Oso andino: el “jardinero” de los bosques andinos está en peligro
La pérdida de bosques andinos y la cacería por retaliación son las principales causas que tienen a esta especie bajo amenaza en Colombia y Suramérica. ¿Qué hacer para conservarla?
A lo largo de los bosques andinos de Suramérica habita una de las especies más emblemáticas de Colombia y la región. Se trata del oso andino (Tremarctos ornatus), el único que vive en el sur del continente, desde Venezuela hasta Bolivia y el norte de Argentina, a lo largo de la cordillera de los Andes.
Es considerado uno de los osos más pequeños, junto con el malayo. Un macho adulto robusto puede llegar a medir 1,90 m o 2,22 m de alto (parados en sus patas traseras), mientras que una hembra puede medir de 1,12 m a 1,70 m. Otras especies, como el oso pardo, pueden alcanzar casi 3 m de altura. (Lea: El Cóndor y los parameros en Santander)
Pese a ser más pequeño, su tamaño es suficiente para moverse por grandes extensiones que no distinguen de límites entre municipios o departamentos. Nicolás Reyes, biólogo, curador de la Colección de Mamíferos del Instituto Alexander von Humboldt, dice que un solo individuo macho puede llegar a utilizar 240 km2.
Uno solo, explica Reyes, puede moverse más de 20 kilómetros al día. “Es una especie que requiere una gran cantidad de espacio para poder sobrevivir, moverse, descansar y desarrollar su actividad típica. Este es un animal que se mueve en los Andes a nivel del paisaje ”, explica Reyes, quien además es miembro del grupo de especialistas del oso andino (ABET), de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
A lo largo de sus recorridos por los bosques el oso actúa como una especie de “jardinero”, pues normalmente se trepa a los árboles para alimentarse de los frutos. En ese proceso rompe las ramas, alterando la estructura del techo del bosque, es decir, las copas de los árboles. “Esto permite que se regenere el ecosistema, porque facilita la entrada de luz hacia las partes de abajo del suelo, donde están creciendo plántulas”, agrega el investigador del Humboldt. (Lea: Los desafíos ambientales que asumen los próximos alcaldes y gobernadores)
Si bien estos animales son carnívoros, parte de su dieta se basa en el consumo de frutos del bosque. Gracias a esto tiene la posibilidad de dispersar semillas, lo que quiere decir que, cuando expulsan su materia fecal llena de semillas, estas quedan en la tierra esparcidas para germinar como plántulas con el tiempo.
“Este animal come muchísimas frutas y material vegetativo, como médulas y fibras de plantas, aunque también caza animales silvestres, vacas y ovejas, lo cual ayuda a controlar otras poblaciones de especies, pues al igual que los demás osos, es carnívoro”, afirma el biólogo.
Las amenazas de la especie representativa de los Andes
Pese a ser una especie emblemática y característica de Suramérica, el oso andino es parte de las 1.302 especies que se encuentran catalogadas en amenaza en el país. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la especie está en peligro de extinción, en la categoría “vulnerable” (VU).
La principal razón es la pérdida de su hábitat. De acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, esta situación ha estado impulsada, especialmente, por la deforestación y la ampliación de la frontera agrícola. “Los Andes es una zona no solo en Colombia, sino a lo largo de toda Suramérica, donde se ha dado el mayor desarrollo de las grandes ciudades. Eso ha influido en la pérdida de hábitat”, apunta Reyes. (Lea: Más de mil especies en Colombia están amenazadas, ¿cómo protegerlas?)
Esta razón, a su vez, desencadena otra serie de riesgos, como la cacería por retaliación. En la medida en que hay menos hábitats, en este caso menos bosques, y más potreros, el animal encuentra menos alimento natural y más zonas con vacas, que muy probablemente se va a comer. “Esto ha desatado, especialmente en Colombia, una caza por parte de las comunidades que tienen pérdidas económicas porque los osos se comen sus animales de corral”, señala un miembro de la UICN.
Una agenda nacional e internacional en favor del oso
El Instituto Humboldt desarrolló la “Agenda del oso andino”, la cual arrancó hace un año y pretende aportar a la conservación de esta especie. Esta contiene actividades y metas por cumplir de la mano de las comunidades, autoridades ambientales regionales como las corporaciones y las secretarías de Ambiente, ONG e instituciones educativas.
“La articulación institucional y de actores claves en el territorio es lo más importante”, resalta Reyes. La razón es que, al ser una especie que usa gran extensión del territorio, necesita unión entre las diferentes jurisdicciones, pues puede que hoy se encuentre en alguna zona de Boyacá y mañana ya transite hacia Cundinamarca.
A esto se deben sumar acciones como el adecuado manejo y conservación de los bosques andinos. “Para eso hay que pensar cómo manejar los sistemas productivos, la ganadería, el sistema agropecuario y los cultivos, y describir el territorio, pensando en ese ordenamiento territorial alrededor del agua”, indica el vocero del Humboldt.
Una de las grandes ventajas de contar con una agenda interinstitucional que busque proteger el oso andino, de acuerdo con Reyes, es que a su vez se protegen otras especies como el jaguar, la danta, el tigrillo y las demás que conviven en las zonas de los Andes.
Para lograr estas metas la agenda, que es permanente, se mueve en cuatro ejes fundamentales: incidencia en instrumentos de política pública, transferencia de capacidades a otras instituciones y a las comunidades (telemetría y monitoreo), generación de información científica y articulación interinstitucional a nivel nacional e internacional.
“Esta es una especie que logra articular a todas las instituciones dentro del paisaje de la conservación en Colombia, que une a la gente de manera casi que natural, porque de cierta manera está presente en la cultura andina”, puntualiza Reyes.
A lo largo de los bosques andinos de Suramérica habita una de las especies más emblemáticas de Colombia y la región. Se trata del oso andino (Tremarctos ornatus), el único que vive en el sur del continente, desde Venezuela hasta Bolivia y el norte de Argentina, a lo largo de la cordillera de los Andes.
Es considerado uno de los osos más pequeños, junto con el malayo. Un macho adulto robusto puede llegar a medir 1,90 m o 2,22 m de alto (parados en sus patas traseras), mientras que una hembra puede medir de 1,12 m a 1,70 m. Otras especies, como el oso pardo, pueden alcanzar casi 3 m de altura. (Lea: El Cóndor y los parameros en Santander)
Pese a ser más pequeño, su tamaño es suficiente para moverse por grandes extensiones que no distinguen de límites entre municipios o departamentos. Nicolás Reyes, biólogo, curador de la Colección de Mamíferos del Instituto Alexander von Humboldt, dice que un solo individuo macho puede llegar a utilizar 240 km2.
Uno solo, explica Reyes, puede moverse más de 20 kilómetros al día. “Es una especie que requiere una gran cantidad de espacio para poder sobrevivir, moverse, descansar y desarrollar su actividad típica. Este es un animal que se mueve en los Andes a nivel del paisaje ”, explica Reyes, quien además es miembro del grupo de especialistas del oso andino (ABET), de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
A lo largo de sus recorridos por los bosques el oso actúa como una especie de “jardinero”, pues normalmente se trepa a los árboles para alimentarse de los frutos. En ese proceso rompe las ramas, alterando la estructura del techo del bosque, es decir, las copas de los árboles. “Esto permite que se regenere el ecosistema, porque facilita la entrada de luz hacia las partes de abajo del suelo, donde están creciendo plántulas”, agrega el investigador del Humboldt. (Lea: Los desafíos ambientales que asumen los próximos alcaldes y gobernadores)
Si bien estos animales son carnívoros, parte de su dieta se basa en el consumo de frutos del bosque. Gracias a esto tiene la posibilidad de dispersar semillas, lo que quiere decir que, cuando expulsan su materia fecal llena de semillas, estas quedan en la tierra esparcidas para germinar como plántulas con el tiempo.
“Este animal come muchísimas frutas y material vegetativo, como médulas y fibras de plantas, aunque también caza animales silvestres, vacas y ovejas, lo cual ayuda a controlar otras poblaciones de especies, pues al igual que los demás osos, es carnívoro”, afirma el biólogo.
Las amenazas de la especie representativa de los Andes
Pese a ser una especie emblemática y característica de Suramérica, el oso andino es parte de las 1.302 especies que se encuentran catalogadas en amenaza en el país. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la especie está en peligro de extinción, en la categoría “vulnerable” (VU).
La principal razón es la pérdida de su hábitat. De acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, esta situación ha estado impulsada, especialmente, por la deforestación y la ampliación de la frontera agrícola. “Los Andes es una zona no solo en Colombia, sino a lo largo de toda Suramérica, donde se ha dado el mayor desarrollo de las grandes ciudades. Eso ha influido en la pérdida de hábitat”, apunta Reyes. (Lea: Más de mil especies en Colombia están amenazadas, ¿cómo protegerlas?)
Esta razón, a su vez, desencadena otra serie de riesgos, como la cacería por retaliación. En la medida en que hay menos hábitats, en este caso menos bosques, y más potreros, el animal encuentra menos alimento natural y más zonas con vacas, que muy probablemente se va a comer. “Esto ha desatado, especialmente en Colombia, una caza por parte de las comunidades que tienen pérdidas económicas porque los osos se comen sus animales de corral”, señala un miembro de la UICN.
Una agenda nacional e internacional en favor del oso
El Instituto Humboldt desarrolló la “Agenda del oso andino”, la cual arrancó hace un año y pretende aportar a la conservación de esta especie. Esta contiene actividades y metas por cumplir de la mano de las comunidades, autoridades ambientales regionales como las corporaciones y las secretarías de Ambiente, ONG e instituciones educativas.
“La articulación institucional y de actores claves en el territorio es lo más importante”, resalta Reyes. La razón es que, al ser una especie que usa gran extensión del territorio, necesita unión entre las diferentes jurisdicciones, pues puede que hoy se encuentre en alguna zona de Boyacá y mañana ya transite hacia Cundinamarca.
A esto se deben sumar acciones como el adecuado manejo y conservación de los bosques andinos. “Para eso hay que pensar cómo manejar los sistemas productivos, la ganadería, el sistema agropecuario y los cultivos, y describir el territorio, pensando en ese ordenamiento territorial alrededor del agua”, indica el vocero del Humboldt.
Una de las grandes ventajas de contar con una agenda interinstitucional que busque proteger el oso andino, de acuerdo con Reyes, es que a su vez se protegen otras especies como el jaguar, la danta, el tigrillo y las demás que conviven en las zonas de los Andes.
Para lograr estas metas la agenda, que es permanente, se mueve en cuatro ejes fundamentales: incidencia en instrumentos de política pública, transferencia de capacidades a otras instituciones y a las comunidades (telemetría y monitoreo), generación de información científica y articulación interinstitucional a nivel nacional e internacional.
“Esta es una especie que logra articular a todas las instituciones dentro del paisaje de la conservación en Colombia, que une a la gente de manera casi que natural, porque de cierta manera está presente en la cultura andina”, puntualiza Reyes.