Las familias colombianas que protegen a la tortuga más grande de Sudamérica
Hasta una vereda de Cravo Norte, Arauca, llegan cada año hasta 2.500 tortugas charapas a poner sus huevos. Durante años, allí también llegaban embarcaciones a saquear los nidos, pero ahora la comunidad vigila la zona para recuperar la especie, catalogada nacionalmente en peligro crítico.
Santa María de la Virgen, una vereda a las orillas del río Meta, ubicada a dos horas y medio del casco urbano de Cravo Norte, Arauca, está recibiendo por estas semanas su visita más esperada del año. Cientos de tortugas charapa (Podocnemis expansa) están llegando a las playas ribereñas para cumplir uno de los objetivos más importantes de su ciclo vital: reproducirse. Desde finales de cada año (y hasta marzo o abril del siguiente), las familias de este pequeño poblado presencian un fenómeno natural tan exacto como delicado: ahora se unieron para protegerlo y preservarlo. (Lea: Adiós a Franco Ospina, navegante y ambientalista pionero en la conservación marina)
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Santa María de la Virgen, una vereda a las orillas del río Meta, ubicada a dos horas y medio del casco urbano de Cravo Norte, Arauca, está recibiendo por estas semanas su visita más esperada del año. Cientos de tortugas charapa (Podocnemis expansa) están llegando a las playas ribereñas para cumplir uno de los objetivos más importantes de su ciclo vital: reproducirse. Desde finales de cada año (y hasta marzo o abril del siguiente), las familias de este pequeño poblado presencian un fenómeno natural tan exacto como delicado: ahora se unieron para protegerlo y preservarlo. (Lea: Adiós a Franco Ospina, navegante y ambientalista pionero en la conservación marina)
“Poco a poco van saliendo. Depositan los huevos entre las once de la noche y las tres de la madrugada”, cuenta Mauricio Correa, biólogo y especialista en Alternativas para la Conservación de la ONG Wildlife Conservation Society (WCS). Los científicos llaman a esto “temporada de posturas”, por el acto de poner o depositar los huevos. “A medida que va avanzando esta temporada, cada vez salen con mayor frecuencia, hasta que llega un momento, denominado ´postura masiva´, cuando salen muchas tortugas a poner entre una y tres noches consecutivamente”, dice. En la vereda Santa María de la Virgen se han registrado hasta 2.500 tortugas poniendo sus huevos en una misma temporada.
Correa cuenta que este tramo del río Meta es uno de los pocos sitios conocidos donde esta especie llega de forma tan masiva. Estas tortugas son conocidas por ser las más grandes de Sudamérica, con un tamaño máximo que puede llegar a los 90 cm y un peso que ronda entre 30 y los 45 kg. En el caso de Colombia, llegan a diferentes puntos de las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas, en busca de playas arenosas. Prefieren los lugares que están cerca de pozos de agua profundos y que tengan una inclinación y altura específicas. Al principio, toman el sol durante unos días y después ponen sus huevos en las partes altas de la playa.
En su mejor momento, una tortuga charapa hembra puede llegar a poner hasta 100 huevos. Estos permanecerán enterrados durante un tiempo que puede variar entre 60 y 70 días. Tras ese período de incubación, pequeñas tortugas emergerán y se aventurarán hacia el agua, solo si los nidos logran sobrevivir a los saqueos por parte de los humanos.
Durante muchos años, los saqueadores de huevos han sido un riesgo para las temporadas de postura. Basta una búsqueda para dimensionar el problema: en 2018 la Armada Nacional recuperó 9.222 huevos en los departamentos de Putumayo, Caquetá y Amazonas. Y no solo pasa en Colombia, en diciembre del año pasado la policía peruana incautó 4.001 tortugas de esta especie que serían enviadas a Indonesia, mientras que en 2021 en Ecuador se confiscaron 742 huevos en el Parque Nacional Yasuní, en la cuenca amazónica de ese país. (Lea: El Tayrona y otros parques naturales que se cerrarán por el fenómeno de El Niño)
Por su gran tamaño, las tortugas son cazadas para su consumo o comercialización, especialmente las hembras, que son más grandes que los machos. Para el caso del río Meta, explica el biólogo Correa, hay que considerar que es un importante afluente que sirve como lugar de tránsito de poblaciones humanas, y una importante zona de pesca. “Se han identificado algunos pescadores que tienen mal uso de algunas artes de pesca, y atrapan tortugas que luego pueden ser comercializadas”, dice. Por todas razones, en el país esta especie está cataloga en Peligro Crítico de extinción, de acuerdo con los criterios del Libro Rojo de Reptiles de Colombia.
Padres y madres adoptivos
En 2015, la WCS decidió comenzar la implementación de un proyecto en la zona con el fin de que las comunidades reconocieran el valor de esta especie, que, entre otras cosas, transporta frutos y semillas a lo largo de los ríos, algo que es clave para ayudar a renovar la flora asociada a estos ecosistemas y a sostener parte de la estabilidad de estos hábitats.
La comunidad se empezó a vincular poco a poco en una estrategia de control y vigilancia. En las noches, especialmente, un grupo de personas permanece en las playas para estar pendientes de que las embarcaciones que lleguen no saqueen los nidos de las tortugas. Durante seis años estos “guardianes” recibían unos honorarios por hacer este trabajo, pero a medida que fueron reconociendo la importancia de las tortugas decidieron hacerlo de manera voluntaria.
Ahora, se denominan “padres y madres adoptivos” de las charapas. “Esta especie tiene muchos enemigos. Se la come la gente, los animales, la sacan para el comercio... Por eso llegamos al acuerdo de que debemos conservarla para que nuestros hijos, nietos, bisnietos la conozcan más adelante. En la medida en que la conservamos, podemos consumirla de una manera razonable y sin ponerla en riesgo”, dice Leina Marta Reuto, habitante de la vereda de Cravo Norte.
En total, once familias del sector se encargan de monitorear la especie. Uno de los métodos que implementan es la marcación con GPS. Todos fueron capacitados por WCS para usar esta herramienta que les permite situar geográficamente los nidos. “Llenamos una planilla para hacerle el seguimiento a cada uno, a ver si se lo roban, se lo comen los animales, o se inunda. Ese seguimiento lo hacemos hasta que nazcan las tortugas”, explica Reuto.
Además de ese control y monitoreo, los voluntarios se encargan de sensibilizar a las personas de las comunidades aledañas de la importancia de las charapas. En la vereda ya se han realizado cinco festivales en los que a través de actividades culturales cuentan las estrategias de conservación en las que pueden participar. Esta tarea ha tenido buenos resultados, pues, de acuerdo con Leina, este año no se han registrado saqueos.
La comunidad cree que este año será una buena temporada, pues han notado una tendencia creciente: en 2023 fueron contabilizados 764 nidos, con un promedio de 80 huevos por tortuga, mientras que en 2022 la cantidad fue de 549 nidos.
Actualmente, la comunidad está trabajando para que el área a donde llegan las tortugas sea reconocida como una OMEC, (Otras Medidas Efectivas de Conservación Basadas en Áreas) una estrategia de conservación diferente a las áreas protegidas que, según el Ministerio de Ambiente, debe ser gobernada y gestionada efectivamente para que se logren resultados positivos para la conservación de la biodiversidad.