Recuperar los bosques y ecosistemas marinos, la tarea del país en los próximos años
Colombia se comprometió a restaurar al menos el 30 % de sus ecosistemas terrestres, marinos y costeros en los próximos siete años, tras firmar el acuerdo más importante para proteger la biodiversidad mundial.
Al hablar de su biodiversidad, Colombia es un país privilegiado por donde se mire. El 45 % de su territorio es mar y es el único de Suramérica con costas sobre el océano Pacífico y el mar Caribe, que albergan 2.574 especies de peces marinos, 1.192 de moluscos y 641 de crustáceos, así como 2.860 kilómetros cuadrados de arrecifes coralinos y seis de las ocho especies de tortugas marinas que existen en el planeta, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Pero su riqueza no solo está en el agua. De acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), hasta 2021, Colombia contaba con 59,5 millones de hectáreas de bosque natural, es decir, que el 52,1% de superficie del país sigue siendo bosque. (Lea: Estarían aumentando emisiones globales de químicos que destruyen la capa de ozono)
Pese a su gran variedad de ecosistemas, tanto terrestres como marinos, las amenazas que estos enfrentan han dejado cifras alarmantes. Aproximadamente una cuarta parte del territorio nacional tiene algún grado de deterioro. Además, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en las últimas dos décadas se han deforestado más de tres millones de hectáreas (ha) de bosque en Colombia. Solo en 2021, esta cifra fue de 174.103 ha, lo que representa un aumento del 1,5 % de este fenómeno, en comparación con 2020.
Esta situación no solo se presenta en el país. El informe sobre la evaluación de los recursos forestales mundiales de 2020, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reveló que desde 1990 se han perdido cerca de 420 millones de hectáreas de bosque en todo el mundo por la deforestación.
Es por esto que uno de los grandes retos ha sido la recuperación de los distintos ecosistemas, a través de un proceso conocido como restauración. Aunque los países se han propuesto compromisos para trabajar en ello, como la declaración del comienzo de la década de restauración en 2021, por parte de las Naciones Unidas, que tiene como objetivo incrementar a gran escala la restauración de los ecosistemas degradados y destruidos, solo hasta la pasada cumbre de biodiversidad, COP15, que se llevó a cabo en Canadá, se trazó una meta numérica. (Lea también: La velocidad de los barcos amenaza la supervivencia de las ballenas francas)
Dentro de las 23 metas que se definieron en el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica, una es que para 2030 al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales, costeros y marinos degradados sean restauradas efectivamente.
Para lograrlo hay diferentes métodos. Lo primero es identificar el tipo de ecosistema que se quiere restaurar. “Es clave establecer un objetivo específico de restauración. Por ejemplo, en el país tenemos muchas necesidades por erosión o degradación del suelo, por pérdidas de cobertura en áreas donde se inunda frecuentemente algún territorio específico, como el caso de La Mojana”, explica Paola Johanna Isaacs, investigadora de Gestión Territorial de la Biodiversidad del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.
Ahora, dependiendo del estado del ecosistema, se pueden dar dos tipos de restauración: activa o pasiva. La primera cuenta con diversas actividades que se implementan de acuerdo con las necesidades. La más conocida es la siembra de árboles, en el caso de los bosques, o de otras especies como pastos, cuando se trata de sabanas y zonas de humedales. (Lea: El paso a seguir tras el acuerdo que busca salvar la biodiversidad mundial)
Sin embargo, esta no es la única estrategia. Isaacs explica que es importante implementar sistemas de producción sostenibles, con mecanismos de control de plagas más naturales o siembra de cultivos más diversos, con el uso de abonos orgánicos, como el compost, que disminuyan la degradación.
El otro tipo de restauración es el pasivo, que se respalda en lo que César Suárez, investigador de WWF Colombia, llama la memoria ecológica de suelos o áreas degradadas. “Allí se mantienen semillas y material genético que, si dejamos de usarlo, puede contribuir a que estos lugares se restauren. Esto depende también de cuánto tiempo atrás se estuvo usando, porque si un área fue intervenida con intensidad por muchos años, tal vez ya ha perdido esa memoria”, explica.
¿Quiénes deben hacerse cargo de este proceso?
Para Isaacs, del Instituto Humboldt, en la restauración se deben involucrar los diferentes actores de la sociedad, como las autoridades locales, departamentales y nacionales, las comunidades locales y sus saberes y diferentes profesionales como abogados, economistas, publicistas, ingenieros e instituciones académicas.
“La restauración, independiente del ecosistema, es un trabajo que debe ser interdisciplinario, con las comunidades, porque son ellas las que están viviendo en el territorio. Adicionalmente, si no hay un marco legal, ni voluntad de las comunidades, los procesos no serán efectivos. Se puede desarrollar un proyecto de restauración, pero apenas termine la población vuelve otra vez a sus antiguas prácticas si no se trabaja de la mano con ellos”, dice.
En ese sentido, de acuerdo con la investigadora, un factor que puede ayudar es cuantificar económicamente los beneficios que la restauración les trae, ya que muchos tienen la percepción de que al restaurar cierta área no podrán tener sus sistemas productivos. (Lea: Sin bosques y sin presas, las consecuencias de la deforestación para los depredadores)
“Debemos lograr que ellos reconozcan que la restauración es necesaria porque están perdiendo los servicios que presta la naturaleza, como la fertilidad de suelos, la disponibilidad de agua para su consumo y para sus cultivos”, agrega Isaacs.
Por su parte, Suárez sostiene que, además, es clave la articulación entre ministerios. “Mucha de la pérdida de biodiversidad se está dando por iniciativas económicas en relación con la producción de alimentos y ganadería. En ese sentido, esta cartera también debería tener un papel más relevante”, afirma.
Aunque la meta del Marco Mundial de Biodiversidad es una de las más ambiciosas, no es la única que se ha trazado en Colombia. Por ejemplo, en la pasada década el gobierno se comprometió a restaurar un millón de hectáreas bajo diferentes formas, incluyendo mejores prácticas productivas.
Además, en las contribuciones determinadas a nivel nacional, que representan los compromisos del país para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se propuso incrementar a 18.000 las hectáreas en proceso de restauración de las áreas protegidas del Sistema de Parques Nacionales Naturales y sus zonas de influencia. (Lea: “Estaremos de manera indefinida”: comunidad que se tomó Parque Nacional Nutría)
Desde el Plan Nacional de Restauración, un documento que dio a conocer el Ministerio de Ambiente en 2015, el país se traza metas a 20 años, es decir, a 2035, para promover procesos que permitan la restauración de ecosistemas con el fin de recuperar las condiciones de esos lugares.
“Cada cuatro años tenemos unas metas de restauración, que en buena parte provienen de agendas internacionales y que se plantean desde el Plan Nacional de Desarrollo, acogidas por el Ministerio de Ambiente. Por ejemplo, el período presidencial pasado tenía una meta de restauración de cerca de 700 mil hectáreas. Para este Gobierno se está planteando una cifra similar, pero esta vez acompañada de la agenda del Ministerio de Agricultura, que era algo que estábamos esperando", afirma Isaacs.
Aunque las metas están claras, uno de los retos para cumplir con esto es el tema financiero. De acuerdo con la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, “al analizar cuánto cuesta, realmente, recuperar ecosistemas, sabemos que no es suficiente. Por ejemplo, solamente la restauración de caños, ciénagas y restauración ecológica de 40.000 hectáreas de La Mojana nos cuesta US$200 millones, y si empezamos a ver la Amazonia y la diversidad de ecosistemas, esto realmente implicaría una inversión más seria”.
Al hablar de su biodiversidad, Colombia es un país privilegiado por donde se mire. El 45 % de su territorio es mar y es el único de Suramérica con costas sobre el océano Pacífico y el mar Caribe, que albergan 2.574 especies de peces marinos, 1.192 de moluscos y 641 de crustáceos, así como 2.860 kilómetros cuadrados de arrecifes coralinos y seis de las ocho especies de tortugas marinas que existen en el planeta, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Pero su riqueza no solo está en el agua. De acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), hasta 2021, Colombia contaba con 59,5 millones de hectáreas de bosque natural, es decir, que el 52,1% de superficie del país sigue siendo bosque. (Lea: Estarían aumentando emisiones globales de químicos que destruyen la capa de ozono)
Pese a su gran variedad de ecosistemas, tanto terrestres como marinos, las amenazas que estos enfrentan han dejado cifras alarmantes. Aproximadamente una cuarta parte del territorio nacional tiene algún grado de deterioro. Además, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en las últimas dos décadas se han deforestado más de tres millones de hectáreas (ha) de bosque en Colombia. Solo en 2021, esta cifra fue de 174.103 ha, lo que representa un aumento del 1,5 % de este fenómeno, en comparación con 2020.
Esta situación no solo se presenta en el país. El informe sobre la evaluación de los recursos forestales mundiales de 2020, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reveló que desde 1990 se han perdido cerca de 420 millones de hectáreas de bosque en todo el mundo por la deforestación.
Es por esto que uno de los grandes retos ha sido la recuperación de los distintos ecosistemas, a través de un proceso conocido como restauración. Aunque los países se han propuesto compromisos para trabajar en ello, como la declaración del comienzo de la década de restauración en 2021, por parte de las Naciones Unidas, que tiene como objetivo incrementar a gran escala la restauración de los ecosistemas degradados y destruidos, solo hasta la pasada cumbre de biodiversidad, COP15, que se llevó a cabo en Canadá, se trazó una meta numérica. (Lea también: La velocidad de los barcos amenaza la supervivencia de las ballenas francas)
Dentro de las 23 metas que se definieron en el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica, una es que para 2030 al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales, costeros y marinos degradados sean restauradas efectivamente.
Para lograrlo hay diferentes métodos. Lo primero es identificar el tipo de ecosistema que se quiere restaurar. “Es clave establecer un objetivo específico de restauración. Por ejemplo, en el país tenemos muchas necesidades por erosión o degradación del suelo, por pérdidas de cobertura en áreas donde se inunda frecuentemente algún territorio específico, como el caso de La Mojana”, explica Paola Johanna Isaacs, investigadora de Gestión Territorial de la Biodiversidad del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.
Ahora, dependiendo del estado del ecosistema, se pueden dar dos tipos de restauración: activa o pasiva. La primera cuenta con diversas actividades que se implementan de acuerdo con las necesidades. La más conocida es la siembra de árboles, en el caso de los bosques, o de otras especies como pastos, cuando se trata de sabanas y zonas de humedales. (Lea: El paso a seguir tras el acuerdo que busca salvar la biodiversidad mundial)
Sin embargo, esta no es la única estrategia. Isaacs explica que es importante implementar sistemas de producción sostenibles, con mecanismos de control de plagas más naturales o siembra de cultivos más diversos, con el uso de abonos orgánicos, como el compost, que disminuyan la degradación.
El otro tipo de restauración es el pasivo, que se respalda en lo que César Suárez, investigador de WWF Colombia, llama la memoria ecológica de suelos o áreas degradadas. “Allí se mantienen semillas y material genético que, si dejamos de usarlo, puede contribuir a que estos lugares se restauren. Esto depende también de cuánto tiempo atrás se estuvo usando, porque si un área fue intervenida con intensidad por muchos años, tal vez ya ha perdido esa memoria”, explica.
¿Quiénes deben hacerse cargo de este proceso?
Para Isaacs, del Instituto Humboldt, en la restauración se deben involucrar los diferentes actores de la sociedad, como las autoridades locales, departamentales y nacionales, las comunidades locales y sus saberes y diferentes profesionales como abogados, economistas, publicistas, ingenieros e instituciones académicas.
“La restauración, independiente del ecosistema, es un trabajo que debe ser interdisciplinario, con las comunidades, porque son ellas las que están viviendo en el territorio. Adicionalmente, si no hay un marco legal, ni voluntad de las comunidades, los procesos no serán efectivos. Se puede desarrollar un proyecto de restauración, pero apenas termine la población vuelve otra vez a sus antiguas prácticas si no se trabaja de la mano con ellos”, dice.
En ese sentido, de acuerdo con la investigadora, un factor que puede ayudar es cuantificar económicamente los beneficios que la restauración les trae, ya que muchos tienen la percepción de que al restaurar cierta área no podrán tener sus sistemas productivos. (Lea: Sin bosques y sin presas, las consecuencias de la deforestación para los depredadores)
“Debemos lograr que ellos reconozcan que la restauración es necesaria porque están perdiendo los servicios que presta la naturaleza, como la fertilidad de suelos, la disponibilidad de agua para su consumo y para sus cultivos”, agrega Isaacs.
Por su parte, Suárez sostiene que, además, es clave la articulación entre ministerios. “Mucha de la pérdida de biodiversidad se está dando por iniciativas económicas en relación con la producción de alimentos y ganadería. En ese sentido, esta cartera también debería tener un papel más relevante”, afirma.
Aunque la meta del Marco Mundial de Biodiversidad es una de las más ambiciosas, no es la única que se ha trazado en Colombia. Por ejemplo, en la pasada década el gobierno se comprometió a restaurar un millón de hectáreas bajo diferentes formas, incluyendo mejores prácticas productivas.
Además, en las contribuciones determinadas a nivel nacional, que representan los compromisos del país para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se propuso incrementar a 18.000 las hectáreas en proceso de restauración de las áreas protegidas del Sistema de Parques Nacionales Naturales y sus zonas de influencia. (Lea: “Estaremos de manera indefinida”: comunidad que se tomó Parque Nacional Nutría)
Desde el Plan Nacional de Restauración, un documento que dio a conocer el Ministerio de Ambiente en 2015, el país se traza metas a 20 años, es decir, a 2035, para promover procesos que permitan la restauración de ecosistemas con el fin de recuperar las condiciones de esos lugares.
“Cada cuatro años tenemos unas metas de restauración, que en buena parte provienen de agendas internacionales y que se plantean desde el Plan Nacional de Desarrollo, acogidas por el Ministerio de Ambiente. Por ejemplo, el período presidencial pasado tenía una meta de restauración de cerca de 700 mil hectáreas. Para este Gobierno se está planteando una cifra similar, pero esta vez acompañada de la agenda del Ministerio de Agricultura, que era algo que estábamos esperando", afirma Isaacs.
Aunque las metas están claras, uno de los retos para cumplir con esto es el tema financiero. De acuerdo con la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, “al analizar cuánto cuesta, realmente, recuperar ecosistemas, sabemos que no es suficiente. Por ejemplo, solamente la restauración de caños, ciénagas y restauración ecológica de 40.000 hectáreas de La Mojana nos cuesta US$200 millones, y si empezamos a ver la Amazonia y la diversidad de ecosistemas, esto realmente implicaría una inversión más seria”.