Las montañas de Boyacá escondían al cangrejo más extraño del mundo
El paleontólogo colombiano Javier Luque encontró en las rocas de Boyacá los fósiles de un extraño cangrejo que vivió hace 95 millones de años. Parece formado por varias partes de distintos animales, con unos ojos sorprendentemente grandes y expuestos.
Daniela Quintero Díaz
Si a usted le entregaran un lápiz y un papel, y le pidieran dibujar un cangrejo, sin importar sus habilidades artísticas, seguramente empezaría a esbozar a un animal de cuerpo redondo y achatado, con un par de pinzas grandotas, dos ojos pequeños parecidos a un par de fósforos y cuatro pares de patas delgadas a cada lado. Similar a los que huyen de nosotros y se esconden bajo la arena cuando visitamos la playa.
Hace aproximadamente 95 millones de años, en los océanos cálidos y tropicales en donde hoy se encuentra Colombia vivió un cangrejo que desafía todos los conceptos de diccionario o libro de biología que conocemos. Un animal casi mitológico, que parece el resultado de una mezcla entre los ojos de una libélula, la boca de un camarón, las patas de una jaiba, la cola de un cangrejo ermitaño y tiene forma de araña. Se trata de la Callichimaera perplexa, una especie prehistórica descubierta y descrita por el paleontólogo colombiano Javier Luque. Su nombre científico traduce “la hermosa quimera intrigante”.
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Si a usted le entregaran un lápiz y un papel, y le pidieran dibujar un cangrejo, sin importar sus habilidades artísticas, seguramente empezaría a esbozar a un animal de cuerpo redondo y achatado, con un par de pinzas grandotas, dos ojos pequeños parecidos a un par de fósforos y cuatro pares de patas delgadas a cada lado. Similar a los que huyen de nosotros y se esconden bajo la arena cuando visitamos la playa.
Hace aproximadamente 95 millones de años, en los océanos cálidos y tropicales en donde hoy se encuentra Colombia vivió un cangrejo que desafía todos los conceptos de diccionario o libro de biología que conocemos. Un animal casi mitológico, que parece el resultado de una mezcla entre los ojos de una libélula, la boca de un camarón, las patas de una jaiba, la cola de un cangrejo ermitaño y tiene forma de araña. Se trata de la Callichimaera perplexa, una especie prehistórica descubierta y descrita por el paleontólogo colombiano Javier Luque. Su nombre científico traduce “la hermosa quimera intrigante”.
La historia comenzó en el 2005, cuando Luque era un estudiante de pregrado de Geología en la Universidad Nacional. Como requisito para graduarse debía estar un mes haciendo trabajo de campo en Pesca, un pequeño municipio de Boyacá, a casi 40 minutos de Sogamoso. Eran las seis de la tarde y había recorrido durante todo el día un área de doce kilómetros cuadrados haciendo mapeo, cartografía, buscando, estudiando y describiendo rocas. Su maleta iba cargada de muestras. Agotado, se sentó a descansar y, por pasar el tiempo, martilló en un cúmulo de rocas sin cobertura vegetal que se encontraba a su lado.
“Salió una laja con muchas patas y restos de crustáceos”, cuenta Luque. Para su sorpresa, eran animales muy completos, pero con formas rarísimas. “A primera vista parecían arañas, pero con patas planas, ojos gigantes y pinzas... resultó siendo algo mucho más interesante que eso”. Encontrar esos fósiles lo llevó a iniciar, oficialmente, la carrera que desde niño había soñado: paleontología. Trabajó por años haciendo investigación en el Instituto Smithsoniano de Panamá; hizo su maestría en la Universidad de Montréal, su doctorado en la Universidad de Alberta, en Canadá, y un posdoctorado en la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Ahora trabaja como investigador asociado en la Universidad de Harvard. Durante todo ese tiempo, el animal hallado en 2005 se convirtió en el interrogante al que siempre volvía.
“Entre más lo estudiaba más me daba cuenta de que no encajaba en nada de lo que conocíamos”, cuenta. En diez años se dedicó a visitar los museos más importantes del mundo y analizar miles de fósiles y de cangrejos vivos para determinar qué tan único era este animal. “Compartía rasgos similares con muchos grupos, pero no pertenecía a ninguno. Me había encontrado con el cangrejo más extraño del mundo, como un ornitorrinco del mundo de los cangrejos”, agrega. La Callichimaera perplexa era una rama completamente única y nueva del árbol de la vida.
Unos ojos tan grandes como balones de fútbol
La quimera, como llama el paleontólogo colombiano a su descubrimiento, no dejaba de traer sorpresas. Los fósiles tenían un grado de conservación tan inusual —”excepcionalmente bien conservados”, en sus palabras— que pudieron analizar detalles que revelaban pistas únicas sobre la vida y el comportamiento de este animal hace millones de años. Los resultados fueron publicados esta semana en la revista iScience.
Uno de los primeros hallazgos fue que no solo el cangrejo era rarísimo, sino que sus ojos también lo eran. “Nos dimos cuenta de que esos ojos tan grandes, que ocupaban el 16 % de su tamaño, estaban presentes en todos los estadios de crecimiento, desde bebés hasta adultos, en hembras y machos”, afirma. Haciendo una analogía, “es como si los seres humanos tuviéramos los ojos del tamaño de un balón de fútbol o del tamaño de nuestra cabeza”, explica Luque.
A diferencia de los cangrejos que conocemos, los grandes ojos de Callichimaera perplexa estaban expuestos todo el tiempo. No tenían cuencas oculares. “Eso nos indica que, seguramente, este animal dependía considerablemente de la visión. Tener unos ojos tan grandes y desprotegidos implica una gran inversión de recursos energéticos y nutrientes para mantenerlos. Entonces, los beneficios que le traían debían ser mucho más grandes que el costo de tenerlos”, agrega.
Entre los casi cien ejemplares de este cangrejo que pudieron colectar Luque y sus colegas se encontraron bebés, adultos, machos y hembras. “Nos dimos cuenta de que esos ojos tan grandes estaban presentes en todos los estadios de crecimiento”. Pero ¿para qué servían esos ojos tan grandes? ¿Cómo veían esos cangrejos el mundo?
Otro de los hallazgos importantes fue que, como muy pocos fósiles, estos conservaban aún la córnea y los tejidos nerviosos que conectaban al ojo con el cerebro. “Tenían ojos compuestos”, asegura Luque. En otras palabras, es como si sus ojos estuvieran conformados por pedacitos de lentes hexagonales (llamados facetas) que encajan entre ellos. Cada uno de esos lentes se encarga de recibir una parte de la información, pasarla a la retina y convertirla en imágenes en el cerebro. Al igual que las cámaras digitales y los píxeles, cuantas más facetas, mejor resolución.
Al analizar en detalle la córnea de este cangrejo pudieron concluir que tenía una visión excepcional, similar a las de las libélulas o el camarón mantis, dos de los principales depredadores del mundo de los artrópodos.
El resto del cuerpo también da pistas de cómo vivía. Sus grandes pectorales y patas planas como remos parecen indicar que era un nadador muy activo, con una flexibilidad que le permitía mover los remos como las alas de un pájaro, volaba en el agua. Las grandes pinzas le permitirían manipular elementos duros o semiduros, como camarones y gusanos. Las piezas bucales tenían una especie de espinas, asociadas a un animal que preda. “Dada la evidencia disponible, todo apunta a que este animalito, tan grande como una moneda de $1.000, era un nadador formidable, con una agudeza visual muy alta y piezas que sugieren que era un cazador”, afirma el investigador.
No es común que los tejidos blandos se conserven en los fósiles, y mucho menos en el trópico. La cobertura vegetal de nuestros bosques, las plantas y la lluvia hacen que las rocas se desgasten muy rápido. “Sin embargo, este estudio es una muestra de que, aun así, tenemos tesoros paleontológicos maravillosos que nos están ayudando a entender cómo era la diversidad del país en el pasado”, afirma. Hasta el momento, el científico ha identificado al menos cinco localidades en Colombia con fósiles con preservación excepcional.
“Yo vivo por fuera, estudio por fuera, he trabajado por fuera, pero Colombia es mi casa, y los Andes han sido mi patio trasero en donde he hecho estos descubrimientos maravillosos. Nuestra riqueza biológica y geológica es sin igual, pero hasta ahora estamos comenzando a conocerla y entenderla”, agrega. “Ojalá en el futuro tengamos un instituto donde los paleontólogos podamos hacer este tipo de trabajos en casa, localmente, para seguir conociendo la historia y la prehistoria de nuestro país”.