Una comunidad con alas de Cóndor
Información institucional | La integración de las familias del Páramo del Almorzadero en Santander con el Estado y la empresa privada, logran desarrollar una iniciativa para la protección del Cóndor de los Andes, una demostración de convivencia y conservación del territorio.
Germán Alfonso Garcés Mariño
El páramo del Almorzadero es un ecosistema de alta montaña que se encuentra en la cordillera Oriental de los Andes Colombianos, entre los departamentos de Santander y Norte de Santander. Tiene una extensión de aproximadamente 1251 km² y una altitud que va desde los 3.100 hasta los 4.530 metros sobre el nivel del mar.
Es un cerco montañoso sobre el cual se enmarca la interconexión del centro del país con Venezuela mediante la carretera central del norte, históricamente ligada a los generales José Rafael Reyes y Solo Wilches Calderón a finales del siglo XIX, espacio demográfico que ha persistido por más de 100 años, cimentado en la transformación cultural tanto de la colonia como precolombina, toda vez que el territorio se caracterizó por ser el núcleo comercial de diversas familias lingüísticas prehispánicas. (Lea: Seis proyectos fueron los ganadores del Premio BIBO 2023)
Consecuentemente el crecimiento poblacional fue significativo, la satisfacción de necesidades primordial, la explotación de los recursos tomó relevancia a la vez que la ganadería, la agricultura y algunos principios mineros lograban posicionamiento geográfico; los urbanismos y la infraestructura cobraron espacios, la planeación desde principios de desarrollo humano dejó de lado la sostenibilidad de los recursos.
Con esto, diferentes especies se vieron relegadas o simplemente desaparecieron; la flora y la fauna se convirtieron en desplazados, muchos animales silvestres debieron cambiar hábitos de vida, podríamos identificar cambios evolutivos de corto plazo; algunos intervinieron las cosechas, otros atacaron la ganadería, la brecha entre seres humanos y fauna se hizo más estrecha; la convivencia casi insostenible, el cóndor (Vultur gryphus), se convierte en más que un símbolo nacional, en un símbolo del desarraigo territorial y de lucha entre campesinos y biodiversidad.
Los últimos 50 años dejan registros alarmantes, los ganaderos evidencian pérdidas significativas en sus rebaños de corderos, en ocasiones superiores al 50 %. Los cóndores también ponen su cuota. Periódicamente aparecen muertos por diversas causas, como envenenamiento fortuitos, y desafortunadamente, también intencionales. Algunas personas e instituciones luchan por salvarles, muchas veces con éxito, y el día a día permite identificar abiertamente una problemática. (Lea: Los desafíos ambientales que asumen los próximos alcaldes y gobernadores)
La convivencia entre los cóndores y los ganaderos.
Las montañas del páramo del Almorzadero se llenan de quijotes, alguien interpreta la iniciativa de convertir el problema en la misma solución; solamente había que quitar una palabra, la palabra “problema”, así nace la propuesta “coexistencia entre los cóndores y los ganaderos” una verdadera propuesta de transformación cultural que iba mucho más allá del respeto por los recursos naturales e interpretó cómo la tecnología y los modelos productivos basados en la protección podrían ser significativamente rentables desde lo económico.
La delimitación de las áreas de producción permitió la protección de los mismos corderos, de las madres gestantes, incluso de los reproductores, pie de cría y levante. El mejoramiento de praderas y prácticas sostenibles prontamente condujeron al mejoramiento genético, abrieron espacios a la trazabilidad de la producción y a nuevos modelos de negocio; de otra parte, la identificación del comportamiento adaptativo de los cóndores, intervención acompañada científicamente, comenzó a dar frutos dándole un sesgo de inocencia a las acusaciones en contra del cóndor, entraron en escena otros protagonistas, perro ferales, perros domésticos, aves rapaces, mamíferos silvestres y uno que otro oportunista identificado en el proceso. (Lea: Más de mil especies en Colombia están amenazadas, ¿cómo protegerlas?)
La formación, la participación y el compromiso se volvieron fundamentales. La construcción colectiva permitió generar nuevas iniciativas que convirtieron al cóndor en un aliado, en una fuente de oportunidades; el turismo sostenible les generó pertenencia a los campesinos quiénes hacen de esta especie un símbolo propio. El páramo del Almorzadero florece de nuevo, el municipio del Cerrito genera una nueva estrategia socioeconómica de principios ambientales y los quijotes adquieren nombre propio, nace la Asociación Campesina Coexistiendo con el Cóndor ACAMCO, una estructura que trabaja por el desarrollo de actividades agropecuarias de manera sostenible, implementando acciones integrales que permiten la permanencia en el territorio coexistiendo con las dinámicas propias de la zona de páramo, la transferencia tecnológica, restauración y conservación de ecosistemas estratégicos garantizando la autonomía alimentaria, el relevo generacional, la unión familiar y la protección de la flora y fauna mediante las prácticas del buen vivir, como lo reza su Misión, desde la investigación, el desarrollo, la aplicación de la ciencia y la ingeniería, desarrollan actividades agropecuarias de manera sostenible.
El proceso toma una dinámica de fractalidad, es decir, se expande como fuegos artificiales, el vecino le cuenta a su vecino y este hace lo propio, así de montaña en montaña, de vereda en vereda se vuelve más participativo. Con el pasar del tiempo la formación se distribuye y fortalece, los aprendizajes se vuelven más dinámicos, el territorio del cóndor se convierte en la cultura de esta población, y “Cuido mis ovejas, protejo el páramo y el Cóndor de los Andes” se transforma en una pasión de sus habitantes.
La integración es prácticamente total, las actividades escolares giran en torno a la protección del cóndor, la biodiversidad y el ambiente; las fiestas culturales abren un espacio significativo a las expresiones en su defensa y protección, la economía va más allá del turismo ambiental y de la producción ovina, las artesanías, la gastronomía; los valores agregados aparecen por todas partes, esta ave finalmente nos da identidad.
En la actualidad existen fechas que son verdaderos hitos en la apropiación del xóndor como elemento de alto valor en la sostenibilidad de la vida de los cerritanos y de la comunidad del páramo del Almorzadero, el festival del Cóndor es una de sus principales, el 7 de agosto, motivo de verdadera fiesta, encuentro académico, divulgación y orgullo para lo que otrora fuera una lucha constante por el territorio.
Nos rodea ahora una comunidad con alas de cóndor, la convivencia pareciera una familia en la cual cóndores, ovejas y personas son sus integrantes, con derechos y obligaciones; hay un simbiosis en construcción; inclusive no solo las personas tienen sus nombres, también algunos corderos y obviamente, Illika y Dasán, los cóndores salvados y liberados en el 2018 constituyen uno de los mayores tesoros del Páramo El Almorzadero.
Pero no son los únicos, se pregunta por los Buitres, el Viejo, el Pelión, y algunos que han asumido el nombre o sobrenombre de sus cuidadores; ya en la cotidianeidad es común peguntar por ellos como un paisano más; ¡compadre hace rato no veo a Illika!, ¿Qué se sabe del viejo? Desde hace días no pasa… ¡los marcados estaban por la cuchilla!, ¡mano que triste, nos avisaron que en uno de los nidos se jodió el huevo!… Lo más conmovedor y satisfactorio “en las cascadas otra vez están criando”.
El camino no ha sido fácil y no va a seguir siendo fácil, se ha recorrido mucho, se ha aprendido más, pero sobre todo se ha hecho entre todos. La participación se convirtió en la principal herramienta, el conocimiento es el método, y lograr ponerle sentimiento hasta la tierra misma es lo que permite hoy que sobre el páramo del Almorzadero se haya construido un tejido de apropiación e identidad que trasciende del anciano, las madres cabeza de familia, los jornaleros y padres a los más chicos de casa, en la idea de “producir conservando, y conservar produciendo”.
El páramo del Almorzadero es un ecosistema de alta montaña que se encuentra en la cordillera Oriental de los Andes Colombianos, entre los departamentos de Santander y Norte de Santander. Tiene una extensión de aproximadamente 1251 km² y una altitud que va desde los 3.100 hasta los 4.530 metros sobre el nivel del mar.
Es un cerco montañoso sobre el cual se enmarca la interconexión del centro del país con Venezuela mediante la carretera central del norte, históricamente ligada a los generales José Rafael Reyes y Solo Wilches Calderón a finales del siglo XIX, espacio demográfico que ha persistido por más de 100 años, cimentado en la transformación cultural tanto de la colonia como precolombina, toda vez que el territorio se caracterizó por ser el núcleo comercial de diversas familias lingüísticas prehispánicas. (Lea: Seis proyectos fueron los ganadores del Premio BIBO 2023)
Consecuentemente el crecimiento poblacional fue significativo, la satisfacción de necesidades primordial, la explotación de los recursos tomó relevancia a la vez que la ganadería, la agricultura y algunos principios mineros lograban posicionamiento geográfico; los urbanismos y la infraestructura cobraron espacios, la planeación desde principios de desarrollo humano dejó de lado la sostenibilidad de los recursos.
Con esto, diferentes especies se vieron relegadas o simplemente desaparecieron; la flora y la fauna se convirtieron en desplazados, muchos animales silvestres debieron cambiar hábitos de vida, podríamos identificar cambios evolutivos de corto plazo; algunos intervinieron las cosechas, otros atacaron la ganadería, la brecha entre seres humanos y fauna se hizo más estrecha; la convivencia casi insostenible, el cóndor (Vultur gryphus), se convierte en más que un símbolo nacional, en un símbolo del desarraigo territorial y de lucha entre campesinos y biodiversidad.
Los últimos 50 años dejan registros alarmantes, los ganaderos evidencian pérdidas significativas en sus rebaños de corderos, en ocasiones superiores al 50 %. Los cóndores también ponen su cuota. Periódicamente aparecen muertos por diversas causas, como envenenamiento fortuitos, y desafortunadamente, también intencionales. Algunas personas e instituciones luchan por salvarles, muchas veces con éxito, y el día a día permite identificar abiertamente una problemática. (Lea: Los desafíos ambientales que asumen los próximos alcaldes y gobernadores)
La convivencia entre los cóndores y los ganaderos.
Las montañas del páramo del Almorzadero se llenan de quijotes, alguien interpreta la iniciativa de convertir el problema en la misma solución; solamente había que quitar una palabra, la palabra “problema”, así nace la propuesta “coexistencia entre los cóndores y los ganaderos” una verdadera propuesta de transformación cultural que iba mucho más allá del respeto por los recursos naturales e interpretó cómo la tecnología y los modelos productivos basados en la protección podrían ser significativamente rentables desde lo económico.
La delimitación de las áreas de producción permitió la protección de los mismos corderos, de las madres gestantes, incluso de los reproductores, pie de cría y levante. El mejoramiento de praderas y prácticas sostenibles prontamente condujeron al mejoramiento genético, abrieron espacios a la trazabilidad de la producción y a nuevos modelos de negocio; de otra parte, la identificación del comportamiento adaptativo de los cóndores, intervención acompañada científicamente, comenzó a dar frutos dándole un sesgo de inocencia a las acusaciones en contra del cóndor, entraron en escena otros protagonistas, perro ferales, perros domésticos, aves rapaces, mamíferos silvestres y uno que otro oportunista identificado en el proceso. (Lea: Más de mil especies en Colombia están amenazadas, ¿cómo protegerlas?)
La formación, la participación y el compromiso se volvieron fundamentales. La construcción colectiva permitió generar nuevas iniciativas que convirtieron al cóndor en un aliado, en una fuente de oportunidades; el turismo sostenible les generó pertenencia a los campesinos quiénes hacen de esta especie un símbolo propio. El páramo del Almorzadero florece de nuevo, el municipio del Cerrito genera una nueva estrategia socioeconómica de principios ambientales y los quijotes adquieren nombre propio, nace la Asociación Campesina Coexistiendo con el Cóndor ACAMCO, una estructura que trabaja por el desarrollo de actividades agropecuarias de manera sostenible, implementando acciones integrales que permiten la permanencia en el territorio coexistiendo con las dinámicas propias de la zona de páramo, la transferencia tecnológica, restauración y conservación de ecosistemas estratégicos garantizando la autonomía alimentaria, el relevo generacional, la unión familiar y la protección de la flora y fauna mediante las prácticas del buen vivir, como lo reza su Misión, desde la investigación, el desarrollo, la aplicación de la ciencia y la ingeniería, desarrollan actividades agropecuarias de manera sostenible.
El proceso toma una dinámica de fractalidad, es decir, se expande como fuegos artificiales, el vecino le cuenta a su vecino y este hace lo propio, así de montaña en montaña, de vereda en vereda se vuelve más participativo. Con el pasar del tiempo la formación se distribuye y fortalece, los aprendizajes se vuelven más dinámicos, el territorio del cóndor se convierte en la cultura de esta población, y “Cuido mis ovejas, protejo el páramo y el Cóndor de los Andes” se transforma en una pasión de sus habitantes.
La integración es prácticamente total, las actividades escolares giran en torno a la protección del cóndor, la biodiversidad y el ambiente; las fiestas culturales abren un espacio significativo a las expresiones en su defensa y protección, la economía va más allá del turismo ambiental y de la producción ovina, las artesanías, la gastronomía; los valores agregados aparecen por todas partes, esta ave finalmente nos da identidad.
En la actualidad existen fechas que son verdaderos hitos en la apropiación del xóndor como elemento de alto valor en la sostenibilidad de la vida de los cerritanos y de la comunidad del páramo del Almorzadero, el festival del Cóndor es una de sus principales, el 7 de agosto, motivo de verdadera fiesta, encuentro académico, divulgación y orgullo para lo que otrora fuera una lucha constante por el territorio.
Nos rodea ahora una comunidad con alas de cóndor, la convivencia pareciera una familia en la cual cóndores, ovejas y personas son sus integrantes, con derechos y obligaciones; hay un simbiosis en construcción; inclusive no solo las personas tienen sus nombres, también algunos corderos y obviamente, Illika y Dasán, los cóndores salvados y liberados en el 2018 constituyen uno de los mayores tesoros del Páramo El Almorzadero.
Pero no son los únicos, se pregunta por los Buitres, el Viejo, el Pelión, y algunos que han asumido el nombre o sobrenombre de sus cuidadores; ya en la cotidianeidad es común peguntar por ellos como un paisano más; ¡compadre hace rato no veo a Illika!, ¿Qué se sabe del viejo? Desde hace días no pasa… ¡los marcados estaban por la cuchilla!, ¡mano que triste, nos avisaron que en uno de los nidos se jodió el huevo!… Lo más conmovedor y satisfactorio “en las cascadas otra vez están criando”.
El camino no ha sido fácil y no va a seguir siendo fácil, se ha recorrido mucho, se ha aprendido más, pero sobre todo se ha hecho entre todos. La participación se convirtió en la principal herramienta, el conocimiento es el método, y lograr ponerle sentimiento hasta la tierra misma es lo que permite hoy que sobre el páramo del Almorzadero se haya construido un tejido de apropiación e identidad que trasciende del anciano, las madres cabeza de familia, los jornaleros y padres a los más chicos de casa, en la idea de “producir conservando, y conservar produciendo”.