Publicidad

Serranía de Manacacías, un santuario natural conservado para Colombia y el mundo

En Cali, durante la COP16, habrá una exposición organizada por TNC que invita a reconocer la importancia de la conservación de las sabanas de la Orinoquía,

Cristina Esguerra Miranda*
17 de octubre de 2024 - 03:52 a. m.
Imagen de las Sabanas del Manacacías.
Imagen de las Sabanas del Manacacías.
Foto: Federico Rios

La Serranía de Manacacías es un corredor natural que ayuda a conectar las vastas sabanas tropicales de la Orinoquía con la imponente selva amazónica. Alberga una diversidad de increíbles paisajes como altillanuras de bosque y palmares mixtos, sabanas inundables, morichales y las peculiares sabanas onduladas, en las que la tierra parece evitar a toda costa que el horizonte sea una línea recta.

Dada su importancia para ayudar a conservar la biodiversidad del país, en noviembre de 2023 este paraíso de fauna y flora se convirtió en el Parque Nacional Natural de Colombia número 61. La hazaña se logró gracias al trabajo conjunto entre el gobierno colombiano, la Alianza para la Conservación de la Biodiversidad, el Territorio y la Cultura —conformada por Parques Nacionales Naturales (PNN), la Fundación Santo Domingo, la Fundación Grupo Argos, Wildlife Conservation Society (WCS) y World Wildlife Fundation—, Cormacarena (Corporación para el Desarrollo Sostenible del Área de Manejo Especial La Macarena), la comunidad local, la Gobernación del Meta, el Municipio de San Martín, el Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional, el Instituto Alexander von Humboldt y organizaciones ambientales como The Nature Conservancy (TNC) y WWF, entre otras.

El fotógrafo colombiano Federico Rios llegó a aquel apartado lugar —a seis horas de distancia de San Martín, Meta, el municipio más cercano—, para registrar el momento en el que Manacacías pasaba a convertirse en patrimonio de los colombianos. Iba en compañía de su colega periodista del diario New York Times, Jenie Erin Smith; de Thomas Walschburger, asesor senior de ciencias de TNC Colombia, y de los futuros guardaparques de la Serranía de Manacacías, William Zorro, Gustavo Castro y Óscar Rey (este último es miembro de una de las familias que vendió su hato para que el parque se hiciera realidad).

“Tuve la oportunidad de caminar muchos lugares del parque; pasar por entre morichales en época de inundación avanzando con el agua hasta la cintura y las cámaras alzadas para que no se mojaran. A cada paso pensaba: ‘¿será que me va a salir un animal? ¿Será que va a correr o a volar tan rápidamente que no voy a alcanzar a fotografiarlo y se quedará solo en mi memoria?’”, cuenta Rios. Durante esos desgastantes recorridos, adentrándose en bosques, atravesando ríos y caminando sabanas al rayo del sol, dice que sintió las enormes y magníficas dimensiones de la naturaleza.

Con sus fotografías buscó narrar los hermosos paisajes del naciente parque para darlos a conocer al mundo (el artículo con sus fotos fue portada del New York Times en enero de 2024, bajo el título Una victoria para la conservación). Rios capturó los colores de los célebres atardeceres de los llanos; la estampa y el vuelo de decenas de especies de aves; venados caminando en las praderas; enormes serpientes enroscadas en las ramas de los árboles. Registró también la cotidianidad de las personas que dejaban la tierra de sus ancestros para entregarla a la conservación, y los festejos culturales de los habitantes de San Martín, en los que vio reflejado el impulso de la región y la íntima conexión de las personas con la naturaleza alrededor.

La exposición Orinoquía, legado llanero organizada por TNC —con la producción de David Fayad, la curaduría y diseño de Santiago Escobar-Jaramillo y los textos de María Camila Peña— invita a reconocer la importancia de la conservación de las sabanas de la Orinoquía, y el legado de estos llaneros, hombres y mujeres habitantes de la serranía que han protegido su territorio.

La muestra está dividida en tres ejes temáticos: biodiversidad, paisaje y prácticas culturales. El recorrido hace un llamado a reflexionar sobre cuáles son las visiones a futuro para la Orinoquia, un territorio que conecta los Andes con la Amazonía. Estará abierta entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre en la Casa Humboldt de Cali (Centro Cultural Comfandi, Cl 8 #6-23), donde TNC tiene preparada una amplia agenda en la que la Orinoquia es protagonista. Habrá paneles y conferencias con invitados de las comunidades en los que se hablará sobre la relación entre biodiversidad y cambio climático, y el rol de las mujeres en la conservación de las sabanas naturales del mundo, entre otros (la entrada es libre).

Usted ha recorrido varias regiones de Colombia y de América Latina. ¿Qué fue lo que más le impactó de Manacacías?

Las sabanas onduladas de la Orinoquía son un paisaje único. Uno se sienta a contemplar el horizonte al amanecer o al finalizar la tarde cuando el sol entra de lado, y se ven más claramente los volúmenes de las ondulaciones, y uno queda hipnotizado por la vista.

Estando en un lugar así también se siente un constante asombro al pensar que en ese sitio hay jaguares, perros venaderos, dantas con sus crías cruzando el río Manacacías, anacondas reposando tranquilas mientras digieren a su presa. Ese asombro se mezcla con una sensación de vulnerabilidad porque uno camina durante horas por caños, bosques, sabanas, y de repente encuentra un pedazo de excremento. Lo revisa con el cuchillo y resulta que es de un felino grande porque tiene pedazos de huesos y uñas de chigüiro, y uno parado ahí comienza a preguntarse dónde estará ese animal, qué tan lejos o cerca.

¿Cómo se prepara para arrancar una expedición como estás, y luego cómo es la organización estando en campo?

Hay varias etapas de preparación. La primera es física; un viaje como estos es un desafío físico porque uno tiene que caminar durante horas bajo el sol, atravesado ríos y caños, y cargando cámaras, comida e hidratación. Es desgastante. La segunda es técnica; hay que saber bien cuál es el sitio al que se viaja, qué especies de animales espera uno encontrar, dónde buscarlas y cuál es el mejor equipo fotográfico para la ocasión. Por ejemplo, el búho cornudo es una especie nocturna difícil de ver. Suele anidar en las palmas de moriche. Entonces, si uno sabe eso no pasa por ahí desprevenido, sino con los ojos bien abiertos, consciente de que es silencioso durante el día y que su plumaje lo ayuda a camuflarse con el moriche.

Ya en terreno, es clave contar con el apoyo de la gente local, que conoce y entiende los ritmos de la naturaleza de la región. Con ellos se organizan las rutas, las horas de salida y se recorre el territorio. Normalmente, se sale de madrugada y luego al atardecer porque esos son los momentos de mayor movimiento de fauna. Pero esas son horas de baja luz, entonces los equipos necesitan tener buena capacidad para capturar la luz del ambiente sin perder la calidad.

¿Cómo fue su percepción del lugar, de su naturaleza y de su cultura?

El Parque Serranía de Manacacías es como una ventana para asomarnos a algo asombroso. Ese lugar —que desde que se declaró parque natural vamos a poder conservar en el tiempo— nos va a permitir entender mejor la naturaleza, saber más sobre las conexiones entre distintos ecosistemas y descubrir nuevas especies, hoy desconocidas para la ciencia. Yo pienso en cada una de ellas como un nuevo mundo que se nos abre; por eso creo que la protección e investigación de ese territorio es una contribución a la humanidad.

Por otro lado, estando allá empecé a armar un rompecabezas del sitio, y a darme cuenta de cómo la cultura y el territorio estaban conectados de distintas maneras. La cultura de los Llanos ha permanecido en el tiempo, conservando su esencial rural, campesina. Es la integración de saberes y culturas que provienen de muchos lados. Cuando voy a los Llanos me fascina ver cómo ese espíritu está vivo, con su música, sus instrumentos, sus bailes, sus caballos. Por ejemplo, las cuadrillas de San Martín son una expresión con 288 años de historia. Para los locales, esta serie de juegos ecuestres son una conmemoración muy especial.

Una de las familias cuadrilleras era la que estaba aceptando vender su hato, salir de sus tierras con sus vacas, sus caballos y su gente, y entregarlo para la conservación. El gesto me parece enorme.

¿Le ha enseñado la fotografía a observar la naturaleza?

Sí, me ha tocado aprender sobre el comportamiento de los animales; sus ciclos, sus ritmos y sus hábitats. Me gusta pensar que soy un cazador con la cámara. Creo que el conocimiento que debo tener es similar al de los cazadores: tengo que saber qué especies estoy buscando; tener claro dónde encontrarlas, y poder diferenciar sus cantos y sus movimientos. Saber, por ejemplo, que el tucán piquenegro habita en las zonas más altas de la cordillera (es hermoso, con plumaje blanco con azul y negro), y que el tucán pechiblanco es enorme y bullicioso, y tiene un pico gigante.

Yo tengo un mito personal con los tucanes.

¿Cuál?

Suelo ir a territorios alejados; estuve fotografiando a las FARC por muchos años, y también al ELN, a los paramilitares y a las disidencias. Eran viajes llenos de tensión y miedo. Pero de repente empecé a ver tucanes al principio de los viajes, y a sentir que era un mensaje de que las cosas iban a estar bien. Ahora, cada vez que veo un tucán, pienso eso.

¿Cuál es el papel de la fotografía en medio de la crisis climática?

Contar es muy importante: toca contar que se está quemando la Amazonía, que los ríos están padeciendo fuertes temporadas de sequía, que hay contaminación; pero también que hay especies fascinantes que habitan paisajes espectaculares que están siendo conservados para la humanidad, entre ellos, Manacacías.

Contando este tipo de historias yo espero que la gente entienda lo que tenemos y lo que estamos perdiendo. Una hectárea de bosque deforestado no es una hectárea que pierde el dueño de la tierra o el departamento. Es una hectárea que pierde la humanidad. Creo que la fotografía debería seguir haciendo hincapié en ello para que las personas comprendan que las dimensiones de los temas ambientales son globales.

La imagen es un vehículo de comunicación efectivo, emotivo y rápido. Pero para contar este tipo de historias deben sumarse todos los recursos narrativos: texto, audio, video, ilustración, cómic, pintura… La crisis climática es una piedra grande que va cuesta abajo cogiendo fuerza. Por eso cada vez va a ser más difícil de parar.

¿Con qué le gustaría que se quedaran las personas que visitan la exposición?

A mí me gustaría que las personas supieran que Manacacías es un santuario natural; un lugar de enorme riqueza que va a ampliar nuestro conocimiento y nuestro entendimiento del mundo.

Por Cristina Esguerra Miranda*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar