Los páramos ayudan a mitigar la crisis climática, ¿cómo lo hacen?
Contenido en alianza | The Nature Conservancy (TNC) Colombia junto con 4D Elements Consultores realizó un exhaustivo estudio para entender cómo este emblemático ecosistema podría ayudarnos a mitigar la crisis climática.
Cristina Esguerra Miranda, TNC
Los páramos son ecosistemas poco comunes en la Tierra. Aquellos místicos parajes son únicos de las montañas intertropicales, y solo existen en cinco países: Ecuador, Venezuela, Costa Rica, Perú y Colombia. Este último tiene el privilegio de albergar el 43% del área total de páramos del mundo, con 2.8 millones de hectáreas.
A pesar del frío y de la altura (se encuentran entre los 2.900 y los 4.000 metros de altura), son ricos en biodiversidad: se estima que albergan alrededor de 4.700 especies de flora, y en sus paisajes se han registrado 70 especies de mamíferos, 154 de aves, 130 de mariposas y polillas y 87 de anfibios, entre otros.
(Lea: Las iniciativas con enfoque territorial que marcaron la Zona Verde de la COP16)
Su relevancia para el país es enorme: más de 17 millones de colombianos dependen de ellos para abastecerse de agua. Por ello, Milton Arias, guardaparques del Parque Nacional Natural Los Nevados poéticamente explica que “cuando el cielo llora deposita su líquido en los páramos”.
Un reciente estudio de The Nature Conservancy (TNC) Colombia, demuestra que los páramos son la ‘alcancía de agua del cielo’, como dice Arias —que guarda las gotas de lluvia en la vegetación, dejando el agua a la merced de los musgos y cojines que dan origen a los ríos—, y que también tienen la capacidad de capturar y almacenar grandes cantidades de carbono. Por ello, su conservación es clave para ayudar al país a reducir sus emisiones de gases efecto invernadero, y adaptarse al cambio climático.
A pesar de que los páramos son ecosistemas emblemáticos para los colombianos, hasta el momento existe poca información robusta sobre el papel que podrían jugar en la carrera por reestablecer el equilibrio climático del planeta (por eso, Colombia no los incluyó en sus cálculos de cómo iba a cumplir las metas del Acuerdo de París). El equipo de expertos en mitigación de TNC se puso en la tarea de averiguarlo. Sabían que los hallazgos serían relevantes.
“Cuando logras encontrar sitios cuyas condiciones naturales hacen que la materia orgánica se descomponga lentamente, son un gran almacén de carbono”, explica Camila Rodríguez, líder de Soluciones basadas en la Naturaleza – Mitigación de TNC Colombia. En los páramos ocurre justamente eso. Al ser lugares fríos y húmedos (la humedad suele estar entre el 80% y el 98%) tienen una tendencia natural a acumular materia orgánica en descomposición y generar turberas. “Entre las actividades que más ayudan a reducir las emisiones de gases efecto invernadero en Colombia están: frenar la deforestación, la restauración de bosques naturales, implementar modelos de agricultura y ganadería sostenible y evitar la conversión de turberas”, añade Rodríguez.
La investigación comenzó en 2021, guiada por una serie de preguntas que iban más allá de averiguar cuánto carbono pueden almacenar los páramos por hectárea. “También nos interesaba saber a qué tasa podría liberarse el carbono acumulado si se cambia el uso de los suelos de los páramos y qué tan rápidamente podría capturarse si se restauran las áreas degradadas”, explica Rodríguez.
(Lea: Sensibilización y conservación en el corazón del Páramo con Corpochingaza)
Para ser lo más precisos posible en las respuestas, el equipo de mitigación hizo múltiples salidas de campo para tomar muestras de vegetación y de suelo en distintos puntos, pues la acumulación de carbono varía dependiendo de factores como la temperatura, la altitud, la pendiente, la exposición al viento y el tipo de vegetación, entre otros. “Queríamos tener información de todos los tipos de suelo que encontráramos (con frailejones o sin ellos, con ganadería o sin ella, con agricultura o sin ella) para entender mejor los distintos procesos de acumulación de carbono, y poder decir cuánto se capturaría con acciones de conservación y restauración en una determinada zona, o cuánto se liberaría si se convierte el suelo”, dice Rodríguez. Estos análisis aportan a mejorar la información del país sobre los ecosistemas de páramo, pero es necesario seguir profundizando para mejorar la calidad de los datos obtenidos.
Como la idea no solo era entender cuánto carbono capturan y almacenan los páramos, sino también entender a qué ritmo los suelos de esos ecosistemas naturales pasan a utilizarse para actividades como la agricultura y la ganadería y qué tan rápidamente podría volver a capturarse el carbono si se restauran las zonas degradadas (se calcula que el 16% de los páramos del país están en estado de deterioro), se utilizó un software de tendencias para hacer proyecciones de cómo cambiaría las coberturas naturales de los páramos de Colombia entre 2022 y 2050, décadas críticas para avanzar en la mitigación del calentamiento global. Según los resultados, entre 2019 y 2050 se prevé la transformación de 142.000 hectáreas de páramo en tierras para el agro.
Los páramos, alcancías de agua y de carbono
Los resultados son fascinantes: se estima que en los primeros 40 cm de suelo de los páramos del país, hay contenidas 447 millones de toneladas de carbono, lo que equivale a más de 1600 millones de toneladas de dióxido de carbono - CO2 (la mayor parte en la cordillera oriental, seguida por la cordillera central). Como anualmente las emisiones de CO2 derivadas de los combustibles fósiles y la industria en Colombia es de alrededor de 99 millones de toneladas, todo el carbono contenido en el suelo de los páramos correspondería al equivalente de más de 16 años de emisiones nacionales.
Por hectárea, los páramos contienen en promedio entre 118 y 200 toneladas de carbono en esos primeros 40 cm de suelo. En los que mayor contenido por hectárea se encontró son el páramo las Hermosas (198 tC/ha) y los Nevados (197 tC/ha), y los complejos de páramo que muestran un mayor almacenamiento de carbono son el de Cruz Verde–Sumapaz y el de la Sierra Nevada del Cocuy.
Basándose en los resultados de cuáles áreas capturan más carbono, y en mapas sobre el estado de conservación de los ecosistemas, los expertos en mitigación de TNC explican que, si se prioriza la restauración de 211.000 hectáreas principalmente en la cordillera oriental, por ejemplo, se podrían capturar hasta 19 millones de toneladas de carbono en 28 años. Si se restauran 416.000 se capturarían hasta 39 millones de toneladas en el mismo periodo de tiempo, bajo diferentes escenarios.
Los procesos de restauración de los páramos tienen el beneficio adicional de ayudar a recuperar el ciclo hídrico natural de los páramos, un factor clave para proteger la seguridad hídrica de millones de colombianos y especies de fauna y flora. Según el estudio de TNC, una restauración de 15.000 hectáreas de páramo podría aumentar la disponibilidad de agua subterránea cerca de un 2% y disminuir en un 1,5% la escorrentía superficial en algunas cuencas hidrográficas, evitando la erosión, inundaciones, sequías y otros tipos de riesgos.
Los páramos también son custodios de una riqueza cultural
Según el censo de páramos de 2018, más de 76.000 colombianos, mayoritariamente campesinos, viven en estos parajes de alta montaña. Ellos describen la naturaleza que los rodea con palabras como “tranquilidad”, “silencio” y “paz”, y al igual que Alicia Castellanos, campesina y edil de la vereda El Desquite en la zona rural de Manizales, con frecuencia dicen que viven agradecidos con el páramo. “Lo es todo para mí”, afirma Castellanos. Aquel lugar los provee de agua y alimentos, y en el desarrollan las actividades que les dan para vivir, entre ellas, la agricultura y la ganadería. “No se puede olvidar que en Colombia los páramos no son zonas deshabitadas y que cualquier estrategia de conservación debe partir de y ser construida con las comunidades que los habitan”, dice Rodríguez.
Por ello, es clave que el componente social haga parte de los planes de conservación y restauración de los páramos. “Con este estudio no solo queríamos entender cómo estos ecosistemas podían ayudarnos a mitigar la crisis climática, sino también mirar cómo está información podía servir de base para generar innovadores mecanismos financieros que ayuden a conservar y restaurar los páramos, involucrando a las comunidades locales. Para ser exitosos, los proyectos ambientales deben considerar las realidades sociales de los paisajes naturales”, añade Rodríguez. Al final, lo que más determina la riqueza del ecosistema donde más del 60% de las especies que los habitan son endémicas, es decir que únicamente pueden vivir en estos ecosistemas, la capacidad de regulación hídrica y de absorción de carbono es el uso que se le da al suelo.
Las comunidades locales, que conocen los páramos como pocos, pueden ser aliados estratégicos en la protección de estos ecosistemas, que juegan un papel fundamental para mantener el bienestar de los colombianos y el equilibrio natural del planeta.
Los páramos son ecosistemas poco comunes en la Tierra. Aquellos místicos parajes son únicos de las montañas intertropicales, y solo existen en cinco países: Ecuador, Venezuela, Costa Rica, Perú y Colombia. Este último tiene el privilegio de albergar el 43% del área total de páramos del mundo, con 2.8 millones de hectáreas.
A pesar del frío y de la altura (se encuentran entre los 2.900 y los 4.000 metros de altura), son ricos en biodiversidad: se estima que albergan alrededor de 4.700 especies de flora, y en sus paisajes se han registrado 70 especies de mamíferos, 154 de aves, 130 de mariposas y polillas y 87 de anfibios, entre otros.
(Lea: Las iniciativas con enfoque territorial que marcaron la Zona Verde de la COP16)
Su relevancia para el país es enorme: más de 17 millones de colombianos dependen de ellos para abastecerse de agua. Por ello, Milton Arias, guardaparques del Parque Nacional Natural Los Nevados poéticamente explica que “cuando el cielo llora deposita su líquido en los páramos”.
Un reciente estudio de The Nature Conservancy (TNC) Colombia, demuestra que los páramos son la ‘alcancía de agua del cielo’, como dice Arias —que guarda las gotas de lluvia en la vegetación, dejando el agua a la merced de los musgos y cojines que dan origen a los ríos—, y que también tienen la capacidad de capturar y almacenar grandes cantidades de carbono. Por ello, su conservación es clave para ayudar al país a reducir sus emisiones de gases efecto invernadero, y adaptarse al cambio climático.
A pesar de que los páramos son ecosistemas emblemáticos para los colombianos, hasta el momento existe poca información robusta sobre el papel que podrían jugar en la carrera por reestablecer el equilibrio climático del planeta (por eso, Colombia no los incluyó en sus cálculos de cómo iba a cumplir las metas del Acuerdo de París). El equipo de expertos en mitigación de TNC se puso en la tarea de averiguarlo. Sabían que los hallazgos serían relevantes.
“Cuando logras encontrar sitios cuyas condiciones naturales hacen que la materia orgánica se descomponga lentamente, son un gran almacén de carbono”, explica Camila Rodríguez, líder de Soluciones basadas en la Naturaleza – Mitigación de TNC Colombia. En los páramos ocurre justamente eso. Al ser lugares fríos y húmedos (la humedad suele estar entre el 80% y el 98%) tienen una tendencia natural a acumular materia orgánica en descomposición y generar turberas. “Entre las actividades que más ayudan a reducir las emisiones de gases efecto invernadero en Colombia están: frenar la deforestación, la restauración de bosques naturales, implementar modelos de agricultura y ganadería sostenible y evitar la conversión de turberas”, añade Rodríguez.
La investigación comenzó en 2021, guiada por una serie de preguntas que iban más allá de averiguar cuánto carbono pueden almacenar los páramos por hectárea. “También nos interesaba saber a qué tasa podría liberarse el carbono acumulado si se cambia el uso de los suelos de los páramos y qué tan rápidamente podría capturarse si se restauran las áreas degradadas”, explica Rodríguez.
(Lea: Sensibilización y conservación en el corazón del Páramo con Corpochingaza)
Para ser lo más precisos posible en las respuestas, el equipo de mitigación hizo múltiples salidas de campo para tomar muestras de vegetación y de suelo en distintos puntos, pues la acumulación de carbono varía dependiendo de factores como la temperatura, la altitud, la pendiente, la exposición al viento y el tipo de vegetación, entre otros. “Queríamos tener información de todos los tipos de suelo que encontráramos (con frailejones o sin ellos, con ganadería o sin ella, con agricultura o sin ella) para entender mejor los distintos procesos de acumulación de carbono, y poder decir cuánto se capturaría con acciones de conservación y restauración en una determinada zona, o cuánto se liberaría si se convierte el suelo”, dice Rodríguez. Estos análisis aportan a mejorar la información del país sobre los ecosistemas de páramo, pero es necesario seguir profundizando para mejorar la calidad de los datos obtenidos.
Como la idea no solo era entender cuánto carbono capturan y almacenan los páramos, sino también entender a qué ritmo los suelos de esos ecosistemas naturales pasan a utilizarse para actividades como la agricultura y la ganadería y qué tan rápidamente podría volver a capturarse el carbono si se restauran las zonas degradadas (se calcula que el 16% de los páramos del país están en estado de deterioro), se utilizó un software de tendencias para hacer proyecciones de cómo cambiaría las coberturas naturales de los páramos de Colombia entre 2022 y 2050, décadas críticas para avanzar en la mitigación del calentamiento global. Según los resultados, entre 2019 y 2050 se prevé la transformación de 142.000 hectáreas de páramo en tierras para el agro.
Los páramos, alcancías de agua y de carbono
Los resultados son fascinantes: se estima que en los primeros 40 cm de suelo de los páramos del país, hay contenidas 447 millones de toneladas de carbono, lo que equivale a más de 1600 millones de toneladas de dióxido de carbono - CO2 (la mayor parte en la cordillera oriental, seguida por la cordillera central). Como anualmente las emisiones de CO2 derivadas de los combustibles fósiles y la industria en Colombia es de alrededor de 99 millones de toneladas, todo el carbono contenido en el suelo de los páramos correspondería al equivalente de más de 16 años de emisiones nacionales.
Por hectárea, los páramos contienen en promedio entre 118 y 200 toneladas de carbono en esos primeros 40 cm de suelo. En los que mayor contenido por hectárea se encontró son el páramo las Hermosas (198 tC/ha) y los Nevados (197 tC/ha), y los complejos de páramo que muestran un mayor almacenamiento de carbono son el de Cruz Verde–Sumapaz y el de la Sierra Nevada del Cocuy.
Basándose en los resultados de cuáles áreas capturan más carbono, y en mapas sobre el estado de conservación de los ecosistemas, los expertos en mitigación de TNC explican que, si se prioriza la restauración de 211.000 hectáreas principalmente en la cordillera oriental, por ejemplo, se podrían capturar hasta 19 millones de toneladas de carbono en 28 años. Si se restauran 416.000 se capturarían hasta 39 millones de toneladas en el mismo periodo de tiempo, bajo diferentes escenarios.
Los procesos de restauración de los páramos tienen el beneficio adicional de ayudar a recuperar el ciclo hídrico natural de los páramos, un factor clave para proteger la seguridad hídrica de millones de colombianos y especies de fauna y flora. Según el estudio de TNC, una restauración de 15.000 hectáreas de páramo podría aumentar la disponibilidad de agua subterránea cerca de un 2% y disminuir en un 1,5% la escorrentía superficial en algunas cuencas hidrográficas, evitando la erosión, inundaciones, sequías y otros tipos de riesgos.
Los páramos también son custodios de una riqueza cultural
Según el censo de páramos de 2018, más de 76.000 colombianos, mayoritariamente campesinos, viven en estos parajes de alta montaña. Ellos describen la naturaleza que los rodea con palabras como “tranquilidad”, “silencio” y “paz”, y al igual que Alicia Castellanos, campesina y edil de la vereda El Desquite en la zona rural de Manizales, con frecuencia dicen que viven agradecidos con el páramo. “Lo es todo para mí”, afirma Castellanos. Aquel lugar los provee de agua y alimentos, y en el desarrollan las actividades que les dan para vivir, entre ellas, la agricultura y la ganadería. “No se puede olvidar que en Colombia los páramos no son zonas deshabitadas y que cualquier estrategia de conservación debe partir de y ser construida con las comunidades que los habitan”, dice Rodríguez.
Por ello, es clave que el componente social haga parte de los planes de conservación y restauración de los páramos. “Con este estudio no solo queríamos entender cómo estos ecosistemas podían ayudarnos a mitigar la crisis climática, sino también mirar cómo está información podía servir de base para generar innovadores mecanismos financieros que ayuden a conservar y restaurar los páramos, involucrando a las comunidades locales. Para ser exitosos, los proyectos ambientales deben considerar las realidades sociales de los paisajes naturales”, añade Rodríguez. Al final, lo que más determina la riqueza del ecosistema donde más del 60% de las especies que los habitan son endémicas, es decir que únicamente pueden vivir en estos ecosistemas, la capacidad de regulación hídrica y de absorción de carbono es el uso que se le da al suelo.
Las comunidades locales, que conocen los páramos como pocos, pueden ser aliados estratégicos en la protección de estos ecosistemas, que juegan un papel fundamental para mantener el bienestar de los colombianos y el equilibrio natural del planeta.