La riqueza que esconde la Colombia cavernícola
Aunque Colombia cuenta con una enorme riqueza de sistemas subterráneos, es muy poco lo que conocemos de ellos. Científicos colombianos están realizando los primeros estudios de ADN ambiental en cuevas para conocer la biodiversidad que habita estas zonas subterráneas de difícil acceso. En el Senado reposa un Proyecto de Ley que busca reconocer y proteger el patrimonio espeleológico del país.
Daniela Quintero Díaz
Antes de que Carlos Lasso fuera doctor en ciencias biológicas, o investigador sénior del Instituto Humboldt, e incluso antes de que hiciera su pregrado en biología, fue espeleólogo. Mientras sus amigos se interesaban por los deportes, el senderismo o el alpinismo, a él le apasionó el mundo subterráneo. A los 10 años empezó a recorrer las cuevas a las afueras de Madrid (España) con su hermano mayor; en su adolescencia, las de Venezuela, donde colaboró con la Sociedad Venezolana de Espeleología. Luego llegó a Colombia y, hasta hoy, hace parte de los pocos que se dedican a esta práctica en nuestro país.
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Antes de que Carlos Lasso fuera doctor en ciencias biológicas, o investigador sénior del Instituto Humboldt, e incluso antes de que hiciera su pregrado en biología, fue espeleólogo. Mientras sus amigos se interesaban por los deportes, el senderismo o el alpinismo, a él le apasionó el mundo subterráneo. A los 10 años empezó a recorrer las cuevas a las afueras de Madrid (España) con su hermano mayor; en su adolescencia, las de Venezuela, donde colaboró con la Sociedad Venezolana de Espeleología. Luego llegó a Colombia y, hasta hoy, hace parte de los pocos que se dedican a esta práctica en nuestro país.
Colombia cuenta con una enorme riqueza de sistemas subterráneos. A la fecha se conocen más de 360 cuevas, cavernas, grutas, túneles o pasadizos distribuidos desde el archipiélago de San Andrés y Providencia hasta el Amazonas, en el extremo sur, pasando por los tres ramales de las cordilleras de los Andes. Se estima que hay un millar más. “Las cavernas son ecosistemas únicos. Son laboratorios de evolución que tienen millones de años. Hay especies que están solo ahí, convirtiéndose en un elemento clave para la conservación”, afirma Lasso. Sin embargo, pese a esta riqueza, aún es poco lo que conocemos del mundo subterráneo de nuestro país.
En 55 años se han publicado alrededor de 275 documentos que tienen que ver con inventarios espeleológicos, arqueología, biología, conservación, geología, turismo, entre otros temas relacionados con cuevas. De esos, menos del 20 % están relacionados con la biología de estos ecosistemas. Uno de los motivos, explica Lasso, es la dificultad de acceder y de encontrar, en esas condiciones atípicas, los grupos de animales o las especies que se quieren investigar.
Para entrar en una cueva los investigadores tienen que ponerse su equipo especializado: un overol que se puede mojar y que se seca rápidamente, reforzado en los codos y las rodillas para cuando hay que arrastrarse; un casco con una linterna que se convierte en sus ojos en condiciones de poca luz; una mascarilla con filtros especiales para prevenir contaminaciones y enfermedades; equipos de escalada para llegar a las cimas, atravesar hoyos profundos y hacer ascensos y descensos, y hasta trajes secos y de neopreno que los aíslen de las bajas temperaturas en cuevas con agua en las que tienen que hacer buceo. Además, llevan con ellos redes, etiquetas, hacen seguimiento directo de animales o buscan rastros como heces o comederos para conocer a quienes habitan o visitan esas zonas. Estas técnicas tradicionales tienen un alto costo, requieren una gran inversión de tiempo y muchos especialistas. En ocasiones pueden pasar varios días de trabajo de campo y aun así no encontrar nada.
Ahora, por primera vez en Colombia y en Latinoamérica, se está estudiando la diversidad de vertebrados en los ecosistemas subterráneos con una novedosa técnica: el estudio del ADN ambiental o “Metabarcoding”. ¿De qué se trata? Los organismos vivos estamos constantemente liberando material genético en el medio donde vivimos. Nuestras células de la piel, las heces, la orina, la saliva, la sangre, las secreciones. Todo eso queda en el ambiente por un tiempo, como una huella genética de ADN, y si los científicos logran colectarlo y analizarlo, pueden tener una fotografía de los organismos que estuvieron allí.
“El objetivo de este trabajo fue describir por primera vez en Colombia la biodiversidad de vertebrados acuáticos y terrestres que se encuentran en las cuevas. Pueden ser animales que se encuentren solo allí o que necesiten regresar periódicamente a la superficie para completar su ciclo de vida. Que anidan, descansan o habitan ocasionalmente en las cuevas o que, incluso, están accidentalmente ahí”, explica Lasso. “Y la información que hemos obtenido es enorme. No solo de la fauna cavernícola, sino de los elementos que están dentro y fuera de las cuevas, pero que tienen una relación con ellas”.
Junto a la investigadora Susana Caballero, directora del Laboratorio de Ecología Molecular de Vertebrados Acuáticos de la Universidad de los Andes, tomaron entre 2019 y 2021 muestras de agua en 12 formaciones cavernícolas de los departamentos de Antioquia, Cundinamarca, Santander, Boyacá y Amazonas. Una vez el agua se pasa por un filtro especial, donde queda atrapado el material genético, se envía a una compañía en Inglaterra que se encarga de realizar la extracción de ese ADN. Saltándonos los detalles técnicos, ese material es luego comparado con datos disponibles en las bibliotecas virtuales que contienen información genética de especies de todo el mundo y así se puede identificar qué organismos estaban en el lugar.
Encontraron que en el 90 % de las localidades muestreadas había representación de todas las clases de vertebrados: peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. En total, se identificaron 60 géneros: 30 géneros de peces, 15 géneros de mamíferos (entre los que estaban murciélagos, roedores, conejos y zarigüeyas), 13 géneros de aves, uno de reptil y uno de anfibio.
“Con este trabajo es claro que esta metodología muestra rápidamente una composición y riqueza de especies en sistemas desconocidos o explorados parcialmente mediante metodologías tradicionales”, aseguran los investigadores. Al sumarla con la información que se ha recopilado años atrás, con la metodología tradicional, concluyeron que el 75 % de los vertebrados que predominan en las cuevas son mamíferos, el 13 % peces, el 6,7 % anfibios y el 5 % aves.
Un proyecto de ley para protegerlas
“Más allá de la biodiversidad, de las especies únicas que allí se encuentran, estas cuevas también son una muestra muy importante del pasado”, explica Lasso. De diez cuevas estudiadas en la región Andina, en nueve se han identificado registros fósiles de equinodermos, estrellas de mar, erizos, almejas y otros elementos que muestran la relación de la evolución de los sistemas andinos.
Desde hace año y medio algunos investigadores empezaron a impulsar un proyecto de ley que busca reconocer el patrimonio espeleológico de Colombia y que ordena la adopción de medidas para la conservación, el estudio científico, la identificación, la restauración y el uso sostenible de estos sistemas. Para lograrlo se requerían estos insumos de investigaciones que se han ido generando. “Cuando yo estudio los peces o cangrejos endémicos y otros recursos hidrobiológicos imperceptibles a la vista humana (microrganismos) de estos humedales subterráneos, no es por un capricho científico per se, sino porque son las herramientas más efectivas para garantizar la conservación de las cavernas”, dice.
Lo que se espera con este proyecto de ley, que fue aprobado por unanimidad en tercer debate en la Comisión Sexta de la Cámara de Representantes, es que finalmente se cree un Sistema de Áreas Protegidas de los Sistemas Cársticos en Colombia. Salvo el Parque Nacional Natural Los Guácharos, el primer parque nacional natural del país, no hay otra figura que proteja a estos ambientes únicos. La iniciativa ahora tendrá que ser discutida por la plenaria del Senado y, en caso de ser aprobada, deberá ser firmada por el presidente Iván Duque para convertirse en Ley de la República.