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En un estudio publicado en la Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), un grupo de científicos descubrió que las lagartijas Anolis cristatellus, también llamadas “anolis crestados”, y que se encuentrab habitualmente Puerto Rico, varían su morfología si viven en las ciudades.
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El equipo examinó 96 ejemplares de Anolis cristatellus de tres regiones distintas (San Juan, Arecibo y Mayagüez) y comparó las lagartijas urbanas con aquellas que habitan en los bosques de cada ciudad. Así, encontraron que las variaciones que han experimentado las lagartijas urbanas incluyen almohadillas más grandes en los dedos, con escamas especializadas que les ayudan a sostenerse de superficies lisas (paredes, ventanas de cristal, etc.), así como extremidades más largas para aumentar su velocidad en zonas abiertas.
“La urbanización afecta aproximadamente a dos tercios de la Tierra y se prevé que siga intensificándose, por lo que es importante comprender cómo se adaptan los organismos a entornos cambiantes”, afirmó en un comunicado Kristin Winchell, profesora de Biología de la Universidad de Nueva York y autora principal del estudio. “En muchos sentidos, las ciudades nos proporcionan laboratorios naturales para estudiar el cambio adaptativo, ya que podemos comparar las poblaciones urbanas con sus homólogas no urbanas para ver cómo responden a factores de estrés y presiones similares durante cortos periodos de tiempo”, agregó.
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Además de la medición de las patas y las almohadillas, el equipo realizó un análisis genómico del ADN exómico (regiones del genoma que codifican proteínas) para poder comprender la base genética de estas diferencias en los rasgos físicos. El análisis identificó un conjunto de 33 genes en tres regiones del genoma de la lagartija que se asociaban repetidamente con poblaciones urbanas, entre ellos genes relacionados con el metabolismo y la función inmunitaria.
“Aunque necesitamos más análisis de estos genes para saber realmente qué significa este hallazgo, tenemos pruebas de que las lagartijas urbanas se lesionan más y tienen más parásitos, por lo que los cambios en la función inmunitaria y la cicatrización de heridas tendrían sentido”, dijo Winchell. “Del mismo modo, los anolis urbanos comen comida humana, por lo que es posible que estén experimentando cambios en su metabolismo”.
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Otro análisis halló 93 genes importantes para el desarrollo de la piel y las extremidades en las lagartijas urbanas, lo que explicaría por qué tienen patas y dedos más largos.
“Las diferencias físicas que observamos parecen reflejarse a nivel genómico”, señaló Winchell. “Si las poblaciones urbanas evolucionan con cambios físicos y genómicos paralelos, podríamos incluso predecir cómo responderán las poblaciones a la urbanización con sólo observar los marcadores genéticos”, concluyó.
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