Negocios verdes: cara y sello de una ventana para reactivar de forma justa al Pacífico
Las regiones altamente biodiversas tienen mucho que aportar a una recuperación económica verde, justa y resiliente en Colombia, y ya hay esfuerzos por impulsar iniciativas que generen desarrollo en armonía con la naturaleza y con justicia social. El Pacífico es una de ellas.
Redacción BIBO
Varias generaciones del Pacífico colombiano han sido testigos de cómo sus riquezas en biodiversidad, poco equiparables a escala mundial, son tan grandes como los problemas sociopolíticos y económicos que persisten en la región.
Las rentas por economías ilegales, la deforestación indiscriminada y los escalamientos de violencia armada, durante y después del conflicto armado colombiano, que han generado olas de desplazamiento forzado masivo o tasas altísimas de pobreza multidimensional, son muestra que desde el Tapón del Darién hasta el extremo suroccidental nariñense, hasta donde llega el Pacífico colombiano, se necesitan acciones y soluciones que sumen esfuerzos estatales y de la sociedad civil que vayan de la mano con las necesidades de las comunidades locales de acuerdo con su modo de vivir y aprovechando la amplia comprensión y conocimiento de su entorno natural.
Con cerca de 12 millones de hectáreas, el Pacífico colombiano alberga soluciones que prometen oportunidades para una recuperación económica, social y cultural justa e incluyente, consecuente con la conservación de sus ecosistemas y el bienestar que estos proveen a todo nivel en un escenario pospandemia.
Luis Fernando Gómez, coordinador de la Ecorregión Pacífico de WWF Colombia, insiste en que las brechas sociales que hay en los departamentos de esta región, haciendo hincapié en Chocó, se pueden cerrar paulatinamente si las capacidades institucionales entienden y se rigen bajo la lógica de que el contexto social actual no se puede desligar de las particularidades geográficas y de biodiversidad allí ubicadas.
“Aquí hay convergencia de muchos elementos biológicos y culturales, y por eso me refiero al Pacífico como una región bisagra. En ella converge el tránsito de especies que vienen desde Centroamérica y Norteamérica y, a su vez, alberga elementos naturales que provienen del sur de Suramérica. Esto la convierte en una de las regiones más biodiversas del mundo, con alrededor de 2.000 especies endémicas (que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta)Por eso, siendo uno de los hotspots con mayor diversidad a nivel global, es preciso ahondar y desarrollar opciones para que esta condición excepcional sea la base de una recuperación económica verde, justa y resiliente”.
En sus términos, es necesario que las prioridades y estrategias de gestión de estos territorios, desde lo institucional como desde la sociedad civil, incluyan aquellas iniciativas que mitiguen la deforestación y pérdida de biodiversidad, a partir de la profundización en su conocimiento y en la investigación, y constituyan una base para la innovación, la generación de valor y el desarrollo de un tejido empresarial que ofrezca oportunidades de empleo y transformación local, ingreso y condiciones laborales dignas, entre otras que garanticen bienestar para sus habitantes. “Transformaciones de esta naturaleza permitirán superar realidades críticas de la región que evidencian cifras alarmantes, como ser la región con los niveles más altos de pobreza en el país”, dijo Gómez.
Dejar atrás las técnicas extractivistas haciendo el tránsito hacia economías con agregación de valor es una de las primeras tareas que la sociedad colombiana tiene para afrontar este tipo de situaciones que, si bien en este caso se concentran en el occidente del país, sus flagelos llegan a prácticamente todo el territorio nacional.
Justamente, según un informe de monitoreo hecho por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), en el departamento de Chocó, de las miles de hectáreas deforestadas, 11.457 se ubicaron en ese departamento. Allí la situación es aún más crítica, teniendo en cuenta que el uso de sus suelos es más delicado y su vocación no siempre es productiva.
“La deforestación, por supuesto, es resultado de una diversidad de factores como la ampliación de la frontera agropecuaria, la explotación minera, la sobreexplotación de recursos forestales, el tráfico ilegal de madera, entre otros. Y esta deforestación promueve la degradación de los suelos chocoanos, mayormente ácidos y de baja productividad. A esto sumémosle las tensiones territoriales que generan y que se manifiestan con desplazamientos y pérdida de patrimonio cultural”, sintetizó Gómez.
Un cambio justo, verde y resiliente
Pero, ¿es entonces este un problema cíclico? ¿Las soluciones llegarán cuando las consecuencias ambientales sean irreversibles? Pobladores y algunos estudiosos de la región se lo preguntan. Sin embargo, en medio de este panorama, donde se siembran los abusos a las comunidades y al medioambiente, también está surgiendo una tendencia que, de a pocos, acapara hogares y brinda soluciones aterrizadas frente a las capacidades productivas: los emprendimientos verdes y sostenibles.
El exministro de Ambiente entre 2016 y 2018, Luis Gilberto Murillo, desde su gestión y su posterior paso por el programa de soluciones ambientales Martin Luther King, del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), viene insistiendo en que las soluciones naturales deben ser las primeras en alimentar las esperanzas de seguir adelante en medio de las dificultades.
“Hay que ir más allá de las palabras en apoyo a la biodiversidad para desarrollar biotecnologías y bioeconomías que den viabilidad a negocios verdes por los bosques y negocios azules en favor del mundo marítimo. En los años que vengan después del COVID-19 veremos cómo a partir de allí haremos avances importantes en el Pacífico norte. Esperamos que el sector público genere cambios robustos y que la armonía con nuestro entorno venga acompañada por beneficios sociales que sean incentivados y acompañados en un largo plazo”, indicó Murillo en un encuentro con WWF Colombia.
El exministro Murillo, siguiendo su línea argumentativa para robustecer los emprendimientos verdes, le dijo a este diario que “se deben promocionar iniciativas, proyectos y emprendimientos que potencien los negocios verdes asociados a los servicios ecosistémicos, incluyendo la promoción de la bioeconomía y sus cadenas de valor. En la región ya existe un acumulado valioso y avances importantes en este sentido. Destaco los proyectos de venta de carbono en los mercados voluntarios que impulsamos en el año 2017 con el establecimiento del impuesto nacional al carbono y su mecanismo de descuento o carbono-neutralidad. Ya se tiene 18 iniciativas con consejos comunitarios en todo el Pacífico, la mayoría en el Chocó, con 1.9 millones de hectáreas bajo proyectos REDD+”.
Y, a manera de cierre, no dejó de lado que si Colombia busca cumplir con estándares internacionales de justicia ambiental y de preservación de los ecosistemas, “el Convenio 169 de la OIT ratificado por Colombia a través de la Ley 21 de 1991 es clave. Así mismo, es fundamental que el Congreso ratifique el Acuerdo Escazú sobre acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe, que entre otras cosas me correspondió liderar su negociación final, cierre y firma por del gobierno colombiano”, indicó.
Las transiciones justas (que cierren brechas sociales), verdes (en armonía con la naturaleza) y resilientes (conscientes de los efectos del cambio climático) hacia un desarrollo sostenible, tan necesarias en Chocó y en todo el Pacífico, quieren alcanzar propósitos que le permitan al país acercarse a las metas de la Agenda 2030, trazadas desde el Acuerdo de París en 2015. Buena parte de este cometido depende de los estímulos económicos y sociales que se alcancen durante la próxima década y esta tarea, más que nunca, depende de la creatividad, la innovación y la productividad de las personas que vean en sus bosques y mares un sano aliado para vivir con bienestar y con protección de los entornos familiares. WWF Colombia estima que los negocios verdes generan más de 21.000 empleos en el país y, a partir de su enorme potencial, los frentes proyectados quieren convertir sueños de muchos en realidades ambientales de largo aliento.
¿Qué tan verde está pensando el Pacífico?
“La diversidad es el verdadero oro de Chocó”. Esto lo afirma sin titubear Felipe Barney, oficial de Acceso a Mercado de WWF Colombia, parafraseando algo que se repite en Chocó. Para él existen nuevas formas de pensar entre las distintas comunidades del Pacífico que las hacen ver que existen alternativas viables a la extracción del oro, platino y maderas. “Esta situación no surge de la nada. Las poblaciones quieren cambiar el trato a sus tierras, porque han adelantado diferentes acciones surgidas de procesos de movilización social, que han tomado protagonismo desde hace algunas décadas. Muchos de ellos ven, a partir de errores que se han cometido históricamente, que existen alternativas para aumentar sus ingresos y no necesariamente a costa de la integridad de las selvas o los ríos. De los últimos años para acá, la gente en Chocó y otras zonas del Pacífico les han dado nuevos usos a los bosques que dan muestra de una voluntad más sostenible para el aprovechamiento de los recursos”, sentenció Barney.
Y si bien no es un secreto que las metas de sostenibilidad son cada vez más socializadas y adaptadas en el seno de las comunidades, como advierte Luis Fernando Gómez, aún queda un largo trecho para que en el occidente colombiano, y más concretamente en el andén del Pacífico, se vean los frutos en esta materia.
“No es solo dejar atrás el extractivismo. Debe haber mayor confianza inversionista y una desestigmatización de la región que la avale. Está bien el favorecer los planes de aprovechamiento de las especies de bosque y las soluciones basadas en la naturaleza, pero poco hacemos con ellas si no hay un marco legal diferenciado en lo étnico. Los negocios verdes tienen un potencial enorme, pero en Chocó y en el Pacífico hay muy pocos. Ahora, el reto de los que están es contar con inversiones de múltiples frentes que se proyecten al menos para los próximos cinco años y que cuenten con un sostenimiento de largo alcance, de al menos 10 o 20 años. Calidad e ideas hay… se puede trabajar en gestión de bosques, agricultura, artesanías, pesca, turismo de naturaleza y economías circulares; con esto habrá mayor control de deforestación y seguro mayores vínculos entre sectores locales con grandes empresas que les generen alternativas a las poblaciones asentadas para su bienestar”, concluyó el coordinador para el Pacífico de WWF Colombia.
El proyecto “Soluciones naturales Pacífico: negocios verdes para territorios sostenibles”, impulsado por WWF Colombia e ICCO Cooperación, y que hasta el momento se encuentra en su primera fase, es ejemplo de ello. Desde finales del año pasado, ambas organizaciones se unieron para identificar emprendimientos, empresas y proyectos innovadores y con potencial de inversión que contribuyan a la conservación de la biodiversidad, a la mitigación y adaptación al cambio climático, al fortalecimiento de economías sostenibles y al desarrollo y bienestar de las comunidades del Pacífico norte colombiano.
Sin embargo, desde ya hay emprendimientos verdes que sobresalen en la región. Felipe Barney destacó que sobre el río Atrato y en Bahía Solano, tan solo por mencionar un par de ejemplos, se la juegan por la diversidad, la creatividad y la sostenibilidad ambiental.
“Sobre el Atrato, en Vigía del Fuerte está Planeta, una empresa de las comunidades negras que están usando de manera sostenible la palma de açaí con miras a procesos de exportación. Aprovechan su pulpa y, aunque la tradición de este fruto se vea más en otras regiones o en países como Brasil, quieren ser pioneros en su uso ecológico como alimento y como insumo para productos cosméticos. Asimismo, en Bahía Solano está el proyecto “Vida salvaje”, de turismo de naturaleza, que promueve la observación de aves y la conservación de las especies nativas. Así ponen a participar a sus comunidades y cambian los estigmas del afrodescendiente empresario”, narró Barney.
Dentro de las iniciativas presentes en Chocó, junto con las ya mencionadas, hay una que llama particularmente la atención por ser un emprendimiento único en el país en cuanto al uso de fibras naturales como materia prima para hacer accesorios de moda.
Se trata de Arte y Joya, la empresa de la diseñadora de modas quibdoseña Leslie Valoyes, una mujer que, a partir de sus preocupaciones sociales en torno a los jóvenes de su ciudad, decidió articular moda con prevención de reclutamiento forzado.
En este momento su empresa es la única en el país que tiene licencia para hacer uso de fibras naturales del bosque como insumo para sus productos. “Mi moda va encaminada hacia un enfoque étnico y sostenible. La biodiversidad de mi Chocó es un componente esencial para dar con nuestro trabajo un tipo de solución al cambio climático. Por el calentamiento global y todo lo que significa, queremos que las tendencias del consumidor cambien y se dirijan a la protección del planeta”, señaló Valoyes.
Además este y su equipo buscan disminuir los usos del cuero en los bolsos y accesorios que fabrican. Según ella, en México, está naciendo la tendencia de usar cuero de cactus para sustituir la piel de animal y en Arte y Joya pretenden investigar más a fondo para adaptarse a ese tipo de cambios.
“Con esos materiales cuidamos nuestro hogar, generamos más empleo en población vulnerable y ayudamos a nuestros jóvenes a mejorar sus ingresos en la legalidad. No queremos que sean reclutados. En el último año han asesinado a 22 de ellos y no quiero ver eso más. Mi cuidado por el planeta por supuesto que los incluye y seguiremos luchando por ellos y para ellos, con la mente siempre en la biodiversidad”, sostuvo.
Tanto Valoyes como los demás emprendedores verdes en el Chocó y en Pacífico se centran en una premisa para trabajar ante la adversidad y sin cansancio: en esta región está todo por hacer.
Varias generaciones del Pacífico colombiano han sido testigos de cómo sus riquezas en biodiversidad, poco equiparables a escala mundial, son tan grandes como los problemas sociopolíticos y económicos que persisten en la región.
Las rentas por economías ilegales, la deforestación indiscriminada y los escalamientos de violencia armada, durante y después del conflicto armado colombiano, que han generado olas de desplazamiento forzado masivo o tasas altísimas de pobreza multidimensional, son muestra que desde el Tapón del Darién hasta el extremo suroccidental nariñense, hasta donde llega el Pacífico colombiano, se necesitan acciones y soluciones que sumen esfuerzos estatales y de la sociedad civil que vayan de la mano con las necesidades de las comunidades locales de acuerdo con su modo de vivir y aprovechando la amplia comprensión y conocimiento de su entorno natural.
Con cerca de 12 millones de hectáreas, el Pacífico colombiano alberga soluciones que prometen oportunidades para una recuperación económica, social y cultural justa e incluyente, consecuente con la conservación de sus ecosistemas y el bienestar que estos proveen a todo nivel en un escenario pospandemia.
Luis Fernando Gómez, coordinador de la Ecorregión Pacífico de WWF Colombia, insiste en que las brechas sociales que hay en los departamentos de esta región, haciendo hincapié en Chocó, se pueden cerrar paulatinamente si las capacidades institucionales entienden y se rigen bajo la lógica de que el contexto social actual no se puede desligar de las particularidades geográficas y de biodiversidad allí ubicadas.
“Aquí hay convergencia de muchos elementos biológicos y culturales, y por eso me refiero al Pacífico como una región bisagra. En ella converge el tránsito de especies que vienen desde Centroamérica y Norteamérica y, a su vez, alberga elementos naturales que provienen del sur de Suramérica. Esto la convierte en una de las regiones más biodiversas del mundo, con alrededor de 2.000 especies endémicas (que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta)Por eso, siendo uno de los hotspots con mayor diversidad a nivel global, es preciso ahondar y desarrollar opciones para que esta condición excepcional sea la base de una recuperación económica verde, justa y resiliente”.
En sus términos, es necesario que las prioridades y estrategias de gestión de estos territorios, desde lo institucional como desde la sociedad civil, incluyan aquellas iniciativas que mitiguen la deforestación y pérdida de biodiversidad, a partir de la profundización en su conocimiento y en la investigación, y constituyan una base para la innovación, la generación de valor y el desarrollo de un tejido empresarial que ofrezca oportunidades de empleo y transformación local, ingreso y condiciones laborales dignas, entre otras que garanticen bienestar para sus habitantes. “Transformaciones de esta naturaleza permitirán superar realidades críticas de la región que evidencian cifras alarmantes, como ser la región con los niveles más altos de pobreza en el país”, dijo Gómez.
Dejar atrás las técnicas extractivistas haciendo el tránsito hacia economías con agregación de valor es una de las primeras tareas que la sociedad colombiana tiene para afrontar este tipo de situaciones que, si bien en este caso se concentran en el occidente del país, sus flagelos llegan a prácticamente todo el territorio nacional.
Justamente, según un informe de monitoreo hecho por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), en el departamento de Chocó, de las miles de hectáreas deforestadas, 11.457 se ubicaron en ese departamento. Allí la situación es aún más crítica, teniendo en cuenta que el uso de sus suelos es más delicado y su vocación no siempre es productiva.
“La deforestación, por supuesto, es resultado de una diversidad de factores como la ampliación de la frontera agropecuaria, la explotación minera, la sobreexplotación de recursos forestales, el tráfico ilegal de madera, entre otros. Y esta deforestación promueve la degradación de los suelos chocoanos, mayormente ácidos y de baja productividad. A esto sumémosle las tensiones territoriales que generan y que se manifiestan con desplazamientos y pérdida de patrimonio cultural”, sintetizó Gómez.
Un cambio justo, verde y resiliente
Pero, ¿es entonces este un problema cíclico? ¿Las soluciones llegarán cuando las consecuencias ambientales sean irreversibles? Pobladores y algunos estudiosos de la región se lo preguntan. Sin embargo, en medio de este panorama, donde se siembran los abusos a las comunidades y al medioambiente, también está surgiendo una tendencia que, de a pocos, acapara hogares y brinda soluciones aterrizadas frente a las capacidades productivas: los emprendimientos verdes y sostenibles.
El exministro de Ambiente entre 2016 y 2018, Luis Gilberto Murillo, desde su gestión y su posterior paso por el programa de soluciones ambientales Martin Luther King, del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), viene insistiendo en que las soluciones naturales deben ser las primeras en alimentar las esperanzas de seguir adelante en medio de las dificultades.
“Hay que ir más allá de las palabras en apoyo a la biodiversidad para desarrollar biotecnologías y bioeconomías que den viabilidad a negocios verdes por los bosques y negocios azules en favor del mundo marítimo. En los años que vengan después del COVID-19 veremos cómo a partir de allí haremos avances importantes en el Pacífico norte. Esperamos que el sector público genere cambios robustos y que la armonía con nuestro entorno venga acompañada por beneficios sociales que sean incentivados y acompañados en un largo plazo”, indicó Murillo en un encuentro con WWF Colombia.
El exministro Murillo, siguiendo su línea argumentativa para robustecer los emprendimientos verdes, le dijo a este diario que “se deben promocionar iniciativas, proyectos y emprendimientos que potencien los negocios verdes asociados a los servicios ecosistémicos, incluyendo la promoción de la bioeconomía y sus cadenas de valor. En la región ya existe un acumulado valioso y avances importantes en este sentido. Destaco los proyectos de venta de carbono en los mercados voluntarios que impulsamos en el año 2017 con el establecimiento del impuesto nacional al carbono y su mecanismo de descuento o carbono-neutralidad. Ya se tiene 18 iniciativas con consejos comunitarios en todo el Pacífico, la mayoría en el Chocó, con 1.9 millones de hectáreas bajo proyectos REDD+”.
Y, a manera de cierre, no dejó de lado que si Colombia busca cumplir con estándares internacionales de justicia ambiental y de preservación de los ecosistemas, “el Convenio 169 de la OIT ratificado por Colombia a través de la Ley 21 de 1991 es clave. Así mismo, es fundamental que el Congreso ratifique el Acuerdo Escazú sobre acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe, que entre otras cosas me correspondió liderar su negociación final, cierre y firma por del gobierno colombiano”, indicó.
Las transiciones justas (que cierren brechas sociales), verdes (en armonía con la naturaleza) y resilientes (conscientes de los efectos del cambio climático) hacia un desarrollo sostenible, tan necesarias en Chocó y en todo el Pacífico, quieren alcanzar propósitos que le permitan al país acercarse a las metas de la Agenda 2030, trazadas desde el Acuerdo de París en 2015. Buena parte de este cometido depende de los estímulos económicos y sociales que se alcancen durante la próxima década y esta tarea, más que nunca, depende de la creatividad, la innovación y la productividad de las personas que vean en sus bosques y mares un sano aliado para vivir con bienestar y con protección de los entornos familiares. WWF Colombia estima que los negocios verdes generan más de 21.000 empleos en el país y, a partir de su enorme potencial, los frentes proyectados quieren convertir sueños de muchos en realidades ambientales de largo aliento.
¿Qué tan verde está pensando el Pacífico?
“La diversidad es el verdadero oro de Chocó”. Esto lo afirma sin titubear Felipe Barney, oficial de Acceso a Mercado de WWF Colombia, parafraseando algo que se repite en Chocó. Para él existen nuevas formas de pensar entre las distintas comunidades del Pacífico que las hacen ver que existen alternativas viables a la extracción del oro, platino y maderas. “Esta situación no surge de la nada. Las poblaciones quieren cambiar el trato a sus tierras, porque han adelantado diferentes acciones surgidas de procesos de movilización social, que han tomado protagonismo desde hace algunas décadas. Muchos de ellos ven, a partir de errores que se han cometido históricamente, que existen alternativas para aumentar sus ingresos y no necesariamente a costa de la integridad de las selvas o los ríos. De los últimos años para acá, la gente en Chocó y otras zonas del Pacífico les han dado nuevos usos a los bosques que dan muestra de una voluntad más sostenible para el aprovechamiento de los recursos”, sentenció Barney.
Y si bien no es un secreto que las metas de sostenibilidad son cada vez más socializadas y adaptadas en el seno de las comunidades, como advierte Luis Fernando Gómez, aún queda un largo trecho para que en el occidente colombiano, y más concretamente en el andén del Pacífico, se vean los frutos en esta materia.
“No es solo dejar atrás el extractivismo. Debe haber mayor confianza inversionista y una desestigmatización de la región que la avale. Está bien el favorecer los planes de aprovechamiento de las especies de bosque y las soluciones basadas en la naturaleza, pero poco hacemos con ellas si no hay un marco legal diferenciado en lo étnico. Los negocios verdes tienen un potencial enorme, pero en Chocó y en el Pacífico hay muy pocos. Ahora, el reto de los que están es contar con inversiones de múltiples frentes que se proyecten al menos para los próximos cinco años y que cuenten con un sostenimiento de largo alcance, de al menos 10 o 20 años. Calidad e ideas hay… se puede trabajar en gestión de bosques, agricultura, artesanías, pesca, turismo de naturaleza y economías circulares; con esto habrá mayor control de deforestación y seguro mayores vínculos entre sectores locales con grandes empresas que les generen alternativas a las poblaciones asentadas para su bienestar”, concluyó el coordinador para el Pacífico de WWF Colombia.
El proyecto “Soluciones naturales Pacífico: negocios verdes para territorios sostenibles”, impulsado por WWF Colombia e ICCO Cooperación, y que hasta el momento se encuentra en su primera fase, es ejemplo de ello. Desde finales del año pasado, ambas organizaciones se unieron para identificar emprendimientos, empresas y proyectos innovadores y con potencial de inversión que contribuyan a la conservación de la biodiversidad, a la mitigación y adaptación al cambio climático, al fortalecimiento de economías sostenibles y al desarrollo y bienestar de las comunidades del Pacífico norte colombiano.
Sin embargo, desde ya hay emprendimientos verdes que sobresalen en la región. Felipe Barney destacó que sobre el río Atrato y en Bahía Solano, tan solo por mencionar un par de ejemplos, se la juegan por la diversidad, la creatividad y la sostenibilidad ambiental.
“Sobre el Atrato, en Vigía del Fuerte está Planeta, una empresa de las comunidades negras que están usando de manera sostenible la palma de açaí con miras a procesos de exportación. Aprovechan su pulpa y, aunque la tradición de este fruto se vea más en otras regiones o en países como Brasil, quieren ser pioneros en su uso ecológico como alimento y como insumo para productos cosméticos. Asimismo, en Bahía Solano está el proyecto “Vida salvaje”, de turismo de naturaleza, que promueve la observación de aves y la conservación de las especies nativas. Así ponen a participar a sus comunidades y cambian los estigmas del afrodescendiente empresario”, narró Barney.
Dentro de las iniciativas presentes en Chocó, junto con las ya mencionadas, hay una que llama particularmente la atención por ser un emprendimiento único en el país en cuanto al uso de fibras naturales como materia prima para hacer accesorios de moda.
Se trata de Arte y Joya, la empresa de la diseñadora de modas quibdoseña Leslie Valoyes, una mujer que, a partir de sus preocupaciones sociales en torno a los jóvenes de su ciudad, decidió articular moda con prevención de reclutamiento forzado.
En este momento su empresa es la única en el país que tiene licencia para hacer uso de fibras naturales del bosque como insumo para sus productos. “Mi moda va encaminada hacia un enfoque étnico y sostenible. La biodiversidad de mi Chocó es un componente esencial para dar con nuestro trabajo un tipo de solución al cambio climático. Por el calentamiento global y todo lo que significa, queremos que las tendencias del consumidor cambien y se dirijan a la protección del planeta”, señaló Valoyes.
Además este y su equipo buscan disminuir los usos del cuero en los bolsos y accesorios que fabrican. Según ella, en México, está naciendo la tendencia de usar cuero de cactus para sustituir la piel de animal y en Arte y Joya pretenden investigar más a fondo para adaptarse a ese tipo de cambios.
“Con esos materiales cuidamos nuestro hogar, generamos más empleo en población vulnerable y ayudamos a nuestros jóvenes a mejorar sus ingresos en la legalidad. No queremos que sean reclutados. En el último año han asesinado a 22 de ellos y no quiero ver eso más. Mi cuidado por el planeta por supuesto que los incluye y seguiremos luchando por ellos y para ellos, con la mente siempre en la biodiversidad”, sostuvo.
Tanto Valoyes como los demás emprendedores verdes en el Chocó y en Pacífico se centran en una premisa para trabajar ante la adversidad y sin cansancio: en esta región está todo por hacer.