Dantas y armadillos, entre las 223 especies que se cazan en Colombia para subsistir
Una nueva publicación del Humboldt presenta, por primera vez, el panorama de la pesca y la caza de subsistencia en Colombia, actividades fundamentales para la seguridad alimentaria de millones de personas en el mundo.
Daniela Quintero Díaz
“Aquí estoy sabroso”, dice José, un pescador de casi 60 años que vive en Buena Vista, uno de los pueblos palafíticos de Colombia. No tiene agua potable ni servicio de aseo, y la luz llegó al pueblo hace poco, pero no quiere irse de allí. Recostado en las paredes de madera de su casa, que parece flotar sobre el agua, explica por qué. “Ahora, con la pandemia, hemos estado mejor que la gente en tierra, que no tiene empleo porque las empresas han cerrado o los han sacado, que tuvieron que quedarse encerrados rodeados de cemento. Aquí, al menos, no falta la comida”, asegura mirando a la ciénaga.
Cerca del 80 % de la población rural de Latinoamérica (incluyendo comunidades indígenas, afros, de pescadores y campesinos) dependen de la carne de monte y de la pesca para subsistir. La caza y la pesca han sido las prácticas más constantes y continuas desde el primer momento en que pasamos de ser primates a humanos (la hominización) hasta nuestros días. En el país, los primeros reportes de cacería datan de hace casi 20.000 años. Hoy esta actividad sigue siendo el sostén de cientos de comunidades, sobre todo de las zonas más apartadas. Pese a su importancia, ha sido muy poco estudiada.
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“Aquí estoy sabroso”, dice José, un pescador de casi 60 años que vive en Buena Vista, uno de los pueblos palafíticos de Colombia. No tiene agua potable ni servicio de aseo, y la luz llegó al pueblo hace poco, pero no quiere irse de allí. Recostado en las paredes de madera de su casa, que parece flotar sobre el agua, explica por qué. “Ahora, con la pandemia, hemos estado mejor que la gente en tierra, que no tiene empleo porque las empresas han cerrado o los han sacado, que tuvieron que quedarse encerrados rodeados de cemento. Aquí, al menos, no falta la comida”, asegura mirando a la ciénaga.
Cerca del 80 % de la población rural de Latinoamérica (incluyendo comunidades indígenas, afros, de pescadores y campesinos) dependen de la carne de monte y de la pesca para subsistir. La caza y la pesca han sido las prácticas más constantes y continuas desde el primer momento en que pasamos de ser primates a humanos (la hominización) hasta nuestros días. En el país, los primeros reportes de cacería datan de hace casi 20.000 años. Hoy esta actividad sigue siendo el sostén de cientos de comunidades, sobre todo de las zonas más apartadas. Pese a su importancia, ha sido muy poco estudiada.
“En el Instituto Humboldt hemos hecho estudios, registros y publicaciones de la pesca comercial artesanal, marina, ornamental (de peces de acuario) y deportiva. Pero faltaba un elemento que ha pasado inadvertido a pesar de la importancia que tiene”, asegura Carlos Lasso, investigador del Instituto. “La pesca de subsistencia no aparece en ningún indicador macroeconómico, pero es el sostén de miles de personas en Colombia y de millones en el mundo, al igual que la caza”, agrega. (Lea: Fallo de La Haya: ¿Qué viene para la reserva SeaFlower en San Andrés?)
Por eso el libro La caza y la pesca de subsistencia en el norte de Suramérica. Parte 1: Colombia, Venezuela y Guyana, que fue coeditado por Lasso, compila el trabajo de 60 autores, en el que se recogen reflexiones desde la ecología, las ciencias naturales, la biología de la conservación, la antropología, la arqueología y el saber ancestral de comunidades indígenas y afros para llenar vacíos históricos y presentar el panorama de estas actividades en la franja norte de Suramérica.
“Queremos que se vea que estas actividades de subsistencia existen, que cazar iguanas, ranas, dantas, venados, caimanes y pescaditos de dos centímetros es una realidad que no podemos negar, que es la forma de subsistir de la población desde tiempos pretéritos”, explica el investigador. La diferencia, insiste, es que estas actividades han existido de manera armónica con la naturaleza durante milenios.
Aunque en Colombia se reconocen y definen la caza y la pesca de subsistencia, no hay lineamientos para su manejo o su control. Aún no hay conocimiento, contabilidad ni instrumentos cuantitativos o cualitativos para medir los impactos, positivos o no, de estas demandas. Hasta hace muy poco se empezó a recolectar información del aporte proteico de la fauna silvestre a las comunidades y, más recientemente, a relacionar este consumo con la seguridad alimentaria. “En este libro se presentan casos de estudio donde se diagnostica y se proponen los primeros datos de abundancia, de biomasa, de lo que se genera y se produce entre la caza y la pesca de subsistencia”, dice Lasso. (Lea: Un juzgado suspende la licencia ambiental de dos pilotos de fracking en Puerto Wilches)
Por ejemplo, antes se calculaba que en el país cerca de 140 especies de fauna eran cazadas para el consumo de subsistencia. Esta revisión dejó ver que son muchas más: 223 especies, de las que 80 son mamíferos, 96 son aves, 37 son reptiles y 10 son anfibios. En el caso de la pesca, se logró conseguir información de las cinco zonas hidrográficas del país: Amazonas, Orinoco, Magdalena, Caribe y Vertiente del Pacífico. Los datos recolectados determinaron que 315 especies de peces son atrapadas en la pesca de subsistencia, además de 29 especies de invertebrados acuáticos continentales, como los camarones, cangrejos, caracoles y almejas.
La publicación, señalan los autores, espera aportar a la toma de decisiones basadas en la ciencia a la hora de formular políticas públicas alrededor de la gestión y el uso sostenible de estos recursos naturales. (Le puede interesar: El planeta se está quedando sin insectos, ¿qué implica?)
Hoy, a las 5:00 p.m. en la Feria del Libro de Bogotá, será el evento del lanzamiento del libro con un conversatorio en el que participarán los investigadores del Instituto Humboldt Carlos Lasso y Mónica Morales, y el profesor Germán Andrade.