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Conservar el cóndor andino, reforestar ecosistemas en el norte de Cartagena, desarrollar productos naturales para el cáncer, promover la convivencia armónica de la comunidad con la fauna silvestre y crear un museo de historia natural de la Orinoquia colombiana, fueron los proyectos que llevaron a cinco organizaciones a ganar la más reciente edición del Premio BIBO, de El Espectador.
Durante 14 años BIBO, la campaña ambiental de El Espectador, que cuenta con la dirección técnica del Instituto Humboldt, Fundación Natura, y el apoyo de The Nature Conservancy Colombia, la Unión Europea e ISAGEN, ha reconocido las mejores prácticas ambientales que están empleando las empresas del sector público y privado, instituciones educativas, entidades territoriales, fundaciones y grupos comunitarios. El objetivo de este galardón es demostrar que es posible detener y revertir la pérdida de la biodiversidad y trabajar de la mano con las comunidades locales para hacerle frente a esta crisis.
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Por esto, el pasado 17 de julio se llevó a cabo la ceremonia de premiación de la edición 14 del reconocimiento, que este año recibió 120 iniciativas. De estas, se eligieron 14 proyectos finalistas en cuatro categorías: Mujeres por la biodiversidad, innovación y bioeconomía, cuidado comunitario de la biodiversidad y educación para la conservación de la biodiversidad.
Los encargados de elegir los ganadores fueron los representantes de las organizaciones ambientales The Nature Conservancy Colombia y la Fundación Natura, quienes reconocieron que, tanto los ganadores como los finalistas, demuestran que es posible proteger la biodiversidad del país desde los territorios. Además, resaltaron que los concursantes lograron generar cambios tangibles en la protección del medio ambiente, reconociendo la importancia del trabajo y el esfuerzo colectivo.
El trabajo con las mujeres
La primera categoría estaba dividida en dos subcategorías: proyectos de organizaciones o empresas y proyectos de organizaciones comunitarias. Los ganadores fueron la Fundación Parque Jaime Duque y Ruta Costera.
Los primeros fueron reconocidos por su programa de conservación del cóndor de los Andes, una de las especies más representativas del país. Desde octubre de 2015, esta organización ha trabajado por la conservación del ave en las instalaciones del parque en Tocancipá (Cundinamarca) y en el páramo El Almorzadero, en Santander.
Estefanía Gómez Betancur, directora de Gestión de Proyectos de la Fundación, contó que este programa lo desarrollan de la mano de la comunidad campesina, la cual está apoyada por un grupo de mujeres del parque y por mujeres campesinas, quienes cuentan con experiencia en la fabricación de artesanías con productos de lana. También, añadió, son expertas en el cuidado de la biodiversidad y “lo hacen a través de huertas, viveros de plantas nativas, y aportando a la conservación del cóndor de los Andes”.
Para lograrlo, realizan seguimiento permanente a los cóndores en vida silvestre para conocer más sobre esta especie y atender casos de emergencia que se puedan registrar. Además, se han encargado de reproducir ejemplares que se encuentran bajo cuidado humano profesional para reintroducir y suplementar la población en vida silvestre en Colombia. Otra de sus iniciativas se centra en prácticas de producción sostenible que permitan conservar el páramo y que haya una coexistencia entre la comunidad y esta especie.
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El otro ganador en esta categoría es Ruta Costera, un concesionario a cargo de la vía Cartagena Barranquilla y la Circunvalar de la Prosperidad, con su proyecto de viveros comunitarios con mujeres afrodescendientes de la vereda Villa Gloria, una comunidad afrodescendiente ubicada al norte de Cartagena, que enfrenta desafíos sociales, económicos y ambientales.
Hace tres años, Ruta Costera vio la necesidad de intervenir en este territorio y, para ello, vinculó a la comunidad en un proyecto productivo de viveros comunitarios, especialmente para la producción de mangles. Allí vieron la oportunidad de sembrar 40.000 plántulas en la Ciénaga de la Virgen y así recuperar y restaurar este ecosistema. La iniciativa, además de aportar al medio ambiente, se centró en las mujeres de la comunidad, con el propósito de que fueran ellas las encargadas de la producción de las plántulas y que así puedan generar ingresos.
A los ojos de Carmen Ibarra, coordinadora social de Ruta Costera, para la organización es “muy importante impactar a las comunidades con proyectos sociales y ambientales que pueden buscar la restauración de los ecosistemas que hay en nuestro territorio”.
Apuestas innovadoras
El ganador en la segunda categoría fue la Pontificia Universidad Javeriana con su proyecto Dreembio: Fitomedicamentos y dermocosmética al servicio de la humanidad. Esta es una empresa que tiene como objetivo apoyar los esfuerzos de sostenibilidad de la biodiversidad colombiana y, para ello, se dedican al desarrollo de productos naturales para el cáncer a base de plantas, como dividivi y anamú.
Dentro de su trabajo buscan educar, apoyar y estimular a pequeños y medianos agricultores para cosechar y recolectar estas plantas bajo el esquema de las buenas prácticas agrícolas. Este trabajo podría generar la creación de empleo para sectores marginales, desarrollando así nuevas oportunidades de trabajo en las regiones.
Para Susana Fiorentino, directora de Dreembio, e investigadora de la U. Javeriana, este reconocimiento ayuda a “entender que el conocimiento genera valor; es decir que, la transformación del modelo económico puede ser verdad si realmente le apostamos a la educación, investigación y desarrollo de productos que vienen de la biodiversidad”.
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Aprender a convivir con la fauna silvestre
En la tercera categoría, el premio fue para la corporación ambiental Techo de Agua, con un proyecto que busca implementar estrategias efectivas para gestionar y mitigar los conflictos entre las comunidades rurales del Complejo de páramos Frontino Urrao en los municipios de Cañasgordas, Abriaquí y Giraldo (Antioquia) y tres especies: el águila real de montaña (Spizaetus isidori), el oso andino (Tremarctos ornatus) y el puma (Puma concolor).
Con estas comunidades, aseguró Mayra Natalia Parra Salazar, fundadora y directora Techo Agua, se han realizado una serie de proyectos de convivencia armónica con tres especies fundamentalmente, pero en general con todo el bosque. Las tres especies, dijo, “son muy importantes, no solo en términos ecológicos y de balance ecosistémico, sino por lo que representan”.
La razón de crear el proyecto en 2022 surgió tras ver el panorama que enfrentan estas tres especies, las cuales tienen amenazas significativas. El águila real de montaña, por ejemplo, está catalogada como En Peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) debido a la pérdida drástica de su hábitat, que ha disminuido en un 63 %. Esta pérdida se debe principalmente a la expansión de la frontera agrícola, a la cacería por retaliación y el tráfico ilegal de fauna.
Conservar a través de la educación
El Instituto Técnico Ambiental en el barrio San Mateo en Popayán fue el ganador de la cuarta categoría gracias a la creación del Museo de Historia Natural de la Orinoquia Colombiana como herramienta biodidáctica para la educación ambiental, el desarrollo y la conservación de una de las regiones más biodiversas del planeta.
Con este proyecto, la institución busca impactar a los 2.300 estudiantes, sus núcleos familiares y visitantes, quienes tienen la oportunidad de interactuar con fósiles, microorganismos, colecciones de plantas, que se han puesto a disposición de la comunidad académica.
El principal objetivo de este proyecto, según contó Yarlex Silva Rubiano, director de proyectos del Instituto, es desarrollar investigación en los diferentes grupos taxonómicos presentes en la región con el propósito de darlos a conocer. “Buscamos que todos conozcamos más sobre la biodiversidad que tenemos en la zona y podamos establecer líneas para su conservación. Asimismo, queremos que los estudiantes desarrollen proyectos en los cuales se apropien de su territorio”, puntualizó.
Así fue la ceremonia de premiación