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En las últimas semanas, la agenda institucional y mediática nacional ha estada enfocada en la atención urgente de las emergencias causadas por los múltiples incendios forestales, incrementados por la intensa sequía en varios departamentos que es generada por el fenómeno de El Niño, en el cual se disminuyen drásticamente las precipitaciones y aumenta la radiación solar y la temperatura, lo cual favorece que se inicie y propague rápidamente el fuego. (Lea: Los 26 municipios que rompieron sus récords de temperatura en enero)
Los incendios sobre las coberturas vegetales tienen grandes efectos en los componentes: físico, biótico y social, degradando y transformando los ecosistemas al afectar la estructura, composición, funciones, dinámicas, interrelaciones y procesos naturales; sobre todo, cuando los incendios no forman parte de la evolución natural de estos ecosistemas. En el caso de Bogotá con la emergencia por los incendios en la quebrada La Vieja, Cerro El Cable y Parque Entre Nubes, se ha generado un deterioro ambiental que ha afectado considerablemente la calidad del aire para millones de habitantes lo que puede agravar los problemas respiratorios.
Sin duda es critica la situación, pero la verdad es que esto no es nuevo, cada que tenemos un verano intenso en Bogotá se queman cientos de hectáreas de vegetación. Lo peor es que a futuro, con el cambio climático global, se espera que se incremente tanto la ocurrencia como la severidad de los incendios forestales y se continúe con la degradación de los ecosistemas, que han sido transformados desde hace siglos para: urbanización, obtener materiales de construcción o como fuente de leña para cocinar, entre otros. (Lea: El uso sostenible de recursos naturales con las comunidades potencia las áreas protegidas en Colombia)
De acuerdo con un riguroso diagnóstico realizado con tecnología LIDAR por la Universidad Distrital, la empresa de acueducto de Bogotá y la CAR, en los cerros de Bogotá se presentan unos 20 escenarios con diferentes características y coberturas. Desde plantaciones de especies maderables introducidas como pino, ciprés y eucalipto, bosques con especies introducidas y nativas en diferentes edades, y áreas afectadas por especies invasoras como: retamo espinoso, chusque, helecho marranero y zarza.
Debido a que las especies introducidas y las invasoras son las que generan más combustible y son las que más favorecen que se presente el fuego y que se estima que hay más de mil hectáreas en cobertura forestal de estas especies, se debe dar prioridad a la sustitución por coberturas con especies nativas. Esta sustitución debe ser gradual y proyectarse a diez o veinte años y no puede hacerse a la carrera haciendo tala rasa, como sucedió con las plantaciones de pino en el Neusa, donde luego de extraer toda la madera se presentó una invasión de retamo.
Inicialmente se debe pensar en intervenir y manejar algunas áreas piloto de unas cinco a diez hectáreas, donde con apoyo de universidades y grupos de investigación interesados en estas temáticas, se puedan monitorear los avances, evaluar el comportamiento de las especies nativas por algunos años y a partir de los resultados poder implementar las mejores medidas de intervención y manejo para todos los cerros.
Complementario al proceso de sustitución, también es importante, como lo destaca el profesor Orlando Vargas, hacer una fuerte campaña de educación ambiental y prevención con los habitantes de las áreas urbanas más cercanas, así como establecer áreas de cortafuegos y lugares para almacenamiento de agua que sirvan para atender futuras emergencias.
También es fundamental tratar de superar fallas de coordinación y competencias evidenciadas entre las diferentes entidades, para poder asignar los recursos necesarios, mejorar la comunicación y toma de decisiones, vincular, capacitar, entrenar y dotar debidamente un número suficiente de cuadrillas de bomberos, entre otros aspectos, para así avanzar en lograr una gestión eficiente de este riesgo.
Por último, algunos activistas e influenciadores están promoviendo salir rápidamente a regar semillas y plantar árboles, sin embargo esto no es lo apropiado en este momento como lo señala la Red Colombiana de restauración y varios expertos, ya que la restauración de ecosistemas debe ser planificada a mediano y largo plazo y basada en el conocimiento científico y tradicional disponible. Con el fuerte verano actual, no es época apropiada para iniciar siembra de árboles, en este momento lo mejor es orientar los recursos a las actividades más urgentes y las instituciones que deben atender las emergencias.