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“Aquí no hay diferencia entre hombre y mujer. Somos una sola columna. Mi esposo hace lo que yo hago y yo hago lo que hace mi esposo. Tomamos las decisiones juntos y vivimos el hoy. Todos los días trabajamos para deconstruir esos roles de género tan arraigados en la ruralidad. Me he dado el valor que merezco”.
Este es el testimonio de Astrid Mosquera, una de las 142 mujeres beneficiadas por el proyecto “Mujeres rurales participando y apropiando efectivamente instrumentos de política del sector”. Este proyecto, liderado por la la Fundación Alpina, hace parte de la estrategia de Rutas Territoriales implementada por el Programa Desarrollo Rural con Enfoque Territorial (DRET II) dela Unión Europea (UE), la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La iniciativa tiene incidencia en tres municipios de Cauca (Balboa, Mercaderes y Popayán) y en uno de La Guajira (Barrancas).
Astrid es oriunda del municipio de Patía, pero desde hace 20 años vive en el corregimiento de Olaya (Balboa), sur del departamento de Cauca, junto a su esposo, su hija de diez años y un niño que están criando desde que tenía dos meses, ya que su madre sufre de epilepsia. También tiene un hijo de 18 años que está estudiando entrenamiento deportivo en Popayán.
Antes de vincularse a la Fundación Alpina, se dedicaba exclusivamente a la agricultura y a la producción de leche y quesos. Fue solo a partir de 2020 que pudo centrarse en lo que considera su fuerte: los pollos de engorde. “Me entregaron 180 pollos y yo los recibí con mucho amor. Fue una bendición para mí porque la estábamos pasando muy mal con la pandemia. Nos dejaron de comprar nuestros productos”, explicó. Esto se dio en el marco del proyecto “Autonomía económica de mujeres rurales en el Cauca”, que tiene como objetivo promover el desarrollo rural con enfoque de género.
Después de recibir apoyo técnico, empezó a tocar puertas. Primero en corregimientos lejanos y luego en su propia comunidad, donde la dueña de un restaurante accedió a comprarle su producto. Ahora vende 200 pollos pequeños cada 15 días y ha logrado llevar su emprendimiento a corregimientos a los que nunca pensó llegar. “Todo el equipo técnico de la Fundación Alpina empezó a regar la voz de lo que hacíamos y ahora tenemos mayor estabilidad”, mencionó. También están construyendo bebederos para los pollos y les enseñan a las comunidades a utilizarlos.
En marzo de este año llegó a su corregimiento el proyecto “Mujeres rurales participando y apropiando efectivamente instrumentos de política del sector”, lo que la ayudó a fortalecer su negocio.
“Pensaba que el concepto de política pública era cuando la mujer se metía en la política. En este pueblito son muchos conocimientos los que nos faltan y en este momento nos sentimos autónomas, conociendo las instituciones que están a favor de las mujeres”, confesó, a la vez que destacó los talleres que han realizado para empoderarlas y enseñarles las vías que tienen para acceder a apoyos y créditos, así como la vigilancia a los recursos destinados a las mujeres rurales.
Esta iniciativa, apoyada por cooperación internacional, pretende mitigar las brechas existentes para las mujeres de Cauca y La Guajira. Aunque hay institucionalidad y legislación para superar estas desventajas que parten del contexto sociocultural, lo cierto es que muchas veces se queda en letra muerta, debido a la falta de orientación en la ruralidad.
“Es un hecho que las brechas de género se incrementan en el campo. Muchas veces se cree que las tareas domésticas no son trabajo y se invisibilizan esos roles. Parte de lo que quiere este proyecto es presentarles a las mujeres un portafolio de elementos para que gestionen sus iniciativas”, indicó Giovanni Redondo, coordinador del proyecto.
“Yo ni sabía que había un fondo para la mujer rural. Ahora sabemos incluso cómo funciona la articulación entre los niveles nacional, departamental y municipal, para exigir nuestros derechos”, dijo Astrid, quien desde hace meses, junto a otras mujeres, está trabajando en una hoja de ruta para mitigar las brechas de género e incidir en el Plan Departamental de Extensión Agropecuaria.
Según Redondo, además de formar a las mujeres en política pública, el proyecto de Fundación Alpina busca darles herramientas para su comprensión e insumos para que sepan cuáles son sus derechos en torno al acceso a tierras, a la asistencia técnica y al financiamiento. También resalta la participación cercana al 95% en los talleres, así como el papel que ha tenido la cooperación internacional, a través del programa DRET II, ya que han estado presentes en el territorio y han atraído a entidades locales y nacionales. Redondo asegura que esto no es común en los cooperantes, ya que casi siempre se limitan a financiar los proyectos.
“La gente piensa que el Cauca es simplemente una zona roja, pero aquí estamos muchas mujeres echadas para adelante. Los proyectos de la Fundación Alpina no solo me han beneficiado a mí, sino a todo mi hogar. Quiero sacar a mis hijos adelante y ser un ejemplo para las mujeres que se sienten relegadas en el campo”, concluyó Astrid.