Negocios verdes en Chocó que mejoran la vida de la gente y conservan la naturaleza
A principios de 2021, siete empresas del Chocó o con influencia en esta región fueron identificadas como negocios sostenibles con potencial de inversión de impacto. Arte y Joya, un taller de arte y moda en Quibdó, y La Merluza, una comercializadora de Bahía Solano que le apuesta a la pesca artesanal sostenible, demuestran que sí es posible emprender con impacto social y ambiental.
“Yo creo que el activo más grande que tenemos como territorio para competir es lo que la selva nos da. La biodiversidad es el verdadero oro que tienen el Chocó y el andén pacífico colombiano. Eso es lo que nos da toda la inspiración”, dice Leslie Yohanna Valoyes, empresaria chocoana y diseñadora de Arte y Joya, una asociación de artesanos, diseñadores y confeccionistas de Quibdó que tienen en la riqueza natural y cultural de su región no solo su musa, sino también la fuente de sus insumos, especialmente de fibras vegetales.
En Colombia, la región del Pacífico Norte, ubicado en el norte del Chocó biogeográfico o ecorregión Chocó-Darién, posee una enorme riqueza biológica y cultural. De ella hacen parte los departamentos de Chocó, una parte de Antioquia y otra más pequeña de Risaralda. Sus ecosistemas (88 % continentales y 12 % marinos) son considerados ejes estructurales para los procesos socioeconómicos y ecológicos en el territorio.
A esto se suma su enorme diversidad sociocultural con condiciones particulares: el 78% corresponde a territorios colectivos étnicos y el 88% de su población, a pueblos indígenas y negros. Sin embargo, históricamente, el Chocó ha concentrado los más altos índices de pobreza a nivel nacional, cifra que podría haber aumentado hoy en un escenario de pandemia. Y es que, según el DANE, en Colombia hay alrededor de 21 millones de personas en la pobreza y más de siete millones, en la pobreza extrema. Esto no solo implica riesgos para la gente, sino para los ecosistemas que sustentan la vida al ser sometidos a grandes presiones.
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Las soluciones financiables basadas en la naturaleza
“La región del Pacífico Norte enfrenta amenazas a su biodiversidad a causa de actividades extractivas, el uso no sostenible de los recursos renovables y no renovables. Entre esas están la minería ilegal, la tala y el comercio ilegal de madera, la sobreexplotación de recursos pesqueros, la expansión de cultivos ilícitos, entre otros, así como la falta de oportunidades para que las comunidades desarrollen alternativas económicas sustentables”, resalta Luis Fernando Gómez, coordinador para la Región del Pacífico de WWF Colombia. “En este contexto, es necesario fortalecer soluciones derivadas del aprovechamiento sostenible de sus recursos naturales y con un potencial de inversión que les permita robustecer sus impactos sociales y ambientales positivos”.
Precisamente, Arte y Joya es uno de los siete casos identificados durante la fase de ‘descubrimiento’ del proyecto Soluciones Naturales Pacífico: negocios verdes para territorios sostenibles, una iniciativa financiada por el Fondo Holandés para el Clima y el Desarrollo (DFCD, por su sigla en inglés), liderada por WWF Colombia en alianza con ICCO Cooperación y que cuenta con el apoyo técnico de Truvalu y El Lab.
En su fase de ‘descubrimiento’, Soluciones Naturales Pacífico realizó una convocatoria a finales de 2020 y, de las empresas preseleccionadas, se escogieron siete casos destacados que recibieron acompañamiento técnico para fortalecer sus propuestas de inversión para el DFCD y otros inversionistas y donantes. Dicha inversión puede darse a través de capital, deuda o una combinación de ambas.
La iniciativa, que próximamente entrará en su segunda fase, busca contribuir a la generación de mayores oportunidades de inversión en emprendimientos innovadores que generan un rendimiento financiero y que tienen un impacto positivo en la naturaleza y en el clima, al mismo tiempo que fortalecen economías sostenibles y aportan al desarrollo del Pacífico Norte colombiano.
La damagua: el ‘cuero vegetal’
Detrás de Arte y Joya hay toda una historia de lucha y esfuerzo para hacer empresa. Antes de que se creara, en 2012, Leslie Valoyes hacía parte de Damaguarte, un emprendimiento en el que se usaban fibras como la damagua (Poulsenia armata) para elaborar piezas de marroquinería como bolsos, billeteras, entre otros accesorios. Sin embargo, en ese entonces, el aprovechamiento de la damagua fue declarado ilegal por la Corporación Autónoma del Chocó (CODECHOCÓ), pues no podía garantizarse su aprovechamiento sostenible.
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La damagua, conocida por muchos como el ‘cuero vegetal’, es un árbol distribuido en bosques tropicales desde el nivel del mar hasta los 2000 metros de altitud, entre el sur de México hasta la Amazonia boliviana. En Colombia, se ha registrado en la región amazónica, la costa Caribe y el Chocó. Un individuo de la especie puede llegar a medir hasta 30 metros de alto. La fibra se extrae al pelar su corteza y retirar la fibra en su interior, sin que ello implique la desaparición del árbol y su aprovechamiento se realiza en bosque natural.
Ante la imposibilidad de seguir usando la damagua, Leslie tuvo que cerrar su negocio y empezar Arte y Joya con una socia nueva, elaborando otro tipo de productos, como trajes de carnaval para las famosas fiestas de San Pacho de Quibdó. Pero, en simultáneo, siguió luchando para convertir a la damagua en una ‘fibra legal’.
“Hoy, se ha logrado ese sueño de tener un plan de manejo sostenible para su aprovechamiento en el Chocó”, señala Leslie destacando cómo se logró que la principal materia prima de Arte y Joya se pudiera volver a usar. A partir de la damagua, Arte y Joya elabora bolsos, billeteras, entre otros productos, con diseños artesanales únicos para cada pieza e inspirados en la desbordante naturaleza del Chocó.
Bahía Solano y el “mejor pescado fresco del país”
Para Jorge Chica, de la comercializadora La Merluza, en Bahía Solano, su apuesta por la pesca artesanal comenzó en el año 2000, cuando se asoció con su hermano. Cuenta que, aunque al principio el tema de la sostenibilidad no lo tenía en el radar, siempre le apostó por mejorar las condiciones de vida para la región que lo adoptó desde que tenía tres años. Pero cuando la región enfrentó una baja de la pesca, su mirada y la de muchos líderes y pescadores artesanales, cambió.
“En 2006 tuvimos un colapso, porque ya el pescador no hacía ni siquiera para subsistir. Mientras que, en el 2000, cuando empezamos, podíamos comprar dos o tres toneladas de pargo, en el 2006 no comprábamos ni 300 kilos. Entendimos que nosotros mismos nos estábamos acabando al utilizar toda clase de artes de pesca que nos llegaban”, narra Jorge. Frente a tal desafío, los pescadores artesanales y la comunidad se empezaron a organizar, lo que terminó en la creación de la Zona Exclusiva de Pesca Artesanal (ZEPA) de Bahía Solano y Juradó, donde se limitó la entrada de barcos industriales, entre otras decisiones.
En ese entonces comprendieron que era necesario comprar pescado por encima de la talla media de madurez, para garantizar que los ejemplares se hayan reproducido al menos una vez, así como comprar diferentes clases de pescado, pues hay algunas especies más golpeadas que otras por la actividad. Pero, sobre todo, entendieron que era necesario eliminar de la zona a aquellos artes de pesca no sostenibles, como el trasmallo, el trancador y el chinchorro. Hoy estos se usan únicamente para obtener carnada, mientras que las chernas, merluzas, pargos y atunes, entre otras especies, se capturan solo con línea de mano y espinel.
En la actualidad, Jorge comenta con orgullo que la pesquera La Merluza vende “el mejor producto fresco del país”. Tienen sus propias embarcaciones y el grupo de pescadores artesanales con los que trabaja pertenecen a una asociación. “Podemos garantizar que ese pescado que le llega al consumidor con máximo 36 horas de captura viene de un proceso que cumple con toda la normatividad nacional, pero al mismo tiempo, potencializa la pesca artesanal responsable, cuida nuestro ecosistema y se enfoca en que nuestros pescadores también tengan una vida digna”, comenta el empresario.
Su participación en Soluciones Naturales Pacífico
“Los casos identificados durante esta fase, como el de Arte y Joya y la pesquera La Merluza, justamente, son soluciones financiables basadas en la naturaleza, porque tienen la capacidad de crear retornos ambientales positivos y representan interés de inversión para las instituciones financieras, el sector privado y la sociedad civil o la filantropía”, explica Luis Fernando Gómez. Este tipo de negocios son clave para una recuperación económica verde (en armonía con la naturaleza), justa (que cierre brechas sociales) y resiliente (consciente de los efectos del cambio climático) que permitan una efectiva transición hacia un verdadero desarrollo sostenible en el país.
Así pues, para el emprendimiento de Leslie, participar en la convocatoria de Soluciones Naturales Pacífico no solo les ayudó a fortalecer su estructura administrativa y financiera y definir mejor su modelo de negocio. “Este proceso también nos permitió hacer una alianza con el consejo comunitario de ACABA, que son los responsables de todo este territorio donde se extraen las fibras, para hacer un proceso de construcción social con ellos, entender las necesidades de los extractores y del territorio. Todo ello se ha ido encadenando para salir al mercado más conscientes, más sólidos, y que podamos escalonarnos hacia nuevas metas”, concluye la diseñadora y empresaria.
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Por su parte, con su participación en Soluciones Naturales Pacífico, La Merluza aterrizó un sueño y, al mismo tiempo, “nos ayudó a no tenerle miedo a una inversión y a que debíamos lanzarnos al agua”, cuenta Jorge. Teniendo en cuenta la abundancia de peces entre abril y julio, tienen dos propuestas para ampliar el negocio y aprovechar los excedentes de producto que terminan bajando los precio en el mercado.
De esta manera, Jorge y sus socios proponen, por un lado, un proyecto de atún enlatado y, por el otro, uno de atmósfera modificada para varios tipos de pescado. Empacar bajo esta última técnica controla el ambiente gaseoso contenido dentro de cada envase, para alargar la vida del producto. Esto le permitiría, en el caso del pescado, que se conservara fresco hasta un mes y medio. “Esto podría tener un gran impacto para Bahía Solano, Juradó y también en el municipio de Nuquí, pues podrían vendernos el excedente de pescado sin que terminen perdiendo el producto o vendiéndolo a un precio muy bajo”, enfatiza Jorge. “Nuestro principal objetivo es que esta clase de pesca se siga haciendo, que sea sostenible en todo sentido, para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan seguir viviendo de esto”, concluye el empresario.
“Yo creo que el activo más grande que tenemos como territorio para competir es lo que la selva nos da. La biodiversidad es el verdadero oro que tienen el Chocó y el andén pacífico colombiano. Eso es lo que nos da toda la inspiración”, dice Leslie Yohanna Valoyes, empresaria chocoana y diseñadora de Arte y Joya, una asociación de artesanos, diseñadores y confeccionistas de Quibdó que tienen en la riqueza natural y cultural de su región no solo su musa, sino también la fuente de sus insumos, especialmente de fibras vegetales.
En Colombia, la región del Pacífico Norte, ubicado en el norte del Chocó biogeográfico o ecorregión Chocó-Darién, posee una enorme riqueza biológica y cultural. De ella hacen parte los departamentos de Chocó, una parte de Antioquia y otra más pequeña de Risaralda. Sus ecosistemas (88 % continentales y 12 % marinos) son considerados ejes estructurales para los procesos socioeconómicos y ecológicos en el territorio.
A esto se suma su enorme diversidad sociocultural con condiciones particulares: el 78% corresponde a territorios colectivos étnicos y el 88% de su población, a pueblos indígenas y negros. Sin embargo, históricamente, el Chocó ha concentrado los más altos índices de pobreza a nivel nacional, cifra que podría haber aumentado hoy en un escenario de pandemia. Y es que, según el DANE, en Colombia hay alrededor de 21 millones de personas en la pobreza y más de siete millones, en la pobreza extrema. Esto no solo implica riesgos para la gente, sino para los ecosistemas que sustentan la vida al ser sometidos a grandes presiones.
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Las soluciones financiables basadas en la naturaleza
“La región del Pacífico Norte enfrenta amenazas a su biodiversidad a causa de actividades extractivas, el uso no sostenible de los recursos renovables y no renovables. Entre esas están la minería ilegal, la tala y el comercio ilegal de madera, la sobreexplotación de recursos pesqueros, la expansión de cultivos ilícitos, entre otros, así como la falta de oportunidades para que las comunidades desarrollen alternativas económicas sustentables”, resalta Luis Fernando Gómez, coordinador para la Región del Pacífico de WWF Colombia. “En este contexto, es necesario fortalecer soluciones derivadas del aprovechamiento sostenible de sus recursos naturales y con un potencial de inversión que les permita robustecer sus impactos sociales y ambientales positivos”.
Precisamente, Arte y Joya es uno de los siete casos identificados durante la fase de ‘descubrimiento’ del proyecto Soluciones Naturales Pacífico: negocios verdes para territorios sostenibles, una iniciativa financiada por el Fondo Holandés para el Clima y el Desarrollo (DFCD, por su sigla en inglés), liderada por WWF Colombia en alianza con ICCO Cooperación y que cuenta con el apoyo técnico de Truvalu y El Lab.
En su fase de ‘descubrimiento’, Soluciones Naturales Pacífico realizó una convocatoria a finales de 2020 y, de las empresas preseleccionadas, se escogieron siete casos destacados que recibieron acompañamiento técnico para fortalecer sus propuestas de inversión para el DFCD y otros inversionistas y donantes. Dicha inversión puede darse a través de capital, deuda o una combinación de ambas.
La iniciativa, que próximamente entrará en su segunda fase, busca contribuir a la generación de mayores oportunidades de inversión en emprendimientos innovadores que generan un rendimiento financiero y que tienen un impacto positivo en la naturaleza y en el clima, al mismo tiempo que fortalecen economías sostenibles y aportan al desarrollo del Pacífico Norte colombiano.
La damagua: el ‘cuero vegetal’
Detrás de Arte y Joya hay toda una historia de lucha y esfuerzo para hacer empresa. Antes de que se creara, en 2012, Leslie Valoyes hacía parte de Damaguarte, un emprendimiento en el que se usaban fibras como la damagua (Poulsenia armata) para elaborar piezas de marroquinería como bolsos, billeteras, entre otros accesorios. Sin embargo, en ese entonces, el aprovechamiento de la damagua fue declarado ilegal por la Corporación Autónoma del Chocó (CODECHOCÓ), pues no podía garantizarse su aprovechamiento sostenible.
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La damagua, conocida por muchos como el ‘cuero vegetal’, es un árbol distribuido en bosques tropicales desde el nivel del mar hasta los 2000 metros de altitud, entre el sur de México hasta la Amazonia boliviana. En Colombia, se ha registrado en la región amazónica, la costa Caribe y el Chocó. Un individuo de la especie puede llegar a medir hasta 30 metros de alto. La fibra se extrae al pelar su corteza y retirar la fibra en su interior, sin que ello implique la desaparición del árbol y su aprovechamiento se realiza en bosque natural.
Ante la imposibilidad de seguir usando la damagua, Leslie tuvo que cerrar su negocio y empezar Arte y Joya con una socia nueva, elaborando otro tipo de productos, como trajes de carnaval para las famosas fiestas de San Pacho de Quibdó. Pero, en simultáneo, siguió luchando para convertir a la damagua en una ‘fibra legal’.
“Hoy, se ha logrado ese sueño de tener un plan de manejo sostenible para su aprovechamiento en el Chocó”, señala Leslie destacando cómo se logró que la principal materia prima de Arte y Joya se pudiera volver a usar. A partir de la damagua, Arte y Joya elabora bolsos, billeteras, entre otros productos, con diseños artesanales únicos para cada pieza e inspirados en la desbordante naturaleza del Chocó.
Bahía Solano y el “mejor pescado fresco del país”
Para Jorge Chica, de la comercializadora La Merluza, en Bahía Solano, su apuesta por la pesca artesanal comenzó en el año 2000, cuando se asoció con su hermano. Cuenta que, aunque al principio el tema de la sostenibilidad no lo tenía en el radar, siempre le apostó por mejorar las condiciones de vida para la región que lo adoptó desde que tenía tres años. Pero cuando la región enfrentó una baja de la pesca, su mirada y la de muchos líderes y pescadores artesanales, cambió.
“En 2006 tuvimos un colapso, porque ya el pescador no hacía ni siquiera para subsistir. Mientras que, en el 2000, cuando empezamos, podíamos comprar dos o tres toneladas de pargo, en el 2006 no comprábamos ni 300 kilos. Entendimos que nosotros mismos nos estábamos acabando al utilizar toda clase de artes de pesca que nos llegaban”, narra Jorge. Frente a tal desafío, los pescadores artesanales y la comunidad se empezaron a organizar, lo que terminó en la creación de la Zona Exclusiva de Pesca Artesanal (ZEPA) de Bahía Solano y Juradó, donde se limitó la entrada de barcos industriales, entre otras decisiones.
En ese entonces comprendieron que era necesario comprar pescado por encima de la talla media de madurez, para garantizar que los ejemplares se hayan reproducido al menos una vez, así como comprar diferentes clases de pescado, pues hay algunas especies más golpeadas que otras por la actividad. Pero, sobre todo, entendieron que era necesario eliminar de la zona a aquellos artes de pesca no sostenibles, como el trasmallo, el trancador y el chinchorro. Hoy estos se usan únicamente para obtener carnada, mientras que las chernas, merluzas, pargos y atunes, entre otras especies, se capturan solo con línea de mano y espinel.
En la actualidad, Jorge comenta con orgullo que la pesquera La Merluza vende “el mejor producto fresco del país”. Tienen sus propias embarcaciones y el grupo de pescadores artesanales con los que trabaja pertenecen a una asociación. “Podemos garantizar que ese pescado que le llega al consumidor con máximo 36 horas de captura viene de un proceso que cumple con toda la normatividad nacional, pero al mismo tiempo, potencializa la pesca artesanal responsable, cuida nuestro ecosistema y se enfoca en que nuestros pescadores también tengan una vida digna”, comenta el empresario.
Su participación en Soluciones Naturales Pacífico
“Los casos identificados durante esta fase, como el de Arte y Joya y la pesquera La Merluza, justamente, son soluciones financiables basadas en la naturaleza, porque tienen la capacidad de crear retornos ambientales positivos y representan interés de inversión para las instituciones financieras, el sector privado y la sociedad civil o la filantropía”, explica Luis Fernando Gómez. Este tipo de negocios son clave para una recuperación económica verde (en armonía con la naturaleza), justa (que cierre brechas sociales) y resiliente (consciente de los efectos del cambio climático) que permitan una efectiva transición hacia un verdadero desarrollo sostenible en el país.
Así pues, para el emprendimiento de Leslie, participar en la convocatoria de Soluciones Naturales Pacífico no solo les ayudó a fortalecer su estructura administrativa y financiera y definir mejor su modelo de negocio. “Este proceso también nos permitió hacer una alianza con el consejo comunitario de ACABA, que son los responsables de todo este territorio donde se extraen las fibras, para hacer un proceso de construcción social con ellos, entender las necesidades de los extractores y del territorio. Todo ello se ha ido encadenando para salir al mercado más conscientes, más sólidos, y que podamos escalonarnos hacia nuevas metas”, concluye la diseñadora y empresaria.
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Por su parte, con su participación en Soluciones Naturales Pacífico, La Merluza aterrizó un sueño y, al mismo tiempo, “nos ayudó a no tenerle miedo a una inversión y a que debíamos lanzarnos al agua”, cuenta Jorge. Teniendo en cuenta la abundancia de peces entre abril y julio, tienen dos propuestas para ampliar el negocio y aprovechar los excedentes de producto que terminan bajando los precio en el mercado.
De esta manera, Jorge y sus socios proponen, por un lado, un proyecto de atún enlatado y, por el otro, uno de atmósfera modificada para varios tipos de pescado. Empacar bajo esta última técnica controla el ambiente gaseoso contenido dentro de cada envase, para alargar la vida del producto. Esto le permitiría, en el caso del pescado, que se conservara fresco hasta un mes y medio. “Esto podría tener un gran impacto para Bahía Solano, Juradó y también en el municipio de Nuquí, pues podrían vendernos el excedente de pescado sin que terminen perdiendo el producto o vendiéndolo a un precio muy bajo”, enfatiza Jorge. “Nuestro principal objetivo es que esta clase de pesca se siga haciendo, que sea sostenible en todo sentido, para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan seguir viviendo de esto”, concluye el empresario.