Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Estamos atravesando una doble crisis climática y de pérdida de biodiversidad que amenaza el bienestar de todos los seres vivos. El uso del suelo, la sobreexplotación y la degradación de los ecosistemas, impulsados por los modos de vida y la creciente demanda de servicios ecosistémicos como la provisión de alimentos y energía, son los principales causantes de esta crisis. Son distintas las medidas necesarias para abordar esta problemática, pues requiere de un profundo cambio en la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza.
Sin embargo, el liderazgo indígena se ha posicionado como una puerta hacia un enfoque de conservación que permita replantear el uso de los recursos naturales, pues su manejo de los bosques y territorios que habitan, ha demostrado su gran capacidad para hacer un uso sostenible de estos. En Canadá, Brasil y Australia, por ejemplo, la biodiversidad de vertebrados en territorios indígenas es igual o superior a la que se encuentra en zonas formalmente protegidas. Esto se debe a los enfoques que las comunidades indígenas tienen en torno a la sostenibilidad, pues estos sitúan las relaciones de reciprocidad personas-espacios en el centro de las prácticas culturales del cuidado. (Lea también: ¿Por qué hablar de la gobernanza del agua en el país?)
Territorios mejor conservados
La Amazonía es el bosque tropical más grande y con mayor diversidad biológica y cultural del mundo. Es el hogar de más de 500 grupos de pueblos indígenas, incluyendo a 66 grupos en aislamiento voluntario y contacto inicial. Según el Informe Planeta Vivo 2022 publicado por WWF, los territorios indígenas ocupan físicamente 2,37 millones de km² de la cuenca amazónica. Estos son responsables de almacenar casi un tercio (32,8 %) de las reservas de carbono superficial de la región amazónica (28 247 millones de toneladas), lo cual supone una contribución considerable a la mitigación y adaptación al cambio climático.
Por ello, trabajar de la mano de las comunidades indígenas es fundamental para restaurar y detener la degradación de los ecosistemas, pues los recursos naturales asociados a sus medios de vida tienen una importante riqueza económica, cultural y ambiental. Es tal su importancia, que en 2021 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) destacó el papel de los territorios indígenas reconociéndolos como espacios para la conservación sostenible. Y esto no aplica solo para la Amazonia, el pulmón del mundo, sino para las 370 millones personas en 70 países del mundo que conforman los pueblos indígenas.
Por ejemplo, en la República de Guinea se están adelantando iniciativas de plantación de especies forestales, árboles y frutos comestibles de especies arbóreas calificadas en peligro crítico, ubicadas en las zonas las Áreas Importantes de Vegetación Tropical en el país. A su vez, en Australia los pueblos indígenas han cuidado y gestionado el agua superficial y subterránea por centenares de generaciones, pues el agua para ellos no es solo un recurso a ser explotado, sino que constituye la base de su identidad cultural y lingüística. Aun cuando se ha mostrado su importancia, las comunidades indígenas enfrentan presiones por el interés que despierta la riqueza que contienen sus territorios. (Lea: Que la celebración de Navidad y fin de año no implique un costo extra para el planeta)
Justicia y equidad para alcanzar la sostenibilidad
Pese al rol fundamental que cumplen los pueblos indígenas y tribales para la conservación de la Amazonía, estos se encuentran expuestos a permanentes presiones y amenazas, que no sólo ponen en riesgo la naturaleza, sino la propia vida de sus comunidades.
Esta es una problemática que trasciende lo meramente ambiental, que requiere de un enfoque amplio sobre la sostenibilidad, y que demanda el reconocimiento de la importancia que tienen las comunidades que habitan y cuidan los ecosistemas en pro de la conservación de la naturaleza. Así que una transición hacia un mundo más sostenible requiere del reconocimiento de los valores, derechos e intereses de todas las personas, especialmente de aquellas cuyas creencias y modos de vida propician el cuidado del planeta.
Para ello se requiere una justicia ambiental con un cambio en la gobernanza hacia enfoques basados en mecanismos adecuados que garanticen la representación efectiva e inclusiva de dichas comunidades. A su vez, se necesita una evaluación más sistemática sobre el reparto de los costos y beneficios que tienen las distintas acciones entre los distintos actores que conforman los ecosistemas. Esto se logrará solo si se articulan los conocimientos indígenas científicos y ecológicos, que se transmiten de generación en generación de manera oral, a través de historias, ceremonias, prácticas y leyes. Solo si se articulan esos saberes será posible mitigar la actual crisis climática y de pérdida de biodiversidad.