Un pacto para conservar la región donde está el 30 % de las reservas de agua dulce
Diferentes actores del sector ambiental, productivo, académico y estatal se han unido para impulsar el desarrollo sostenible de la Orinoquía, la cuenca que concentra el 30% de las reservas de agua dulce del país. ¿Cómo lo están haciendo?
Colombia es uno de los pocos países megadiversos que hay en el planeta, y aunque gran parte de la biodiversidad está en la Amazonía, hay otra región igual de importante que ocupa el 30 % del territorio nacional: la Orinoquía. Por mencionar algunas de sus características, en este lugar convergen los Andes y el Amazonas, también se encuentra la segunda cuenca más biodiversa del mundo, tiene la mayor extensión de sabanas naturales de Colombia, y alberga el 48 % de los humedales continentales del país.
En cuatro de los departamentos que lo componen se han observado 32.383 especies de plantas y animales, que han sido registradas en el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB): Meta, 17.007; Casanare, 6.375; Vichada, 4.814; y Arauca, 4.187. A esto se suma que la región es un corredor estratégico para las aves migratorias, por la cantidad que llegan en diferentes épocas del año.
(Lea: Proteger el 1,2% de la Tierra evitaría la extinción de las especies más amenazadas)
En los últimos 20 años, Colombia ha promovido el desarrollo de la región para la satisfacción de la demanda nacional e internacional de alimentos y energía. Para Fernando Leyva, líder del paisaje icónico de la Orinoquía de The Nature Conservancy (TNC Colombia), se ha desconocido la importancia de la región para la conservación del capital natural y cultural del país.
En efecto, agrega, estos procesos no han tenido en cuenta aspectos ambientales y de gestión sostenible de los recursos naturales, por lo que podrían llevar a puntos de quiebre para la conservación de ecosistemas estratégicos, como las sabanas inundables, las sabanas onduladas, las sabanas de altillanura, los humedales, los ríos y los morichales.
“Primero, no protegemos lo que no conocemos. Por tal razón, hay que tener muy claro cuáles son los valores de biodiversidad que hay que conservar. Con base en lo anterior, es posible definir en dónde no puede permitirse la transformación de ecosistemas, en dónde puede haber transformación condicionada, y en dónde es preciso restaurar lo que ya ha sido transformado”, menciona Claudia Vásquez, directora de TNC Colombia.
(Lea: A sumar esfuerzos para resguardar a la Orinoquia colombiana)
En palabras de Leyva, “la Orinoquia es el lugar para hacer lo que Colombia nunca he hecho en su historia: planificar antes de transformar”. Y en ese sentido, un aspecto importante es el ordenamiento territorial. “Adicionalmente, acostumbramos a hablar de ordenamiento del suelo. Pero, la Orinoquía no puede planificarse sin tener en cuenta el agua”, agrega.
¿Cuál es el reto? A los ojos de Leyva, en el país todavía “es necesario llevar este mensaje a todos los niveles, desde el nivel macro de paisaje, hasta el nivel de cada finca. Debe ser un trabajo integral y multiescalar, en el que todas las manos son necesarias”. Por esto, en 2018, TNC Colombia, con otros aliados, empezó a impulsar una plataforma que busca consolidar una visión y esfuerzo conjuntos entre el sector ambiental y los principales sectores productivos de la Orinoquía, para que sus acciones en el territorio estén enfocadas en conciliar y alinear intereses de conservación, desarrollo sostenible y bienestar de la población.
Se trata del Pacto Orinoquia Sostenible, una plataforma que “busca construir una visión común del desarrollo sostenible de la región. Al principio nos reunimos con los que piensan igual que nosotros, pero poco a poco el grupo se ha extendido para unir a los que no piensan igual, pero que tienen intereses y con quienes hay que llegar a acuerdos”, menciona la directora de TNC Colombia.
En otras palabras, el pacto es un modelo de conservación en el que participan múltiples actores, y que no busca aislar a la naturaleza de las personas, sino incentivar el desarrollo sostenible de la región a través del conocimiento y manejo de los motores de transformación, y conservación de la región. Su plan de acción se concentra en cuatro temas centrales: mejorar procesos de toma de decisiones, gobernanza del suelo y el agua, crear modelos de negocio sostenibles, y posicionar a la Orinoquia a nivel nacional e internacional.
“Desde el último semestre del año anterior, estamos teniendo reuniones cada mes y medio. Nos hemos fortalecido para ser más innovadores y efectivos en la colaboración, evaluación y escalamiento de iniciativas de interés común”, dice Fernando Leyva.
La plataforma se ha ido convirtiendo en un espacio de conversación donde no solo el sector ambiental expresa sus ideas. El sector productivo también tiene voz en las discusiones que se plantean, pues como menciona Vásquez, ellos también sufren las consecuencias de las crisis que enfrenta el planeta, como la vulnerabilidad climática o la variabilidad de disponibilidad hídrica. “Ellos también necesitan saber ante qué escenarios estamos, qué tienen que enfrentar y cómo se van a adaptar. Es un sector que procura hacer las cosas de la mejor manera, pero son conscientes de que no pueden hacerlo solos”, agrega la directora.
Inicialmente, el accionar del pacto se concentró en el departamento del Meta, pero poco a poco se ha ido extendiendo a Casanare, donde se ha consolidado un trabajo importante con los actores de este lugar. Uno de los propósitos a corto plazo es reforzar el trabajo en Vichada y Arauca. “Esto se logra ganando presencia en la región, en los diferentes departamentos. No hay ninguna barrera para acceder al Pacto”, sostiene Vásquez.
Adicional a esto, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), que se realizará en Cali entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, se contempla llevar como protagonista la conservación de las sabanas inundables, de la mano de las comunidades, para que “la gente conozca realmente la Orinoquia, la valore y vean el Pacto como una manera interesante de trabajar de manera conjunta”, sostiene Vásquez.
Colombia es uno de los pocos países megadiversos que hay en el planeta, y aunque gran parte de la biodiversidad está en la Amazonía, hay otra región igual de importante que ocupa el 30 % del territorio nacional: la Orinoquía. Por mencionar algunas de sus características, en este lugar convergen los Andes y el Amazonas, también se encuentra la segunda cuenca más biodiversa del mundo, tiene la mayor extensión de sabanas naturales de Colombia, y alberga el 48 % de los humedales continentales del país.
En cuatro de los departamentos que lo componen se han observado 32.383 especies de plantas y animales, que han sido registradas en el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB): Meta, 17.007; Casanare, 6.375; Vichada, 4.814; y Arauca, 4.187. A esto se suma que la región es un corredor estratégico para las aves migratorias, por la cantidad que llegan en diferentes épocas del año.
(Lea: Proteger el 1,2% de la Tierra evitaría la extinción de las especies más amenazadas)
En los últimos 20 años, Colombia ha promovido el desarrollo de la región para la satisfacción de la demanda nacional e internacional de alimentos y energía. Para Fernando Leyva, líder del paisaje icónico de la Orinoquía de The Nature Conservancy (TNC Colombia), se ha desconocido la importancia de la región para la conservación del capital natural y cultural del país.
En efecto, agrega, estos procesos no han tenido en cuenta aspectos ambientales y de gestión sostenible de los recursos naturales, por lo que podrían llevar a puntos de quiebre para la conservación de ecosistemas estratégicos, como las sabanas inundables, las sabanas onduladas, las sabanas de altillanura, los humedales, los ríos y los morichales.
“Primero, no protegemos lo que no conocemos. Por tal razón, hay que tener muy claro cuáles son los valores de biodiversidad que hay que conservar. Con base en lo anterior, es posible definir en dónde no puede permitirse la transformación de ecosistemas, en dónde puede haber transformación condicionada, y en dónde es preciso restaurar lo que ya ha sido transformado”, menciona Claudia Vásquez, directora de TNC Colombia.
(Lea: A sumar esfuerzos para resguardar a la Orinoquia colombiana)
En palabras de Leyva, “la Orinoquia es el lugar para hacer lo que Colombia nunca he hecho en su historia: planificar antes de transformar”. Y en ese sentido, un aspecto importante es el ordenamiento territorial. “Adicionalmente, acostumbramos a hablar de ordenamiento del suelo. Pero, la Orinoquía no puede planificarse sin tener en cuenta el agua”, agrega.
¿Cuál es el reto? A los ojos de Leyva, en el país todavía “es necesario llevar este mensaje a todos los niveles, desde el nivel macro de paisaje, hasta el nivel de cada finca. Debe ser un trabajo integral y multiescalar, en el que todas las manos son necesarias”. Por esto, en 2018, TNC Colombia, con otros aliados, empezó a impulsar una plataforma que busca consolidar una visión y esfuerzo conjuntos entre el sector ambiental y los principales sectores productivos de la Orinoquía, para que sus acciones en el territorio estén enfocadas en conciliar y alinear intereses de conservación, desarrollo sostenible y bienestar de la población.
Se trata del Pacto Orinoquia Sostenible, una plataforma que “busca construir una visión común del desarrollo sostenible de la región. Al principio nos reunimos con los que piensan igual que nosotros, pero poco a poco el grupo se ha extendido para unir a los que no piensan igual, pero que tienen intereses y con quienes hay que llegar a acuerdos”, menciona la directora de TNC Colombia.
En otras palabras, el pacto es un modelo de conservación en el que participan múltiples actores, y que no busca aislar a la naturaleza de las personas, sino incentivar el desarrollo sostenible de la región a través del conocimiento y manejo de los motores de transformación, y conservación de la región. Su plan de acción se concentra en cuatro temas centrales: mejorar procesos de toma de decisiones, gobernanza del suelo y el agua, crear modelos de negocio sostenibles, y posicionar a la Orinoquia a nivel nacional e internacional.
“Desde el último semestre del año anterior, estamos teniendo reuniones cada mes y medio. Nos hemos fortalecido para ser más innovadores y efectivos en la colaboración, evaluación y escalamiento de iniciativas de interés común”, dice Fernando Leyva.
La plataforma se ha ido convirtiendo en un espacio de conversación donde no solo el sector ambiental expresa sus ideas. El sector productivo también tiene voz en las discusiones que se plantean, pues como menciona Vásquez, ellos también sufren las consecuencias de las crisis que enfrenta el planeta, como la vulnerabilidad climática o la variabilidad de disponibilidad hídrica. “Ellos también necesitan saber ante qué escenarios estamos, qué tienen que enfrentar y cómo se van a adaptar. Es un sector que procura hacer las cosas de la mejor manera, pero son conscientes de que no pueden hacerlo solos”, agrega la directora.
Inicialmente, el accionar del pacto se concentró en el departamento del Meta, pero poco a poco se ha ido extendiendo a Casanare, donde se ha consolidado un trabajo importante con los actores de este lugar. Uno de los propósitos a corto plazo es reforzar el trabajo en Vichada y Arauca. “Esto se logra ganando presencia en la región, en los diferentes departamentos. No hay ninguna barrera para acceder al Pacto”, sostiene Vásquez.
Adicional a esto, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), que se realizará en Cali entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, se contempla llevar como protagonista la conservación de las sabanas inundables, de la mano de las comunidades, para que “la gente conozca realmente la Orinoquia, la valore y vean el Pacto como una manera interesante de trabajar de manera conjunta”, sostiene Vásquez.