La población más rica también tiene que ver con la crisis del agua
Con un estudio publicado en Nature Susteintabilty, un grupo de investigadores demuestra que la población con más recursos suele usar más agua que los menos favorecidos. Su utilización, además, no está destinada para satisfacer necesidades básicas.
En la historia reciente de las sequías, hay un episodio que siempre recuerdan quienes se dedican al estudio del agua: el momento en el que Ciudad de Cabo, capital de Sudáfrica, se convirtió en la primera “gran ciudad” en enfrentar una grave escasez de ese recurso. En 2018, los niveles alcanzaron un mínimo histórico y las autoridades tuvieron que anunciar medidas drásticas para enfrentar el que llamaron el “Día cero”, un momento en el que, posiblemente, se debería cerrar el suministro de agua.
Aunque muchos factores hicieron parte de la grave situación que vivieron los habitantes sudafricanos (sequía extrema, uso del agua por parte de la agricultura, entre ellos), hay un punto que también debe ser considerado a la hora de hablar del consumo de agua: ¿Qué parte de la población urbana es la que está utilizando más este líquido y para qué propósito lo está destinando?
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En la historia reciente de las sequías, hay un episodio que siempre recuerdan quienes se dedican al estudio del agua: el momento en el que Ciudad de Cabo, capital de Sudáfrica, se convirtió en la primera “gran ciudad” en enfrentar una grave escasez de ese recurso. En 2018, los niveles alcanzaron un mínimo histórico y las autoridades tuvieron que anunciar medidas drásticas para enfrentar el que llamaron el “Día cero”, un momento en el que, posiblemente, se debería cerrar el suministro de agua.
Aunque muchos factores hicieron parte de la grave situación que vivieron los habitantes sudafricanos (sequía extrema, uso del agua por parte de la agricultura, entre ellos), hay un punto que también debe ser considerado a la hora de hablar del consumo de agua: ¿Qué parte de la población urbana es la que está utilizando más este líquido y para qué propósito lo está destinando?
Esa fue una de las preguntas que se formuló un grupo de investigadores, liderado por Elisa Savelli, del Departamento de Ciencias de la Tierra, Ciencias del Aire, el Agua y el Ambiente, de la Universidad de Uppsala, en Suecia. Tras analizar en detalle lo que había sucedido en Ciudad del Cabo, observaron que las élites urbanas consumen agua en exceso, mientras que excluyen a los habitantes menos favorecidos.
“A través de un enfoque interdisciplinario, modelamos el uso desigual del agua doméstica en espacios urbanos y estimamos las tendencias de consumo de agua para diferentes grupos sociales”, señalan en el artículo que acaba de ser publicado en la prestigiosa revista Nature Sutainability.
Saltándonos los detalles metodológicos, lo que hizo el equipo de investigadores fue crear un modelo para simular el consumo del agua en un espacio urbano en el que se pueden establecer cinco categorías de habitantes: la élite, la población con ingresos medios altos, la de ingresos medios bajos, la de ingresos bajos y la que vive en áreas informales.
En pocas palabras, observaron que quienes pertenecen a la élite (1,4%) y al grupo de “ingresos medios altos” (12,3%) suelen vivir en casas que cuentan con jardines y piscinas y consumen “niveles insostenibles de agua”. Los menos privilegiados, por otro lado, ni siquiera cuentan con grifos ni sanitarios.
“Las marcadas diferencias en los patrones de consumo de agua resultantes de esta simulación están ampliamente confirmadas por la literatura de Ciudad del Cabo y otras ciudades, lo que sugiere que los ingresos son un factor importante que influye en el uso doméstico del agua”, anotan los investigadores.
A sus ojos, el nivel de ingresos, el tipo y tamaño de la casa y las comodidades son claves para explicar el nivel relativamente alto de consumo de agua entre la élite y las clases media alta. “Además, los resultados muestran que la mayor parte del agua que consumen los grupos sociales privilegiados (élites y de ingresos medios-altos) se utiliza para necesidades hídricas no básicas como el riego de jardines residenciales, piscinas y accesorios de agua adicionales, tanto en interiores como en exteriores. Por el contrario, la mayor parte del agua consumida por otros grupos sociales (ingresos medios bajos, ingresos bajos y habitantes informales) se utiliza para satisfacer necesidades básicas de agua, como agua potable, prácticas de higiene y medios de subsistencia básicos”.
Para decirlo en cifras más concretas, a pesar de que las élites representan solo el 1,4 % y el 12,3 % de la población total, respectivamente, usan más de la mitad (51 %) del agua consumida por toda la ciudad. En la otra cara de la monera, los habitantes informales y los hogares de bajos ingresos, que representan el 61,5% de la población de Ciudad del Cabo, solo consumen el 27,3% del agua de la ciudad.
En el fondo, para los investigadores, este patrón de consumo tiene sus raíces en el sistema “político-económico moderno”.
“El cambio climático y el crecimiento de la población significan que el agua se está convirtiendo en un recurso más preciado en las grandes ciudades, pero hemos demostrado que la desigualdad social es el mayor problema para las personas más pobres que tienen acceso al agua para sus necesidades diarias”, le dijo al diario The Guardian la profesora y coautora del estudio Hannah Cloke, de la Universidad de Reading, Reino Unido.
“Nuestras proyecciones muestran que esta crisis podría empeorar a medida que aumenta la brecha entre ricos y pobres en muchas partes del mundo. En última instancia, todos sufrirán las consecuencias a menos que desarrollemos formas más justas de compartir el agua en las ciudades”, aseguró.
Su análisis parece vital en medio de un complejo escenario: como escriben en el texto los investigadores, solo en las dos primeras del siglo XX, más de 80 ciudades con áreas metropolitanas grandes han experimentado sequías o escasez de agua y se prevé que “más de mil millones de residentes urbanos experimenten escasez de agua en un futuro próximo”.
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