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En noviembre de 2020, unos pescadores de Santa Marta se encontraron con una tortuga verde (Chelonia mydas) un poco particular. Entre sus aletas, cuello y ojos se destacaban una serie de tumores. El síntoma visible de una enfermedad: la provocada por el virus del fibropapiloma, de la que se tienen registros desde 1930. (Le recomendamos: ¿Se avecina el primer proyecto de minería en el mar?)
Esta enfermedad infectocontagiosa no afecta solo a las tortugas verdes. Se ha documentado también en otras especies de tortugas marinas, como las laúd (Dermochelys coriacea), carey (Eretmochelys imbricata), caguama (Caretta caretta) y golfina (Lepidochelys olivacea). La primera vez que se identificó fue en tortugas verdes de Florida, Estados Unidos. Pero, con el paso de los años, sus reportes se han expandido a otras áreas costeras del mundo, incluyendo el Caribe, el Pacífico y el océano Índico.
Los tumores, aunque benignos, pueden afectar diversas partes del cuerpo de la tortuga, como las aletas, cuello, cabeza y los órganos internos. También pueden dificultar su movilidad, alimentación y capacidad para reproducirse, afectando gravemente su sobrevivencia. Los tumores, además, pueden predisponer a las tortugas a infecciones secundarias.
“Aunque se han realizado muchos estudios para comprender mejor la enfermedad, hasta el momento no se ha identificado una causa definitiva para el fibropapiloma en las tortugas marinas. Se cree que factores como la contaminación, los desequilibrios hormonales y los virus pueden desempeñar un papel en su desarrollo, pero la investigación aún está en curso”, explica la Autoridad Ambiental del Magdalena (Corpamag). (Le puede interesar: Descubren una nueva especie de felino en Colombia: el gato de Nariño)
Según los protocolos del Ministerio de Ambiente, que ante enfermedades infectocontagiosas priorizan proteger a las poblaciones silvestres y sanas de los individuos enfermos, esta tortuga debía recibir eutanasia. Pero, gracias al trabajo del Centro de Rescate de Fauna Marina de Santa Marta, producto de una alianza entre Corpamag, el Acuario del Rodadero, y el laboratorio marino del Centro de Desarrollo Pesquero y Acuícola de la Universidad del Magdalena, la historia de esta tortuga tuvo otro desenlace.
La tortuga verde, como la encontrada, es una especie que está en categoría de peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La caza indiscriminada, la destrucción de sus zonas de anidación, la contaminación por residuos y vertimientos, así como las enfermedades causadas por patógenos, son algunas de las causas que las están llevando al borde de la extinción. (Le puede interesar: Colombia retrocede en su ambición para reducir las emisiones de gases de los buques)
Por eso, cuando fue atendida en el Centro de Rescate y Fauna Marina, los especialistas decidieron darle tratamiento. Durante dos años la asistieron con cuidados y medicamentos, pero, tras dos años, no lograron lo que llaman una “evolución positiva” de sus tumores en el cuello. En ese momento, decidieron trasladarla hasta el laboratorio de la Universidad de Magdalena, “donde se estableció un protocolo de diagnóstico molecular, tratamiento y observación liderado por la profesora Lyda Castro, y en colaboración con otros profesores la Universidad”, explican los expertos.
Gracias al trabajo colaborativo entre los expertos de las instituciones y autoridades, el rescate de esta tortuga impulsó una investigación como Proyecto de Ciencia, Tecnología e Innovación sobre la “Caracterización molecular de herpesvirus asociados a fibropapilloma en tortugas marinas en la costa Caribe colombiana”, financiado por Fonciencias. Esto permitió que, a pesar de los protocolos, la tortuga verde enferma pudiera ser estudiada y tratada durante la investigación, consiguiendo disminuir la carga del virus hasta desaparecerlo por completo de la sangre de la tortuga. Según informa la autoridad ambiental, fue gracias a un “tratamiento de autovacuna con una fórmula novedosa”.
Las tortugas marinas son fundamentales para el mantenimiento de los ecosistemas de arrecifes de coral y los pastos marinos. Su presencia es un indicador de la buena salud ambiental de los ecosistemas. “Aunar esfuerzos para proteger esta especie es proteger nuestros mares de Santa Marta y los recursos pesqueros que allí habitan”, aseguran desde Corpamag.
El destino final de la tortuga, una vez se superaron todos los chequeos y protocolos, fue la liberación en las playas de Taganga. “Estamos tranquilos de que será una tortuga que contribuirá a las poblaciones de su especie, ya que se encuentra en edad reproductiva. Y lo más importante es que se logró el desarrollo de un tratamiento que permitirá curar a más tortugas verdes que presenten fibropapiloma en el mundo”, afirman. La comunidad indígena de Taganga, pescadores, chinchorreros y turistas se unieron para despedirla.