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Sostenibilidad empresarial en Colombia: ¿Hacia nuevos paradigmas?

La lectura de contenidos de noticias y avances en el campo de los negocios y gestión empresarial deja cierto sabor déjà vu. Si bien no puede decir que en Colombia no hay progresos importantes, surgen dudas e inquietudes sobre ciertos planteamientos en torno a la inversión y a los consumidores.

Gustavo Aristizábal Hernández, investigador del Centro de Soluciones Basadas en Naturaleza - Instituto Humboldt
10 de noviembre de 2023 - 04:38 p. m.
Una evolución importante en el propósito de los proyectos no sucede si sus teorías de base no se transforman.
Una evolución importante en el propósito de los proyectos no sucede si sus teorías de base no se transforman.
Foto: Felipe Villegas

Tenía varios años sin leer una revista sobre temas gerenciales, enfocada en la difusión de noticias y avances en negocios y gestión empresarial. Se trata de una reciente edición de Forbes Colombia (septiembre - octubre de 2023), la cual se titula «Sostenibilidad: ¿Un sueño posible?». Si bien, esta edición seguramente no pretende decirlo todo al respecto, considero que puede ser una muestra representativa de lo que está hoy en boga en el empresariado nacional.

Busqué identificar avances significativos –tal vez disruptivos–, especialmente en los enfoques que determinan las acciones voluntarias con las que las empresas contribuyen a las dimensiones socioeconómica, ambiental e institucional del país y sus regiones. Cuando hablo de enfoques me refiero a las perspectivas teóricas que sustentan las estrategias, soluciones o proyectos que se implementan, las cuales han de ajustarse en tanto mejoran nuestra comprensión de los fenómenos sociales y ambientales. (Lo invitamos a leer: Agrobiodiversidad en Montes de María, una historia de resiliencia)

Una evolución importante en el propósito de los proyectos no sucede si sus teorías de base no se transforman. Así, aunque existan proyectos de diversa índole, mientras los paradigmas que los determinan no cambien significativamente, se corre el riesgo de hacer más de lo mismo.

Luego de cerrar la revista me quedó cierto sabor a un déjà vu temático con relación a mis últimas lecturas de este tipo. Sin embargo, de ningún modo pretendo decir que en Colombia no hay progresos importantes en teoría de la sostenibilidad corporativa, pudiendo ser que, tal vez, no era el objeto de esta edición de la revista el abordarlos totalmente. En últimas, lo importante es que esta lectura me suscitó ciertas reflexiones que deseo plantear, esperando que sean de utilidad para quienes trabajamos en las distintas ramas de este campo de acción y conocimiento.

Dicho esto, paso a exponer tales análisis partiendo de citas textuales que extraigo de un par de artículos de la publicación en cuestión, donde una inicial es: «(…) los consumidores son más críticos e informados y, por ende, sus preferencias se han inclinado hacia los productos o servicios que tienen sello verde» (El reto: Aprender a ser sostenibles - Cuartas, Joselin y Montes, Sebastián).

Con relación a esta afirmación, y sin dudar del carácter crítico ni del nivel de información de muchos consumidores en la actualidad, siempre me ha inquietado lo genérico de esta recurrente aseveración, toda vez que me pregunto qué tanto la respaldan las cifras para que sea más que un deseo. Aunque el origen sostenible de los productos determinara las compras incluso por encima de factores como la calidad o el precio, este comportamiento suele diferir según la edad y el estrato socioeconómico de quien consume, o de acuerdo con el segmento de mercado en cuestión.

Al respecto, una revisión somera de algunas encuestas y análisis disponibles en la web sobre datos de criterios de consumo, efectuadas por firmas consultoras como KPMG y Kantar Group, entre otras; muestran que efectivamente para el 2023 la sostenibilidad es una fuerza creciente, no obstante, en el caso de los mercados suramericanos el comportamiento del consumidor promedio está determinado principalmente por sus condiciones económicas.

A continuación otras dos citas también llamaron mi atención, la primera: «Lo que hace el concepto de sostenibilidad como ventaja competitiva es que quiebra esa dicotomía; no es que impulso acciones sostenibles solo porque están bien para el mundo y tengo una responsabilidad con la sociedad, sino que lo hago porque es buen negocio” (Nuevas agendas - Cuartas, Joselin); y la segunda: «Sin embargo, las empresas vienen siendo más conscientes de este asunto y han emprendido su camino hacia ser más sostenibles, entendiendo que se trata más de una inversión rentable que de un costo en su balance financiero” (El reto: Aprender a ser sostenibles - Cuartas, Joselin y Montes, Sebastián).

Sobre estos planteamientos me surge la inquietud respecto a ese nivel de retorno que el inversionista promedio en Colombia espera obtener para decidirse a hacer la apuesta en cuestión, entendiendo que las inversiones en sostenibilidad –independiente de los beneficios sociales o ambientales que generen– no garantizan un retorno financiero positivo.

Teniendo en cuenta que los riesgos en este ámbito con frecuencia son altos, sería interesante indagar el grado de aceptación que los inversionistas tienen en Colombia sobre rendimientos bajos respecto al riesgo asumido, siempre que el impacto positivo social o ambiental sea evidente. Por otra parte, teniendo en cuenta que la competitividad de una compañía puede verse afectada por múltiples factores, no únicamente económicos, convendría también conocer qué tanto se valoran –y miden– en nuestro medio otros tipos de retorno además del financiero, más intangibles y a más largo plazo, los cuales también pueden resultar de este tipo de acciones.

Adicionalmente, y destacando que a los desafíos de sostenibilidad en productos y procesos muchas veces subyacen oportunidades de innovación que pueden representar ventajas competitivas, un reconocimiento consistente de esta posibilidad por parte de las compañías, debería reflejarse en un mayor flujo de inversión en proyectos que fomenten la articulación de las áreas de I+D+I con las de sostenibilidad.

Sobre este aspecto, la revista también plantea: «Paola Shue-Vásquez, gerente de asuntos corporativos y comunicaciones de Upfield Latam, la empresa más grande de alimentos a base de plantas, detalló que hay otros dos conceptos que son primordiales: innovación e investigación» (El reto: Aprender a ser sostenibles - Cuartas, Joselin y Montes, Sebastián).

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Aquí resulta crucial comprender, además de la diferencia entre investigación e innovación, el cuidado que conlleva articular estos dos procesos para propiciar una retroalimentación de doble vía entre ambos que conduzca a la generación de conocimiento, además de disruptivo, rentable y con impacto positivo en la sociedad y el ambiente.

En ese sentido, junto a un trabajo colaborativo entre academia e industria, se requiere la incorporación de talento humano con formación doctoral que tenga las competencias necesarias para desarrollar este tipo de proyectos. Avanzar en la reindustrialización del país implica que enfoques como estos dejen de ser la excepción en Colombia, no solamente en las distintas escalas empresariales, sino en los demás actores del sistema nacional de CT+I.

Por último, quiero señalar un concepto que a mi juicio debería ser cada vez más determinante en el ámbito de la sostenibilidad: la cooperación multisectorial. Peter Senge lo referencia así en su libro «La revolución necesaria»: «Para mejorar la efectividad de contribución al desarrollo sostenible y en general enfrentar creativamente todos los temas centrales de la sostenibilidad, es crucial la articulación a través de sectores».

Y es que al no ser las problemáticas de sostenibilidad producto de las acciones de un solo sector o grupo social, no tiene mayor sentido que cada quien defina soluciones de manera unilateral. La complejidad de los desafíos que como humanidad enfrentamos, demanda la conformación de redes de conocimientos, habilidades y recursos a nivel multisectorial e interdisciplinario; y ello conlleva entender que para cooperar no basta con tener la buena intención de hacerlo, pues también se requiere contar con ciertas capacidades y saberes que viabilicen las interacciones, siendo esencial el comprender que los proyectos más sólidos y sostenibles surgen cuando perspectivas diversas –y en ocasiones contradictorias, encuentran puntos en común desde donde avanzar conjuntamente.

Por Gustavo Aristizábal Hernández, investigador del Centro de Soluciones Basadas en Naturaleza - Instituto Humboldt

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