Manglares: el tesoro de las comunidades del Pacífico colombiano
Cerca del 73 % de las zonas de manglar que hay en Colombia se encuentran en la región pacífica. Por años, este ecosistema ha sufrido diferentes amenazas como la tala y extensión de las zonas de ganadería y agricultura. Sin embargo, las comunidades cada vez son más conscientes de que dependen de estos bosques para vivir.
A lo largo del Caribe y Pacífico colombiano, desde el archipiélago de San Andrés y Providencia, hasta Nariño, se encuentra uno de los muchos ecosistemas del país con alta biodiversidad. Se trata de los manglares: una frontera entre el agua dulce y salada, que provee refugio y hábitat en sus raíces y ramas a caimanes, monos, manatíes, tigrillos, hongos, peces, cangrejos, aves y muchas otras especies.
Colombia es uno de los 122 países que cuenta con este ecosistema. Se estima que en el país hay aproximadamente 280.000 hectáreas de bosque manglar, característico por sus plantas que resisten agua dulce y salada y que crecen en terrenos fangosos o arenosos. (Lea: El corredor de marihuana entre Brasil y Colombia que financia el conflicto)
“Los manglares son una barrera ante eventos extremos como los tsunamis”, dice Luis Alonso Zapata, coordinador Marino Costero en WWF Colombia. Esto quiere decir que, ante los desastres naturales, una sola línea de manglar de 500 metros podría reducir el impacto de las olas entre un 50 % y un 90 %.
Además de esto, los bosques de manglar almacenan de 3 a 4 veces más carbono por hectárea que los bosques tropicales terrestres. Esto quiere decir que son muy efectivos ayudando a disminuir los efectos del cambio climático y el calentamiento global.
Para Luz Marina Perea, habitante de Termales, en Nuquí, Chocó “en los manglares está la sobrevivencia. Estos ecosistemas no son solo árboles, también son criaderos de peces”. Se estima que en el mundo hay aproximadamente 4.1 millones de pescadores asociados a los manglares. Esto indica que son una fuente muy importante para la supervivencia de los seres humanos, en cuanto a beneficios económicos y alimentarios, de acuerdo con WWF. (Lea: Sembrar árboles sin conocer su origen puede perjudicar la biodiversidad, ¿por qué?)
Esta y otras características han hecho que con los años los manglares sean cada vez entendidos como sistemas socio-ecológicos. Esto significa que los seres humanos dependen de este ecosistema para su bienestar y que el manejo de sus recursos debe considerar tanto a la naturaleza como a la sociedad.
Aunque una muy buena parte de la cobertura del manglar del país está en Pacifico, las comunidades tanto de esta región, como del Caribe, asentadas cerca de los manglares, tienen una relación intrínseca con el ecosistema.
“Las comunidades del Pacífico casi que habitan en el mismo entorno de los manglares. De hecho, hace un par de años se viene reconociendo a los manglares urbanos, porque hay casos como Buenaventura, Turbo o Cartagena, donde existen remanentes de estos ecosistemas que aún son importantes ecológica y socio-económicamente para las poblaciones que allí habitan”, agrega Zapata. (Lea: Piangüeo, la práctica de las mujeres del Pacífico que sería patrimonio de la Unesco)
Muchos en esa zona consideran los manglares como “despensas”, o “cuna de la vida”. Y es que, los beneficios en términos de seguridad alimentaria que brindan los manglares van de la mano con la identidad de las comunidades afrocolombianas. En palabras del biólogo Bernardo Orobio, “conservar el territorio es clave para mantener la identidad cultural”.
¿Por qué? Por mencionar un ejemplo, una de las tradiciones de las comunidades del Pacífico, especialmente de las mujeres, es piangüar. Cuando la marea baja, el terreno del manglar queda blando. Es posible caminar, pero hay posibilidades de hundirse en el lodo. Por muchísimos años, pese a estas condiciones, las mujeres, entran al manglar a buscar el molusco denominado piangüa.
Este es un molusco que tiene en su interior una carne representativa de la gastronomía del Pacífico colombiano. Tal es la importancia de esta tradición, que el Ministerio del Exterior anunció hace pocos días que buscarán que la Unesco declare el piangüeo como patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.
“Para nuestras comunidades negras el territorio es algo sagrado. Lo heredamos de nuestros ancestros. Por eso para nosotros es importante la conservación del territorio, porque de esto dependen muchas cosas de nuestra vida diaria”, sostiene Jhonny Valencia, maestro de Nuquí. (Lea: Conservar el 30 % del área terrestre y marina: ¿lo logrará Colombia en siete años?)
Lo que pone en riesgo a estos bosques
A diferencia de los manglares qué hay en el Caribe, los del Pacífico están relativamente bien conservados. Una de las razones principales es que las comunidades han entendido que dependen de ellos para su supervivencia. “Cada vez más las personas entienden la importancia de la conservación y el uso responsable”, agrega el biólogo.
Sin embargo, no se puede negar que por años estos ecosistemas han sufrido diferentes presiones que los han afectado, especialmente a los que están ubicados en el norte del país. El especialista de WWF explica que allí los manglares han tenido problemas por la construcción de infraestructuras como muelles y carreteras.
“En el Caribe, por haber mucho más desarrollo vial, hay carreteras que atraviesan casi todas esas zonas. Históricamente, cuando salieron las primeras carreteras se cortó la comunicación del agua marina y dulce. Esto generó una mortalidad impresionante, sobre todo en la vía del Parque Salamanca”, dice Zapata.
A nivel general, estos socio-ecosistemas, tienen otra amenaza: la tala. La madera de las raíces de los árboles de los manglares es considerada como una de las más resistentes, pues, pese a permanecer tanto tiempo en el agua, no se pudre.
Esto ha representado un reto para las comunidades que dependen de estos bosques, pues hay quienes los talan, para entre otras cosas, construcción de vivienda. Además, las zonas ganaderas y agrícolas se han extendido y ocupado la zona de manglar. (Lea: Los puntos claves del Tratado que busca proteger la biodiversidad de las aguas internacionales)
Entre 1996 y 2020, en Colombia se perdieron 302 hectáreas de manglar por año, según el Global Mangrove Watch. Pero a diferencia del estado de otros ecosistemas, esta cifra por fortuna cada vez es menor. “Hemos visto su degradación y por esto nos hemos comprometido a restaurarlos”, recalca Luz Marina Perea.
WWF Colombia ha venido trabajando con las comunidades del Pacífico en diferentes proyectos. Uno de esto es “Manglares para la Comunidad y el Clima”, donde se han generado varias acciones de restauración de manglar en regiones del Pacífico sur como Iscuandé y rio Sanquianga.
A nivel institucional, el año pasado en el país se emitió la Ley de Manglares, (N° 2243), que busca garantizar la protección de los ecosistemas de manglar, planificar su manejo e impulsar la conservación y restauración donde haya sido afectado.
A lo largo del Caribe y Pacífico colombiano, desde el archipiélago de San Andrés y Providencia, hasta Nariño, se encuentra uno de los muchos ecosistemas del país con alta biodiversidad. Se trata de los manglares: una frontera entre el agua dulce y salada, que provee refugio y hábitat en sus raíces y ramas a caimanes, monos, manatíes, tigrillos, hongos, peces, cangrejos, aves y muchas otras especies.
Colombia es uno de los 122 países que cuenta con este ecosistema. Se estima que en el país hay aproximadamente 280.000 hectáreas de bosque manglar, característico por sus plantas que resisten agua dulce y salada y que crecen en terrenos fangosos o arenosos. (Lea: El corredor de marihuana entre Brasil y Colombia que financia el conflicto)
“Los manglares son una barrera ante eventos extremos como los tsunamis”, dice Luis Alonso Zapata, coordinador Marino Costero en WWF Colombia. Esto quiere decir que, ante los desastres naturales, una sola línea de manglar de 500 metros podría reducir el impacto de las olas entre un 50 % y un 90 %.
Además de esto, los bosques de manglar almacenan de 3 a 4 veces más carbono por hectárea que los bosques tropicales terrestres. Esto quiere decir que son muy efectivos ayudando a disminuir los efectos del cambio climático y el calentamiento global.
Para Luz Marina Perea, habitante de Termales, en Nuquí, Chocó “en los manglares está la sobrevivencia. Estos ecosistemas no son solo árboles, también son criaderos de peces”. Se estima que en el mundo hay aproximadamente 4.1 millones de pescadores asociados a los manglares. Esto indica que son una fuente muy importante para la supervivencia de los seres humanos, en cuanto a beneficios económicos y alimentarios, de acuerdo con WWF. (Lea: Sembrar árboles sin conocer su origen puede perjudicar la biodiversidad, ¿por qué?)
Esta y otras características han hecho que con los años los manglares sean cada vez entendidos como sistemas socio-ecológicos. Esto significa que los seres humanos dependen de este ecosistema para su bienestar y que el manejo de sus recursos debe considerar tanto a la naturaleza como a la sociedad.
Aunque una muy buena parte de la cobertura del manglar del país está en Pacifico, las comunidades tanto de esta región, como del Caribe, asentadas cerca de los manglares, tienen una relación intrínseca con el ecosistema.
“Las comunidades del Pacífico casi que habitan en el mismo entorno de los manglares. De hecho, hace un par de años se viene reconociendo a los manglares urbanos, porque hay casos como Buenaventura, Turbo o Cartagena, donde existen remanentes de estos ecosistemas que aún son importantes ecológica y socio-económicamente para las poblaciones que allí habitan”, agrega Zapata. (Lea: Piangüeo, la práctica de las mujeres del Pacífico que sería patrimonio de la Unesco)
Muchos en esa zona consideran los manglares como “despensas”, o “cuna de la vida”. Y es que, los beneficios en términos de seguridad alimentaria que brindan los manglares van de la mano con la identidad de las comunidades afrocolombianas. En palabras del biólogo Bernardo Orobio, “conservar el territorio es clave para mantener la identidad cultural”.
¿Por qué? Por mencionar un ejemplo, una de las tradiciones de las comunidades del Pacífico, especialmente de las mujeres, es piangüar. Cuando la marea baja, el terreno del manglar queda blando. Es posible caminar, pero hay posibilidades de hundirse en el lodo. Por muchísimos años, pese a estas condiciones, las mujeres, entran al manglar a buscar el molusco denominado piangüa.
Este es un molusco que tiene en su interior una carne representativa de la gastronomía del Pacífico colombiano. Tal es la importancia de esta tradición, que el Ministerio del Exterior anunció hace pocos días que buscarán que la Unesco declare el piangüeo como patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.
“Para nuestras comunidades negras el territorio es algo sagrado. Lo heredamos de nuestros ancestros. Por eso para nosotros es importante la conservación del territorio, porque de esto dependen muchas cosas de nuestra vida diaria”, sostiene Jhonny Valencia, maestro de Nuquí. (Lea: Conservar el 30 % del área terrestre y marina: ¿lo logrará Colombia en siete años?)
Lo que pone en riesgo a estos bosques
A diferencia de los manglares qué hay en el Caribe, los del Pacífico están relativamente bien conservados. Una de las razones principales es que las comunidades han entendido que dependen de ellos para su supervivencia. “Cada vez más las personas entienden la importancia de la conservación y el uso responsable”, agrega el biólogo.
Sin embargo, no se puede negar que por años estos ecosistemas han sufrido diferentes presiones que los han afectado, especialmente a los que están ubicados en el norte del país. El especialista de WWF explica que allí los manglares han tenido problemas por la construcción de infraestructuras como muelles y carreteras.
“En el Caribe, por haber mucho más desarrollo vial, hay carreteras que atraviesan casi todas esas zonas. Históricamente, cuando salieron las primeras carreteras se cortó la comunicación del agua marina y dulce. Esto generó una mortalidad impresionante, sobre todo en la vía del Parque Salamanca”, dice Zapata.
A nivel general, estos socio-ecosistemas, tienen otra amenaza: la tala. La madera de las raíces de los árboles de los manglares es considerada como una de las más resistentes, pues, pese a permanecer tanto tiempo en el agua, no se pudre.
Esto ha representado un reto para las comunidades que dependen de estos bosques, pues hay quienes los talan, para entre otras cosas, construcción de vivienda. Además, las zonas ganaderas y agrícolas se han extendido y ocupado la zona de manglar. (Lea: Los puntos claves del Tratado que busca proteger la biodiversidad de las aguas internacionales)
Entre 1996 y 2020, en Colombia se perdieron 302 hectáreas de manglar por año, según el Global Mangrove Watch. Pero a diferencia del estado de otros ecosistemas, esta cifra por fortuna cada vez es menor. “Hemos visto su degradación y por esto nos hemos comprometido a restaurarlos”, recalca Luz Marina Perea.
WWF Colombia ha venido trabajando con las comunidades del Pacífico en diferentes proyectos. Uno de esto es “Manglares para la Comunidad y el Clima”, donde se han generado varias acciones de restauración de manglar en regiones del Pacífico sur como Iscuandé y rio Sanquianga.
A nivel institucional, el año pasado en el país se emitió la Ley de Manglares, (N° 2243), que busca garantizar la protección de los ecosistemas de manglar, planificar su manejo e impulsar la conservación y restauración donde haya sido afectado.