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Desde el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina están lanzando un grito de alerta. Una nueva y agresiva enfermedad para los corales, conocida como la “enfermedad de pérdida de tejido de coral”, se identificó hace algunos días en la isla de San Andrés. Para los expertos, se trata de la principal amenaza para los arrecifes; y está acabando con gran parte de los corales en el Gran Caribe.
En abril de este año, mientras se realizaba la expedición científica de National Geographic Pristine Seas en nuestros mares, la enfermedad fue observada y reportada por primera vez para Colombia en los cayos más al norte del Archipiélago: Serranilla y Bajo Nuevo, a más de 36 horas de distancia navegando desde San Andrés. Solo cinco meses después ya ha sido identificada en, al menos, siete puntos de las islas. Por eso, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina), autoridad ambiental del departamento, declaró a la Reserva de la Biósfera y al Área Marina Protegida de Seaflower en “alerta máxima” por la presencia de esta nueva enfermedad. (En contexto: Identifican por primera vez en Colombia una enfermedad que está matando los corales)
“Es una enfermedad muy agresiva”, asegura Valeria Pizarro, bióloga marina colombiana experta en corales e investigadora senior del Perry Institute for Marine Sciences en Las Bahamas, donde trabaja monitoreando y controlando la enfermedad. “Afecta a más de 25 especies diferentes de corales. Y esto es muy grave, porque en el Caribe tenemos cerca de 35 especies constructoras de arrecifes coralinos. Además, las tasas de avance y mortalidad de la enfermedad son muy altas”, explica.
En el departamento Archipiélago se encuentran más del 77 % de las áreas coralinas de Colombia. Se trata de la tercera barrera de coral más grande del mundo, con casi 2.300 especies marinas asociadas directa e indirectamente a los corales. “La enfermedad de pérdida de tejido de coral no solo va a cambiar el rumbo de los arrecifes como los conocemos hoy en día. También nos va a cambiar la vida”, agrega Nacor Bolaños, biólogo marino y coordinador de áreas protegidas de Coralina. “Cuando un arrecife es atacado y los corales mueren, empieza a verse lo que llamamos una ‘sucesión ecológica’. Donde había corales sanos empiezan a llegar cianobacterias y algas, cambia el ecosistema y los animales asociados a los arrecifes sanos se van. Incluidas varias especies comerciales, como los pargos, meros, chernas y langostas. Se pone en riesgo la seguridad alimentaria, el turismo y los servicios ecosistémicos como la protección de la erosión costera y la mitigación de los impactos de los huracanes se pueden venir a pique en el mediano y largo plazo”, explica. (Le puede interesar: Video: Los corales son animales, aquí le mostramos cómo se reproducen)
Como su nombre lo indica, la Stony Coral Tissue Loss Disease (SCTLD) mata el tejido vivo de los corales, dejando su esqueleto expuesto. “Perdemos al animal vivo”, dice Bolaños. Sus lesiones se expanden rápidamente en colonias individuales y arrecifes, causando altas tasas de mortalidad de los corales en solo semanas o meses. “Esta nueva enfermedad no solo es más agresiva e invasiva que otras enfermedades que afectan a los corales, sino que además se extiende rápidamente, pues se propaga por corrientes marinas y por contacto directo, ocasionando altas tasas de infección y mortalidad”, aseguran desde Coralina.
Desde que fue identificada por primera vez en el año 2014, en Florida, Estados Unidos, se ha expandido por 25 países o territorios. Solo en el Archipiélago colombiano, además de estar en Serranilla y Bajo Nuevo, se reportó en junio de este año para los bajos de Serrana y Quitasueño. A principios de septiembre, Sebastián Charria, biólogo marino e instructor de buceo reportó colonias enfermas en la isla de San Andrés. El 26 de septiembre la enfermedad fue registrada en Cayo Bolívar y el 28 de septiembre se confirmó su presencia en la isla de Providencia, gracias a biólogos y técnicos de la Corporación Centro de Excelencia de Ciencias Marinas (CEMarin) y del Parque Nacional Natural Mc Bean Lagoon.
Una enfermedad letal para los corales
Para los corales se han descrito alrededor de 24 enfermedades. Aunque sus brotes no son poco comunes, una enfermedad con las condiciones de la pérdida de tejido coralino no había sido registrada previamente.
En palabras de la investigadora Pizarro, la gran mayoría de enfermedades afecta relativamente pocas especies de coral. Esta, en cambio, afecta a más de 30, y puede causar cerca del 100% de mortalidad en las especies más susceptibles. Además, la posibilidad de avance o aparición de las enfermedades conocidas suele estar, en muchos casos, relacionada con los cambios de la temperatura. “Para la enfermedad de pérdida de tejido, en cambio, no se ha encontrado ninguna relación con la temperatura. Si esta aumenta o disminuye, la prevalencia de esta se mantiene, y las tasas de avance son muy altas, mayores a un centímetro por día”, afirma Pizarro. Su prevalencia tampoco ha disminuido con el tiempo, como el caso de otras enfermedades. Desde 2014 que fue identificada, no ha mostrados signos de contención. Por el contrario, continúa expandiéndose por los ecosistemas coralinos. (Le recomendamos: Criar larvas de coral: un nuevo esfuerzo para salvar los arrecifes en Colombia)
A nivel general, en el Gran Caribe, las enfermedades han causado catastróficos descensos en la cobertura de coral vivo. Desde la década de los 70 se ha perdido entre el 50 y el 80%. Una de las enfermedades más recordada por los expertos es la “enfermedad banda blanca”, que a finales de los 70 causó una pérdida sin precedentes de algunas especies de coral ramificadas, conocidas comúnmente como cuerno de alce (Acropora palmata) y cacho de venado (Acropora cervicornis). “Se perdió cerca del 97% de estas especies, lo que tuvo consecuencias muy serias sobre el funcionamiento de los arrecifes y, finalmente, afectó y sigue afectando las áreas costeras donde estaban esos corales. Y, sin embargo, las características de la nueva enfermedad son mucho más preocupantes”, dice la investigadora Pizarro.
En sus palabras, la SCTLD hace que colonias pequeñas de coral, todavía jóvenes, mueran en cuestión de un par de días. Las colonias grandes se demoran más en morir, pero también son afectadas, por lo que se pierden individuos que pueden tener un papel importante en la reproducción sexual y también las nuevas colonias que las sucederían en el arrecife. “En las Bahamas teníamos un sitio, relativamente pequeño, en donde teníamos cerca de 500 corales cerebro. En este momento quedan dos. Es muy preocupante”, agrega.
Investigaciones internacionales estiman que, si no se actúa rápidamente para evitar una mayor dispersión de la enfermedad, los arrecifes del Caribe podrían colapsar en la próxima década.
Otro reto: el tratamiento de los corales afectados es difícil
Entidades, institutos y organizaciones regionales e internacionales están impulsando la investigación científica y probando diferentes tratamientos para hacer frente a esta enfermedad. Sin embargo, aún no se ha logrado identificar el patógeno que la causa ni una cura definitiva para esta. Para las expertas, las posibilidades de erradicar una enfermedad del agua, cuando el agua es el medio para el que se transporte, son casi nulas. “Es frustrante, pero la apuesta es intentar controlar y salvar lo que necesitemos salvar”, dice Pizarro.
El método que tiene mayor efectividad, hasta ahora, es una mezcla de antibiótico (amoxicilina) con una crema llamada Base2B, que fabrica una empresa en Estados Unidos. Es un tratamiento con altos porcentajes de efectividad, pero costoso, que actúa solo a nivel de la lesión. Además, esta crema solo se vende a autoridades competentes, no a fundaciones o grupos de investigación. 400 gramos de la base cuestan alrededor de 60 dólares, y las colonias tratadas deben monitorearse constantemente para intervenir ante reincidencias de la enfermedad. (Puede leer: Once días bajo el agua: un esfuerzo sin precedentes para salvar los corales)
“No estamos preparados para atender esta enfermedad de manera inmediata”, asegura María Fernanda Maya, bióloga marina y directora de la Blue Indigo Foundation, que trabaja por la conservación de los arrecifes en San Andrés. “Cuando empezamos a ver las colonias enfermas, no teníamos herramientas para tratarla. Empezamos a leer bibliografía y a hacer pequeños ensayos con lo que encontrábamos a la mano, siguiendo los protocolos internacionales. Pero la enfermedad pasó la barrera que habíamos puesto de antibiótico y continuó deteriorando el tejido vivo”.
“Cualquier tipo de respuestas que tienen que ver con actividades del mar son muy costosas”, aclara Pizarro. “Las lanchas, los tanques de buceo, el personal capacitado, los costos asociados a los antibióticos… todo eso influye”, agrega. “Para no perder los arrecifes necesitamos buscar recursos. La erradicación y contención de la enfermedad solo ha funcionado parcialmente, en parte, porque la enfermedad se está extendiendo más rápido que la capacidad que tienen los científicos, manejadores y voluntarios de responder a este tipo de eventos”, aseguran desde Coralina.
Por eso, el pasado 27 de septiembre la autoridad ambiental envió una comunicación a la Gobernación del departamento Archipiélago y a la Alcaldía de San Andrés solicitando ayuda urgente ante la llegada y rápida dispersión de la enfermedad. Plantean la posibilidad de realizar una expedición científica a las zonas coralinas del Archipiélago y entregar una propuesta para que pueda ser financiada a favor de los arrecifes. “Nuestra reacción debe ser inmediata”, señalaron.
Coralina, con el apoyo de ONGs locales, Parques Nacionales y voluntarios seguirá monitoreando y haciendo seguimiento a los corales afectados en zonas cercanas del departamento. Pero aseguran que se requieren alianzas a nivel local, nacional e internacional para atender rápidamente el avance de la enfermedad.
Proponen, a su vez, la creación de un programa enfocado en la enfermedad en el departamento, con capacitaciones de personal local, asesoría técnica y científica, adquisición de insumos, medicamentos y tratamientos que están funcionando en otros países. “La realidad es que nosotros dependemos de los arrecifes, y sobre todo las comunidades costeras, que se verán directamente afectadas. A mediano y largo plazo esto puede ser gravísimo: podría aumentar la erosión costera, disminuir la protección contra huracanes y tormentas, y pérdida de la seguridad alimentaria. Por eso hay que actuar lo más pronto posible”, concluye la investigadora Valeria Pizarro.