Ecosistemas acuáticos, los más afectados en los últimos 50 años
Entre 1970 y 2020, las poblaciones de animales de agua dulce se redujeron en un 85 %, siendo las más afectadas, por encima de las terrestres (-69 %) y las marinas (-56 %), de acuerdo con el informe ‘Planeta Vivo 2024′. El documento, realizado por WWF y la Sociedad Zoológica de Londres, también advierte del punto de inflexión al que nos acercamos en la Gran Barrera de Coral, por el blanqueamiento masivo de corales, así como de otros cinco puntos de inflexión que tendrían repercusión en la vida marina.
Hace unas horas, WWF y la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés) presentaron el más reciente informe de Planeta Vivo, que analizó casi 35.000 tendencias poblaciones de 5.495 especies de vertebrados entre 1970 y 2020. Los resultados, como contamos en esta nota, no son nada alentadores: en 50 años, el tamaño promedio de esas poblaciones sufrió una catastrófica disminución del 73 %.
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Hace unas horas, WWF y la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés) presentaron el más reciente informe de Planeta Vivo, que analizó casi 35.000 tendencias poblaciones de 5.495 especies de vertebrados entre 1970 y 2020. Los resultados, como contamos en esta nota, no son nada alentadores: en 50 años, el tamaño promedio de esas poblaciones sufrió una catastrófica disminución del 73 %.
“Es una cifra alarmante para todas aquellas personas que nos preocupa el estado de nuestra naturaleza”, expresó la directora general de WWF, Kirsten Schuijt, al presentar el informe. El documento se da a conocer a poco más de una semana de que en Cali comience la COP16 que, entre otras cosas, analizará si los planes de los 196 países que hacen parte del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) están alineadas con las 23 metas que se pactaron hace dos años y que buscan detener y revertir la pérdida de biodiversidad.
El informe presenta el Índice Planeta Vivo (IPV), que registra la abundancia relativa de las poblaciones analizadas. Para que no se enrede, aunque una población de animales tenga muchos o pocos individuos, la abundancia relativa sigue la tendencia media, es decir, el ritmo al que cambian las poblaciones de fauna salvaje. A su vez, el índice es un promedio de tres índices que miden los cambios en los ecosistemas terrestres, en los ríos y lagos y en el mar.
Acá es donde el informe revela una afectación mayor para los ecosistemas acuáticos, principalmente para los de agua dulce que, durante el periodo analizaron, reportaron una disminución del 85 %, lo que representa una caída anual de 3,8 %. Los ecosistemas marinos registraron una caída del 56 %, mientras que en los terrestres fue del 69 %.
El mayor descenso en el índice de agua dulce “refleja la creciente presión ejercida sobre los hábitats y las especies de agua dulce”, apuntan los autores del informe. De hecho, resaltan que los peces de agua dulce a menudo se ven amenazados por alteraciones de su hábitat que pueden bloquear rutas migratorias esenciales, lo que ha llevado a un declive del 81 % de estas poblaciones en los últimos 50 años, como ilustraba otro informe de WWF en mayo de este año.
Frente al índice marino, el documento señala que está dominado por especies de peces, “muchas de las cuales se gestionan para controlar el nivel de presión pesquera”. De esta manera, algunas poblaciones se han recuperado en los últimos años y otras se han estabilizado, lo que explica el menor descenso general, si se compara con el de agua dulce y terrestre. Eso sí, los científicos piden no perder de vista a los tiburones, rayas marinas y otros peces marinos que “siguen mostrando niveles críticos de declive”.
Sin embargo, el índice no ofrece una mirada completa, pues las tendencias varían según las regiones. América Latina y el Caribe sigue siendo la región donde se observan los descensos más pronunciados, con un 95 %, seguida por África (-76 %), Asia y el Pacífico (-60 %), América del Norte (-39 %) y Europa y Asia Central (-35 %).
A nivel global, los principales motores del declive en las poblaciones de fauna silvestre son: la pérdida y degradación del hábitat, la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación, las especies invasoras y las enfermedades. Pero, como puede observar en el siguiente gráfico, para los peces de América Latina y el Caribe, la principal amenaza es la sobreexplotación, seguida de la pérdida y degradación del hábitat.
Uno de los casos de estudio que se presenta en el informe, es el del delfín rosado del río Amazonas y el del tucuxi. Entre 1994 y 2016, la población de los primeros disminuyó un 65 %, mientras que la de los segundos se redujo en un 75 % en la reserva de Mamirauá, en la Amazonia brasileña. Las razones de este declive, apuntan a que ambos delfines son vulnerables a las redes de pesca y son cazados como cebo. Además, apuntan al cambio climático como una amenaza creciente. No hay que olvidar que durante el año pasado, más de 330 delfines de río murieron en dos lagos debido a períodos de calor extremo y sequía. Mientras lee este artículo, la Amazonia enfrenta su periodo de sequía más fuerte, según los registros históricos.
La Gran Barrera de Coral y sus peligrosos puntos de inflexión
Las decenas de autores que participaron en la reciente edición de ‘Planeta Vivo’, alertan de que el índice y otros indicadores “apuntan a un declive de la naturaleza y la biodiversidad en todas sus formas”. Incluso, advierten de siete puntos de inflexión a los que nos acercamos en el planeta, entendidos estos como una serie de impactos que “alcanzan un determinado umbral” haciendo que el cambio se autoperpetúe, llevando a cambios sustanciales, abruptos y “potencialmente irreversibles”.
En particular, hay dos que preocupan a los científicos, pues sus impactos se darían más allá de sus fronteras: el de la selva amazónica y el de la Gran Barrera de Coral australiana. Sobre la segunda, el informe advierte que las olas de calor submarinas, generadas por el cambio climático, calientan las aguas superficiales causando el blanqueamiento a gran escala de los corales.
La Gran Barrera de Coral, que ha sufrido de blanqueamientos masivos en 1998, 2002, 2016, 2017, 2020 y 2022, vivió este año el evento más extenso en su historia. Si bien algunos corales pueden recuperarse, otros no, lo que “modifica la composición de las especies coralinas del arrecife y disminuye la diversidad de los corales y de la vida oceánica que depende de ellos”.
Pese a que la Gran Barrera de Coral ha mostrado una “notable capacidad de recuperación”, los expertos advierten que, con episodios cada vez más frecuentes y graves, “es posible que su capacidad resulte cada vez más mermada”. De hecho, recuerdan un dato poco alentador para los arrecifes de coral: de acuerdo con el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), entre el 70 y el 90 % desaparecerán aun si se limita el aumento de la temperatura por debajo de los 1,5 °C para finales de este siglo.
Para entender los impactos que la desaparición de los arrecifes de coral tendrían sobre el planeta, basta recordar que aproximadamente 330 millones de personas dependen directamente de ellos para protegerse de tormentas, así como para conseguir sus alimentos y medios de subsistencia. Otros 1.000 millones de personas dependen directa o indirectamente del turismo, la pesca y el comercio que brindan los arrecifes de coral.
Otros de los puntos de inflexión sobre los que alerta el informe tienen que ver con el colapso del giro subpolar del Atlántico Norte y la fusión de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental. Sobre la primera, una corriente circular al sur de Groenlandia, los científicos señalan que cambiarían los patrones meteorológicos en Europa y Norteamérica. Saltándonos algunos detalles, si se alcanza este punto de inflexión, las temperaturas del aire en Europa descenderían rápidamente, se desecarían los trópicos y el nivel del mar aumentaría.
La segunda, por su parte, “desencadenaría un aumento de muchos metros del nivel del mar, mientras que el deshielo a gran escala del permafrost provocaría enormes emisiones de dióxido de carbono y metano”.
Frente a las acciones que se deben emprender para revertir la “catastrófica” disminución de poblaciones que se registró en los últimos 50 años, el informe plantea cuatro transformaciones, de las cuales dos están estrechamente relacionadas con los ecosistemas acuáticos.
En primer lugar, se propone “transformar la conservación”. Aunque el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal pide que se proteja el 30 % de las tierras, aguas y mares para 2030, hasta el momento, las áreas protegidas solo cubren el 16 % del planeta y el 8 % de sus océanos. “Los países deben extender, mejorar, conectar y financiar adecuadamente sus sistemas de áreas protegidas, respetando los derechos y necesidades de las personas”, apuntan los autores del informe.
La segunda transformación, apunta al sistema alimentario, que utiliza el 40 % de toda la tierra habitable y el 70 % del agua. Allí, dicen los científicos, se debería fomentar una producción que proporcione comida para todas las personas, al tiempo que permita que la naturaleza prospere, así como reducir la pérdida y desperdicio de alimentos, y redirigir los subsidios ambientalmente dañinos, entre otras acciones.
Este insumo servirá de base para la COP16 que arranca el 21 de octubre en Cali. Durante dos semanas, delegados de 196 países se reunirán para seguir acordando las acciones que se deben tomar para detener y revertir la pérdida de biodiversidad. Justamente, la ministra de Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, Susana Muhamad, dio, en la presentación del documento, la bienvenida a la capital del Valle del Cauca “para discutir la realidad de la crisis de la naturaleza y para poner estas reflexiones en el centro de las decisiones que tomemos”.
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