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Las orcas residentes del sur (Orcinus orca) son una particular especie que llama la atención de quienes logran verlas por su particular coloración negra y blanca. También son reconocidas por su reducida población que las tiene en peligro crítico de extinción: a marzo de 2023, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) estimaba que quedaban poco más de 70 ejemplares. (Puede leer: Jueza echó para atrás resolución sobre pesca exclusiva para raizales en San Andrés)
Quienes se dedican a estudiarlas llevan décadas asombrados por un raro comportamiento al que, hasta ahora, no le encontraban explicación alguna: Aunque este superdepredador suele alimentarse principalmente de salmones chinook adultos (Oncorhynchus tshawytscha), desde al menos la década de los 60 se han observado a individuos de tres manadas de orcas acosando y matando marsopas (un pequeño cetáceo), sin que llegaran a consumirlas.
Recientemente, un extenso grupo de investigadores identificó que entre 1962 y 2020 existían al menos 78 registros de episodios de orcas residentes del sur acosando a distintas especies de marsopas. En 28 de ellos, los pequeños cetáceos resultaron muertos; en otros 56, las marsopas comunes resultaron afectadas y en otros 13, las perjudicadas fueron las marsopas de Dall, las más grandes de esta familia, que alcanzan a pesar hasta 220 kilogramos. (Le puede interesar: En 2023 ha incrementado el número de orcas muertas en redes de pesca, ¿por qué?)
Aunque los investigadores no tenían claro el porqué de este comportamiento, sí tenían claros algunos patrones. Entre esos, que las orcas solían cazar marsopas jóvenes de un tamaño parecido al de los salmones chinook adultos. También identificaron que tanto los machos como las hembras participaban del acoso a los pequeños cetáceos y que, aunque los juveniles eran los que más participaban de esto, no había una diferencia significativa frente a los adultos.
Además, explican los científicos en un estudio publicado hace unos días en la revista académica Marine Mammal Science, este comportamiento se transmitió a través de generaciones, “ya que se observó por primera vez en la manada L y se extendió a las otras dos manadas”. (También puede leer: Más de un millón de personas mueren al año por no tener acceso a agua potable)
“Las orcas son animales muy complejos conocidos por exhibir aprendizaje social y transmisión cultural de comportamientos aprendidos”, reconocían los investigadores. A pesar de saber esto, seguían desconociendo las razones de este comportamiento.
Aunque no existe una explicación precisa de estos hechos particulares, en la reciente investigación los científicos se aventuran a ofrecer tres hipótesis que podrían aclarar lo que ha venido sucediendo en estas últimas seis décadas. (Podría interesarle: Hallan altas concentraciones de microplásticos en agua y sedimentos de las cuevas)
La primera de ella sugiere que las orcas obtienen beneficios sociales de este comportamiento y que podría tratarse de un juego. “Estos comportamientos podrían considerarse una forma de juego orientado a objetos y podrían tener beneficios indirectos para la coordinación del grupo, la cohesión y la afiliación social”, exponen los expertos al respecto.
En segundo lugar, explican los investigadores, las orcas podrían estar haciendo esto para mejorar sus aptitudes de caza. “Perseguir a la marsopa y manipularla o colocarla en la boca, también podrían tener beneficios prácticos para la coordinación o el fortalecimiento de la condición física de la ballena y podrían mejorar indirectamente las habilidades requeridas para cazar con éxito”. (Puede leer: Las ballenas se divierten usando las algas como sombrero y exfoliante)
Por último, en el estudio proponen que podría tratarse de un comportamiento epimelético desplazado. “El comportamiento epimelético ocurre cuando un individuo muestra acciones aparentemente altruistas hacia otro que está enfermo, moribundo o muerto”, concluyen los investigadores.