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El aumento de las temperaturas, la recurrencia de las sequías, la pérdida de especies y la escasez de alimentos son algunas de las consecuencias del cambio climático y la pérdida de biodiversidad que afectan a la población humana. Sin embargo, hay una realidad que no se puede desconocer y es que históricamente estos impactos ambientales han afectado de manera desproporcionada a las mujeres. Muestra de esto, por ejemplo, es que, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 80 % de las personas desplazadas por desastres y cambios relacionados con el clima son mujeres y niñas.
En todo el mundo, ellas dependen más de los recursos naturales, pero tienen menos acceso a estos, según la entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, también conocida como ONU Mujeres. En varias regiones, especialmente en los países en desarrollo, son las mujeres las que cargan con una responsabilidad “desproporcionada” para garantizar alimentos, agua y combustible. (Lea: Los primates y otros mamíferos del bosque seco tropical del país que están en riesgo)
Pese a su importante labor, el reconocimiento de lo que las mujeres aportan o pueden aportar a la supervivencia del planeta y al desarrollo es limitado, según la agencia. Por eso, uno de los compromisos que han asumido los países es garantizar la igualdad de género en los temas relacionados con la conservación de la biodiversidad. Así quedó estipulado en la meta 23 del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, que fue firmado en 2022 por 194 países, incluido el nuestro.
Puntualmente, lo que indica el documento es que, en los próximos seis años, los países deben garantizar la igualdad de género en la implementación del Marco, para que todas las mujeres y niñas tengan las mismas oportunidades y capacidades para contribuir al cumplimiento de las demás metas, que incluyen elementos claves como conservar el 30 % de la tierra y el 30 % de los océanos del mundo para 2030, reducir el impacto de las especies invasoras, disminuir el uso de los pesticidas y gestionar la agricultura de forma sostenible, entre otros.
“La perspectiva de género nos ayuda a comprender cómo la vulnerabilidad se construye en relación con el ambiente y cómo los factores sociales interactúan para agravar o mitigar esta vulnerabilidad”, comenta Marcela Lozano Borda, gerente del Centro de Apropiación Social del Conocimiento del Instituto Humboldt. “La pérdida de biodiversidad ha sido resultado de desequilibrios de poderes que han llevado al dominio y la explotación descontrolada de la naturaleza. Ver ello con los lentes del género nos ayuda a develar y sacudir esas estructuras de dominación existentes”, agrega.
Entonces, ¿por qué es importante que la conservación de la biodiversidad tenga perspectiva de género? Ana Milena Horta, especialista en Gobernanza y Desarrollo Social Comunitario de WWF Colombia, explica que todas las personas tenemos diferentes maneras de relacionarnos con el ambiente. Hay diferencias culturales, étnicas, sociales y de género. “En cada colectivo social, mujeres, niños, niñas, hombres y otras identidades diversas tienen conocimientos y prácticas distintas y puede haber diferencias en el entendimiento, acceso, uso y control de los recursos naturales. La perspectiva de género es necesaria porque implica reconocer esas diferencias, en tanto a vulnerabilidades, pero también en tanto a capacidades y la potencialidad de ser agentes de transformación”.
Por ejemplo, durante las épocas de sequía y lluvias irregulares, según la agencia de la ONU, las mujeres campesinas trabajan de manera más ardua para obtener los ingresos y recursos para sus familias que los hombres. Esto representa una mayor presión para las niñas, quienes a menudo abandonan sus estudios para ayudar a sus madres a sobrellevar la carga adicional. (Lea: El transporte marítimo verde gana velocidad)
En el caso de las comunidades indígenas y rurales, por ejemplo, las mujeres tienen un rol muy importante en el manejo y la conservación de los recursos. Horta, de WWF, explica que allí las mujeres tienen conocimientos particulares fundamentales para la vida que no suelen reconocerse en el debate público. “Es por esto que la perspectiva de género en la biodiversidad es clave para reconocer esos roles y aportes diferentes, además de las desigualdades”.
Para eliminar esas brechas hay que tener en cuenta varios aspectos. En términos del cumplimiento del Marco de Biodiversidad, el principal desafío, según Lozano Borda, del Humboldt, es hacer transversal este enfoque a todas las metas. “Para ello es fundamental, en primer lugar, contar con líneas de base, datos de referencia e investigaciones sobre la relación entre las intervenciones de conservación, uso sostenible y el acceso a los servicios ecosistémicos por parte de las mujeres”.
Otro aspecto es reconocer las dificultades que enfrentan las mujeres y las niñas para el uso y disfrute de la biodiversidad. En el caso particular de Colombia, destaca Horta, hay que identificar cómo el conflicto y el cambio climático han afectado las prácticas de niñas y mujeres en relación con el medio ambiente. Sobre este punto, ONU Mujeres explica que “el cambio climático (relacionado también con la pérdida de biodiversidad) agrava los conflictos en todo el mundo; las mujeres y las niñas son más vulnerables a todas las formas de violencia de género, incluidas la violencia sexual relacionada con los conflictos, la trata de personas, el matrimonio infantil y otras formas de violencia”.
Sin embargo, más allá de las vulnerabilidades hay algo que también se debe reconocer y es el gran potencial de las mujeres y las niñas como agentes de cambio, como personas con conocimientos útiles y capacidades que aportan al sostenimiento de la vida y a generar estrategias de transformación y adaptación. (Lea: Así se ve la fauna colombiana desde 57 cámaras trampa instaladas en el país)
“Hay que fomentar liderazgos femeninos y asegurar las condiciones para que los puedan ejercer, pero también es importante entender que no todas quieren ser líderes, y que desde las actividades que ya realizan tienen un papel vital para la continuidad de la vida”, asegura Horta.
Esto debe ir acompañado de algunos instrumentos y mecanismos técnicos que permitan que las mujeres tengan acceso a diversas actividades basadas en la biodiversidad que les generen ingresos, y en acciones de cuidado que se reflejen a la vez en prosperidad económica y conservación de los ecosistemas naturales, según Lozano Borda.
Aunque en Colombia se ha avanzado en alcanzar la igualdad de género en las políticas relacionadas con el medio ambiente, aún hay cosas por hacer para que este enfoque sea tenido en cuenta en todas las políticas públicas, de acuerdo con Lozano y Horta.
¿En qué se ha avanzado?
La meta del Marco enumera varios aspectos claves para alcanzar la igualdad de género: igualdad de capacidades, oportunidades y derechos; participación y liderazgo en todos los niveles de acción, toma de decisiones y acceso a la tierra. Para Horta, este último punto es uno de los más relevantes, pues explica que las mujeres no suelen ser dueñas del lugar donde viven “y eso las deja en una situación de vulnerabilidad mucho mayor”. Según cifras del DANE, en 2021, el 63,7 % de los predios de único propietario tenían a un hombre como titular y, el restante 36,3 %, a una mujer.
De acuerdo con Lozano Borda, en este aspecto ha habido varios avances importantes, donde la Dirección de la Mujer Rural del Ministerio de Agricultura ha sido fundamental. Como ejemplo, están los programas para acceso y formalización de la propiedad rural, a través de las líneas de atención especiales para mujeres rurales, a las que pueden acceder campesinas o asociaciones de mujeres con vocación agraria y sin tierra o con tierra insuficiente.
Sobre el factor de igualdad de capacidades, oportunidades y derechos, Lozano Borda destaca la formulación de la Hoja de Ruta para el Plan de Acción de Género y Cambio Climático de Colombia. Este documento, construido a lo largo de diálogos regionales en 18 departamentos del país y en el que participaron más de 260 mujeres campesinas, afrocolombianas e indígenas, recoge sus conocimientos, roles, experiencias, intereses y expectativas de cara al cambio climático, así como sobre la proyección de estrategias de adaptación y mitigación que sean implementadas en el país.
En términos más generales, un estudio publicado en diciembre del año pasado por el CGIAR, asociación mundial de investigación enfocada en fomentar la seguridad alimentaria, analizó 15 documentos de políticas existentes en el país, como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y la Reforma Rural Integral, para ver cuáles eran los que más incluían la perspectiva de género. Encontraron que el Plan Nacional de Desarrollo (PND 2022-2026) y el Plan Integral de Gestión del Cambio Climático del sector agropecuario (PIGCCag) son los documentos a escala nacional que tienen una mayor inclusión. Para esto analizaron varios aspectos: la forma de presentar el género, las mujeres y otros grupos vulnerados; la formulación de los problemas y las soluciones que ofrecen las políticas, y los objetivos de cada uno de estos documentos.
El estudio destaca que tanto el PND como el PIGCCag presentan a las mujeres no solo como víctimas y grupo vulnerable, sino también como agentes de cambio. Además, explican que los factores que han impulsado el avance de la inclusión de género en políticas de cambio climático, tierra y alimentación son la influencia internacional, el primer gobierno de izquierda y los Acuerdos de Paz firmados en 2016. Sin embargo, enfatizan en que la integración del género aún es limitada.
Entre octubre y noviembre, Colombia y otros 190 países deberán mostrar, durante la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP16), que se realizará en Cali, los avances y estrategias que han diseñado para cumplir en su totalidad con las metas. Lozano Borda informa que para lograr la igualdad de género, uno de los retos más grandes será robustecer las estrategias que permitan reconocer, valorar y usar los conocimientos sobre la biodiversidad local y las prácticas sostenibles que han construido las mujeres, especialmente de las comunidades étnicas y campesinas.
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