Plataformas de innovación para la transición hacia la agroecología en territorios
(Información institucional) Con la construcción participativa entre comunidades, instituciones y gobierno, el proyecto ABRIGUE implementa pilotos de producción sostenible para la construcción de bioeconomías locales en Caquetá, Chocó y el sur del Meta. La apuesta es que estos modelos puedan replicarse en otras zonas del país.
Desde el proyecto ABRIGUE, financiado por la Unión Europea y liderado por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, en cooperación con el French Agricultural Research Centre for International Development (CIRAD), la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria AGROSAVIA, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, y la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCh); se busca una transición a sistemas agroecológicos sostenidos por modelos de bioeconomía. En estos, se aprovechan de manera sustentable no solo los cultivos propios de una región, como el copoazú en la Amazonia, sino también el potencial uso que pueden tener los residuos que este tipo de cultivos generan. (Le puede interesar: La lucha en el Caribe por salvar el tití cabeciblanco)
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agroecología se define como “un enfoque integrado que aplica simultáneamente conceptos y principios ecológicos y sociales al diseño y la gestión de los sistemas alimentarios y agrícolas. Su objetivo es optimizar las interacciones entre las plantas, los animales, los seres humanos y el medio ambiente, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, los aspectos sociales que deben abordarse para lograr un sistema alimentario justo y sostenible”.
Con este enfoque, se busca construir de manera participativa, con las comunidades que habitan los territorios, los modelos de bioeconomía por medio de los cuales se de una transición hacia la sostenibilidad. Al incorporar este componente social, la agroecología no solo contribuye a la consecución de logros para la disminución del cambio climático, sino que funciona como pilar de la seguridad alimentaria de las personas.
“Nuestro objetivo fue trabajar en una de las metas que tiene Colombia para reducir su impacto sobre el cambio climático, que es reducir la deforestación. Entonces, como una forma de generar opciones para las familias que viven en zonas de frontera forestal, de la Amazonia y del Chocó, la idea fue trabajar con estrategias en bioeconomía como una forma de generar cadenas alternativas a las actividades más habituales de la gente en esos territorios, como la ganadería o los cultivos de uso ilícito”, explicó Pablo Tittonell, coordinador del proyecto por parte del CIRAD. (Le recomendamos: Cambio climático, la causa principal del incremento de mercurio en el Ártico)
Para implementar la agroecología, se deben tener en cuenta 10 elementos cruciales que fueron propuestos por la FAO: por una parte, “la diversidad, las sinergias, la eficiencia, la resiliencia, el reciclaje y la creación conjunta y el intercambio de conocimientos. Estos describen las características comunes de los sistemas agroecológicos, las prácticas básicas y los criterios de innovación”.
Teniendo estos seis elementos como pilares, entonces se integran cuatro elementos sociales que hacen de la transición a la agroecología un proceso que destaca el rol participativo y autónomo de las comunidades en la construcción de soluciones ambientales: “los valores humanos y sociales, y la cultura y tradiciones alimentarias (que ponen de manifiesto aspectos contextuales); la economía circular y solidaria, y la gobernanza responsable (que tratan el entorno favorable)”, explica la FAO.
Con esto se da la posibilidad de establecer unas plataformas de innovación locales en Caquetá, Chocó y el Sur del Meta, para la transición a este modelo. Estas plataformas “van desde la producción de semillas, la producción de alimentos en sí, la huerta, la producción de compost, la vinculación entre la diversidad alimentaria, la diversidad de las dietas y la diversidad de lo que tiene que ver en el campo. Una serie de cosas muy completas”, apunta Tittonell del CIRAD. (También puede leer: Primer panda nacido en Francia trasladado a China en julio)
Gracias a estas plataformas, se está dando la posibilidad de crear proyectos de innovación en la producción agrícola que sean adecuados para cada territorio y que respondan a las necesidades particulares de las comunidades que los habitan.
Por otra parte, el proyecto ABRIGUE también contempla la creación de pilotos enfocados en la bioeconomía, por medio de materiales aprovechables que contribuyan a garantizar la seguridad alimentaria y a hacer sostenible socialmente la producción agrícola. “Lo que tratamos de hacer es generar pilotos que después pueden ser utilizados para el encaramiento a través de las políticas públicas”, añade Tittonell.
El copoazú, es un fruto amazónico con un altísimo contenido de vitaminas y nutrientes, en especial de fósforo. Esto le ha valido para convertirse en uno de los pilares de proyectos de conservación y sostenibilidad en diferentes departamentos de la Amazonia colombiana. Durante su cosecha se aprovecha el cacao y la pulpa del fruto, que es de color blanco, pero comúnmente se desecha la cacota, como se conoce a su cáscara. (Le puede interesar: Es hora de replantear nuestra relación con la naturaleza)
La cadena de copoazú es una de las que el proyecto se encuentra trabajando en la región amazónica. Con ella se está desarrollando un proceso de aprovechamiento de los subproductos de su cultivo. “En particular de las cacotas, que sería como la cáscara de ese fruto, que no tiene utilidad, que normalmente se pierde en el campo, que se descompone y genera emisiones de dióxido de carbono; vamos a utilizar eso para hacer un biofertilizante que se pueda usar también en las plantaciones de copoazú por los mismos miembros de la comunidad. Y, además, también se puede hacer un biofertilizante que se pueda vender, que se puede empaquetar y se puede vender a viveros o a productores de otras zonas”, explica el coordinador del CIRAD.
Con la vinculación de instituciones del Estado, como la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria – AGROSAVIA, vinculada al Ministerio de Agricultura; el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible; y el apoyo de instituciones educativas como la Universidad Tecnológica del Chocó, co-solicitantes de la acción, el proyecto espera que estos pilotos se conviertan en plataformas escalables, que se adapten y se repliquen en diferentes zonas del país.
Como explica Tittonell, algunos escalamientos dependen de la ampliación de los mercados para los productos que se desarrollan desde las comunidades, otros dependen de la posibilidad de ampliar y compartir conocimientos entre los territorios, y también de las posibilidades institucionales que se den para formalizar las cadenas agroecológicas que buscan fortalecer la bioeconomía. Se trata de un proceso integral en el que cada uno de los actores participantes tiene un rol fundamental. (Le recomendamos: Saber dónde restaurar, clave para recuperar los bosques del país)
Con esto, como explica la FAO, “la agroecología busca transformar los sistemas alimentarios y agrícolas abordando las causas profundas de los problemas de forma integrada y aportando soluciones holísticas y a largo plazo”. Esa es la esencia del proyecto ABRIGUE, una apuesta para una transición hacia sistemas de producción sostenibles y con viabilidad social.
🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜
Desde el proyecto ABRIGUE, financiado por la Unión Europea y liderado por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, en cooperación con el French Agricultural Research Centre for International Development (CIRAD), la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria AGROSAVIA, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, y la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCh); se busca una transición a sistemas agroecológicos sostenidos por modelos de bioeconomía. En estos, se aprovechan de manera sustentable no solo los cultivos propios de una región, como el copoazú en la Amazonia, sino también el potencial uso que pueden tener los residuos que este tipo de cultivos generan. (Le puede interesar: La lucha en el Caribe por salvar el tití cabeciblanco)
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agroecología se define como “un enfoque integrado que aplica simultáneamente conceptos y principios ecológicos y sociales al diseño y la gestión de los sistemas alimentarios y agrícolas. Su objetivo es optimizar las interacciones entre las plantas, los animales, los seres humanos y el medio ambiente, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, los aspectos sociales que deben abordarse para lograr un sistema alimentario justo y sostenible”.
Con este enfoque, se busca construir de manera participativa, con las comunidades que habitan los territorios, los modelos de bioeconomía por medio de los cuales se de una transición hacia la sostenibilidad. Al incorporar este componente social, la agroecología no solo contribuye a la consecución de logros para la disminución del cambio climático, sino que funciona como pilar de la seguridad alimentaria de las personas.
“Nuestro objetivo fue trabajar en una de las metas que tiene Colombia para reducir su impacto sobre el cambio climático, que es reducir la deforestación. Entonces, como una forma de generar opciones para las familias que viven en zonas de frontera forestal, de la Amazonia y del Chocó, la idea fue trabajar con estrategias en bioeconomía como una forma de generar cadenas alternativas a las actividades más habituales de la gente en esos territorios, como la ganadería o los cultivos de uso ilícito”, explicó Pablo Tittonell, coordinador del proyecto por parte del CIRAD. (Le recomendamos: Cambio climático, la causa principal del incremento de mercurio en el Ártico)
Para implementar la agroecología, se deben tener en cuenta 10 elementos cruciales que fueron propuestos por la FAO: por una parte, “la diversidad, las sinergias, la eficiencia, la resiliencia, el reciclaje y la creación conjunta y el intercambio de conocimientos. Estos describen las características comunes de los sistemas agroecológicos, las prácticas básicas y los criterios de innovación”.
Teniendo estos seis elementos como pilares, entonces se integran cuatro elementos sociales que hacen de la transición a la agroecología un proceso que destaca el rol participativo y autónomo de las comunidades en la construcción de soluciones ambientales: “los valores humanos y sociales, y la cultura y tradiciones alimentarias (que ponen de manifiesto aspectos contextuales); la economía circular y solidaria, y la gobernanza responsable (que tratan el entorno favorable)”, explica la FAO.
Con esto se da la posibilidad de establecer unas plataformas de innovación locales en Caquetá, Chocó y el Sur del Meta, para la transición a este modelo. Estas plataformas “van desde la producción de semillas, la producción de alimentos en sí, la huerta, la producción de compost, la vinculación entre la diversidad alimentaria, la diversidad de las dietas y la diversidad de lo que tiene que ver en el campo. Una serie de cosas muy completas”, apunta Tittonell del CIRAD. (También puede leer: Primer panda nacido en Francia trasladado a China en julio)
Gracias a estas plataformas, se está dando la posibilidad de crear proyectos de innovación en la producción agrícola que sean adecuados para cada territorio y que respondan a las necesidades particulares de las comunidades que los habitan.
Por otra parte, el proyecto ABRIGUE también contempla la creación de pilotos enfocados en la bioeconomía, por medio de materiales aprovechables que contribuyan a garantizar la seguridad alimentaria y a hacer sostenible socialmente la producción agrícola. “Lo que tratamos de hacer es generar pilotos que después pueden ser utilizados para el encaramiento a través de las políticas públicas”, añade Tittonell.
El copoazú, es un fruto amazónico con un altísimo contenido de vitaminas y nutrientes, en especial de fósforo. Esto le ha valido para convertirse en uno de los pilares de proyectos de conservación y sostenibilidad en diferentes departamentos de la Amazonia colombiana. Durante su cosecha se aprovecha el cacao y la pulpa del fruto, que es de color blanco, pero comúnmente se desecha la cacota, como se conoce a su cáscara. (Le puede interesar: Es hora de replantear nuestra relación con la naturaleza)
La cadena de copoazú es una de las que el proyecto se encuentra trabajando en la región amazónica. Con ella se está desarrollando un proceso de aprovechamiento de los subproductos de su cultivo. “En particular de las cacotas, que sería como la cáscara de ese fruto, que no tiene utilidad, que normalmente se pierde en el campo, que se descompone y genera emisiones de dióxido de carbono; vamos a utilizar eso para hacer un biofertilizante que se pueda usar también en las plantaciones de copoazú por los mismos miembros de la comunidad. Y, además, también se puede hacer un biofertilizante que se pueda vender, que se puede empaquetar y se puede vender a viveros o a productores de otras zonas”, explica el coordinador del CIRAD.
Con la vinculación de instituciones del Estado, como la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria – AGROSAVIA, vinculada al Ministerio de Agricultura; el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible; y el apoyo de instituciones educativas como la Universidad Tecnológica del Chocó, co-solicitantes de la acción, el proyecto espera que estos pilotos se conviertan en plataformas escalables, que se adapten y se repliquen en diferentes zonas del país.
Como explica Tittonell, algunos escalamientos dependen de la ampliación de los mercados para los productos que se desarrollan desde las comunidades, otros dependen de la posibilidad de ampliar y compartir conocimientos entre los territorios, y también de las posibilidades institucionales que se den para formalizar las cadenas agroecológicas que buscan fortalecer la bioeconomía. Se trata de un proceso integral en el que cada uno de los actores participantes tiene un rol fundamental. (Le recomendamos: Saber dónde restaurar, clave para recuperar los bosques del país)
Con esto, como explica la FAO, “la agroecología busca transformar los sistemas alimentarios y agrícolas abordando las causas profundas de los problemas de forma integrada y aportando soluciones holísticas y a largo plazo”. Esa es la esencia del proyecto ABRIGUE, una apuesta para una transición hacia sistemas de producción sostenibles y con viabilidad social.
🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜