Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Entre septiembre y octubre de 2023, durante la sequía que se registró en la Amazonía, se registró la muerte de más de 330 delfines rosados y grises en dos sistemas lagunares de Brasil. La causa puede haber sido el choque térmico por temperaturas de 40 grados centígrados en el agua o el crecimiento exponencial de alguna bacteria.
Aunque este año no se ha presentado una situación similar, las alarmas se volvieron a encender por los bajos niveles de los ríos en la Amazonía. En Brasil, por ejemplo, el nivel del agua llegó a ser el menor en los 70 años de mediciones oficiales, mientras que en Colombia la lámina de agua del río disminuyó entre un 80% y 90% en los últimos tres meses, según las autoridades locales. Los incendios en la selva también causaron una gran pérdida de biodiversidad y una saturación de humo que llevo al cierre de varios aeropuertos en la Amazonia.
(Lea también: La apuesta de Colombia para cumplir con la primera meta del Marco de Biodiversidad)
La Fundación Omacha, una organización que se dedica a la conservación de los delfines de río, los manatíes y otras especies de fauna silvestre, recibió entre agosto y septiembre de este año, cinco reportes de delfines de río muertos en las localidades de Puerto Esperanza, lago El Correo, Patrullero y Boyahuazu, en la Amazonía colombiana.
El director científico de la Fundación, Fernando Trujillo, explica que “la muerte de estos delfines no está relacionada con las mismas causas de altas temperaturas ocurridas el año pasado en Brasil. Hemos identificado preliminarmente que los delfines murieron atrapados en redes de pesca. Cuando baja el agua, desafortunadamente se colocan gran cantidad de redes atravesadas, de lado a lado, en los caños y cuando los delfines intentan pasar, quedan atrapados y pueden morir”.
En Colombia hay dos especies de delfines de río: el rosado (Inia geoffrensis) y el gris (Sotalia fluviatilis). “El delfín rosado es uno de los animales más grandes que encontramos en nuestros ríos. Es un privilegio que solo dos continentes (Sudamérica y Asia) tengan delfines de río. Normalmente, estos animales los asocian con el mar y saber que tenemos, en el caso de Sudamérica, dos especies y que posiblemente pueden ser seis una vez los estudios genéticos permitan confirmarlas, eso nos dice que es algo único”, sostiene Saulo Usma, biólogo y especialista en Agua Dulce del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF Colombia).
(Lea: Repartir las ganancias de los recursos genéticos, la discusión más peluda de la COP16)
Pese a que es un privilegio, los delfines rosados y grises del país, están catalogados En Peligro (EN) de extinción, debido a múltiples amenazas, incluidas las prácticas de pesca insostenibles, las hidroeléctricas, la contaminación procedente de la agricultura, la industria y la minería, así como la pérdida de su hábitat.
Por esto, en octubre de 2023, el gobierno nacional, en cabeza del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, lideró la Declaración Global para la conservación de delfines de río de Suramérica y Asia, una iniciativa mundial que busca detener la disminución de todas estas especies y aumentar los tamaños de las poblaciones más vulnerables.
Específicamente, el 24 de octubre del año pasado, los 14 países de Asia y de Sudamérica que tienen en su territorio delfines de río se reunieron en Bogotá. La intención era que los países firmaran un acuerdo voluntario de conservación de esas especies. “No queríamos que los países tuvieran que hacer nuevos esfuerzos o compromisos, sino básicamente articular una serie de acciones que cada país ya está tomando para contrarrestar la pérdida de biodiversidad en sus bosques y humedales, disminuir los efectos de cambio climático y conservar los patrimonios ambientales de cada uno de los países”, agrega Trujillo.
Una de las razones por la que decidieron centrar sus esfuerzos en los delfines de río, es porque son considerados especies sombrillas, es decir, si se protege estos mamíferos se protegen al tiempo cientos de especies que viven e interactúan con ellos. Al ser tan grandes, los delfines requieren de grandes áreas para realizar sus actividades cotidianas y por esto abarcan importantes ecosistemas como lagunas y ríos.
En ese sentido, la Declaratoria contempla diferentes acciones enfocadas en reducir la deforestación que está incrementando la desecación en las distintas cuencas donde viven los delfines. Esas acciones pasan por evitar la deforestación, y aumentar el enriquecimiento vegetal que se tiene cuando se hace restauración forestal.
También quedó incluido incrementar el conocimiento sobre los delfines: saber dónde están, cuántos son, su estado de salud, monitorear sus poblaciones para saber si están disminuyendo o incrementando. Para esto, uno de los compromisos es que los países trabajen de la mano con la academia, las ONG y las comunidades locales para hacer estas actividades, y otras relacionadas con cursos que preparen a las personas para hacer salvamento de delfines, sobre todo cuando quedan varados en las orillas, y cuando hay que trasladarlos de humedales que quedan aislados hasta el canal principal del río.
“Otro punto son las medidas que tengan que ver con la ordenación del recurso pesquero porque los delfines dependen de ese alimento igual que nosotros. Pero cuando llegan las épocas de desecación, de verano, con temperaturas tan altas, hemos visto que descienden las aguas, los peces empiezan a disminuir y la gente incrementa el número de redes en los ríos que muchas veces enredan a los delfines. Entonces, todo lo que tenga que ver con la ordenación pesquera, que involucre a los pescadores como los principales vigilantes y restauradores de los humedales y selvas, es bienvenido”, menciona Usma.
Todas estas medidas, sumadas a las de la regulación de la minería y de la construcción de megainfraestructura como, por ejemplo, las represas hidroeléctricas, son la base de la declaratoria.
Un año desde la declaratoria global
Hasta el momento, diez países han firmado la declaratoria, esto quiere decir que aún hacen falta cuatro, incluido Perú. Pese a esto, los avances que destacan quienes trabajaron en esta herramienta son varios. “El primer gran logro que tuvimos fue que por primera vez reunimos a los representantes de los Gobiernos de los dos continentes para hablar de la conservación de sus delfines de río. Más allá de la firma, que no deja de ser un acto simbólico, era la gran posibilidad de ver dos continentes compartiendo experiencias en la conservación de un mismo grupo de especies”, sostiene el biólogo.
Por otro lado, destacan la oportunidad que han tenido de articularse con otras iniciativas internacionales de conservación, cómo por ejemplo, los gobiernos de Brasil, Colombia, Ecuador y Perú compartieron avances en la implementación del Plan de Manejo y Conservación de estas especies (CMP por sus siglas en inglés), que fue encargado por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), una entidad que está apoyando el proceso.
“La declaratoria también permitió que la Convención Ramsar se interesara en la posibilidad de que, en la COP15 en Zimbabwe del próximo año, se saque una resolución que reconozca los delfines de río como especies claves para la conservación y el uso sostenible de los humedales de Sudamérica y de Asia”, menciona Usma. En ese sentido, el Ministerio de Ambiente de Colombia está trabajando, junto con Fundación Omacha y WWF, en un borrador de resolución que se espera que sea discutido previamente para presentarlo en dicho evento.
Los retos de proteger los delfines de río
Sin embargo, así como hay avances, también hay retos muy similares a los que giran en torno a la conservación de la biodiversidad: el financiamiento. Usma explica que, por ejemplo, todas las acciones de reforestación requieren de recursos económicos, pues es necesario crear viveros y contratar personas, ojalá de las mismas comunidades locales, porque son quienes tienen el conocimiento de los territorios, para trabajar en estas actividades.
Además, en relación con la ordenación pesquera, durante las vedas (épocas donde se prohíbe la pesca comercial para permitir la reproducción de los peces) es importante ofrecerles alternativas económicas a los pescadores. “Ellos son valiosos en actividades de limpieza y conectividad de los humedales, en actividades de enriquecimiento vegetal de muchos de nuestros bosques y selvas, en actividades de vigilancia y control local para incrementar el respeto a la veda. Así, la financiación es clave porque garantiza muchas de las acciones concretas que las personas realizan en estas épocas de emergencia”, agrega Usma.
Superar los retos y seguir avanzando en las oportunidades establecidas en la declaratoria permitirá detener la disminución poblacional de algunas especies de delfines de río, incluso en algunas de las cuencas fluviales más densamente pobladas del mundo, como el Indo (el río más importante de Pakistán y de los principales de la India) y el Yangtsé (el más largo de China y Asia).
Además, es importante apoyar iniciativas como la de Delfines de Río de Sudamérica (SARDI, por sus siglas en inglés), que reúne los principales investigadores de delfines de río de Suramérica. La Fundación Omacha y WWF, son dos de las siete organizaciones que hacen parte de SARDI, que, mediante la investigación científica, la implementación de acciones de conservación y la colaboración de las comunidades, las organizaciones público-privadas y los gobiernos, trabaja articuladamente para mitigar los impactos de las amenazas que afectan a los delfines de río y su hábitat en la Amazonía y Orinoquia. Esto, con el propósito de asegurar el bienestar de los delfines y de millones de personas que dependen de los ríos y demás recursos naturales.