Publicidad

Océanos y costas: mares de oportunidades para enfrentar el cambio climático

Aunque ecosistemas como los pastos marinos o los manglares son más eficaces en la captura de carbono que otros sistemas naturales de tierra, la atención sobre cómo el océano y los hábitats costeros pueden contribuir en la mitigación y adaptación al cambio climático es reciente.

10 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
En Colombia existen 280.000 hectáreas de manglares según el Ministerio de Ambiente. / Pixabay.
En Colombia existen 280.000 hectáreas de manglares según el Ministerio de Ambiente. / Pixabay.
Foto: Pixabay
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Cuando consideramos que el 71 % de la superficie de la Tierra está cubierta por agua, entendemos que los océanos y los ecosistemas costeros representan, literal y metafóricamente, mares de oportunidades para mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático. Pero antes de llegar hasta este punto se debe tener en cuenta que actualmente estos sistemas naturales se ven amenazados por varios factores de riesgo.

John Kerry, enviado presidencial especial de Estados Unidos para el Clima, lo describió de la siguiente manera: “No se pueden proteger los océanos sin resolver el cambio climático y no se puede resolver el cambio climático sin proteger los océanos”. Y para entender la afirmación de Kerry es necesario comprender la relación que existe entre los beneficios que ofrecen estos ecosistemas para enfrentar la crisis climática y los riesgos que el mismo cambio climático representa para estos sistemas.

Empecemos por los beneficios. En 2012, un artículo publicado en la revista Nature Geoscience describió que una hectárea de pastos marinos puede almacenar el carbono de manera más eficaz que las selvas tropicales en un espacio similar. Además, estas praderas ofrecen un hábitat seguro para la cría a una quinta parte de las 25 pesquerías más grandes del mundo, según un estudio publicado en 2018 en Conservation Letters.

También puede leer: Ciudades sostenibles: ciudades donde gana la naturaleza

Por otra parte, investigaciones publicadas en prestigiosas revistas como Nature, así como otras adelantadas por la Agencia de la Naturaleza de Escocia, encontraron que los sedimentos del fondo marino pueden almacenar más carbono que los ecosistemas de turbera -un tipo de humedal en el cual, sobre la superficie, se acumulan capas de material orgánico en estado de descomposición-, mientras que los manglares podrían llegar a capturar entre tres y cinco veces más carbono que los bosques tropicales.

Pero los beneficios de estos ecosistemas van más allá de la captura de carbono. Los manglares y los arrecifes de coral “merman la energía de las olas, evitan procesos de erosión costera y son barreras tremendamente fuertes y comprobadas ante sistemas de máximo oleaje”, apunta Luis Alonso Zapata Padilla, coordinador marino costero de WWF Colombia.

Estos ecosistemas de carbono azul también ayudan a mejorar la resistencia de los océanos frente a la acidificación; son fundamentales para la seguridad alimentaria, ya que buena parte de las capturas de la pesquería de pequeña escala en los trópicos depende directa o indirectamente de los manglares; proporcionan hábitats para especies marinas y terrestres; filtran el agua, y generan impactos económicos positivos para las comunidades costeras al crear oportunidades de turismo y recreación.

En el caso colombiano, a pesar de contar con dos océanos (mar Caribe y océano Pacífico), la riqueza pesquera es reducida a diferencia de otros países de la región, como Perú, Chile y Ecuador. “¿Cómo se suple para Colombia esa baja productividad pesquera?”, se pregunta Zapata y continúa con la respuesta: “Con el aporte de los ríos que van arrastrando nutrientes, eso se combina con los manglares y es lo que le da la importancia al estuario del río y el manglar”. Una verdadera simbiosis entre los ríos y mares.

Le puede interesar: Comprar el banano pecoso y otras formas de comer más sostenible

Antes de abordar los riesgos a los que se ven expuestos estos ecosistemas por cuenta del cambio climático, el experto de WWF hace un llamado por otra clase de amenazas que enfrentan estos sistemas, particularmente los manglares. A grandes rasgos, son dos: la contaminación por derrame de hidrocarburos o por plástico. Sobre esta Zapata señala que, paradójicamente, es un fenómeno que se origina en comunidades lejanas a costa y cuya solución recae principalmente en sensibilizar sobre un mejor manejo de los residuos sólidos, tecnificar los sitios para la disposición de residuos, así como el fortalecimiento del reciclaje. Y la segunda amenaza es la tala, “que es un tema de control y vigilancia, de sensibilización en algunos casos y de falta de alternativas productivas”, apunta Zapata sobre esta problemática.

Ahora, las investigaciones han señalado severos efectos sobre los océanos y ecosistemas marinos si no se toman acciones frente a la crisis climática. El calentamiento del agua y la acidificación son los fenómenos que mayor llaman la atención. Ambos procesos, que ocurren de manera simultánea, podrían tener impacto en la pérdida de los arrecifes de coral, la homogeneización de la biodiversidad que albergan estos sistemas, la pérdida de especies y el aporte de oxígeno que los océanos realizan.

“La sobreexplotación pesquera y la explotación de los fondos marinos pueden provocar una alteración química y biológica de los ciclos naturales que impulsan el secuestro y almacenamiento de carbono. Estos cambios pueden reducir la capacidad de los ecosistemas marinos para secuestrar y almacenar CO2”, explica a su vez el informe Blue Print de WWF. Ahora bien, este mismo documento muestra cuatro líneas sobre las cuales se puede trabajar para conservar los ecosistemas de carbono azul, así como los aportes de estos en la mitigación y adaptación al cambio climático.

En primer lugar, “los países deben aumentar sus esfuerzos para captar y reforzar la contribución de los ecosistemas costeros y oceánicos a la mitigación de los gases de efecto invernadero y a los esfuerzos de adaptación al clima, lo que requiere proteger y restaurar manglares, pantanos salinos, pastos marinos y otros ecosistemas que almacenan carbono”. Como segundo punto se propone hacer de la naturaleza una parte clave de la solución; mientras que como tercera medida se llama la atención sobre el rol que cumplen las personas y comunidades que habitan cerca de estos ecosistemas en los cambios transformadores que requiere el planeta. Por último, se indica la necesidad de unir las agendas financieras del clima y los océanos, ya que, como lo aclaran, si el financiamiento climático está muy por debajo de lo que se necesita para mantener el aumento de la temperatura dentro de los 1,5° C, el de las soluciones climáticas oceánicas está más abajo aún.

Puede interesarle: Economía verde y sostenible, el horizonte del sistema financiero colombiano

Asimismo, Zapata hace énfasis en las acciones que se requieren para conservar las cerca de 280.000 hectáreas de manglares que existen en Colombia (cifra oficial del Ministerio de Ambiente). Además de las presiones ya señaladas, el coordinador marino costero dice que lo que sucede en las cuencas altas de los ríos (deforestación, contaminación e interrupción de flujos) y la tala directa de los manglares son los dos mayores peligros para este ecosistema.

Advierte que con más lluvias se incrementaría “el caudal y el aporte de los ríos hacia el mar. Cuando llegan a la zona del estero, propiamente a la boca del río, hace que el agua sea más dulce, y eso tiene una afectación directa sobre la zona costera y la dinámica ecológica de los organismos allí presentes”. Mientras que la acidificación del agua altera el pH de esta e impacta sobre los procesos del manglar, y, por su parte, la tala reduce la cobertura del manglar e impacta sobre su fauna asociada.

Para Zapata, la clave está en la restauración y en el trabajo con la comunidad, coincidiendo con la tercera medida propuesta en el informe “Blue Print”. “De alguna manera es tratar de compensar los procesos de tala, de pérdida de tierras, entrando a restaurar con la siembra de mangle y el restablecimiento hidrológico de las zonas afectadas, y ahí la base del éxito es el trabajo con la comunidad”, apunta el experto.

Zapata finaliza aclarando que, por las dinámicas de crecimiento urbano y las intervenciones de infraestructura, esas acciones deberían centrarse en los manglares del Caribe (pese a que, en esta región, según cifras oficiales del Ministerio de Ambiente, solo se concentra el 32 % de este ecosistema en el país). Los manglares del Pacífico (el restante 68 %), a pesar de estar mejor conservados, requieren también acciones urgentes que prevengan su deterioro y pérdida de servicios ecosistémicos.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar