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Sabanas de la Orinoquía: biodiversidad, agua y cultura

Información institucional | Estos ecosistemas enfrentan hoy desafíos urgentes para garantizar su conservación y con ello un futuro con agua. Visiones de actores clave de la región ayudan a despejar un camino que permita resolver los dilemas de producción - conservación en la Orinoquia.

Cristhian Aguirre H*
07 de diciembre de 2023 - 08:00 p. m.
Reserva El Encanto de Guanapalo, San Luís de Palenque Casanare/ Foto María Camila Peña, TNC Colombia
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Foto: María Camila Peña, TNC Colombia
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Hace unos 15 millones de años la cuenca del Orinoco y la Amazonía era una sola, una continua y mega diversa sin distintos, que fue separándose con la conformación de la cordillera de los Andes. El gran río era el Orinoco y había una especie de Serenguetti sudamericano donde la megafauna era dueña de la tierra y los armadillos gigantes como Glyptodonte estaban a punto de extinguirse. En este viaje evolutivo de miles y miles de años se fue forjando una geografía excepcional de sabanas. Durante estos periodos, se calcula, llegaron a existir 80 diferentes tipos de herbívoros. Hoy la vaca es el último gran herbívoro adaptado en la cuenca del Orinoco. (Lea: Las claves para proteger el agua en el Caribe, la Orinoquia y Amazonas)

“Los Llanos no han sido siempre como ahora, a través de los millones de años han cambiado muchísimo, el flujo del agua ha moldeado la evolución, la existencia de biodiversidad y sus diferentes ecosistemas”, afirma Thomas Walschburger, asesor científico senior de la organización ambiental The Nature Conservancy (TNC), en Colombia. Por esto, la historia de los Llanos está atravesada por agua, a partir de su riqueza han sobrevivido las civilizaciones del pasado, las sociedades del presente y los escenarios del futuro, aunque esa reflexión a largo plazo hoy esté en entredicho, pues al ritmo del desarrollo actual no habrá mucho tiempo.

Ecosistemas en riesgo

La Orinoquía es la región del país que más se ha transformado en la última década, hay un dinamismo sin precedentes donde cerca del 35% de su superficie ha sido alterada. Los factores que la mantuvieron alejada de la mirada productivista, como la situación de orden público en los años más álgidos del conflicto armado y la carencia de infraestructura, hoy ya no son una barrera para que, en efecto, esta región rica en tierras se piense como la gran despensa del país.

Sin embargo, “ver la región solo desde el enfoque productivo es bastante problemático, expandir la frontera agrícola desordenadamente, sin los límites hasta donde sea posible desarrollar actividades económicas a gran escala, pone en juego el futuro de las fuentes hídricas y la interdependencia con sus ecosistemas”, explica Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS). Para Botero “las sabanas no se están viendo como un ecosistema estratégico sino como una cosa que hay que transformar rápidamente en la incorporación de un modelo agropecuario intensivo”. (Lea: El tesoro natural de Ricaurte, Nariño, que le apuesta al turismo científico)

Mirar a lo profundo para reconocer su enorme valor

Parte del problema de la conservación de las sabanas pasa por el desconocimiento que existe alrededor de estas. “Nadie cuida lo que no conoce”, fue una de las premisas del Colectivo Ganadero Cabresteros, organizador del Encuentro de Sabanas, un espacio pensando justamente con el objetivo de resaltar ante el mundo la importancia biológica y cultural de estos ecosistemas.

La sabana no se puede conjugar en singular, desde el Ariari colombiano hasta el Apure venezolano, hay un territorio complejo y heterogéneo. Empezando por su clima de estacionalidad bimodal, hay un régimen de lluvias que dura alrededor de ocho meses entre marzo y noviembre, y un periodo de intenso verano entre diciembre y febrero. En sus relieves, está el piedemonte, la transición entre el llano y las cadenas de cordillera; luego aparece la altillanura, que son los llanos que no se inundan porque sus planicies son más altas que el cauce de los ríos; y luego en tierras más bajas, las preciadas sabanas inundables.

A partir de estos dos grandes tipos, sabana inundable y no inundable, se desprenden al menos una treintena de paisajes y subpaisajes, en donde destacan por su característica las sabanas eólicas, extendidas como cabellos infinitos por la dirección de los vientos, sabanas disectadas, sabanas de aluvión sabanas arenosas; bosques de galería, bosques de vega, matas de monte, mancos, esteros, morichales, médanos, zurales y serranías, arbustales, corales, herbazales y matorrales. Estudios diferentes organizaciones han identificado hasta 156 ecosistemas presentes en la región. (Lea: Diagnósticos biodiversos: El camino para una conservación efectiva)

Por esta razón, el agua en la Orinoquía nace de las sabanas, la región representa un tercio, el 32,47% de las reservas hídricas de la nación y alberga el 48% de humedales naturales de Colombia, la mayor extensión de este ecosistema en el país. Lo que está pasando actualmente con la creciente llegada de la agroindustria es que algunos de los ecosistemas más frágiles como las sabanas inundables se han ido transformando, reconvertidos, en arroz, palma de aceite y ganadería extensiva introducida. En función de esto, las sabanas y ríos se han ido drenando para cumplir con la demanda de cultivos.

Concertar las visiones de desarrollo

Para algunos, la cuestión central hoy, es entender que el desarrollo, debe estar acompañado por el conocimiento que las comunidades locales y la ciencia tienen para ofrecer. No quiere decir que no podamos hacer transformaciones bien hechas en parte del territorio, cuando vamos a una escala detallada, encontramos a cada llanero en su fundo y vemos que solamente el 36% de estas sabanas es herbazal denso de tierra firme en altillanura, que sería el ecosistema más apto para hacer agricultura; si nos metemos a todo territorio con el mismo modelo estamos acabando con una riqueza del ecosistema”, sostiene Germán Andrade, asesor del Instituto Humboldt.

En ese sentido, organizaciones como The Nature Conservancy Colombia, en conjunto con aliados y organizaciones locales de base, vienen trabajando por aunar esfuerzos en los llamados Mosaicos de Conservación, que integran una visión de conservación y producción en áreas determinadas, como paisajes agropecuarios clasificados por relieve, tipos de producción e intensidad para proteger la biodiversidad.

Iniciativas como el Programa Paisajes Futuros, presente en cuatro países de la región, viene trabajando en la Orinoquía por una ganadería sostenible en sabanas, de la mano de quienes llevan años protegiendo estos ecosistemas, contribuyendo también a que conservar estos ecosistemas sea un negocio para ellos, a través de otras formas de producción con mayor rentabilidad o mediante la diversificación de mercados como el turismo de naturaleza.

Justamente para Fernando Leyva, líder del Paisaje Icónico Orinoquia de TNC Colombia, la discusión debe ir más allá de desarrollar o no actividad económica, “Necesitamos dos sectores que conversen entre ellos, la conservación y producción son complementarios, porque la gente necesita ambos, modos de vida dignos y una economía rentable; a partir de ahí poder desarrollar mercados complementarios, capitalizando el valor de aquellos ecosistemas estratégicos existentes”, explica.

Instrumentos para el ordenamiento alrededor del agua

A la pregunta sobre qué tanto podemos seguir transformando antes de quedar en situación irreversible, las herramientas científicas pueden predecir y acompañar el ordenamiento territorial. El modelo matemático hidrológico DSS- MoHiTo desarrollado por TNC es capaz de entender las variables climáticas, los retornos y demandas de agua, que generan los diferentes hidro-dependientes de proyectos productivos agrícolas, pecuarios, mineros y de hidrocarburos, de la Orinoquia colombiana.

Según estas modelaciones en diferentes escenarios, al ritmo de transformación actual, es muy probable que en 20 años algunas subcuencas del Orinoco puedan perder hasta el 40% del caudal, un desastre ecosistémico a toda luz, pues esta macrocuenca garantiza la seguridad hídrica de más de siete millones de personas contando la población de Arauca, Casanare, Meta y Vichada y el 70% de la provisión de agua de toda Bogotá.

Identidad cultural en clave de conservación

Ante este escenario que ya no es un secreto, Lourdes Peñuela, quien lleva trabajando más de 30 años en la región liderando la Fundación Horizonte Verde, reconoce que las estrategias desde el ordenamiento del territorio deben partir necesariamente de un diálogo con productores, y un reconocimiento y valoración de los procesos culturales, y saberes locales, que es lo que forja una cultura.

Durante los últimos 500 años, la ganadería ha sido el motor económico de esta región, a través de una actividad con pocas transformaciones de los ecosistemas naturales, ha sabido convivir con la dinámica hidrológica estacional, favoreciendo los procesos de conservación de las sabanas inundables y su biodiversidad aprovechando al máximo la oferta de vegetación nativa.

Actualmente, la superficie de sabanas naturales de la Orinoquía colombiana es de 35 millones de hectáreas, equivalente al 32% del territorio nacional, 75% de esta área tiene uso ganadero. La gran amenaza hoy se configura en que la ganadería intensiva y su manejo a través de pastos y especies introducidas para maximizar la rentabilidad, ha disminuido progresivamente la presencia de razas locales. A pesar de esto, las especies foráneas no resultan aptas ni productivas en ecosistemas acuáticos, lo que ha llevado a homogeneizar las sabanas, reduciendo su oferta de servicios ecosistémicos, agua y biodiversidad, 35% de la cual es endémica, es decir que solo puede encontrarse allí.

“La identidad del paisaje son los llaneros y las llaneras atados al corazón de una tierra ganadera, hay que entender que en las sabanas, no hay un agrosistema, ni ecosistemas solamente, hay un socioecosistema. Esto funciona desde una mirada holística, integral y sistémica, con una cantidad de interrelaciones, entre forrajes nativos, suelo, cultura, familia y economía, mientras eso no sea comprendido no habrá articulación efectiva para frenar la situación actual”.

El reto es mejorar la rentabilidad de las economías ganaderas y vivir dignamente de la conservación o de esquemas conservación/producción Seguramente equilibrando estas brechas de competitividad la gente no tenga que arrendar su tierra para sembrar palma, ni arroz, ni brachiaria (pastos originarios de África), concluye Peñuela.

*Periodista de conservación TNC Colombia.

Por Cristhian Aguirre H*

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