El impacto, hasta ahora desconocido, de la pesca de arrastre en la contaminación mundial
Aunque desde hace un par de años se sabe que la pesca de arrastre libera dióxido de carbono que se ha ido acumulando en el fondo marino a lo largo de varios milenios, no se conocía qué porcentaje llegaba hasta la atmósfera. Una reciente investigación, en la que participó un científico colombiano, lo identificó.
César Giraldo Zuluaga
Hace casi dos años, un equipo de 26 investigadores, entre los cuales se encontraba un colombiano, publicó en la revista académica Nature la evaluación más completa que se ha hecho hasta la fecha sobre las áreas oceánicas que se deberían proteger para enfrentar las crisis climática, de biodiversidad y alimentaria. Si bien la investigación llamó la atención por identificar las áreas específicas que, por ejemplo, ayudarían a proteger el 80 % de los hábitats de las especies marinas en peligro de extinción, gran parte de los comentarios, e incluso críticas, se centraban en un aspecto que también resultaba novedoso para el momento: el estudio era el primero en cuantificar la liberación de dióxido de carbono (CO₂) que se generaba a partir de la pesca de arrastre. (Puede leer: Científicos e indígenas identificaron más de 30 especies de peces eléctricos en el Amazonas)
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Hace casi dos años, un equipo de 26 investigadores, entre los cuales se encontraba un colombiano, publicó en la revista académica Nature la evaluación más completa que se ha hecho hasta la fecha sobre las áreas oceánicas que se deberían proteger para enfrentar las crisis climática, de biodiversidad y alimentaria. Si bien la investigación llamó la atención por identificar las áreas específicas que, por ejemplo, ayudarían a proteger el 80 % de los hábitats de las especies marinas en peligro de extinción, gran parte de los comentarios, e incluso críticas, se centraban en un aspecto que también resultaba novedoso para el momento: el estudio era el primero en cuantificar la liberación de dióxido de carbono (CO₂) que se generaba a partir de la pesca de arrastre. (Puede leer: Científicos e indígenas identificaron más de 30 especies de peces eléctricos en el Amazonas)
Pese a este avance, hace dos años no era muy claro qué porcentaje de ese CO₂ terminaba llegando a la atmósfera. Un estudio publicado este jueves (18 de enero), sobre el que volveremos más adelante, por fin pudo estimarlo.
En términos muy generales, esta práctica, utilizada tanto por pescadores artesanales como industriales, consiste en arrastrar gigantescas redes de pesca por el fondo marino. Sin embargo, como lo han advertido diferentes estudios científicos a lo largo de los últimos años, a pesar de su gran eficiencia, tiene importantes efectos negativos sobre el fondo oceánico y las plantas, animales y microorganismos que habitan en este.
Además, resaltaba la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) el año pasado, uno de los principales problemas con la pesca de arrastre es el alto porcentaje de captura incidental, es decir, la captura involuntaria de especies de peces que no eran el objetivo de la pesca. Esto, aseguraba la FAO, “representa un impacto negativo adicional a las poblaciones y una pérdida de beneficios futuros”. (Le puede interesar: Por cinco años consecutivos, océanos baten récords de calor)
De lo que no se sabía tanto, hasta la publicación del estudio en 2021, era del efecto que podía tener la pesca de arrastre sobre el CO₂ que se encontraba en el fondo marino. Y es que, como lo explicó en ese entonces la coautora de la investigación, Trisha Atwood, de la Universidad Estatal de Utah (Estados Unidos), “el fondo del océano es el depósito de carbono más grande del mundo”. Tras sus análisis, los científicos encontraron que esta práctica pesquera estaba liberando cientos de millones de toneladas de dióxido de carbono —que llevaba milenios acumulándose— al océano. Para hacerse una idea, decía Atwood, “es un volumen de emisiones similar al de la aviación”, que para 2022 aportó el 2,5 % de las emisiones mundiales de CO₂.
Una de las preguntas que surgió tras ese primer estudio, dice el ingeniero ambiental colombiano, Juan Mayorga, quien fue uno de los autores, era ¿qué pasaba con ese CO₂ liberado que se quedaba en el agua? “Cuando empezaron a hablar de los resultados del estudio de 2021, escuchábamos frecuentemente que nos decían que estas emisiones no contaban porque estaban en el agua y, al no estar en la atmósfera, no estaban contribuyendo al cambio climático”, dice Mayorga, quien tiene una maestría en Ciencias y Gestión Medioambientales de la Universidad de California.
“Pero sabemos que existe un intercambio de gases entre la atmósfera y el océano —continúa Mayorga—. Por eso la siguiente pregunta era: ¿qué porcentaje de ese CO₂ que está en forma acuosa se va a transferir a CO₂ atmosférico y en qué tiempo?”. Esta fue la inquietud que Mayorga, quien hace parte del proyecto Pristine Seas de National Geographic, respondió junto a otros científicos de distintas universidades de Estados Unidos y Australia, así como del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la Nasa en un estudio publicado ayer en la revista académica Frontiers in Marine Science. (También puede leer: Noruega da un paso adelante hacia la exploración minera de los fondos marinos)
Del fondo marino a la atmósfera
Con el apoyo de los expertos de la Nasa y de científicos especializados en modelos atmosféricos y modelación climática, los investigadores examinaron el destino del CO₂ que fue liberado en el océano por la pesca de arrastre entre 1996 y 2020. En palabras de Mayorga, buscaban “entender la transferencia de gases (puntualmente del dióxido de carbono) entre el mar y la atmósfera”.
Lo que encontraron, tras correr algunos modelos, es que “entre el 55 y el 60 % del CO₂ acuoso inducido por la pesca de arrastre se libera a la atmósfera en un plazo de 7 a 9 años”, explican los científicos. Para hacerse una idea, dicen los investigadores, esto corresponde a entre el 9 y el 11 % de las emisiones globales derivadas por el cambio de uso del suelo en 2020. O, dicho de otra forma, al doble de las emisiones anuales estimadas por la quema de combustibles de toda la flota pesquera mundial. (Puede interesarle: Los nuevos requerimientos para que la Armada pueda construir una base en Gorgona)
En palabras de Atwood, quien también es autora del reciente trabajo, “nuestro estudio es el primero en demostrar que más de la mitad del carbono liberado por la pesca de arrastre de fondo acaba escapando a la atmósfera en forma de dióxido de carbono en el plazo de unos diez años, contribuyendo al calentamiento global”.
Como puede ver en el mapa que acompaña esta nota, la investigación identificó que el Mar de China Oriental, los mares Báltico y del Norte y el mar de Groenlandia, entre otros, son las zonas oceánicas donde se identificaron mayores emisiones de carbono asociadas a la pesca de arrastre. Esto, aclara Mayorga, no quiere decir que en otras regiones del mundo no se presente una situación similar. “Nosotros dependemos de barcos que cargan dispositivos de rastreo satelital y muchos que no lo tienen o, si lo tienen, no lo hacen público”, apunta el investigador sobre este vacío de información. Además, tampoco se incluyó a la pesca artesanal de arrastre, por la inexistencia de los datos, pero, advierte, “también podrían estar contribuyendo de manera significativa en el problema”.
¿Y qué pasa con la otra mitad de CO₂ que se libera por la pesca de arrastre y no termina en la atmósfera? La investigación encontró que ese 45 a 40 % de dióxido de carbono que se queda en el océano contribuye a la acidificación, la cual genera daños en las plantas y animales del mar, al tiempo que afecta a los peces y mariscos de los cuales se alimentan millones de personas alrededor del mundo. “Aunque no es una contribución significativa, si se compara con la acidificación causada por la absorción de CO₂ que hace el océano, a niveles locales y en aguas semicerradas, como bahías y estuarios, sí puede tener efectos considerables en el pH del agua”, apunta el ingeniero colombiano.
Para Enric Sala, director ejecutivo de Pristine Seas y autor principal de la investigación, la importancia de esta radica en que “ahora mismo, los países no tienen en cuenta las importantes emisiones de carbono de la pesca de arrastre de fondo en sus planes de acción climática”. (Puede leer: Incidente con un tiburón en San Andrés deja algunas lecciones importantes)
En ese sentido, Mayorga señala que, tanto él como investigador, y la sociedad en general, se beneficiarían con que los datos de la pesca industrial en Colombia fueran públicos. Aunque sí existen y los tiene el gobierno, dice el ingeniero, no son de acceso libre, por lo que no es posible estimar las emisiones de CO₂ que genera la flota industrial de pesca de arrastre en el país. Esto, además de que impide conocer el impacto ambiental de este sector, tampoco permite, como ya han hecho otros países, “cuantificar esas emisiones y desarrollar metodologías que les permitan beneficiarse mediante bonos de carbono al reducir o eliminar la pesca de arrastre”.
Pero, más allá del ámbito nacional, los investigadores apuntan a que “la gestión de la pesca de arrastre de fondo podría ser una importante solución climática”. Para Mayorga, el mensaje claro después de este trabajo es que el mundo en general debe reducir esta práctica pesquera.