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Si no hacemos frente a la crisis del clima y la biodiversidad, nuestros nietos acabarán peleándose por el agua y los alimentos. Cada vez que digo esto, el escenario parece inimaginable. Y precisamente por eso, no dejo de repetirlo. Porque nuestra lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad no es algo que hacemos por el planeta. Lo hacemos por nuestra supervivencia.
Todos y cada uno de los países sienten los efectos de la crisis climática: tormentas monstruosas, inundaciones repentinas, sequías extremas, cosechas fallidas o un calor agobiante. La pérdida de un millón de especies acabarían con los ecosistemas de los que dependemos para obtener el aire que respiramos, los alimentos y el agua. (Lea: Hay más de 500 especies de hormigas por fuera de sus hábitats, ¿debería preocuparnos?)
En América Latina, Colombia ha sido un motor de acción. Su país contribuye poco a las emisiones de gases de efecto invernadero y sigue disfrutando de una rica diversidad de especies; pero, como país amazónico, es muy consciente de la importancia de proteger la naturaleza y de los riesgos que tendría el descontrol del calentamiento global.
Al igual que Colombia, la Unión Europea (UE) trabaja para alcanzar la neutralidad climática en 2050 y detener la pérdida de biodiversidad. Nuestros objetivos climáticos están fijados por ley y estamos dando los pasos necesarios para conseguir la reducción de emisiones. También hemos aprobado recientemente una ley para evitar que la demanda europea de madera, carne de vacuno, cacao, café y otros productos básicos impulsen la deforestación. El comercio entre la UE y Colombia ha empezado a adaptarse a estos requisitos y puede convertirse en un ejemplo para el resto del mundo. (Lea: Una esperanza para reducir el hambre y la pobreza rural en Colombia)
Para que nuestro planeta siga siendo un hogar para la humanidad, necesitamos una acción global. En lo que respecta al clima, todos los grandes emisores deben acelerar sus recortes de emisiones. La eliminación progresiva de los combustibles fósiles será una parte crucial de nuestros esfuerzos. También ha llegado el momento de replantearnos la arquitectura financiera mundial. Los bancos multilaterales de desarrollo tienen un papel crucial que desempeñan en la movilización de los millones de dólares necesarios para hacer frente al cambio climático.
En todos estos esfuerzos, la UE y Colombia son socios naturales. En todas las conferencias sobre clima, incluida la COP27 del año pasado, Colombia ha estado a la vanguardia de los países que presionan por una mayor ambición y velocidad. Los compromisos ambiciosos de su país, incluido el objetivo de detener la deforestación neta para 2030, marcan la dirección para la religión en general.
La ventana para permanecer dentro de los límites del acuerdo del país y detener el declive de biodiversidad se están cerrando rápidamente. Nuestras posibilidades se reducen cada día, pero aún tenemos una oportunidad de sobrevivir. Nada de esto será fácil, pero es necesario y merece la pena.
Nuestra gente y nuestro planeta no tiene más tiempo que perder. Así que dejemos que 2023 sea el año en el que nos pongamos manos a la obra y demostremos al mundo que la lucha por la ambición, por un futuro mejor, está lejos de haber terminado.