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Los hábitos alimentarios humanos no nacen, se hacen. Nuestros gustos alimentarios y nuestra dieta están muy influenciados por el lugar donde nacemos y el grupo social en el que crecemos o nos educamos. Sin embargo, este tipo de transmisión cultural no es solo una característica humana: los buitres también muestran este tipo de patrones culturales.
Un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society concluye que los buitres también tienen preferencias alimentarias según el lugar o grupo al que pertenezcan. (Lea: Vacunarán koalas contra enfermedad sexual que amenaza su supervivencia)
El trabajo liderado por el investigador Eneko Arrondo es fruto de una amplia colaboración entre diferentes centros y universidades nacionales, entre los que se incluyen la Universidad de Granada, la Estación Biológica de Doñana, del Consejo Superior de Invetigaciones Científicas (CSIC), la Universidad Miguel Hernández y la Universidad de Alicante.
Los estudios anteriores sobre la dieta de los buitres se habían enfocado más en la población en su conjunto que en cada uno de los individuos. Sin embargo, en este trabajo, el equipo científico ha querido ir más allá y ha analizado por primera vez la dieta de los buitres a escala individual.
Para ello, realizaron una exhaustiva campaña de campo en la Península y combinaron el seguimiento mediante dispositivos GPS de 30 buitres leonados capturados en Las Bardenas Reales en Navarra y 35 en la Sierra de Cazorla en Jaén. (Lea: Muere la última hembra de una especie de tortuga gigante)
Gracias al acelerómetro incorporado en el GPS, se pudo conocer en qué lugar había comido cada uno de los individuos marcados. Un equipo de diez personas recorrió cuatro mil de estos lugares, analizando lo que habían comido los buitres en cada uno de ellos. Con estos datos, reconstruyeron su dieta.
“Observamos, por ejemplo, que los machos prefieren los recursos más ligados al ser humano, como la ganadería intensiva y la basura, principalmente, mientras que las hembras son más propensas a alimentarse de recursos menos predecibles, como restos cinegéticos (cacería) o ganadería extensiva”, explica el investigador Eneko Arrondo, de la Universidad de Granada.
Una de las hipótesis que manejan para explicar esta conducta es que los machos tienen una conducta más confiada frente a paisajes humanizados, próximos a poblaciones humanas, con más infraestructuras o entornos muy alterados, como los basureros. (Lea: ¿Cómo estudiamos a las ballenas si apenas las vemos cuando emergen a la superficie?)
“En otras palabras, los machos se atreverían con más frecuencia a comer en sitios más peligrosos. Por el contrario, las hembras serían menos confiadas y más prudentes”, afirma el Profesor de Investigación José Antonio Donázar, de la Estación Biológica de Doñana–CSIC. El equipo espera corroborar esta hipótesis en el futuro con nuevos estudios.
Gustos alimentarios por “transmisión cultural”
Estas diferencias también fueron patentes entre las dos poblaciones de Navarra y Jaén. Los individuos capturados en Bardenas se alimentaron principalmente de restos de granjas intensivas, muy abundantes en la zona, mientras que los capturados en Cazorla prefirieron los restos cinegéticos y la ganadería extensiva (aquella que hace un mejor aprovechamiento de los recursos naturales), que son los recursos principales de su área de campeo.
“Pero lo más sorprendente es que, cuando analizamos qué comían los buitres de ambas poblaciones cuando compartían espacio en las dehesas extremeñas, observamos que los individuos seguían manteniendo sus preferencias alimenticias. Las diferencias se mantuvieron incluso aunque la disponibilidad de alimento fuese igual para todos los individuos”, afirma Arrondo. “Esto demuestra que los buitres adquieren “gustos” alimentarios gracias a la transmisión cultural entre los individuos de una misma población”. (Lea: Identifican nueva especie de tiburón tras hallar en un museo unos huevos únicos)
Estos resultados son calificados por el equipo como “fascinantes” puesto que hasta ahora se creía que los buitres eran especies oportunistas que consumían cualquier tipo de carroña indistintamente.
“No teníamos indicios previos de esta conducta, pero el avance en la tecnología de GPS nos está permitiendo hacer un seguimiento exhaustivo de cada uno de los individuos y nos está ayudando a entender mejor la ecología de estas especies, que son mucho más complejas de lo que se creía”, explica José Antonio Donázar.
Gracias a este trabajo, se abre una nueva puerta en la ecología trófica de estos importantes carroñeros, que desarrollan servicios ecosistémicos esenciales en los entornos rurales.