Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace cinco años, Macario Flórez, quien en ese momento tenía 39 años, llegó a Bogotá como víctima de desplazamiento producto del conflicto armado en Colombia. Durante toda su vida se dedicó a las labores del campo, pero al llegar a la capital no fue fácil encontrar un empleo similar, o siquiera uno que le permitiera obtener un sustento estable.
“Duré dos años sin trabajo, porque el hecho de ser desplazado dificulta tener un empleo digno”, recuerda. Flórez se vinculó a la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) y gracias a esto pudo obtener un puesto en lo que califica como “uno de los mejores proyectos sostenibles que hay en Colombia”. (Lea: Con su dieta usted también puede ayudar a cambiar el planeta)
Se trata de CityHuertas, una empresa de agricultura urbana que produce hortalizas orgánicas sobre los techos de los edificios de Bogotá. En 2020, Santiago y Felipe Caro decidieron emprender un proyecto que le apostara al consumo sostenible y local de hortalizas como la lechuga.
“Hace dos años y medio se construyó el primer modelo en donde empezamos a probar distintas variedades de hortalizas, todo manejado orgánicamente. Al principio era intentar e intentar, hasta que ya logramos estabilizar el proceso”, dice Caro, gerente de CityHuertas.
Además de buscar tener un impacto social, a través de la contratación de víctimas del conflicto armado, para que sean ellos los nuevos “campesinos urbanos”, este proyecto, al que llaman “un oasis dentro de Bogotá”, busca incentivar el consumo local y orgánico de ciertos productos, para mitigar la huella de carbono que ya genera la agricultura en el mundo. (Lea: Las jirafas de Angola vuelven a su país natal después de décadas de ausencia)
De acuerdo con un informe del año pasado del IDEAM, la ganadería, la agricultura y el cambio de uso del suelo son las actividades que más generan emisiones que contribuyen al cambio climático en el país. Estas representan el 59 % del total, lo que a su vez indica un aumento del 9,4 % en comparación con 1990.
“Para nosotros es importante no afectar el medio ambiente, ni con el uso de agroquímicos que contaminan el agua y los suelos, ni con las emisiones generadas por el transporte de alimentos”, agrega el gerente.
Es por esto que, a diferencias de otros cultivos, las plagas de babosas, palomillas o algunos gusanos son controlados de manera orgánica. “En el campo normalmente se trabaja todo con químicos porque hay mucha maleza. Acá nosotros controlamos las plagas con remedios caseros, como el ají o el ajo”, explica Macario Flórez. (Lea: Lo que genera el ruido del tráfico y las industrias en la fauna y las personas)
Este proyecto, relativamente nuevo, tiene unos 50 suscriptores, quienes reciben semanalmente un mercado, en el que consiguen productos como cebolla cabezona, espinacas, rábano y varios tipos de lechuga. El 80 % de ellos vive cerca a Cedritos, un barrio de Bogotá, donde se encuentra la primera huerta de 200 metros cuadrados, que tiene la capacidad de producir 22 kilogramos de comida por m² cada año.
A ellos se suman entre 10 y 12 restaurantes como El Cielo y El Chato, que también se han interesado por el proyecto y ahora son clientes. En este momento, la empresa trabaja con aproximadamente 20 especies, la mayoría de estas son nativas de otros países, pues uno de sus objetivos es ampliar la variedad de hortalizas que pueden ser usadas en la cocina.
Por otro lado, construir una infraestructura que luzca como un campo en la ciudad no ha sido tarea fácil. Por ejemplo, la primera huerta está en la terraza (un octavo piso) de un edifico empresarial. Esto ha obligado a que se tengan en cuenta factores como el peso de la huerta y un sistema efectivo de drenaje y retención de agua, para evitar problemas en la infraestructura.
“Fue un proceso de investigación de más de dos años, en el cual entendimos que esto al final es un ecosistema que está en la ciudad”, dice Caro. (Lea también: Lo que debe saber sobre el tratado que busca eliminar la contaminación plástica)
A finales de este mes, CityHuertas comenzará la construcción de su segunda huerta en la terraza de un centro logístico en la avenida 26 de la capital colombiana. De manera simultánea, están afinando detalles para empezar la construcción de otra sede en la terraza del Centro Comercial Bulevar Niza; que sería la huerta urbana más grande de América Latina, con 2.000 m².
“Nuestro sueño es volver a Bogotá, en la huerta urbana más grande de Latinoamérica”, sostienen los líderes del proyecto. Para lograrlo planean tener 12 huertas, una por cada localidad aproximadamente. En cinco años anhelan tener entre 10.000 y 12.000 m² donde continúen produciendo hortalizas orgánicas.
Aunque el enfoque de CityHuertas se ha centrado en especies de otros países, hace tres meses firmaron un convenio con el Jardín Botánico de Bogotá para producir semillas nativas o criollas, que previamente son investigadas por esta entidad. La idea es reincorporarlas poco a poco en el mercado y así rescatar la variedad de especies para consumo humano que se ha perdido con el tiempo.