchez, especialista sectorial y corporativo en cambio climático y biodiversidad de WWF Colombia.
Además de la problemática que generan los plásticos de un solo uso, también están las redes fantasmas, aquellas que utilizan los pesqueros y que son arrojadas de manera intencional (o no) al agua. Cada año en el mundo se pierde, abandona o tira al mar el 6% de todas las redes de pesca usadas, el 8,6% de las trampas y nasas (otros métodos para la pesca), y el 29% de todas las líneas de pesca, según el informe “No más redes fantasma: la forma más letal de basura plástica en el océano” de WWF. (Le puede interesar: Nueva estrategia para la protección de aves en Colombia)
El estudio calcula que las redes fantasmas representan el 10 % de los desechos marinos globales, lo que significa que entre 500.000 y 1 millón de toneladas llegan a los océanos cada año. Estas redes están entre los 20 residuos más comunes de macroplástico encontrado en las playas del Caribe y el Pacífico colombiano, como también en los suelos de zonas de manglar, por ejemplo, en la bahía de Buenaventura.
Pese a que las cifras son críticas, un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestra que la contaminación por plásticos puede reducirse en un 80 % para 2040, si la humanidad actúa ahora para reutilizar, reciclar y abandonar los plásticos.
“Hay una gran probabilidad de que haya un cambio positivo. El desafío está en alinear a todos los actores, teniendo en cuenta que todos somos cómplices de esa contaminación, y que, al igual que en otros sectores, hay intereses económicos a los que nos les conviene la eliminación del plástico. Hay que cumplir con las metas, tanto de cambio climático como de biodiversidad, eso ayudará a la eliminación de contaminación plástica”, agrega Sánchez. (Lea: Recuperar los bosques y ecosistemas marinos, la tarea del país en los próximos años)
Ríos, otro de los grandes afectados
Si bien los plásticos afectan principalmente a ecosistemas marinos, este no es el único factor que pone en riesgo las fuentes hídricas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) identificó diez sustancias químicas que constituyen un problema grave para la salud pública, cuatro de ellos son metales pesados: el cadmio, el mercurio, el plomo y el arsénico. Colombia es el país que más mercurio per cápita libera al ambiente en el mundo: entre 50 y 100 toneladas de liberaciones, lo que equivale a una tasa de 1,6 kg liberados por habitante, según WWF.
En Chocó, por ejemplo, el segundo departamento más productor de oro en el país, el 90 % de esta actividad se realiza de manera ilegal, según datos recopilados por el informe “El convenio de Minamata, Así actúa Colombia frente al Mercurio (2017)”, de WWF Colombia. En esta actividad se utilizan grandes cantidades de mercurio, lo que contamina los ríos, los suelos, el aire, e inclusive, los peces que después son consumidos por las personas.
Además de afectar la calidad del agua, el mercurio es consumido por las especies que dependen de estas fuentes hídricas, incluyendo los seres humanos, lo que acarrea graves problemas en la salud relacionados con el sistema nervioso central y el periférico, según la OMS.
“Por la gran cantidad de personas que viven al lado de los ríos del país, los jabones se están volviendo un gran problema de contaminación. Antes eran hechos con grasas, esto de alguna manera permitía que los ecosistemas fueran autosuficientes al momento de hacer la degradación de sus químicos. Pero últimamente le han ido agregando más cualidades, como blanqueadores, y esto contiene cloro, un químico que afecta seres vivos”, explica Saulo Usma, especialista de Agua Dulce de WWF Colombia.
A estos dos factores se suma: el vertimiento de aguas residuales, los fertilizantes que se usan en los cultivos; la industria de cuero que utiliza cromo en sus procesos; la industria licorera que vierte sus residuos de producción directamente al agua, entre otros. Todos estos tienen efectos adversos especialmente sobre la biodiversidad, según Usma.
“Esto genera varios efectos negativos. Uno es no disponer de este recurso vital. Al no poder acceder a estas fuentes hídricas, las ciudades incrementan su dependencia al consumo de agua embotellada y esto contribuye a la contaminación plástica, y además genera mayores costos económicos”, dice el especialista.