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El plástico ha colonizado el mundo. Se acumula en la tierra, en los mares e, incluso, se ha detectado microplástico en la atmósfera de la Antártida. El problema es de tal magnitud que ha llegado hasta nuestra comida: cada persona estaría consumiendo cinco gramos de microplástico -lo que pesa una tarjeta de crédito-, a la semana, según un estudio realizado por WWF y la Universidad de Newcastle, Australia, en 2019. Es decir, usted se estaría comiendo 250 gramos de plástico al año.
A este problema llegamos porque, según la ONU, en el mundo estamos produciendo más de 200 millones de toneladas de desechos plásticos al año, una cifra a la que los colombianos aportamos cerca de 1.5 millones, según datos de la Procuraduría General. (Puede leer: El agro colombiano se mueve con planes de negocio hechos a la medida)
Y es que uno de los grandes problemas con la contaminación por plástico es el escaso porcentaje que logra reciclarse, ya que el promedio mundial se encuentra en el 9 %. Sin embargo, para Daniela Durán, gerente de incidencia política de la Fundación MarViva, hay que ver el problema desde el inicio del ciclo de producción: “Colombia, al igual que el mundo, ha demostrado que enfocarnos solamente en el reciclaje para resolver la problemática es insuficiente”.
La filosofía de MarViva, así como de cientos de ONG alrededor del mundo, es sencilla pero contundente: “El mejor desecho plástico es el que no se genera”. Esto quiere decir que para abordar el problema, debemos remontarnos a la producción del plástico. En primer lugar, señala Durán, los fabricantes deberían implementar medidas de ecodiseño para tener plásticos que se puedan gestionar de manera más fácil y que estén compuestos por una menor cantidad de polímeros. (Le puede interesar: ¿Qué tiene que ver el covid-19 con los bosques y por qué hay que cuidarlos?)
Otra de las medidas que, a criterio de Durán, puede funcionar, tiene que ver con el etiquetado. “Desconocemos muchos de los químicos que tienen los plásticos. Es importante que haya un etiquetado que le permita al consumidor tomar decisiones conscientes e informadas, que incluyan si es o no reciclable, qué tipo de aditivos químicos contiene, entre otra información relevante”, apunta.
Pero mientras los gobiernos toman decisiones, los consumidores pueden actuar. Por ejemplo, rechazando los plásticos de un solo uso y reemplazándolos por alternativas reutilizables -como los botilitos de agua o las bolsas que pueden utilizarse más de una vez- o las biodegradables en condiciones naturales, como el papel o el cartón, dice Durán, que es socióloga con maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de London School of Economics. (También puede leer: Al acuerdo que busca proteger la biodiversidad le falta ambición)
Respecto a cómo lograr un reciclaje eficiente, MarViva cree que, además de las campañas de sensibilización que deben adelantarse con la ciudadanía y los políticos, deben fortalecerse los sistemas de gestión que actualmente existen. Para esto, consideran que es muy importante vincular de manera justa y segura a las poblaciones de recicladores, uno de los eslabones fundamentales del reciclaje en América Latina. “Deben existir esquemas de formalización para que reciban ingresos justos por su trabajo, así como medidas de seguridad que reduzcan su exposición a los aditivos químicos que se liberan durante sus labores”, señala al respecto Durán.
Algunos de los elementos que se han mencionado hasta el momento, fueron incluidos en la resolución que anunció el inició de las negociaciones internacionales para lograr un acuerdo que busque acabar con la contaminación por plásticos. El documento fue publicado durante los primeros días de este mes, cuando representantes de 175 países se dieron cita en Nairobi, Kenia, para la quinta sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA-5).
Espen Barth Eide, ministro de Clima y Medio Ambiente de Noruega, y presidente de la UNEA-5, señaló que “la contaminación por plásticos se ha convertido en una epidemia. Con la resolución de hoy estamos oficialmente en camino de una cura”. La Fundación MarViva, que participó de esta reunión como observador de la sociedad civil, celebró el anuncio y destacó dos aspectos. (Puede leer: Biodiversidad y bienestar humano, una relación vital que está en peligro)
En primer lugar, dice Durán, que el nuevo tratado haya adoptado el enfoque de ciclo de producción es positivo pues “es la única forma que nos va a permitir mitigar la problemática de forma efectiva”. En segundo lugar, el hecho de que sea jurídicamente vinculante, va a ser muy importante, pues la noción de obligatoriedad va a llevar a que los países adopten acciones realmente efectivas.