¿Qué tiene que ver el covid-19 con los bosques y por qué hay que cuidarlos?
Hace un año, expertos advirtieron sobre la existencia de 1,7 millones de virus actualmente “no descubiertos” que viven en mamíferos y aves, de los cuales hasta 850.000 podrían tener la capacidad de infectar a los seres humanos. Un reciente informe expone que el cambio de uso del suelo, la principal causa de pérdida de biodiversidad, incrementa el riesgo de transmisión de estas enfermedades zoonóticas.
Aunque las investigaciones médicas todavía no permiten concluir con certeza cuál fue el origen del covid-19, una de las hipótesis más robustas tiene que ver con el posible origen animal del SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad. Diversos estudios, además de la Organización Mundial de la Salud, han señalado que, inicialmente, el virus pudo haber estado alojado en los murciélagos, quienes lo habrían transmitido a los pangolines -un mamífero con grandes escamas- y este, a su vez, lo habría pasado a los humanos, por lo que sería una enfermedad zoonótica.
Pero, ¿qué tiene que ver el covid-19 con los bosques? Al parecer, mucho. La deforestación, uno de los principales motores de pérdida de biodiversidad, permite que animales y humanos interactúen de manera más cercana, lo que incrementa el riesgo de aparición y propagación de enfermedades infecciosas, como lo rescata el informe “La vitalidad de los bosques”, publicado por WWF hace una semana. Un problema que, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés), genera 2.500 millones de casos de enfermedades zoonóticas al año, así como la muerte de 2,7 millones de personas. Además, esta agencia estima que el 75 % de las enfermedades infecciosas que han emergido son zoonóticas. (Puede leer: Al acuerdo que busca proteger la biodiversidad le falta ambición)
Pero la pérdida y degradación de los bosques no solo aumenta el riesgo de aparición de estas enfermedades, sino que el informe detalla otra serie de amenazas a las que nos enfrentamos como humanidad por la destrucción de los bosques. Básicamente, todos los beneficios que la naturaleza y los humanos obtenemos de estos ecosistemas podrían desaparecer si no se conservan, restauran y manejan sosteniblemente.
Por ejemplo, por cuenta de las cuarentenas impuestas alrededor del mundo a raíz de la pandemia por covid-19, cientos de millones de personas debieron permanecer por períodos prolongados en sus casas sin poder realizar actividades al aire libre. Investigaciones recientes han demostrado que, especialmente para quienes habitan estos entornos urbanos, los bosques pueden reducir los factores de riesgo de gran parte de las enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares, el cáncer y las respiratorias, así como las mentales. (Puede interesarle: La iniciativa que busca acabar con el retamo, una de las especies invasoras en Colombia)
El agua que necesitamos, el aire que respiramos, los alimentos que consumimos, la seguridad alimentaria, las plantas de las que se extraen medicinas, así como la mitigación al cambio climático, son otras de las importantes funciones que tienen los bosques. Sin embargo, mencionar todos los beneficios abarcaría mucho más del espacio que disponemos. Por eso, Francisco Torres, ingeniero forestal y jefe del Plan de Restauración de Bosque Seco de la Fundación Natura, lo resume de una manera concreta, pero clara: “El bienestar general de toda la humanidad depende de los bosques”.
En Colombia, al igual que en el mundo, los bosques están en riesgo. Según la más reciente Actualización de la Lista Roja de los Ecosistemas Terrestres de Colombia, elaborada por el Instituto Humboldt en 2017, 22 ecosistemas -correspondientes al 27 % de los que tiene el país- se encontraban en estado crítico de extinción, el riesgo más alto según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Entre esos, dos de los seis tipos de bosque con los que cuenta el país: “Los del bioma de bosque seco tropical (...) y las áreas de bosque húmedo tropical del piedemonte de los Llanos Orientales”.
A pesar de que el 53 % del territorio nacional está cubierto por bosques, lo cual representa un “potencial de mitigación inmenso” para el país, según Diego Navarrete, oficial superior de programas en Verra, la creciente deforestación que padecen estos ecosistemas representa una seria amenaza que, como complementa Torres, no es igual para todas las regiones del país. Mientras en la Amazonia, el Pacífico y la Orinoquia la situación puede considerarse óptima, aun con todos los problemas que se viven, el Caribe presenta el panorama más crítico. La pérdida de cobertura boscosa ha llevado a que especies endémicas, como el mono tití, vean cómo se reduce su hábitat al tiempo que aumenta el riesgo de extinción para ellos mismos. “Lo mismo pasa con mamíferos, como el jaguar, o especies de aves que se han ido extinguiendo localmente”, apunta Torres. (También puede leer: Biodiversidad y bienestar humano, una relación vital que está en peligro)
Por eso, ambos expertos señalan que la conciencia que pueden desarrollar las personas sobre este problema es uno de los primeros pasos que podemos dar ante la destrucción de los bosques. “Una de las barreras que impiden generar proyectos impactantes es que, como vivimos en la ciudad que es una especie de burbuja, no sabemos qué pasa en los bosques y creemos que no tiene nada que ver con nosotros. Pero todos debemos ser conscientes que la deforestación en Colombia es real y gigantesca, y que la consecuencia es catastrófica y nos afectará en las ciudades”, comenta Navarrete. Luego de entender el problema, completa Torres, viene el cambio de patrones de consumo, patrocinar campañas de protección y, por último, “entender que, por todo lo que nos ofrecen, deberemos volver a los bosques”.
Aunque las investigaciones médicas todavía no permiten concluir con certeza cuál fue el origen del covid-19, una de las hipótesis más robustas tiene que ver con el posible origen animal del SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad. Diversos estudios, además de la Organización Mundial de la Salud, han señalado que, inicialmente, el virus pudo haber estado alojado en los murciélagos, quienes lo habrían transmitido a los pangolines -un mamífero con grandes escamas- y este, a su vez, lo habría pasado a los humanos, por lo que sería una enfermedad zoonótica.
Pero, ¿qué tiene que ver el covid-19 con los bosques? Al parecer, mucho. La deforestación, uno de los principales motores de pérdida de biodiversidad, permite que animales y humanos interactúen de manera más cercana, lo que incrementa el riesgo de aparición y propagación de enfermedades infecciosas, como lo rescata el informe “La vitalidad de los bosques”, publicado por WWF hace una semana. Un problema que, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés), genera 2.500 millones de casos de enfermedades zoonóticas al año, así como la muerte de 2,7 millones de personas. Además, esta agencia estima que el 75 % de las enfermedades infecciosas que han emergido son zoonóticas. (Puede leer: Al acuerdo que busca proteger la biodiversidad le falta ambición)
Pero la pérdida y degradación de los bosques no solo aumenta el riesgo de aparición de estas enfermedades, sino que el informe detalla otra serie de amenazas a las que nos enfrentamos como humanidad por la destrucción de los bosques. Básicamente, todos los beneficios que la naturaleza y los humanos obtenemos de estos ecosistemas podrían desaparecer si no se conservan, restauran y manejan sosteniblemente.
Por ejemplo, por cuenta de las cuarentenas impuestas alrededor del mundo a raíz de la pandemia por covid-19, cientos de millones de personas debieron permanecer por períodos prolongados en sus casas sin poder realizar actividades al aire libre. Investigaciones recientes han demostrado que, especialmente para quienes habitan estos entornos urbanos, los bosques pueden reducir los factores de riesgo de gran parte de las enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares, el cáncer y las respiratorias, así como las mentales. (Puede interesarle: La iniciativa que busca acabar con el retamo, una de las especies invasoras en Colombia)
El agua que necesitamos, el aire que respiramos, los alimentos que consumimos, la seguridad alimentaria, las plantas de las que se extraen medicinas, así como la mitigación al cambio climático, son otras de las importantes funciones que tienen los bosques. Sin embargo, mencionar todos los beneficios abarcaría mucho más del espacio que disponemos. Por eso, Francisco Torres, ingeniero forestal y jefe del Plan de Restauración de Bosque Seco de la Fundación Natura, lo resume de una manera concreta, pero clara: “El bienestar general de toda la humanidad depende de los bosques”.
En Colombia, al igual que en el mundo, los bosques están en riesgo. Según la más reciente Actualización de la Lista Roja de los Ecosistemas Terrestres de Colombia, elaborada por el Instituto Humboldt en 2017, 22 ecosistemas -correspondientes al 27 % de los que tiene el país- se encontraban en estado crítico de extinción, el riesgo más alto según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Entre esos, dos de los seis tipos de bosque con los que cuenta el país: “Los del bioma de bosque seco tropical (...) y las áreas de bosque húmedo tropical del piedemonte de los Llanos Orientales”.
A pesar de que el 53 % del territorio nacional está cubierto por bosques, lo cual representa un “potencial de mitigación inmenso” para el país, según Diego Navarrete, oficial superior de programas en Verra, la creciente deforestación que padecen estos ecosistemas representa una seria amenaza que, como complementa Torres, no es igual para todas las regiones del país. Mientras en la Amazonia, el Pacífico y la Orinoquia la situación puede considerarse óptima, aun con todos los problemas que se viven, el Caribe presenta el panorama más crítico. La pérdida de cobertura boscosa ha llevado a que especies endémicas, como el mono tití, vean cómo se reduce su hábitat al tiempo que aumenta el riesgo de extinción para ellos mismos. “Lo mismo pasa con mamíferos, como el jaguar, o especies de aves que se han ido extinguiendo localmente”, apunta Torres. (También puede leer: Biodiversidad y bienestar humano, una relación vital que está en peligro)
Por eso, ambos expertos señalan que la conciencia que pueden desarrollar las personas sobre este problema es uno de los primeros pasos que podemos dar ante la destrucción de los bosques. “Una de las barreras que impiden generar proyectos impactantes es que, como vivimos en la ciudad que es una especie de burbuja, no sabemos qué pasa en los bosques y creemos que no tiene nada que ver con nosotros. Pero todos debemos ser conscientes que la deforestación en Colombia es real y gigantesca, y que la consecuencia es catastrófica y nos afectará en las ciudades”, comenta Navarrete. Luego de entender el problema, completa Torres, viene el cambio de patrones de consumo, patrocinar campañas de protección y, por último, “entender que, por todo lo que nos ofrecen, deberemos volver a los bosques”.